Horror en los medios: David Cronenberg y John Carpenter
Cine, Principales

Horror en los medios: David Cronenberg y John Carpenter

Rodrigo Aviña Estévez

A finales de los sesenta, un movimiento tectónico renovó el cine de horror, fantástico y de ciencia ficción en Estados Unidos con realizadores como Tobe Hopper, Wes Craven y George A. Romero. Las producciones independientes se abrían paso desafiando a los inexpugnables estudios y productoras de antaño. Favorecidas por el contexto sociopolítico, comenzaban a crearse cintas más explícitas y con visiones más fatídicas que anulaban a su vez cualquier sesgo de esperanza. Es en medio de este periodo, que surgieron dos figuras pilares del cine contemporáneo, dejando marcas indelebles en el género, refrescándolo y definiéndolo hasta como lo conocemos hoy en día. 

David Cronenberg y John Carpenter son dos cineastas indefinibles. Ambos crecieron en una sociedad en la que enfrentaron distintas maneras de concebir casi todo, desde el estado socioeconómico hasta el concepto de arte. El cine los auxilió en ese retrato sobre la complejidad de una era de contrastes y cambios importantes. Cronenberg conocido porsu exploración del horror asociado al cuerpo, y Carpenter maestro del terror y la ciencia ficción; su filmografía en conjunto y peripecias en su estilo autoral, superan cualquier convención convirtiéndolos en dos de los directores más singulares y visionarios de su tiempo. 

Para los ochenta ya eran considerados realizadores importantes dentro de la industria y el dominio de la forma como filmaban, se encontraba en uno de sus puntos más refinados. Es en esta década que ambos autores dieron forma a un par de obras cumbres en la representación del horror ligado a los medios de comunicación; y con ello, remarcando su maestría en lo que significó una nueva era en el género de terror. 

Videodrome, La Nueva Carne 

David Cronenberg nació en 1943 en Toronto, Ontario; sin embargo, por mucho que el realizador fuese canadiense, no podía vivir al margen de la revolución artística estadounidense que se suscitaba en paralelo. A los veinte años, se matriculó originalmente para estudiar bioquímica en la Universidad de Toronto, pero el año siguiente decidió cambiarse a letras inglesas. No obstante, influenciado por los cineastas vanguardistas neoyorquinos Kenneth Anger y Ed Emshwiller,  Cronenberg comienza a filmar cortometrajes en 16 milímetros, siempre fiel a sus pasiones: ciencia y arte. Su carrera cinematográfica dio inicio en 1965 con el cortometraje de culto Transfer y durante bastante tiempo se movería en los terrenos del cine independiente canadiense. 

En 1969 realizó su primer largometraje Stereo al que le sucedería un año después Crimes of the Future; ambas películas de ínfimos presupuestos mostraban ya los temas que serían el leitmotiv de las obras ulteriores de horror de Cronenberg, como lo sería la experimentación científica, la mutación corporal y la sexualidad siempre intrínseca al ser humano. Shivers se estrenaría en 1975; en ella, parásitos creados mediante manipulaciones genéticas se propagan entre los habitantes de un complejo residencial de lujo convirtiendo a sus anfitriones en una especie de zombies ninfomaníacos. 

Cintas subsecuentes como Rabid (1977), The Brood (1979) y Scanners (1981) llevarían conceptos tan interesantes como perversos, en el que las intervenciones o invenciones médicas son sinónimo de evolución humana pero también de efectos destructivos. De esa manera Cronenberg creaba un fascinante universo personal, aproximándose a una era biotecnológica que desdibuja cada vez más la línea entre lo interno y externo del cuerpo.  

Antes del estreno de Videodrome en 1983, todas sus películas eran en su totalidad producciones canadienses, pero el éxito adquirido situó al director en el mapa internacional, atrayendo el interés de Universal Pictures para distribuir el proyecto. A diferencia de sus primeras películas el costo de producción de Videodrome rondó los seis millones de dólares; se trataba de un salto abismal en cuanto al dinero invertido en sus filmes previos. Y aunque las diferencias de producción no es lo verdaderamente relevante; es un hecho, que el vínculo temático entre sus productos anteriores de bajísimos presupuestos y Videodrome era total. 

James Woods interpreta a Max Renn, productor televisivo que dirige CIVIC-TV una emisora de poca monta especializada sobre todo en contenido de violencia y pornografía suave. Renn asegura que su canal no refuerza el clima de violencia social que se vive, sino por el contrario, que CIVIC-TV es en realidad una salida de escape a las pulsiones y los deseos más oscuros de sus telespectadores. 

En búsqueda por contenido para transmitir, el técnico del canal Harlan (Peter Dvorsky), muestra a Max un video de tortura, cuya señal captó de forma accidental; se trata de Videodrome, una especie de programa snuff televisivo. Sin embargo, lo que Max Renn desconoce es que la señal de Videodrome penetra en el organismo provocando el nacimiento de una excrecencia en el cerebro que causa una serie de alucinaciones alterando la realidad tal como la conoce; y a la postre, un concepto sobre la evolución humana en la era contemporánea, que resumiría en gran parte todo lo propuesto por el cineasta en su obra: la nueva carne. 

