¡Ya tengo a mi hijo! Un caso de nota roja: El niño Bohigas… de secuestrado a estrella de cine
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¡Ya tengo a mi hijo! Un caso de nota roja: El niño Bohigas… de secuestrado a estrella de cine

Rafael Aviña

A mediados de los años cuarenta en una nación que se preparaba para dar el salto a “la modernidad Alemanista” apareció una curiosa campaña publicitaria titulada: “México Feliz” que se transmitía por la radio con un espacio de media hora diaria dedicado a los niños y que pugnaba por una sociedad más justa y un país más civilizado.  

Sus radioescuchas infantiles lo integraban aquellos niños que difícilmente eran enviados a trabajar y mucho menos, aquellos explotados por padrotes, policías o patrones. Eran los otros niños, alejados de las injusticias cometidas por una sociedad ruin y devoradora que se empeñaba en poner el dedo en la llaga de los más débiles.

El escritor y filólogo Gutierre Tibón, apuntaba que el éxito de dicha campaña se debía a sus antecedentes, primero periodísticos y a su acción simultánea con la radio a partir de 1947, una época en la que diputados y senadores denunciaban que publicaciones como Policía, Detective, Pepín, Chamaco, Chamaco chico, Paquín y Paquito “dañaban la moral y tenían una influencia más perniciosa que la de las estampas y los libros pornográficos destinados a los adultos y prohibidos por la ley, puesto que el mal se causaba en el alma de los niños. Se expusieron numerosos casos de muchachos inducidos al robo y al crimen por el influjo de esas publicaciones, y se prohibió su circulación en definitiva…”.

“México Feliz” preguntaba día tras día a los niños si habían cumplido con sus “tres buenas acciones cotidianas”; el propósito de ello, la idea, era formar mediante la constancia de esa actitud positiva, hombres de carácter consagrados al bien, como los pequeños héroes de la película El camino de la vida (1956), dirigida por Alfonso Corona Blake y escrita por Matilde Landeta, o El papelerito (Agustín P. Delgado, 1950), cuyos niños protagonistas brindaban una lección de honestidad y valentía, ensanchando las almas de tanto chamaco chamagoso que deambulaba por la inclemente ciudad de México Alemanista.

En un anuncio de  Paquín  se leía: “Para cooperar intensamente a la campaña moralizadora de publicaciones infantiles, emprendida en todo el continente americano, los editores de Paquín se han esforzado, hasta conseguirlo, en hacer de ésta revista la enciclopedia recreativa de la infancia…Con el fin de huir del grave peligro que para el espíritu y la mente infantiles representan semejantes publicaciones, donde la inmoralidad solapada acecha la salud espiritual de los niños, Paquín incluye sólo en sus páginas las historietas que, dentro de un estilo agradable y cómico, estimulan los más elevados valores del heroísmo, la abnegación y la virtud de los hombres…”

En efecto, aquello sólo podía encontrarse en las páginas de sus relatos y en las imágenes de un cine mexicano que utilizaba el melodrama como parte preponderante de la filosofía popular: ese valle de lágrimas urbano al que se viene a sufrir como le ocurre a Blanca de Castejón en la insólita cinta “¡Ya tengo a mi hijo!” (1946) de Ismael Rodríguez…  

En varias ocasiones, las historias cinematográficas eran un espejo fiel, en otras, un pálido o un excesivo fulgor. Y es que, en algunas de las circunstancias, la nota roja real superaba con creces los argumentos fílmicos. En 1945, por ejemplo, aparecería una nota que en breve se convertiría en una suerte de drama folletinesco seriado que ocuparía las primeras planas de todos los periódicos de la capital. Los diarios daban fe de la desaparición de un niño de dos años y medio: Fernandito Bohigas Lomelí, ocurrida el día jueves 4 de octubre de ese año de 1945 prácticamente en las puertas de su casa en la Calle de Liverpool en la Colonia Juárez en un descuido de su madre. 

El Comandante Jesús Galindo, Jefe del Servicio Secreto, fue el encargado de dar seguimiento a la denuncia de los padres. Lo primero que había hecho, era distribuir imágenes del menor en todo el país, Guatemala y la frontera con Estados Unidos. Las estaciones de radio empezaron a pedir la colaboración de los radioescuchas y la prensa a sabiendas de que tenía un buen motivo para vender más periódicos, siguió la noticia detalle a detalle, explorando incluso en la intimidad del matrimonio para crear un drama que conmoviera a la opinión pública.

Con esa noticia, se materializaba una de las mayores pesadillas de adultos y de infantes: El Coco, El hombre del costal, el robachicos, gravitaban en el inconsciente colectivo de ese año de 1945.

Día a día, la radio y la prensa aportaban pequeños nuevos datos. Día a día crecía la angustia de los papás y con ella, el pesar de todos los padres de menores de edad de la ciudad, del país entero. A partir de una llamada anónima, el Comandante Galindo rastreó una pista que lo condujo a una modesta vivienda en la Colonia Moctezuma. Ahí, ante sorpresa de todos, rescató vivo y en buenas condiciones al niño Bohigas. No se trataba de un burdo secuestro o de un acto criminal perpetrado por una banda dedicada al robo de menores. Lo que encontró la policía, los padres de Fernandito, en especial su madre y todas las madres de México y sus hijos y sus maridos, fue otro drama. El de una mujer estéril: María Elena Rivera, atormentada por la imposibilidad de tener sus propios hijos, quien, apoyada por su marido Carlos Martínez, motivado más por la lástima y la desesperación de su mujer, consintió en privar de la libertad al niño Bohigas, con la ayuda de otro adolescente al que convenció de que les ayudara a llevarse al niño…

