La cuenca del Grijalva registra una reducción de 30 por ciento de fuentes de agua, lo que de no atenderse arrojaría un alto impacto climático, reveló un novedoso estudio sobre el comportamiento de las masas de líquido de manera frecuente y estable, según parámetros emanados de imágenes satelitales de la Agencia Espacial Europea (AEE), alertó el doctor Omar Tapia Silva, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) cuyo trabajo difunde datos útiles al diseño de políticas públicas en la materia en México.
Esto es parte de los resultados del proyecto Indicadores de persistencia de cuerpos de agua de la cuenca del Usumacinta detectados con imágenes radar, desarrollado por el especialista en una estancia sabática en el Centro de Investigación en Ciencias de Información Geoespacial (CentroGeo), que forma parte del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
Con el apoyo de la AEE, que liberó una serie de fotografías obtenida con un sensor de tipo radar de apertura sintética, se analizó –entre 2016 y 2018– la persistencia de las masas a cielo abierto, a partir de guías morfológicas respectivas a una capa base, es decir, una referencia que evalúa cómo se modifican y cuáles son las áreas, perímetros y dimensiones fractales.
El Valle del Usumacinta tiene alrededor de 30 mil cuerpos, en los cuales ha ocurrido una disminución de 30 por ciento en aquellos permanentes; 86 por ciento en los temporales, y 83 por ciento en suelos húmedos y de tipo semiacuático, “de acuerdo con las comparaciones que hicimos en los últimos tres años” en la región mexicana del Grijalva, que abarca desde Chiapas y un sistema de presas sobre el curso principal del río de la cuenca, hasta llegar a la Presa Peñitas, en la parte baja y planicie con diversas extensiones del recurso inundable en Tabasco.
El proyecto es innovador porque no existía uno con tales particularidades que reflejara el comportamiento de las masas de líquido de manera frecuente y estable, en cuanto a indicadores provenientes de imágenes de satélite.
Hasta ahora, las limitantes de algunos estudios corresponden a la temporalidad, porque han sido efectuados por año y las imágenes ópticas sólo pueden lograrse en la época de estiaje –marzo y abril– por ser una superficie donde llueve diez de los 12 meses, lo que impide saber cómo se conducen los cuerpos de agua durante todo el año”.
En este caso, el sensor del satélite Sentinel 1 de la AEE pasa cada diez días por la zona y las gráficas posibilitan una cobertura sinóptica de grandes dimensiones.
“Otro aspecto singular es que se toma una capa base que define cómo deberían estar las extensiones del recurso según las investigaciones multianuales y sus características, resultado de una publicación científica que tomamos de referencia para obtener indicadores con las imágenes de radar, es decir, combinamos las ventajas de un análisis multianual con las de uno de corto plazo, mes a mes, con el que podemos analizar variaciones estacionales”.
El profesor del Laboratorio de Geomática Aplicada de la U nidad Iztapalapa explicó que uno de los objetivos de la indagación es difundir información básica que permita desarrollar políticas públicas en México para la conservación de las masas del líquido, porque hasta el momento no existen datos claros, pues “lo que se ha hecho está orientado a la protección contra inundaciones, desvío de cauces y creación de presas, pero faltan acciones de gobierno en términos de protección.
“Tenemos indicadores de todos los cuerpos de agua que tienen una denominación numérica para ser identificados y detectan cuáles son los que se pierden en mayor medida. Éstos están ubicados en la planicie inundable de Tabasco y muchos se están reduciendo en extensión”.
Con el apoyo del CentroGeo está previsto que las referencias alcanzadas por el académico de la UAM estén a disposición de investigadores, funcionarios en la materia y público interesado a través de geovisualizadores disponibles en Internet.
El doctor Tapia Silva destacó que no contar con extensiones de agua provoca un ambiente seco, sin humedad y con altas temperaturas, lo cual no sólo influye a nivel local, sino también en otras áreas debido a los patrones de circulación.
Las masas hídricas pueden afectar la variable de evaporación, que ocurre cuando se va hacia la atmósfera y después puede regresar en forma de lluvia, interfiriendo con los intercambios energéticos entre la superficie y el espacio.
También hay factores que definen su importancia ecológica, por ejemplo, su almacenamiento permite el abastecimiento en tiempos de sequía; genera hábitat para especies terrestres y marinas, y cubre necesidades de alimentación humana y de otros seres.
Otras funciones son la retención de nutrientes que mejoran la calidad del líquido; el incremento de la productividad de la vegetación; la disminución de eutrofización –acumulación de residuos orgánicos en el litoral marino o en un lago o laguna, causando la proliferación de ciertas algas– que pueda representar falta de oxígeno en el agua.
Además, la acumulación de carbono y metano, entre otros elementos que contribuyen, tanto a reducir la emisión de gases de efecto invernadero como al mantenimiento de flujos del líquido relacionados con hábitat e intercambio de materiales entre todas las partes de un esquema de drenaje en una cuenca.