Propaganda y desolación en Gaza
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Propaganda y desolación en Gaza

Naief Yehya

Nueva York.– El 22 de septiembre de 2023, apenas dos semanas antes del ataque del 7 de octubre de Hamás, Benjamin Netanyahu se dirigió a un foro semivacío de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas para mostrar un mapa de Israel en el que no existía rastro de Palestina y que incluía tierras libanesas y sirias ocupadas. Un mapa que iba del río Jordán al mar mediterráneo. Llamó a esa imposición: “El Nuevo Medio Oriente” y tenía como objetivo final sentar las bases para la paz con Arabia Saudita.

Como un merolico, Netanyahu habló de paz y de relaciones con los países árabes, sin mencionar la política de apartheid que aplica el estado israelí en contra de los palestinos ni de sus incesantes bombardeos a la población de Gaza, Cisjordania y países vecinos ni de los miles de cautivos palestinos bajo detención administrativa (sin cargos ni juicios) en sus cárceles. 

Este optimismo se debía a los Tratados de Abraham, negociados bajo el régimen de Trump, que entre otras cosas pretenden establecer una especie de corredor de bienes desde oriente e India hacia Europa, mediante rutas marítimas, terrestres, oleoductos y cables de fibra óptica. Tampoco parecía preocupado de que en Israel había manifestaciones constantes por el intento de su gobierno de extrema derecha de debilitar la independencia del sistema jurídico. Netanyahu y su gobierno eran muy poco populares fuera del ámbito de los extremistas, colonos y fundamentalistas fanáticos.

Netanyahu mostró haber aprendido bien las lecciones de George Bush, quien aprovechó los ataques del 11 de septiembre para engrandecerse como héroe y lanzar una catastrófica guerra en el Medio Oriente. El primer ministro lanzó después de los ataques del 7 de octubre contra Israel una guerra que lo salvaría. El líder israelí se ha imaginado como el protector del pueblo judío y desde siempre había soñado con la expulsión o exterminio de la población palestina. Además, también calcó la fórmula de Bush de convertir un problema nacional en una amenaza internacional. 

Una reacción al brutal tratamiento delos palestinos fue convertido en un asunto mundial al insistir ante las crédulas audiencias de CNN y demás medios de comunicación masivos que Israel peleaba por la civilización en contra de la barbarie. Netanyahu y sus propagandistas repetían que de no eliminar a Hamás este grupo atacaría París, Berlín, Washington y Londres.

Para esto requerían descontextualizar la lucha en contra de la ocupación de ese grupo para pintarlo como si fuera algo semejante al Ejército Islámico, una comparación absurda e ignorante, ya que se trata de organizaciones con objetivos, métodos y creencias totalmente distintas. 

Poco tiempo después del ataque proveniente de la franja de Gaza en contra de comunidades y bases militares se pusieron en evidencia las fallas, descuidos y arrogancia que permitieron que éste tuviera lugar y buena parte del pueblo israelí se volvió en contra de su primer ministro. No obstante, mientras durara la guerra Netanyahu estaba protegido de cualquier cambio. Como Bush y Putin, el líder israelí confiaba en una campaña relativamente rápida para eliminar a Hamás. Netanyahu trató de responsabilizar al ejército y los servicios de inteligencia de haber sido negligentes. 

Sin embargo, el descuido llegaba hasta los niveles más altos, varios analistas habían estado reportando actividad inusual en Gaza, incluyendo entrenamientos para el tipo de acciones que fueron parte de su ataque pero los ignoraron. El gobierno pensaba que Hamás no podía llevar a cabo una operación tan ambiciosa y complicada. 

Quizá en represalia interna comenzaron a reaparecer en los medios reportajes del financiamiento de Hamás por parte de Israel y de la estrategia del propio Netanyahu de mantener a ese grupo en el poder, como una especie de espantapájaros, que sirviera de recordatorio de la imposibilidad de hacer la paz con los palestinos. Poco después Netanyahu se retractó de sus ataques contra el ejército. El primer pretexto de la invasión y masacre que Israel lanzó contra Gaza era el rescate de los rehenes pero esto pasó rápidamente a segundo plano ante la frustración, angustia y horror de los familiares de los secuestrados. 

El negocio de la desinformación masiva 

Toda acción militar en la que un grupo armado ataca a civiles desarmados es condenable. No hay duda alguna, pero para los propagandistas describir los actos de violencia y los asesinatos no bastaba. Ellos necesitaban crear y promover historias estridentes y excesivas que estremecieran y llenaran de odio al mundo. Para poder llevar a cabo una matanza y limpieza étnica Israel contaría con el uso de campañas propagandísticas agresivas. La hasbará, con la que usualmente tratan de controlar la narrativa de los hechos, justificar los escandalosos abusos, las violaciones a los derechos humanos y a las leyes de la guerra, sería puesta en sobremarcha para dar excusa a crímenes monstruosos y desproporcionados empleados en nombre de la defensa del pueblo israelí.

