Sheinbaum y Gálvez: cierres de precampañas; discursos y perfiles
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Sheinbaum y Gálvez: cierres de precampañas; discursos y perfiles

Ivonne Acuña Murillo

Los cierres de precampaña de Claudia Sheinbaum Pardo y Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz son dignos de análisis. La información que arrojan permite delinear la forma cómo ambas políticas se posicionan frente a la competencia que tendrá lugar luego de que arranquen las campañas electorales por la presidencia de la República el 1 de marzo.

La comparación se hará a partir de los siguientes parámetros: extensión en cuartillas, tiempo de duración, número de personas que acudieron, lógica interna delineada por las ideas principales, propuestas, críticas, promesas y autodefinición.

Para comenzar se hace notar que, en formato de Word, el discurso de Claudia prácticamente alcanza las 8 cuartillas a renglón seguido y teniendo en cuenta los espacios entre párrafos. El de Xóchitl, ocupa, en el mismo formato, 4 cuartillas y media.

El discurso de Claudia duró 46 minutos y el de Xóchitl 17, tal vez porque la primera tenía más cosas que decir que la segunda o, cabe la posibilidad de que la precandidata de “Fuerza y Corazón por México” hubiera dado más importancia al cierre que tuvo en la capital de la República, el cual se extendió por casi 39 minutos y en el que Gálvez hizo una entrada como de estrella de rock y en el que fue presentada como la próxima presidenta de México, “una verdadera chingona”.

Este evento tuvo lugar en la Arena Ciudad de México y se caracterizó por la falta de espontaneidad y la colocación de enormes teleprompters que Xóchitl leyó sin perder una línea y haciendo un enorme esfuerzo por parecer auténtica a pesar de que sus grandes apuntadores electrónicos estaban a la vista de todo mundo. Tal vez por eso armaron un cierre de precampaña menos aparatoso, pero aparentemente más espontáneo en el estado de Guanajuato, uno de los principales bastiones del PAN.

La extensión y la duración podrían parecer simples formalismos, pero no lo son, especialmente cuando se quiere mostrar músculo. En este mismo rubro, el número de espectadores también cuenta. Se calcula que, al Monumento a la Revolución, sede del cierre de Sheinbaum, acudieron poco más de 150 mil personas, como dan cuenta las imágenes aéreas que muestran las calles que circundan el Monumento completamente llenas.

Mientras que, en Acámbaro, Guanajuato, el equipo de Xóchitl logró reunir tan sólo a algunos cientos de simpatizantes como puede verse en las fotografías que circulan por los diversos medios, sin tomas abiertas hechas desde el aire por aquello de las comparaciones. Nada parecido a su presentación en la Arena Ciudad de México, en la cual se contabilizó la presencia de alrededor de 20 mil personas, de acuerdo con sus organizadores.

Surge de nuevo la pregunta de por qué si ya habían hecho un evento de mayor envergadura, llevaron a su candidata a cerrar precampaña en presencia de algunos cientos. Tal vez se pensó en el simbolismo que supone cerrar en la sede más representativa de la ideología panista y en el lugar que en años recientes se ha distinguido por la creciente violencia en contra de la población, tratando de culpar de esta situación al actual presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.

Una mala apuesta si se considera que el principal responsable de la seguridad ciudadana en su estado es, en primera instancia, su gobernador, el panista Diego Sinhué Rodríguez Vallejo, que ha sido incapaz de detener la creciente violencia en su entidad.

Volviendo a los números, suponiendo sin conceder que las y los asistentes a los dos cierres fueron espontáneos o fueron acarreados, de cualquiera de las dos formas quien convoca y organiza da muestras de su fuerza, estructura, capacidad organizativa y recursos.

El cierre de Gálvez

Respecto del contenido de ambos discursos cabe decir que el de Gálvez destacó desde el inicio por los ataques directos al primer mandatario afirmando que “decidió darle abrazos a los delincuentes y balazos a los ciudadanos”. Para después sostener, de manera contradictoria, que siendo presidenta no le echaría la culpa de la inseguridad ni a Calderón ni a Peña ni a López Obrador.

