Como parte de una campaña publicitaria que pretendía promover una nueva urbanización en las colinas californianas de Los Ángeles, a Harry Chandler —editor de Los Ángeles Times—, se le ocurrió colocar en 1923 un imponente letrero de poco más de trece metros de altura, cuyas trece letras decían: Hollywoodland, frase, que a la postre, se trastocaría en el signo de la Meca del cine y en la metáfora más cruel y despiadada de una de las industrias más poderosas del mundo, en la que coinciden sueños, fantasías, crímenes y horrores inconfesables.