Esta propaganda está en continua renovación, nutriéndose de los discursos de moda en Occidente, tanto de derecha como de izquierda. Y su aplicación es siempre a la vez agresiva, santimoniosa y victimizante. Por un lado es una desenfadada presunción de la fuerza militar del estado que puede derrotar a cualquier enemigo y que a pesar de ser un país pequeño tiene el poderío militar y de servicios de inteligencia para confrontar a cualquier enemigo, este es el lado que presenta al país como un poderoso león. 

Por otro hay una insistencia en que todo el mundo se enfoca en condenar las acciones de Israel ignorando crímenes peores cometidos por otros países, este es el ángulo comparativo del “whataboutism” o bien del “¿y qué me dices de…?”, con el que tratan de acusar a cualquier crítico de las políticas o acciones de ese estadode ser antisemita, antiisraelí, antijudío o anti sionista (tres términos relacionados pero distintos). 

Finalmente está la vertiente en que Israel se presenta como una pequeña isla de democracia y decencia en medio de un océano de estados tiránicos que tan sólo esperan un descuido para destruirlo, lo cual parecería contradecir al primer punto pero si algo caracteriza a la hasbará son sus inconsistencias oportunistas. 

Esta campaña trata de neutralizar toda crítica y descalificar a todo aquel que trate de defender el derecho de Palestina a liberarse de la ocupación y por lo menos tener la oportunidad de negociar fronteras de un país viable. Criticar la política israelí es presentado como antisemitismo y todos los manifestantes en el mundo que piden un cese al fuego son acusados de ser alcahuetes de Hamás. En esa misma vena surgieron los bulos histéricos del 7 de octubre: de los cuarenta bebés decapitados, de los bebés colgados en una cuerda como si fueran ropa, del bebé que metieron al horno, así como de las mujeres violadas mientras las evisceraban.

 Estas noticias tan alarmantes como falsas recorrieron el mundo y como suele suceder quedaron impactadas en la memoria colectiva. Para cuando las investigaciones comenzaron encontrar serias inconsistencias e imposibilidades en esos relatos la perspectiva de gran parte de la gente ya estaba moldeada. En esencia la historia que se presentó al mundo de lo ocurrido tenía la intención de mostrar a todos los palestinos, y no sólo a los militantes y combatientes, como participantes o cómplices en un ataque sin sentido dominado por la crueldad, el odio antisemita y la depravación criminal y sexual.  

Era importante para esto ocultar el elemento político del ataque, el contexto histórico, la opresión sistemática y la frustración de décadas de intentos de negociación y lucha tanto armada como pacífica en contra de la ocupación israelí de tierras palestinas así como el sitio de Gaza. Lo que querían era reducir a los palestinos a “bestias humanas”, como dijo el ministro de la defensa Yoav Gallant. 

Desde el inicio varios políticos y figuras públicas israelíes declararon que no había inocentes en Gaza, como declaró el presidente de Israel, Isaac Herzog, y que todos debían pagar el precio del atrevimiento de Hamás. Estas declaraciones no son producto del 7 de octubre sino de una larga tradición de sionismo que pasa por Golda Meir (“Los palestinos no existen”, 1969) y Menachen Begin (“Los palestinos son bestias que caminan en dos patas”, 1982) entre muchos políticos israelíes. Algunas de las historias más macabras que se contaron del 7 de octubre fueron producto de la imaginación de Yossi Landau, de la organización de rescatistas religiosos ultraortodoxos voluntarios Zaka, la cual tiene una larga trayectoria manufacturando relatos estridentes para incendiar a la opinión pública y generar una respuesta frenética y desproporcionada en contra de los palestinos.[1] Ninguna muerte puede minimizarse así como tampoco debe explotarse por motivos políticos.  

El 7 de octubre una bala mató a un bebé de nueve meses, Mila Cohen, en los brazos de su madre, quien sobrevivió, en el Kibutz Be’eri. Ese fue el único bebé que murió en ese ataque de acuerdo con numerosas fuentes y el recuento oficial. Esto es injustificable así como lo es que también fueron asesinados siete niños de entre dos y nueve años y 28 de entre diez y 19 años. Catorce de estos murieron por los ataques con cohetes de Hamás o misiles israelíes y no por balas ni cuchillos de los atacantes. 

