Proceso muta para sobrevivir
Periodismo

Proceso muta para sobrevivir

La revista Proceso, efectivamente, ya es otra, como lo anunciaron sus editores a mediados de junio.

En su nueva periodicidad mensual, el reportaje y el análisis desplazan a los resúmenes o notas extensas, particularmente de temáticas políticas sobrecargadas de opinión.

Al menos en este primer número, las estridentes frases en portada tan características del semanario fundado por Julio Scherer, desaparecen de la portada y de los interiores.

Al parecer, las controversias políticas dejarán de ser el fuerte de la publicación para abrir mayores espacios a temáticas diversas, como ya se adelantan en esta primera edición, sin abandonar la agenda política del todo, ni alejar la lupa de la actuación presidencial, obsesión editorial desde la creación del semanario en 1976.

De esta su nueva época, en el mensuario destacan dos cambios: los contenidos, con nueve reportajes, -mucho menos opinión, lo cual es de celebrarse, y el diseño que en esta edición, no logró su cometido innovador porque al intentar equilibrar espacios entre texto e imagen, el sacrificado fue el texto en toda la revista.

Con el ánimo de la innovación, el diseño jugó con demasiados tamaños en las columnas, que fragmentadas distraen el curso de la lectura. La pequeña tipografía destinada a reportajes y entrevistas impide su lectura. Muchos de los lectores de Proceso, en promedio de 50 años en adelante, habrán encontrado ese problema.

La temática de la edición de julio inicia con dos reportajes muy extensos sobre narcotráfico, -tema recurrente en Proceso-, elaborados por sus corresponsales en Washington y Bogotá. Los otros reportajes abordan desde el impacto del corredor interoceánico entre comunidades del Istmo de Tehuantepec, el COVID-19, terapías de conversión sexual; la voracidad inmobiliaria en Tepoztlán, entre otros.

En asuntos internacionales dos textos: la guerra en Ucrania y otro más acerca de la actriz francesa Sarah Bernhardt por el centenario de su fallecimiento. Un reportaje más sobre los deportistas de la Guardia Nacional. Y, al final una caricatura de “Rodríguez”, con tufo estilo Reforma.

En la sección de opinión apenas se incluyen tres artículos firmados por Ricardo Raphael, Rosa Albina Garavito y Javier Sicilia.

Después de los dos reportajes sobre narcotráfico, llama la atención que el tercer texto incluya una nota, donde varios politólogos opinan acerca de la permanente popularidad del Presidente Andrés Manuel López Obrador, titulado: “AMLO, cinco años de cimentar su imagen de líder histórico”, lo que podría leerse como un guiño dirigido al gobierno federal para atenuar su imagen de publicación opositora.

En el nuevo Proceso desaparecieron las secciones cultura, espectáculos y Palabra de Lector, contenido que se habrá dirigido al portal electrónico.

En las siguientes ediciones, se espera evitar la tipografía pequeña y se ordene mejor los textos.

Seguramente, la decisión de prolongar la periodicidad de la revista, de semanario a mensuario, tendrá algún impacto entre lectores y suscriptores, que todavía se desconoce.

A partir del mes de julio, Proceso ya cuesta 70 pesos, diez pesos más del costo del semanario que indica la necesidad de mayores ingresos.

La mutación de semanario a mensuario habrá sido dolorosa por el peso que todavía mantiene sobre los editores, la herencia dejada por la generación que fundó la publicación hace 46 años. Pero la falta de ingresos publicitarios impulsó la urgencia de convertir la revista en un mensuario para reducir costos de impresión que implicaban las ediciones semanales. Aunque la crisis económica interna al parecer impacta en otras áreas de la empresa Comunicación e Información S.A. de C.V.

Varios fueron los motivos de los editores para llegar a esa decisión editorial, pero lo que faltó, fue un atisbo de autocrítica y explicación a la fidelidad de los lectores de la publicación más allá de la frase “Proceso se renueva”.

18 de julio de 2023