No es que no lo supiéramos. Nadie se llevó las manos a la boca y con un espasmo hizo manifiesta su sorpresa. Desde luego, nadie tampoco esperaba ansioso la llamada. Pero, aun así, lo hicieron con la convicción de quienes se sienten necesarios.
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Protegido: Enrique Serna, novelista y reportero: crónica del periodista denigrante
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