La “manipulación” de la opinión
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La “manipulación” de la opinión

El poeta, catedrático, académico y diplomático, Hugo Gutiérrez Vega (1934-2015) escribió Información y Sociedad, su primer libro (1974) hace casi 50 años, en donde describe ya el modelo de negocios del empresariado mediático en colusión con la clase política gobernante, así como la defensa ideológica detrás de esos intereses locales y transnacionales. Desde entonces a nuestros días poco ha cambiado en el control de las empresas dedicadas a la información y el entretenimiento, no obstante, el avance democrático y tecnológico actual. Por considerar de interés general reproducimos la primera de dos partes del capítulo IV La “manipulación” de la opinión.

(Primera de dos partes)

Hugo Gutiérrez Vega

De la narración de los momentos principales de la historia de la tarea informativa, se desprenden algunas conclusiones que pueden utilizarse como hipótesis para iniciar el estudio de las variadas formas de control de la información, Siguiendo el orden propuesto por Werner Hofmann (en su libro Springer como síntoma), podemos partir de las siguientes premisas generales:

1. La prensa es una industria que busca ganancias y beneficios. Sus productos, si bien de carácter intelectual, están sujetos a las leyes de la producción mercantil. Esto funciona, con claridad mayor, en todo lo que se refiere a la información que producen los medios electrónicos.

2. En los órganos informaLa “manipulación” de la opinión (Primera de dos partes) tivos que se rigen de acuerdo con los principios y tendencias generales de la industria capitalista, existe la necesidad de producir de una manera masiva. Esto los hace buscar la unificación de los capitales privados -las cadenas de periódicos-, la “racionalización” del gasto de capital, la disminución del tiempo de circulación de ese capital, la producción tendiente a establecer un sistema de compraventa al por mayor y la dominación sobre los distribuidores, pro- veedores y compradores.

3. La naturaleza de la mercancía informativa está de- terminada por el carácter industrial capitalista de la empresa productora. La obra impresa es una especie de substrato material que porta un contenido consistente en un valor de uso de naturalezaespiritual y de un claro significado comunicativo. Esto produce que el sentido social de la prensa, que consiste en la mediación de material formativo de la opinión, se subordine a un fin económico privado. Estos planteamientos mercantiles e industriales, sujetos a las leyes de la oferta y la demanda, convierten una tarea comunicativa de índole espiritual en un simple acto de comercio, y la noticia, que es en esencia la trasmisión de un significado, en un objeto mercantil.

El sistema enajenante cosifica, de esta manera, loscontenidos espirituales de la información. Por otra parte, resulta inútil, en nuestro tiempo, separar los aspectos comerciales de aquellos que la teoría ha calificado con el nombre impreciso de “ideológicos”. Existe una trabazón interna que liga a estos aspectos entre sí y que hace que con frecuencia se considere como una manifestación meramente comercial aquella que es una clara posición ideológica, Con mucha razón Marcuse afirma en su obra ya citada que “la ideología está hoy en el proceso mismo de la producción”.

Para hablar de manipulación, he tomado en cuenta los puntos de vista que sobre este concepto han vertido Schmidtchen y Enzensberger. El primero (advierta el lector la cita hecha en capítulos anteriores) piensa que la manipulación no es un concepto científico, sino una sospecha. Enzensberger, con base en la etimología de la palabra, afirma en su mencionado estudio que “el término manipulación significa una intervención técnica, consciente, en un determinado material”. Para aplicar el término a los problemas sociopolíticos y, en particular, a los que se derivan de la comunicación social, Enzensberger precisa asimismo la forma en que debe utilizarse el concepto: “Si esta intervención es de una importancia social inmediata, la manipulación constituye un acto político. Éste es, básicamente, el caso de la industria de la conciencia.”

 Aceptando que el término manipulación no es un concepto científico, es necesario insistir en la necesidad de utilizarlo. Podemos restringir su significado, tal y como lo propone Hund, y usarlo como un elemento que puede ayudarnos a clarificar la situación.

Conviene admitir que en todas las actividades sociales se presenta la manipulación y que, por lo mismo, lo que realmente interesa a nuestro estudio es buscar algunas de las formas que se utilizan para manipular la información y señalar las características de los manipula dores. Un breve análisis del proceso de la información en nuestros días nos puede llevar a descubrir las técnicas de manipulación que lo caracterizan. En la moderna sociedad tecnocrática, los medios de información y de opinión buscan desorganizar los grupos sociales dominados, a través de una sutil y bien organizada anarquía comunicativa. Este programa se realiza en todos los niveles de la información del mundo domina.

Un breve análisis del proceso de la información en nuestros días nos puede llevar a descubrir las técnicas de manipulación que lo caracterizan. do por la ideología burguesa del imperialismo, y colaboran con él desde las todopoderosas agencias que manipulan las noticias, hasta las más pequeñas cadenas de periódicos provinciales.