Cuando la prensa internacional comenzó a reportar que Israel estaba matando periodistas, Israel lanzó acusaciones de que los reporteros eran terroristas. La masacre de Gaza tiene ahora el récord de más periodistas asesinados en la historia en el menor tiempo. Mientras los soldados israelíes atacaban hospitales y al personal médico, acusaban a esas instituciones de ser centros de comando y control de Hamás y a los doctores, enfermeros y demás de ser terroristas. Los gobiernos de Estados Unidos y varios países europeos apoyaron esas denuncias queeventualmente probaron ser falsas y simplemente dejaron de ser repetidas. Sistemáticamente Israel ha ido destruyendo la mayoría de la infraestructura de salud de Gaza. 

La violación, mutilación y otros horrores de naturaleza sexual son usados a menudo como armas de guerra, así como en invasiones y ocupaciones. Después del breve cese al fuego en que Hamás liberó a más de 130 rehenes, Israel decidió lanzar una campaña de propaganda enfocada en acusar al mundo y principalmente a la ONU de haber mantenido silencio al respecto de los crímenes sexuales cometidos el 7 de octubre. 

El régimen de Netanyahu argumentó que Hamás había lanzado una campaña masiva de violencia sexual. Así trataron de reciclar la lucha de #MeToo para sus fines al tiempo en que se enfocaron en manipular la islamofobia de la extrema derecha estadounidense. 

La victimización era central para desviar la atención de las decenas de miles de palestinos, especialmente niños y mujeres despedazados por las bombas, cazados por los francotiradores, enfermos y hambrientos. El reporte de Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas publicó el 19 de febrero de 2024 un reporte sobre las violaciones de los derechos de niñas y mujeres palestinas detenidas en cárceles israelíes que va desde maltrato sistemático, negarles productos de higiene, alimentos y bebida, golpearlas, violarlas, usar violencia sexual y asesinat no hubo realmente investigación alguna sobre los presuntos crímenes sexuales de Hamás y la mayoría de los cuerpos fueron enterrados sin autopsia ni revisión de especialistas, las posibles evidencias desaparecieron. Además, no se contaba con testimonios de las víctimas ya que la mayoría habían muerto. Esto implicaba que la investigación requería de tiempo. Pero la propaganda opera de manera opuesta, las pruebas son lo de menos, lo que se necesita es incendiar los ánimos con revelaciones brutales y obtener reacciones impulsivas e inmediatas. 

Así, se pintó una imagen de los ataques palestinos como una turba despiadada de violadores. Esta estrategia estaba destinada a restar cualquier legitimidad a una acción anti ocupación. El argumento de que los nativos de las colonias son bestias con incontrolables deseos sexuales ha sido usado por esclavistas y racistas especial pero no únicamente en contra de los africanos. No olvidemos que el sionismo es una política supremacista blanca europea engendrada en el siglo XIX que calca sus métodos de los sistemas coloniales y expansionistas de ese continente.

Gritos sin palabras y sin evidencias

 El clímax de esta campaña de sexo como arma llegó con el artículo publicado en The New York Times el 28 de diciembre de 2023, Screams Without Words: How Hamás Weaponized Violence on Oct.7 (Gritos sin palabras: como Hamás convirtió la violencia en un arma el 7 de octubre), por Jeffrey Gettleman, Anat Schwartz y Adam Sella. El artículo trata de probar que había un patrón en los ataques, y aunque dice haber sido realizado tras una investigación de dos meses, resulta asombrosa la ineptitud y pobre curiosidad de los reporteros para cuestionar a sus testigos así como el uso de historias que habían sido reveladas como falsas, algunas de ellas de miembros del grupo Zaka.[2]

 Gettleman y su equipo señalan que hay por lo menos siete locaciones donde se cometieron crímenes sexuales, que hablaron con cuatro testigos que dicen haber visto violaciones así como con numerosos soldados y paramédicos voluntarios que dijeron haber visto más de 30 cuerpos de mujeres con señales de abuso sexual, aunque ninguno de ellos era experto forense ni estaba entrenado para reconocer señales de crímenes sexuales en cadáveres. 

Por ejemplo señalan que algunas víctimas tenían clavos o balas en los genitales pero no dan explicaciónalguna de la situación de esos cuerpos, lo cual parece deliberado para hacer que el lector infiera actos de tortura sin por lo tanto comprometerse a escribir eso. Incluyen un testimonio anónimo de alguien que vio una escena digna de la imaginación del Marqués de Sade en el que una mujer es violada mientras la apuñalan y a otra la penetran mientras le mutilan un seno (que se avientan entre los violadores como si fueran una pelota), otros caminan con cabezas cortadas como trofeos. 

Esto es cuestionable ya que no hay registro alguno de mujeres decapitadas. Este testimonio es atribuido a una mujer con el seudónimo Sapir, quien ha hecho declaraciones a otros medios que han cambiado con el tiempo. El artículo incluye la declaración de un paramédico que dijo ver a dos adolescentes de 13 y 16 años obviamente violadas en Be’eri con rastros de semen. El problema es que en el registro de los muertos los cuerpos de las únicas adolescentes de esa edad encontradas ahí estaban calcinados y tan sólo fueron identificados por sus dientes, lo cual por lo menos pone en entredicho la veracidad de la presencia de semen. 

