Una mujer en la silla presidencial
Cultura, Electoral, Partidos Políticos

Una mujer en la silla presidencial

Es casi seguro que sea una mujer la que ocupe la silla presidencial en 2024. Al menos así lo
muestran las tendencias recogidas en los estudios de intención de voto que, por muchos meses, han realizado las principales casas encuestadoras en México. Sin excepciones, dos políticas encabezan el primero y segundo lugar, Claudia Sheinbaum Pardo y Xóchitl Gálvez Ruiz, en ese orden, muy lejos del tercero representado por un hombre, Jorge Álvarez Máynez.
Lo anterior, lleva a reflexionar en torno al impacto político, social y cultural que supone la inminencia de que una mujer se convierta en presidenta de la República.
Por principio, habrá que decir que esa posibilidad es el resultado de dos siglos de lucha
emprendida por cientos de mujeres conscientes de sus derechos y de la necesidad de su participación en la política. Desde 1824, las mujeres zacatecanas reclamaron sus derechos políticos después de su activa participación en la lucha por la independencia. En 1856, ochenta y seis mujeres demandaron el derecho a participar políticamente. En 1887, la periodista Laureana Wright encabezó la lucha por la ciudadanía en su publicación Violetas del Anáhuac, primera revista feminista en la historia de México. Este mismo reclamo fue promovido por el grupo “Las admiradoras de Juárez” a principios del siglo XX.

Nombres como los de: Laureana Wright (1846-1896), Concha Michel (expulsada del Partido Comunista) (1899-1990), Hermila Galindo (1886-1954), Juana Belén Gutiérrez de Mendoza (1875-1942), Elvia Carrillo Puerto (1878-1968), Beatriz Peniche (1893-1976), Raquel Dzib Cícero (1882-1949), Sara Estela Ramírez (1881–1910), Rosa Torre González (1890-1973) han pasado a la historia de México y serán siempre recordados por quienes hoy tenemos el privilegio de ver cómo, por primera vez, pero no la última, una mujer se convierte en presidenta del país.
Este 2024 se cumplen 200 años de las primeras demandas por el voto femenino; 90 años de que el presidente Lázaro Cárdenas intentará una reforma al artículo 134 Constitucional para otorgar la ciudadanía a las mujeres; 89 años de que las mujeres participaran por primera vez en las votaciones
internas del Partido Nacional Revolucionario (PNR) hoy Partido Revolucionario Institucional (PRI); 77 años del reconocimiento del derecho a voto a nivel municipal y 71 de que se reconocieran los derechos políticos de las mujeres a nivel federal. El año que corre será recordado como aquel que por fin cristalizó la voluntad de muchas, muchísimas mujeres para ser representadas en la máxima instancia de poder por alguien de su mismo sexo. En este punto, aplica la frase utilizada en su campaña por Claudia Sheinbaum, candidata de la coalición “Sigamos Haciendo Historia”, formada por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), el Partido del Trabajo (PT) y el Partido Verde Ecologista de México (PVEM): “No llego yo, llegamos todas”.
En efecto, “llegamos todas”, pero esto no quiere decir que, en automático, la próxima presidenta del país representará y defenderá absolutamente todas las causas femeninas y menos las feministas. Aunque ambas candidatas, la mencionada Sheinbaum y Xóchitl Gálvez Ruiz, candidata de la coalición “Fuerza
y Corazón por México”, de la que forman parte el Partido Acción Nacional (PAN), el
PRI y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), sean mujeres su compromiso con éstas, depende de su ideología e identidad política, de derecha, centro o izquierda; de sus compromisos políticos con los partidos que las propusieron como aspirantes, de los grupos políticos, económicos, sociales y culturales que les apoyan; de su propia postura frente a las mujeres a partir de sus convicciones,
prejuicios, creencias; de las posibilidades reales de cumplir agendas de mujeres a partir de los
recursos y apoyos con que cuenten.
No basta con ser mujer y llegar a la presidencia para que de una manera radical cambie la vida de las demás mujeres. Hablamos de procesos que, como aquel que por fin está a punto de culminar con la
llegada de una mujer a la presidencia de la República, requieren madurar, avanzar gradualmente hasta hacer realidad las promesas hechas durante décadas con relación a aumentar la participación
femenina en todos los ámbitos de la actividad social en condiciones de igualdad y equidad, en el mejoramiento en la calidad de vida de las mujeres y el reconocimiento de un valor social igual que el
otorgado a los hombres.

