La relación entre México y Estados Unidos ha estado marcada por una constante tensión migratoria. La administración de Trump intensificó el discurso y las acciones en materia de seguridad nacional, adoptando un enfoque abiertamente persecutorio y policial. Esto exacerbó las violaciones a los derechos humanos y convirtió el muro fronterizo en un símbolo de su política migratoria.