Este reportaje circuló intensamente y se convirtió en la base de las acusaciones en contra de la ONU hasta que comenzó a ser cuestionado, especialmente por la familia de la mujer que ocupa alrededor de una tercera parte del reportaje: Gal Abdush, “la mujer en el vestido negro”. También hubo cuestionamientos al interior de The New York Times al grado que cancelaron el episodio del podcast que iban a hacer de ese artículo. [3] La evidencia que tenían los periodistas era un video donde supuestamente aparece Gal y que fue usado como prueba de las violaciones por el propio gobierno. 

Supuestamente ese video se volvió viral, pero actualmente es imposible de encontrar en línea. Los familiares, la madre y el hermano del esposo, niegan que hubiera sido violada y que los reporteros los habían presionado a participar con la premisa falsa de que escribirían un artículo en memoria de Abdush sin mencionar que el enfoque era sobre los crímenes sexuales. La hermana escribió en Instagram que nadie sabía lo que le había pasado a Gal y pedía que dejaran de escribir mentiras.[4] El tiempo entre los últimos mensajes que ella envió a su familia y el momento en que su esposo, que murió más tarde, les dijo que había muerto hacen muy poco probable que la violación no haya podido tener lugar.[5] 

La campaña propagandística israelí más reciente y que fue lanzada para que coincidiera con el veredicto de la Corte Internacional de Justicia de las Naciones Unidas al respecto de la denuncia por parte de Sudáfrica de que Israel estaba cometiendo un genocidio contra la población palestina, fue que la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo o UNRWA por sus siglas en inglés, tenía doce infiltrados de Hamás entre sus empleados. 

Esta es una agencia que cuenta con alrededor de 12,000 trabajadores y de la cual depende la población palestina, 5.9 millones de personas en el Medio Oriente, para sobrevivir y educar a sus hijos. Dieciséis de los principales donadores a esta agencia, Estados Unidos, varios países occidentales y Japón, cortaron inmediatamente, sin prueba y sin llevar a cabo investigación independientemente alguna, su financiamiento a esa organización. Las agencias noticiosas Sky, Channel 4 y Financial Times entre otras revisaron las acusaciones y coincidieron en que no implicaban a la organización en los ataques. El hecho de que Israel haya matado a 152 trabajadores de UNRWA y destruido 147 de sus instalaciones, así como decenas de sus camiones con alimentos, combustibles y productos básicos, no causó reacción alguna a estos gobiernos. 

Fuera de la prensa israelí casi no se han mencionado los casos de “fuego amistoso” del 7 de octubre en que los propios soldados israelíes dispararon en contra de sus compatriotas a veces por error y otras deliberadamente siguiendo la aplicación de la  “Directiva Hannibal”, creada en 1986 con la cual se instruía a los soldados a disparar en casos de posibles secuestros de israelíes aunque se pusiera en peligro la vida de los cautivos. 

Supuestamente esta directiva fue eliminada en 2016 pero aparentemente volvió a entrar en vigor el 7 de octubre.[6] Dos casos han sido particularmente discutidos, el de un tanque que disparó contra una casa en Be’eri, donde combatientes palestinos se ocultaban con rehenes israelíes, matando a todos en el interior, combatientes y una docena de civiles, incluyendo a dos gemelos de doce años. 

Así mismo, se sabe que helicópteros “Apache” y drones dispararon indistintamente contra gente huyendo del festival musical al aire libre Nova, donde murieron 364 personas. De acuerdo con el diario Yedioth Ahronoth y otros medios el ejército no podía distinguir entre asistentes al concierto y combatientes.[7] 

La primera cifra de israelíes muertos era de más de 1400 que más tarde fue corregida y disminuida a 1200, ahora se habla de 1,139, 695 civiles israelíes, 71 trabajadores extranjeros y 373 soldados y policías. La explicación que dio a esa reducción uno de los asesores de Netanyahu, Mark Regev, era que algunos cadáveres estaban calcinados por lo que resultó difícil identificarlos pero eventualmente se demostró que eran militantes de Hamás. Se cree que murieron alrededor de 1,500 palestinos, entre combatientes de Hamás, de otros grupos armados palestinos y civiles que participaron en la operación diluvio al-Aqsa del 7 de octubre. Muchos de ellos fueron despedazados e incinerados con sus cautivos. 

Eventualmente habrá investigaciones para tratar de aclarar lo ocurrido, mientras tanto más de 30,000 palestinos han sido asesinados, la infraestructura de Gaza ha sido borrada del mapa y las posibilidades de recomenzar una vida en esa desolación son cada vez más remotas. 

*Escritor, analista y periodista.

21 de marzo de 2024