El narcisismo como espectáculo: cine y televisión
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El narcisismo como espectáculo: cine y televisión

Rodrigo Aviña Estévez

l. Breve historia de amor

El 1 de agosto de 1990, en el pequeño pueblo de Hampton, New Hampshire, Pamela Smart se encontraba en el estacionamiento de la escuela preparatoria Winnacunnet, en la que trabajaba como coordinadora de medios. Tenía veintidós años, y recientemente se había graduado en la Universidad Estatal de Florida en la licenciatura de comunicaciones, ya que su mayor sueño era convertirse en periodista. Daniel Pelletier, detective del vecino pueblo de Derry, y hogar de Pamela, llevaba algún tiempo esperándola con paciencia y se acercó a ella. La joven lo reconoció en seguida…

– ¿Qué pasa?- saludó Smart al detective sin ningún tipo de preocupación.

Bueno Pam…tengo buenas y malas noticias. – Pelletier la miró fijamente -La buena es que hemos resuelto el asesinato de tu esposo. La mala noticia es que usted está bajo arresto por asesinato en primer grado.

Su nombre de soltera era Pamela Ann Wojas. En 1986, durante las vacaciones de Navidad que pasaría con su familia en New Hampshire, conoció a Greggory Smart; un apuesto joven dos años mayor que ella, con quien estableció rápidamente una relación. Desde un inicio se trató de un encomiable idilio, ambos parecían fascinados; una inmediata historia de amor se construía con presteza en busca del dichoso porvenir.

A principios de mayo de 1989, los jóvenes contrajeron matrimonio; la familia de Pamela y Greggory los percibían inexpertos, pero llenos de una cándida felicidad. Incluso los habitantes del pueblo eran testigos de esa fulgurante atmósfera que rodeaba a esa encantadora pareja en apariencia perfecta. Sin embargo, nadie jamás llegó a imaginar aquel funesto y cruento desenlace que se fue gestando en la insidiosa mente de Pamela Smart, con la misma velocidad como con la que había nacido su afecto.

Exactamente tres meses antes del arresto de Pamela, el 1 de mayo de 1990, el pueblo entero se había conmocionado con el sórdido homicidio del joven de veinticuatro años Greggory Smart. Al regresar a su hogar después de una reunión escolar, Pamela advirtió que las luces exteriores e interiores estaban apagadas; apenas cruzó el umbral, encontró a su esposo que yacía boca abajo y, alrededor de su cabeza, un inmenso charco de sangre que surgía a borbotones. La escena del crimen parecía indicar un intento de robo que había culminado en asesinato; dentro de la casa existía un caos inquietante y algunos objetos de poco valor habían sido extraídos. Era evidente que los responsables carecían de experiencia criminal.

Desde el comienzo, la investigación fue asignada al detective Pelletier, quien a los veintiocho años y debido a su profesión, conocía de cerca las tragedias y la reacción natural de las víctimas; no obstante, la insensibilidad de Pamela y su comportamiento tan mesurado, simplemente no concordaban con la situación. Sólo un día después de los hechos, como deseando acaparar reflectores, Pamela Smart insistió en dar una entrevista a los medios. No sólo eso, en las declaraciones de la joven, cuando narraba la manera en que había hallado a Greggory, se refería a su marido como “el cuerpo”.

Pero lo que realmente encendió las alarmas de Pelletier, fue unos días después cuando la acompañó a su condominio para recoger algunos artículos; la afligida viuda, viendo que todavía era una escena del crimen segura, caminaba con indiferencia sobre el área empapada de sangre de la alfombra donde había reposado la cabeza del occiso, mientras que todos los demás se esforzaban por rodearla.

ll. Romance adolescente

Muy pronto el caso se volvió mediático; y con ello, un par de llamadas anónimas a la policía que dieron como resultado una abundante y detallada provisión de información. En particular, llamó la atención aquella sobre una relación de una profesora y un alumno, que sugería además la existencia de una conspiración de varios adolescentes vinculados con el homicidio de Greggory Smart. Fue meses atrás durante las sesiones del “Proyecto Autoestima”, un espacio enfocado en la concientización para jóvenes sobre el consumo de drogas y que coordinaba Pamela Smart en la preparatoria en la que trabajaba, en las que ella conoció a William Flynn. Tenía dieciséis años y todos lo llamaban Billy; era un muchacho enjuto y desaliñado, cuyos albores de una adolescencia ingenua y vulnerable, determinaron lo que fue un futuro inexorable moldeado por la perfidia y la pasión.