Por supuesto, se esperan políticas públicas aplicadas a corto tiempo. Algunas de esas promesas serían
urgentes, como el cese de todo tipo de violencia para hacer de México un país donde la vida de las mujeres avance considerablemente. Sin embargo, la paciencia será la mejor estrategia, desde fuera y desde dentro.
Esto no supone que cesen la exigencia y las demandas femeninas y feministas para que quién gobierne atienda las necesidades de las mujeres.
El mayor impacto, por supuesto, será ver a una mujer sentada en la silla presidencial. Este no es un
evento fortuito, como ya se dijo, ni superficial, los efectos que tendrá no sólo a nivel político, sino social y cultural se verán en el corto plazo. Desde luego, el primer efecto será simbólico y tendrá
lugar en la política misma. El mensaje que se enviará a mujeres y hombres, cuando eso ocurra será contundente: “las mujeres podemos”. Tomo prestado el título del libro escrito en 1986 por la socióloga hispanoargentina Judith Astelarra Bonomi (1943-), donde cambió la pregunta: ¿por qué las
mujeres no participan en política?, por la de ¿qué tiene la política que impide la participación
de las mujeres? “Las mujeres podemos”, como idea y hecho, terminará de derrumbar aquellos argumentos bajo los cuales se trató de convencer a las mujeres para no participar en política. Uno, biológicamente las mujeres están destinadas a las labores propias de la reproducción biológica y las labores domésticas, lo cual las aleja de la política. Dos, la biología femenina y sus ciclos naturales conllevan en el fondo un desorden que llevado a la política se traduciría en la
destrucción de esta; tres, las mujeres son socializadas para no ocuparse de temas políticos; cuarto y como
consecuencia del tercero, a las mujeres no les interesa la política; cinco, el poder corrompe y las mujeres no deberían ejercerlo conservando así una pureza originaria.
Una vez derrumbados todos estos mitos, las mujeres podrán superar las barreras mentales que las mantienen lejos de la política. Serán capaces de observar a alguien igual a ellas ejerciendo el máximo poder de la Nación, tomando decisiones, dirigiendo voluntades, superando retos, comenzando por la obstinación que con seguridad encontrará en grupos de hombres que se resistirán a ser conducidos por una mujer, pero también de grupos de mujeres que aún no se conciben como individuos de derechos. Sin importar esto, el impacto simbólico será memorable.
Pero un avance simbólico, por grande que sea, no basta para cambiar la vida de las mujeres cuando la cultura machista y misógina lleva siglos arraigada en la mente de ellas y ellos, atravesando todos los
ámbitos de la vida social, política, económica, cultural, ecológica, por lo que lo siguiente será marcar, para bien, la vida de las mujeres, pero también de los hombres. No puede pretenderse que, por
dispar que sean las condiciones sociales entre hombres y mujeres, se gobierne sólo
para estas últimas.
La próxima presidenta de México deberá ver por todos los grupos sociales tratando de acortar las brechas de desigualdad que los dividen; inclinar la balanza para
hacer subir a quienes se encuentran abajo, sin hacer bajar a quienes ya están arriba. Esto es ofrecer a los grupos sociales menos favoridos, incluidas las mujeres, la oportunidad de gozar de los mismos derechos y oportunidades del segmento mejor posicionado socialmente, a saber: los hombres, blancos, heterosexuales. Lo anterior supone un gran reto, el cual deberá ser superado a través de políticas públicas encaminadas a poner en marcha acciones afirmativas que tengan objeto resarcir el daño causado a las mujeres, después de siglos de subordinación, opresión, explotación, exclusión y discriminación.
En este punto, una mujer en la presidencia de la República debería tener un impacto favorable en las
mujeres en términos presupuestarios, esto es económicos, pero también en materia de planeación para alcanzar la igualdad de derechos y oportunidades a partir de insistir en la transversalización de la perspectiva de género y vigilar y coordinar sus avances.
Pero surge aquí la pregunta: ¿basta con ser mujer para ocuparse de los temas de las mujeres? La filósofa feminista francesa Simone de Beauvoir (1908-1986) afirmó que no basta tener cuerpo de mujer para pensar como mujer. Parafraseándola: “no basta una mujer en la presidencia para que se ocupe de los temas de las mujeres”.
Así dicho, habrá que analizar puntualmente lo
hecho en favor de las mujeres por cada una de las candidatas cuando fueron gobierno: Claudia Sheinbaum como jefa de gobierno de la Ciudad de México y Xóchitl Gálvez como alcaldesa de la Miguel Hidalgo. En un segundo momento, habrá que revisar con la misma puntualidad lo que cada una ofrece a las mujeres para que voten y conduzcan a una de ellas a la silla presidencial.
Para concluir, se debe apuntar que la candidata que gane las elecciones presidenciales de 2024 será
observada con lupa, que se analizará la pertinencia de cada uno de sus movimientos, decisiones, comunicaciones y desplantes, que surgirán cientos de interpretaciones tratando de ensalzar o descalificar su actuación y la pertinencia de que una mujer ocupe Palacio Nacional, ya no como la Primera Dama, sino como la autoridad política máxima. Será la opinión pública el tribunal donde se juzguen y magnifiquen sus aciertos y errores.
Por todo esto, cabe adelantar que el reto de la próxima presidenta de la República será inmenso, tendrá que vencer muchas resistencias, más que las que ha enfrentado cualquier hombre en el mismo cargo pues, de entrada, deberá superar primero la surgida de una sociedad patriarcal, heteronormativa, machista y misógina. A esta se sumarán aquellas relacionadas con un proyecto específico de gobierno y los intereses políticos y económicos divergentes que en todo momento buscarán hacerla fracasar en
su encomienda..

30 de abril de 2024