Aprovechó el lugar para mencionar a los jóvenes asesinados en Celaya y Salvatierra y para prometer que cuidará a los jóvenes como si fueran sus hijos pues ella es madre de dos. Es aquí donde se acordó de Sheinbaum para comparar la percepción de inseguridad en Guanajuato, 83%, con la de la Ciudad de México (CDMX), hasta hace unos meses gobernada por su contendiente, y afirmar que esta asciende a 80%, pasando por alto o ignorando a propósito el más reciente estudio del Inegi que recoge un 55.3% de percepción de inseguridad en CDMX en el último trimestre del año pasado.

Su discurso siguió con menciones sueltas de situaciones de inseguridad de diverso tipo, con diferentes actores y sin evidencia, como: los asaltos a jóvenes estudiantes en CDMX, el cobro de piso a productores de limón y aguacate en Michoacán, a las madres buscadoras de Guanajuato, a comerciantes levantados en Tabasco, a los polleros del Estado de México, los pescadores de Tamaulipas, los taxistas de Baja California, los ganaderos de Chihuahua azotados por la delincuencia, los hoteleros de Quintana Roo, para de pronto mencionar la supuesta desaparición del Fondo de Promoción Turística y la pérdida de visitantes.

Después de hacer una especie de recorrido por los problemas de inseguridad del país, se centró en el problema del agua en Guanajuato para proponerle a sus habitantes la contratación de una ingeniera que “sí le entiende cómo resolver los problemas”. De ahí pasó a hablar del cambio climático, de “esa refinería”, del abandono del campo, ¿dónde? pues en Guanajuato.

Bueno, también habló de Segalmex que es “el único estado donde se puede no apoyar a los campesinos. No los quiere el presidente, no los apoya. ¿Y saben por qué? Porque quiere que llegue Morena. Pero ay de ustedes que lo dejen entrar. Les va a pasar, les puede pasar lo que les ha pasado a otros estados.” Por supuesto, no mencionó a cuáles entidades ni lo que les pasó. Acusaciones al aire y sin sustento alguno, se diría.

Después de estas afirmaciones inconexas prometió cuidar a Guanajuato junto con “Libia”, la próxima presidenta municipal, y llevarlo hasta las nubes, hasta el cielo. Fue así como se olvidó del país para pensar tan solo en esta entidad panista y volver a la carga en contra del Presidente que es “agresivo con los empresarios” y “tímido con los delincuentes.”

Luego de estas divagaciones echó mano de uno de sus slogans de precampaña, tal vez tomado de un spot previo del Partido del Trabajo (PT) para asegurar a quienes la escuchaban “Ustedes merecen más. Sus hijos merecen más.” Y para preguntarles si estaban dispuestos a defender a Guanajuato y, por fin recordó el propósito de su campaña, a México. Con este discurso, la precandidata se presentó a sí misma más como quien lucha por ser gobernadora de un estado y no como quien pretende ser la presidenta de todo un país. Con eso en mente volvió a hablar de Guanajuato y un tal ¿señor Sheffield? y disculparan ustedes, pero ya no supe si estaba hablando de un personaje local de la entidad o de la famosa serie de La niñera (The Nanny).

Continuó su discurso hablando de programas sociales y “todo eso que les han quitado” y lo cerró con promesas de apoyo a emprendedores, de colocar al país entre las 10 economías más grandes del mundo, de tener el mejor aeropuerto de América Latina, de traer inversiones resolviendo el tema de la energía y de apostarle a la educación y a la seguridad.

Y después de navegar a la deriva con sus propuestas y promesas sin cómos ni qués cerró haciendo alusión al actual Presidente y una de sus ideas fuerza: la esperanza de México, para sostener que: “La esperanza es nuestra y con esa esperanza vamos a cambiar el país.”