Todo sugiere que se trató de una genuina atracción mutua. La noche de San Valentín de 1990, Greggory Smart se encontraba de viaje y Pamela invitó a su casa a Billy. Posteriormente en el juicio, el muchacho confesaría que esa misma noche perdió la virginidad. Durante meses, ambos se convirtieron en amantes, y la obsesión de Billy por su enamorada sólo fue in crescendo.

Pamela le expresaba constantemente la intensidad de su deseo por estar juntos; sin embargo, lo único que se interponía en medio del romance era su esposo Greggory. Y aunque el divorcio era una posibilidad, resultaba aterrador para ella solicitarlo pues su marido era un hombre violento y la golpeaba. Nada de eso era verdad, pero Billy, cegado por la vehemencia de sus sentimientos lo creyó todo. Ella propuso una alternativa más drástica: que Greggory simplemente desapareciera. El adolescente, inmutado de la perversa maquinación que estaba sugiriendo, pareció no estar de acuerdo con su amada; y Pamela, con una cruel bajeza, cuestionó entonces el cariño de Billy reprochándole con arrebato: “No me amas lo suficiente”. Una frase que sin duda resonó con fuerza en la mente de Billy Flynn.

Fue con la ayuda de sus amigos Patrick Randall, Vance Lattime y Raymond Fowler, que Billy llevó a cabo el crimen en aquella tarde de mayo de 1990. No había nadie en el hogar de los Smart; Billy y Patrick aguardaban dentro. En cuanto Greggory entró, Randall lo golpeó para que se arrodillara y con un cuchillo lo amenazó para que se quedara inmóvil. Billy tomó el revólver y apuntó hacia Greggory, quien les imploraba que no lo hicieran y que podían tomar lo que quisieran. William Flynn disparó directo a la cabeza de su “enemigo”. Ese obstáculo que impedía su amor con Pamela por fin había desaparecido. Rápidamente los muchachos huyeron hacia el auto en el que los esperaban los otros dos cómplices.

lll. Todo por un sueño

Debido a que el crimen involucraba a menores de edad y al trasfondo pasional detrás del caso, la historia de Pamela Smart cobró mayor notoriedad alrededor de los Estados Unidos. La periodista Joyce Maynard extrajo varios elementos de éste, para la creación de su novela publicada en 1992 To Die For; misma que fue adaptada por el multifacético Buck Henry en la película homónima estrenada en 1995 y dirigida por el iconoclasta y una de las figuras más destacadas de lo que fue el New Queer Cinema, Gus Van Sant. To Die For/Todo Por Un Sueño es en esencia la reconstrucción de la historia de Pamela Smart; sin embargo, ésta modifica algunas piezas narrativas y argumentales en pos de la ficción.

Lo interesante de la película es la manera en que sondea en las personalidades de sus personajes para mostrar que sus acciones y sus decisiones provienen de temperamentos vulnerables y alienados. En particular la protagonista Suzanne Stone, que es interpretada brillantemente por Nicole Kidman; una joven ambiciosa y que pareciera ser un sujeto perfecto de análisis clínico del narcisismo en la personalidad.

El largometraje centra su atención en la profesión de Suzanne, quien al igual que la verdadera, anhela ser periodista. Y es que Suzanne Stone es una mujer que vive para permanecer en la televisión. Reside en el pequeño pueblo ficticio de Little Hope, New Hampshire, pero su fantasiosa mente la sitúa en el hiperespacio de los tabloides, las revistas de renombre y la fama instantánea. “En Estados Unidos no eres nadie a menos que estés en la televisión. En la televisión aprendemos quienes somos en verdad, porque ¿Qué sentido tiene hacer algo que valga la pena si nadie está mirando? Y si la gente está mirando te hace ser una mejor persona.” Menciona Nicole Kidman como irónica radiografía del sueño americano, que toma como punto de partida esa percepción desequilibrada sobre los medios.

Por ello, es clara la decisión de Van Sant al elegir una narrativa televisiva para ensamblar To Die For. El realizador, alterna una serie de entrevistas grabadas a cámara, en plan de autoconfesión y a su vez, enfrenta a los padres del joven matrimonio en un estudio de TV. Asimismo, utiliza la cámara en mano y un montaje nervioso, a medio camino entre el reportaje, el documental y la comedia negra, para contar una historia de la descomposición mental y social de la media estadounidense, cuya vida parece ser regida por la televisión.