Auxiliado por Rick Baker, el siempre formidable maquillista y diseñador de efectos visuales, Cronenberg brinda imágenes palpables sobre cómo la televisión transforma el cuerpo humano, en una ficción en el que la pantalla ha pasado a ser, literalmente, la retina del ojo de la mente; una premisa igual de siniestra que la banda sonora compuesta por su frecuente colaborador Howard Shore. El director imaginó esto cuarenta años antes de que la dependencia a los celulares y a los dispositivos inteligentes ha hecho de nuestra especie un híbrido entre humano y tecnología. De igual manera, Videodrome reflexiona sobre la televisión utilizada con fines totalitarios para programar a las personas, como lo representa el personaje de Barry Convex (Les Carlson) quien dirige una empresa que fabrica gafas de bajo costo para el tercer mundo y sistemas de asistencia de misiles para la OTAN, pero también son los responsables de Videodrome

Asimismo, el largometraje retrata el culto desmedido y religioso hacia las imágenes de televisión como sucede en la “Misión del Rayo Catalizador”; una especie de resistencia ante quienes utilizan Videodrome como medio de control político, y que su fachada es un refugio para indigentes al que pueden acudir para su porción diaria de imagen televisiva. La cinta simultáneamente sugiere y descarta que la exposición a imágenes violentas nos insensibiliza al punto que sólo podemos obtener alguna sensación por medio del dolor y la violencia, como apunta el personaje de Nicki Brand (Deborah Harry) locutora de radio con quien Max comienza un breve amorío sadomasoquista, pero principalmente otra víctima de Videodrome.

Sin duda el realizador canadiense ha trastocado su imaginario en verdadera filosofía, convirtiéndolo en un académico cuyas teorías ha vertido a través del cine. Sus películas plantean preguntas, donde   convergen filogenia, biología, psicología y tecnología, y en donde los límites del cuerpo y todo lo que se encuentra fuera de éste son indistinguibles. David Cronenberg es una de las pocas figuras en el cine equiparable a Julio Verne o Leonardo da Vinci; personas cuyas fértiles mentes se adelantaron a un futuro ya imaginado por ellos.

They Live. La Realidad Oculta

Caso curioso de talento precoz es John Carpenter, nacido en Carthage , Nueva York en 1948, quien se distinguió desde su infancia por una cinefilia empedernida. En 1970 siendo estudiante de cine, colaboró como coguionista, editor y compositor de The Resurrecution of Broncho Billy (Dir. John Longenecker), el cual obtuvo el premio Oscar al mejor cortometraje. El cineasta estadounidense debutó profesionalmente con Dark Star (1974) una sátira de humor negro que en parte parodiaba 2001: A Space Odyssey  de Stanley Kubrick. En Assault on Pressinct 13 (1976) se confirmaban las expectativas puestas en un joven cineasta con una habilidad inusitada para la acción y el cine de géneros. 

Y es que Carpenter se mantuvo fiel a la tradición del cine serie B; no es casual que gran parte de su filmografía sean verdaderas obras de culto del bajo presupuesto. En ellas, el realizador conjunta varios géneros: terror, policiaco, cine de acción, thrillerwestern y el humor negro. Al mismo tiempo, se le debe a Carpenter dos enormes hitos en el cine de horror, Halloween (1978) con su emblemático personaje asesino Michael Myers y The Fog (1979) con su historia de venganza fantasmal. A su vez, escribe, edita y en ocasiones compone la música de sus filmes donde el miedo constituye el resorte esencial de la trama. El temor a una amenaza latente y desconocida pero con resultados tangibles: la presencia acechante en Someone’s Watching Me! (1978), el Plymouth Fury ‘58 de la Chrysler en Christine (1983), la amenaza alienígena en The Thing (1982) o el mismo Satanás en The Prince of Darkness (1987). Innegable es que John Carpenter posee una técnica encomiable digna de ser referente para la enseñanza fílmica, se trata de un cineasta nato que trastoca cualquier fantasía y horror en algo extraordinario. 

They Live (1988) es una de las obras más extrañas y distintivas de Carpenter, no sólo por sus abiertos mensajes políticos, sino por su siniestra vigencia en la que tanto medios de comunicación como publicidad, principalmente en esta era digital, determinan el pensamiento y fomentan el consumo imparable. Inspirada en el relato corto “Eight O’Clock in the Morning” de Ray Nelson, la cinta sigue a John Nada (Roddy Piper) un hombre sin hogar que llega a Los Ángeles y encuentra trabajo como obrero en construcción. 

Ahí conoce a su amigo inmediato Frank Armitage (Keith David); ambos en extremo musculosos, como si se tratase de un símbolo de la fuerza de aquel sector obrero al que pertenecen. Los desempleados, los marginados y los enfermos viven en las calles o instalados en campamentos como al que llega Nada; esa otra cara de la fantasía que es Hollywood en ese iluso sueño americano. Tras probarse un par de lentes de sol creados por rebeldes que intentan despertar a la gente de los abusos del sistema, John descubre que la humanidad se encuentra bajo el dominio extraterrestre; colonizadores de ojos saltones que parecen humanos sin piel. 

No sólo eso, las vallas espectaculares, los anuncios en revistas y los comerciales de televisión contienen mensajes subliminales que en realidad ordenan: “obedece”, “consume”, “cásate y reprodúcete”, entre otras directivas de control. Es así como de They Live sale a flote una ideología marxista en la que un obrero de clase baja, protagoniza la lucha por desarticular un sistema de sometimiento de clases y de capitalismo salvaje.

They Live retrata esta verdad oculta en blanco y negro. Es decir, el mensaje es directo, no tiene matices al capturar un sistema que esclaviza y anestesia. John Carpenter logró la película definitiva de liberación, donde un héroe aparentemente alienado puede ver una realidad que otros no, o que han decidido aceptar. Una obra maestra del género de terror que se eleva a un hoy inexistente Hollywood de izquierda, y que nos invita a ponernos las gafas de realidad ante uno de los pocos horrores del que este mundo está repleto.

Abogado y crítico de cine

23 de octubre de 2023