El cierre de Sheinbaum

 No ocurrió así en el caso de Sheinbaum cuyo discurso mostró desde el inicio una sólida coherencia interna, mismo que inició con la referencia al momento histórico “de una hazaña monumental”, la Cuarta Transformación de la Vida Pública de México, que se consolida y nadie puede negar, un “proceso inédito que construye democracia, libertad, dignidad, derechos, justicia y felicidad”.

Hizo referencia a la unidad del Movimiento de Regeneración Nacional, y su llegada a la campaña unidos, fuertes y victoriosos enfatizando que la distancia entre ellos y el segundo lugar es, “en el peor de los escenarios, de 20 puntos de diferencia.” “Ganamos la precampaña”, aseveró.

A diferencia de Xóchitl, en cuyo cierre faltaron los líderes nacionales del PRI y el PRD, Claudia agradeció la presencia de las dirigencias de los partidos políticos que forman la coalición “Sigamos Haciendo Historia”. Reforzó la idea de unidad la presencia de Marcelo Ebrard Casaubón y el abrazo que dio a Claudia, reconociendo al fin su liderazgo.

Incluyó Sheinbaum en su discurso el principio humanista que reza “por el bien de todos, primero los pobres”, una disertación sobre lo que es la democracia y lo que no, recordando los fraudes electorales de 1988 y 2006, y reivindicando el Humanismo Mexicano, concepto acuñado por el propio Presidente. De él recogió no sólo ideas o frases, sino logros que han de ser continuados por ella, para después hablar de sus propios éxitos como gobernante de la CDMX y aquello que se hará bajo su administración.

No podían faltar las referencias históricas relacionadas con Benito Juárez y una frase suya que bien podría ser la de su futura administración: “La democracia es el destino de la humanidad; la libertad su brazo indestructible”. Oportunidad que aprovechó para reforzar su postura como la fiel continuadora del lopezobradorismo diciendo que “Y nosotros somos herederos del juarismo y por tanto de la democracia y de la libertad.” Se dijo heredera, al igual que sus correligionarios, de Hidalgo, Morelos, Leona Vicario, Josefa Ortiz de Domínguez, Benito Juárez; los liberales mexicanos, Madero, Villa, Zapata, los Flores Magón, Felipe y Elvia Carrillo Puerto, de los generales Lázaro Cárdenas, Mújica y Felipe Ángeles, de las Adelitas, las sufragistas y los estudiantes de 1968.

Por supuesto, no faltó la crítica a los falsos demócratas que orquestaron el desafuero en 2004 y 2005, así como los fraudes electorales ya mencionados, y de quienes usaron al Instituto Nacional Electoral en beneficio de un pequeño grupo. Tampoco el grito de batalla: ¡es un honor estar con Obrador!

Se comprometió a fortalecer el Proyecto de Nación, alcanzar el Plan C, mantener la austeridad republicana, la disciplina financiera y fiscal y el principio juarista de que “no puede haber gobierno rico con pueblo pobre”. Se describió a sí misma: “Soy mujer, madre, abuela, científica, humanista” y convocó a sus seguidores a hacer realidad la elección de la primera mujer presidenta de México, para lo cual concluyó: “Estoy lista para caminar con ustedes, con el pueblo de México, con esta gran mayoría que hemos ido construyendo y que gobierna para todas y para todos. Con humildad, con honestidad, con humanismo; tengan la certeza que voy a estar a la altura de las circunstancias, que no los voy a defraudar.”

Finalizó gritando vivas a la Cuarta Transformación, al Presidente Andrés Manuel López Obrador y a México.

A simple vista, una de las precandidatas crece en definición como la mujer que quiere convertirse en la primera presidenta de México y la otra se enreda en contextos locales, reclamos repetitivos y promesas dispersas que no alcanzan para consolidar un proyecto de Nación.

15 de febrero de 2024