Consiste en organizar, en función de los intereses del grupo dominante, todo el aparato trasmisor de la información y en fomentar un sistema de dar noticias basado en la dispersión, la confusión y la atomización. Dice Armand Mattelart, en su libro citado con anterioridad, que “en la primera plana de un diario. Se yuxtaponen caóticamente los temas más complejos y distintos”. El lector pasa de una noticia a otra y se entera, a gran velocidad, de un acontecimiento deportivo, un terremoto en Asia Central, un bombardeo en Vietnam, la represión policiaca a una marcha de protesta o el asalto, por parte de las fuerzas del orden, a un local del sindicato de cañeros.

Pretenderá el diario que su primera plana busca informar al público de una realidad totalizadora y polifacética, pero la noticia es, en esencia, algo atomizado, fragmentado y parcial. En este programa anarquizante se efectúa el aislamiento del hecho y la pérdida de su sentido más profundo. Sucede esto cuando se le cortan sus raíces y se le vacía del contenido que le da el contexto sociopolítico en que se ha realizado.

Esta desinformación, que no sólo no colabora a la información, sino que deforma y enajena, nos está entregando una cómoda mentalidad conformista que nos evita el esfuerzo de intentar un análisis del mundo contemporáneo, nos acostumbra a la catástrofe y nos hace ver la injusticia, la crueldad, la explotación y el odio como aspectos irremediables de la normalidad cotidiana del mundo en que vivimos. Por otra parte, es la clase dominante la que establece el criterio que fija las dosis informativas y la que la realidad le llega como una anécdota que lo dejará frio, impasible. Reaccionará sólo cuando la información afecte su estrecho círculo de intereses.

En la mayor parte de los casos, las noticias sobre las guerras imperialistas y los conflictos sociales, serán para el receptor típico algo irremediablemente lejano. El noticiario de televisión se preocupará por acomodar las noticias de acuerdo con el orden de intereses señalado por la clase dominante; evitará, valiéndose de las técnicas de la acumulación de las informaciones e impidiendo que entre noticia y noticia medie la indispensable transición, que el receptor reflexione sobre algún aspecto especial de una determinada noticia, y procurará que asimile las informaciones de una manera anecdótica que lo incapacita para ligarlas y relacionarlas con los aspectos profundos de las realidades políticas y sociales. En resumen, no podrá descubrir lo que Marx llamaba “la trabazón interna de la realidad”.  

Esta carencia, que limita considerablemente su calidad de ser pensante, lo convierte en un ente aislado, reacio a cualquier forma de organización, privado de solidaridad, pusilánime y convencido de que el aislamiento y el individualismo son las únicas formas posibles de convivencia social. Este programa, en el caso de México, es reforzado por una intensa campaña que tiene sus raíces en la misma naturaleza de los prejuicios nacionales. Los estereotipos, fomentados por los medios masivos, indican que el hombre preocupado por los problemas sociales es un “agitador”.

Un pie de grabado que apareció en el diario El Heraldo de México, con ocasión del acto público en el que se protestó por el golpe de los espadones chilenos y por el vil asesinato del presidente Allende, rezaba así: “Los agitadores de siempre”. En la misma edición del referido periódico aparecieron varias fotografías del acto de solidaridad con Chile organizado por el partido oficial. El diario no calificó de agitadores a los participantes en el acto del establishment. En el ejemplo anterior aparecen, de manera muy burda, los rasgos de la manipulación de la noticia. Esta característica hace demasiado obvio el análisis de esas técnicas informativas.

Lo que resulta verdaderamente interesante es el estudio de los procedimientos más sutiles instrumentados por los medios que han experimentado portante en sus formas de manipulación. Los estereotipos fomentados por los medios masivos, buscan establecer una jerarquía de valores en la que la sumisión, la indiferencia y la aceptación tácita o expresa de la ideología dominante, son reputadas como signos inequívocos de una actitud normal, madura, ecuánime, patriótica, leal y sincera.

En cambio la discrepancia, la disidencia y aún los simples desacuerdos coyunturales, aparecen como síntomas de exhibicionismo, de deseos de singularización, de inmadurez o de excentricidad y, lo que es más grave, como prueba de que quien padece tan graves males es un “traidor, al servicio de ideologías exóticas” o un posible huésped del hospital psiquiátrico.

Este programa maniqueísta, que se cumple de una manera grotesca, tanto en los países dominados por el orden burgués como en la Unión Soviética, se inscribe, con la fuerza propia de los prejuicios, en la conciencia humana, y tranquiliza a la “mayoría silenciosa” que ve en los dóciles y conformistas a los seres buenos y normales, y en los que ejercen la discrepancia a los malos y perturbadores.