El realizador Ismael Rodríguez siguió el caso del niño Bohigas ya que intuyó que tenía ahí una historia fílmica en potencia. Un drama humano con el que podía jugar con las emociones del público. Colocó papel en su máquina de escribir Remington y se puso a redactar el arranque de un argumento que un año después, en colaboración con el cineasta y escritor español recién exiliado en México, Francisco Elías y la ayuda de los espléndidos dialoguistas Carlos González Dueñas y Jesús Camacho (Pedro de Urdimalas), Ismael arrancaba en mayo de 1946 el rodaje de ¡Ya tengo a mi hijo!, inspirado en el caso Bohigas. Sin embargo, lo más sorprendente fue la insistencia de Ismael Rodríguez en utilizar como protagonista del drama al propio niño secuestrado y recuperado seis meses después, es decir en abril de 1946: Fernandito Bohigas, transformando aquella historia en una meta-ficción insólita.

En el número 420 de la Revista Cinema Reporter, agosto 1946, aparecía una página completa que anunciaba el estreno de ¡Ya tengo a mi hijo!, acompañada de varias imágenes. En una de ellas, se mostraba a Isabela Corona y un niño lloroso interpretado por Jorge Narváez (Agustín, el niño que se vuelve cómplice de la raptora). En otra más, el mismo Narváez, al lado del propio Fernandito Bohigas. En una tercera, la sufrida madre Blanca de Castejón con sus otros hijos (entre ellos, Alicia y Azucena Rodríguez y María Victoria Llamas – hermana de la Tucita-) En un texto se lee: “Fernandito Bohigas Lomelí, el niño que con su secuestro puso en conmoción a un pueblo, revive en la pantalla su propio drama a través de una película inolvidable actuando al lado de primeras figuras del cine nacional. Vea usted la cinta más sensacional del año con la figura más apasionante de la actualidad. Próximo estreno en los Cines Insurgentes y Savoy”…

Gabriela (Isabela Corona), recibe la noticia por parte del Dr. Rossman (Charles Rooner) que está imposibilitada para tener hijos. Su sueño de concebir un pequeño rubio y de ojos azules se esfuma y renace cuando observa por vez primera al más pequeño de la familia Bohigas, Fernandito. Los Bohigas tienen seis hijos, ella no puede tener ninguno. Con la ayuda del menor Agustín (Narváez), al que Gabriela ha recogido de su pueblo, concibe el rapto y engaña a su marido (Vicente Oroná), diciéndole que se va a quedar con el hijo de una amiga que acaba de fallecer en Cuernavaca y a Agustín le dice que Fernandito es su hijo que le robaron. Los niños congenian gracias a un chimpancé que carga Agustín, quien aprovecha un descuido de Ana, la madre (Blanca de Castejón), para llevárselo.

La policía y la ciudadanía buscan con afán al pequeño. Una pista falsa los lleva a un campamento de gitanos donde aparece muy joven José Ángel Espinosa FerrusquillaGabriela urge al marido para registrar al niño y a su vez envía una misiva a la afligida madre diciéndole que ella y su esposo atropellaron a Fernandito y lo han enterrado. Por la carta, la policía piensa lo contrario. Miguel Manzano, un vecino de la raptora tiene sus sospechas. El marido de ésta descubre por una fotografía en el periódico el crimen de su mujer, quien amenaza con suicidarse si la delata y no le queda otra más que aceptar su complicidad. Todo el país está en vilo y la madre implora a la Virgen de Guadalupe que le ayude a recuperar a su vástago.

El  Dr. Rossman  encuentra a Gabriela quien le dice que ha tenido un hijo, como él sabe que eso es imposible, la delata a la policía. Finalmente es atrapada y la madre de Fernandito la perdona y el niño corre a abrazar a su verdadera madre ante la desolación de la malvada inconsciente. La familia Bohigas asiste a la Villa de Guadalupe para dar gracias.

Con el tema musical Duerme de Miguel Prado… “…Sueña, sueña mientras yo te arrullaré, con el hechizo de esta canción, que para ti forjé. Duerme, duerme tranquila mi dulce bien, que contemplándote con pasión, la noche pasaré…”, Ismael Rodríguez daba rienda suelta a un cine que explotaba al máximo las emociones del espectador. Tuvo la inteligencia para aprovechar la circunstancia del secuestro real y apostó por el morbo del público generado por la prensa y la radio y lo trasladó a las salas de cine en un momento en el que no existía la televisión, las telenovelas y mucho menos, las redes sociales.

Su película se filmó poco más de un mes después de resuelto el caso del niño secuestrado. Tuvo el arrojo y la sensibilidad para convencer a los padres de Fernandito Bohigas para que éste se interpretara a sí mismo en su única aparición en la pantalla. Y su visión comercial fue más allá, ya que la estrenó en un tiempo record, nada menos que en 70 días. Todos los capitalinos y más tarde los espectadores del interior de la República en sus respectivas salas de cine, corrieron al Savoy, al Insurgentes y al Lindavista, para ver al verdadero niño secuestrado y recuperado…

…Sobre ¡Ya tengo a mi hijo! Ismael declaró: “Tuvo mucha difusión el caso. Es de las pocas veces que he sido oportunista. Fue una cosa rápida e insistí que fuera el propio niño Bohigas. Me hice muy amigo de la familia y me funcionó como actorcito. Cuando ya no podía seguir mis instrucciones, tenía un doble”…

*Crítico y cronista de cine, video y criminalidad. Ha sido investigador de la Cineteca Nacional, Filmoteca de la UNAM y dirigió el Cineclub del INBA

14 de noviembre de 2023