¿Qué más podrán decir?
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¿Qué más podrán decir?

Rodrigo Coronel
¿Y ahora?, ¿qué más podrán decir? La evidencia es irrefutable y contundente. Claudia Sheinbaum ganó la elección presidencial con casi el 60% de la votación. Eso son más de 35 millones de votos. Incluso cinco millones de sufragios más que los obtenidos por Andrés Manuel López Obrador en el 2018. La diferencia con los votos conseguidos por Xóchitl Gálvez es de poco más del doble. El mensaje es evidente: un grito en los oídos de una élite política extraviada.
Más que una elección ganada por Morena, otra más, este ejercicio electoral supone un referéndum al viejo sistema de partidos, una prueba en el ácido de sus propias limitaciones.
Y las demostró todas: una candidatura presidencial impuesta por las cúpulas partidistas –aunque Gálvez insistiera en que su participación fue fruto de la libre voluntad de la ciudadanía-, cuya propuesta programática no terminó de cuajar; un discurso propagandístico paradójico, que al mismo tiempo que despreciaba a su auditorio lo invitaba a votar por la opción que les agraviaba; un catálogo de opinadores cuya brújula política y social se extravío hasta confines siniestros o dolorosamente patéticos.
Desde hace meses, años en algunos casos, insistieron con obcecación en un puñado de supuestos que, andando el tiempo, se constituyeron en los principios sobre los que fincaron su discurso, perspectiva, tamaño y alcance de su apuesta política. ¿Que México vive sumido en la polarización? Difícilmente. Aguascalientes fue el único estado en donde Xóchitl Gálvez ganó a Sheinbaum. ¿Que la clase media votaría mayoritariamente por la coalición opositora?


Tampoco. Sheinbaum ganó en todo el espectro social: los más pobres y los más ricos votaron por Morena, también los que cuentan con mayores estudios, incluso quienes no son beneficiarios de algún programa social. Gálvez no logró permear en ningún estrato social, ninguno. ¿Que estamos ante un fraude visible y escandaloso? Falso. Hubo incidencias durante la jornada electoral –algunas más graves o lamentables que otras-, como ha ocurrido siempre, pero en términos generales, la elección transcurrió con calma y sin aspavientos.
¿Qué más podrán decir?, ¿a quién culparán? Entre las voces que escuchan, tímidamente se asoma el llamado a revisar sus principios y procedimientos, a poner en la balanza los liderazgos que los llevaron a esta situación insostenible. Las cámaras de eco que con tanta enjundia alimentaron y llenaron de gritos e imprecaciones, hoy les reventó en los oídos. A muchos esta elección les presentó un país que no conocían. Finalmente lo entendieron: México no era Twitter.
Ante una realidad que se les va de las manos, las voces de la cámara de eco se erigieron también en liberadores frustrados o padres regañones. Veamos. Desde Latinus, Denise Dresser nos dice con tristeza verdadera: “Me entristece saber que la mayor parte de mis compatriotas volvieron a colocarse las cadenas que les quitamos [cursivas del autor]”.
Desde Televisa, Héctor Aguilar Camín nos reprende con sorna: nos califica de votantes “engañables por una narrativa polarizante”, “comprables” por recibir un “dinerito” y, acudiendo a los términos de su largo diccionario del vituperio, nos llama “ciudadanos de muy baja intensidad”.
Con la misma incomprensión del fenómeno, pero con una alta dosis de irracionalidad –aún más-, otros tantos hicieron pública una extraña iniciativa en redes sociales: abstenerse de dar propina. La iniciativa es aún más enigmática, en tanto no persigue fin político alguno, excepto el de mostrar un alarmante grado de pichicatería. Hicieron de la mezquindad toda una ideología
Resulta por lo menos contradictorio que esta iniciativa tenga por autores – así se infiere- a los mismos que denunciaban los efectos dañinos de la polarización.
Quizá sea muy temprano para anticipar el comienzo de un necesario proceso de reflexión, encabezado por una panoplia de nuevos liderazgos opositores. O no. Quizá siga campeando la incomprensión y la frustración propia de quien se siente fuera de contexto y lugar. Lo que han dejado entrever, líderes y señalados seguidores, no es precisamente reconstituyente. ¿Qué más podrán decir?, ¿qué sigue para ellos?

8 de junio de 2024