En el caso de los países dependientes, la manipulación adquiere características especialmente complejas. Los controles, que vienen de lejos, buscan la difusión de los modelos de conducta propios de la potencia imperial y proponenplanes de crecimiento y desarrollo que se ajustan a la perfección a los patrones en los que se sustenta el sistema imperialista. Los cómplices nacionales se limitan, en la mayor parte de los casos, a difundir la ideología de sus amos, haciendo la necesaria adaptación de los mensajes a las idiosincrasias de sus receptores típicos. Las agencias mundiales del imperialismo norteamericano, son los instrumentos principales de este programa uniformador. Será demasiado ingenuo y, por ende, maximalista, afirmar que estas agencias siempre mienten e inventan las noticias. Se puede decir que, salvo en casos excepcionales cuya gravedad coloca el sistema en posición peligrosa, las agencias trasmiten noticias sobre hechos ocurridos.  

La manipulación está en la forma de presentar la noticia, en la “impregnación” de contenido ideológico que la noticia sufre y en el disfraz de “objetividad limpia y cruda” que adquiere en los laboratorios que convierten al emisor en un ser difuso, en un aparato deshumanizado, sin nacionalidad clara, sin ideología aparente, producto, en suma, de una tecnología milagrosa que funciona al margen y, generalmente, por encima de los hombres que ajustan sus tuercas y accionan sus incontables botones y palancas.

Las primeras víctimas de la manipulación a nivel internacional son algunos periódicos que buscan informar con la mayor veracidad y que, abrumados por el peso y el enorme poder de la maquinaria mundial, procuran refugiar la opinión independiente -o los puntos de vista de sus redactores afiliados a distintas tendencias- en sus páginas editoriales. Resulta sumamente problemático para estos periódicos, enclavados en países dependientes, sujetos a numerosas y variadas presiones, escapar del programa impuesto por la ideología tecnocrática.

Sus primeras planas son, a veces, testimonios de una tremenda lucha por encontrar la propia voz en medio de los rumores que llenan el aire de los países que dependen del imperialismo. Estos rumores buscan formar la aldea planetaria de la que habla McLuhan, la “comunidad” creada desde arriba, autoritaria, que obliga a los hombres que en su mayoría y esto es lo más monstruoso aceptan con gusto esta obligación de “participar” en lo que Mattelart llama “una superestructura impuesta” por el hermano mayor y sus ayudantes, tanto humanos como cibernéticos.

Siguiendo este proyecto, el aparato informador del imperialismo impregna las noticias del contenido maniqueísta definidor de lo que, aunque sea lamentable, es “normal”, y de lo que debe ser rechazado por la simple razón de que no encaja en la escala de “valores” propia de la “normalidad”. Promover las manifestaciones que impliquen un juicio de valor o, en muchos casos, un sencillo juicio de hechos, es para el proyecto uniformador sumamente peligroso.

Lo que se persigue es la aceptación incondicional, a veces acompañada de refunfuños de inútiles gestos escépticos, del orden impuesto por la ideología tecnocrática, y su ideal consiste en lograr que el receptor no perciba ya la imposición como tal, sino que se crea dueño de su libre juicio para enfrentarse a los mecanismos manipuladores a los que ignora, teme y venera, como lo hace con todas las manifestaciones mágicas sobre las que no puede ejercer control ni influir de una manera decisiva. De aquí que el programa tecnocrático del imperialismo haya convertido el aparato informador en un mito, en una fuerza de la naturaleza, en un secreto inextricable, en un fenómeno que trasciende todos los mecanismos de las relaciones sociales, políticas, humanas.

Para los excepcionales periódicos que aspiran a informar y a orientar y, al mismo tiempo, pretenden mantenerse a flote en el agitado mar de las relaciones mercantiles, las presiones del poder imperial y de sus cómplices locales se hacen cada día más complicadas y sutiles. Saben estas publicaciones que su información internacional depende casi totalmente -tienen algunos, muy contados, corresponsales exclusivos- de las agencias mundiales.

Pueden, ya que conocen las técnicas manipuladoras de los monopolios informativos, reorientar los cables que reciben, ajustarlos a la llamada “línea editorial del periódico y, sin embargo, son conscientes también de que una excesiva reorientación les produciría grandes conflictos con sus anunciantes y, de manera muy especial, con las compañías de publicidad que representan, en los países dependientes, los intereses de las empresas transnacionales.

Estos conflictos pueden afectar seriamente la rentabilidad del periódico y, en muchos casos, producir su desaparición o su aceptación de las reglas del juego del sistema. Sin embargo, establecer esta disyuntiva con carácter axiomático, implicaría ignorar otras posibles tácticas que, en algunos casos, han dado resultados favorables a los periódicos que buscan mantener una relativa independencia.

Una de esas tácticas consiste en hacer uso de los servicios especiales que brindan algunas organizaciones periodísticas independientes. Estos servicios que consisten en crónicas, artículos de opinión, reportajes, etc., aunados a los trabajos de los pocos corresponsales que el periódico tiene en distintos países del mundo y al envío de reporteros de la casa al lugar en el que se desarrollan hechos de singular importancia, sirven de contrapeso, aunque precario, por cierto, al enorme cúmulo de informaciones proporcionadas por las agencias mundiales.

16 de octubre de 2023