Para Suzanne Stone su meta es convertirse en estrella televisiva como presentadora. Ella es en realidad la meteoróloga de un canal local, aunque siempre está intentando expandir su papel y tiene la firme intención de ser la próxima Barbara Walters; una periodista que -por cierto- también admiraba enormemente Pamela Smart. Nada se interpondrá en su camino para conseguir su objetivo; ni sus renuentes suegros, ni su cuñada (Ileana Douglas) y mucho menos su sencillo marido Larry (Matt Dillon), el galán del pueblo cuya máxima aspiración es hacerse cargo del restaurante de su padre, un inmigrante italiano.

Suzanne además no quiere tener hijos, porque “una mujer en mi campo con un bebé tiene dos strikes en su contra. No puede cubrir una boda real, o una revolución en América del Sur”. Suzanne sabe que su esposo debe irse. Él le estorba en el camino de su sueño; una idea que surge en su luna de miel mientras lo engaña con un ejecutivo de televisión que podría impulsar su carrera. Para ayudar a deshacerse de su esposo, recluta a Jimmy, Russel y Lydia, tres estultos adolescentes de la escuela preparatoria local, interpretados por los talentosísimos desde jóvenes, Joaquín Phoenix, Casey Affleck y Allison Folland.

Ellos, parias sociales y excluidos incluso dentro de su entorno familiar, están deslumbrados porque una personalidad de la televisión los tome en serio. La facilidad con la que Suzanne los manipula para ayudarla a cometer el crimen es mezquina y a la vez lastimosa, al percibir la ingenuidad casi ridícula de los preparatorianos. To Die For es cruel con sus personajes, y Kidman logra erigir una antiheroína vanidosa y ególatra, que desea a los televidentes a sus pies; y dignifica, a su vez, una verdadera historia de ambiguas motivaciones. Pues la vulnerabilidad humana de Suzanne es evidente en la película; ella carece de la habilidad por ocultar aquello que anhela, es decir, no muestra las estructuras psíquicas y morales que pudieran frenar sus sueños.

lV. Los finales también se transmiten

Fueron varias las pistas que permitieron el arresto de Pamela Smart. El padre de uno de los cómplices de Billy, encontró en su hogar una pistola y, pensando que podría tratarse del arma homicida, la llevó a la policía. Los cuatro adolescentes que cada vez se sentían más acorralados y llenos de culpa, decidieron entregarse, a fin de llegar a un acuerdo para reducir su sentencia. Cuando supieron que serían juzgados como adultos, decidieron revelar a la verdadera autora intelectual detrás del asesinato de Greggory Smart.

Todas las declaraciones coincidían. Ella había dejado la puerta del sótano abierta para que pudieran entrar a la casa antes que su esposo. De Pamela también fue la idea de que simularan un robo. A cambio, los jóvenes recibirían quinientos dólares cada uno. Sin embargo, esto no era suficiente para levantar cargos en contra de Pamela Smart. Utilizando como señuelo a Cecelia Pierce, una amiga de Billy, voluntaria también del “Proyecto Autoestima” y de quien se decía sabia del plan orquestado por Pamela; la policía grabó una conversación entre ellas, y Smart cayó, realizando comentarios que sugerían su culpabilidad.

Curiosamente, el juicio de Smart atrajo una considerable atención de los medios, en parte, porque fue uno de los primeros en ser televisados en los Estados Unidos, permitiendo cámaras de televisión en la sala del tribunal. El inicio de la justicia como espectáculo, y a su vez, la opinión pública como dictador de sentencias. Así fue, se retrató a Pamela Smart como una controladora y corruptora de menores, cuyo verdadero motor criminal era el cobro de una jugosa póliza de seguro de vida de ciento cuarenta mil dólares. Ella expresó en que no tuvo injerencia en el asesinato ni tenía conocimiento previo del mismo.

En sus respectivos juicios, en 1992, los cuatro adolescentes fueron sentenciados con cadena perpetua con elegibilidad posterior para libertad condicional. Dos de ellos, los que esperaban en el auto, fueron puestos en libertad en el 2005. William Flynn y Patrick Randall, quienes materializaron el crimen, salieron de prisión en el año 2015, veinticinco años después del asesinato de Greggory Smart. Ambos tenían más de cuarenta años.

El 22 de marzo de 1991, Smart fue declarada culpable de asesinato en primer grado, conspiración y manipulación de testigos; y fue sentenciada con cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional. Un juicio que evidenció al público un fallido plan por hacerse rica, y que sin duda, la hizo famosa. Su sueño americano se trastocó en pesadilla…

*Abogado y crítico de cine

29 de agosto de 2023