La necesidad de observar y ser visto: relaciones de pareja por internet
Colaboradores, Sociedad

 La necesidad de observar y ser visto: relaciones de pareja por internet

El surgimiento de nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación, las llamadas TIC’s y su correlato en las redes sociales ha generado un desplazamiento de patrones culturales de comportamiento de las relaciones cara a cara al ámbito de la virtualidad. Gradualmente, personas jóvenes y de mediana edad hacen uso de herramientas digitales que les permiten ir más allá de esquemas de búsqueda, mantenimiento y control en las relaciones de pareja.

No necesariamente las nuevas tecnologías generan novedosas pautas de relación; por el contrario, el uso de herramientas digitales propicia la profundización de algunos aspectos, positivos unos, y negativos otros, presentes en modelos de relación de pareja ya existentes, por lo que es posible observar cómo se replican ciertos comportamientos tradicionales de cortejo, ligue y enamoramiento.

Internet y sus múltiples plataformas dan salida a dos tipos de necesidades propias de la sociedad de masas: la de observar y la de ser vistos. Ambas pretenden romper el anonimato al que las sociedades complejas someten a la gran mayoría de los sujetos. Ambas prácticas, observar y dejarse ver, se relacionan directamente con las nuevas formas de socialización vía Internet en la búsqueda y construcción de una pareja, y con lo que hoy se conoce como “comunicación posmasiva», cuya característica principal es la personalización de la comunicación vía las nuevas tecnologías.

En este contexto, es necesario analizar la repetición de patrones de comportamiento anteriores al surgimiento de las TIC’s, en torno a la búsqueda de relaciones de amor profundas o casuales en la Red.

¿Qué hay de nuevo en la búsqueda del amor a distancia?

La búsqueda de relaciones de pareja a distancia no es una novedad en la historia del amor. Conocida es la tradición a partir de la cual era común, en especial entre las élites, la concertación de matrimonios a distancia, incluso la realización de bodas por medio de cartas poder, de manera que una tercera persona ocupaba el lugar de uno de los contrayentes. Tampoco son una novedad las esposas conseguidas vía un contrato de un país a otro.

Lo es menos el amor a distancia, entre novios o personas casadas. A lo largo de la historia, se multiplican los ejemplos de esposos que por razones de guerra, trabajo o enfermedad se vieron obligados a vivir alejados de sus parejas, incluso por años, y cuyo único contacto se desarrolló a través de cartas, telegramas, cables, mensajes enviados con terceras personas, fotografías y otros medios.

Un buen ejemplo, lo proporciona el libro Cartas de amor en tiempos de guerra. Rafael Uribe Uribe, (Universidad el Rosario, 2014) en el cual Pablo Rodríguez Jiménez presenta las cartas, retratos, telegramas y cables que el general colombiano Rafael Uribe Uribe y su esposa Sixta Tulia Gaviria, intercambiaron a lo largo de los 23 años (1885- 1907) que el general pasó alejado de su familia.

Pero, los matrimonios concertados o el amor a distancia no son el único ejemplo de relaciones mediadas por cartas, lo son también las relaciones de amantes que, por cuestiones sociales, debían mantener sus encuentros en secreto.

Es el caso de una pareja que hacía el último cuarto del siglo XVIII, en Oaxaca, México, dejó pruebas tangibles de su «pecaminosa relación», la cual fue recogida por Eduardo Flores Clair, en su artículo «Los mensajes de los sentimientos», el cual forma parte del libro coordinado por Pilar Gonzalbo Aizpuru, Amor e historia, la expresión de los afectos en el mundo de ayer (El Colegio de México, 2013).

En este texto, el autor reconstruyó, a través de su correspondencia, la relación entre el religioso dominico Francisco Xavier Palacios y Josefa Sosa, madre soltera de 34 o 35 años. Las cartas que ambos personajes se dirigieron permitieron a la Santa Inquisición adentrarse en aquellos hábitos sexuales que trasgredían las normas morales de la época, comenzando por el impedimento del religioso mencionado para mantener relaciones de pareja.

A diferencia de Francisco y Josefa, cuya relación fue a todas luces muy carnal, se sabe que el escritor Ernest Hemingway y la actriz Marlene Dietrich, mantuvieron una estrecha relación a través de su correspondencia, entre 1934 y 1961, año en que el primero se suicidó. Relación platónica que nunca se consumó sexualmente, a decir de quienes los conocieron.

Pero no todas las relaciones de pareja se conforman directamente a partir de la pasión o conveniencia de los enamorados.

Las nuevas casamenteras y algo más 

La figura de la casamentera, celestina, chaperona, shadjente (cultura judía) o khattaba (cultura musulmana) mujer dedicada a lograr que dos personas, hasta cierto punto compatibles por cuestión de carácter o de intereses, se unieran en matrimonio no es nueva. Su papel trascendió al punto de quedar inmortalizada en el personaje literario creado por Fernando de Rojas, en el siglo XV, «La Celestina» y en el cuadro de Gerard van Honthorst de 1625, «La casamentera».

Estas mujeres desempeñaban un papel central para aquellas familias interesadas en casar a sus hijas con hombres convenientes, protegiendo la reputación de la mujer que no podía ofrecerse a sí misma a su futuro esposo.

Con la aparición del correo electrónico, las redes sociales y aplicaciones como WhatsApp se ampliaron los foros para conseguir pareja de manera directa, estable u ocasional, el papel de las casamenteras se ha reducido hasta casi desaparecer formando parte sólo del folclore popular o de historias remotas retratadas incluso en películas de dibujos animados como Mulan.

Al mismo tiempo, las plataformas digitales permiten nuevas estrategias de búsqueda y presentación, al tiempo que multiplican las opciones de localización de personas compatibles. Hacen posible también, construir el perfil personal utilizando fotografías (con o sin Photoshop), audios, videos buscando siempre el mejor ángulo; escritos, pensamientos para hacerse más atractiva o atractivo a una pareja potencial. De la misma manera, toda la información compartida en redes sociales permite a quien busca «hacerse una idea» de la forma de ser de la persona a quien se observa (stalkea), tal vez una amiga o amigo de otro amigo o amiga, buscando la afinidad necesaria para comenzar una relación formal o para el sexo casual.

Sin embargo, la búsqueda de una pareja no necesariamente es una tarea solitaria. En ella pueden participar amigos y familiares interesados en apoyar a quien quiere entablar algún tipo de relación de pareja, facilitando el primer contacto, muy al estilo de las antiguas celestinas, que facilitaban encuentros fortuitos entre los amantes. Más aún, las redes sociales y las aplicaciones dan oportunidad a un número importante de empresas que, al estilo de las tradicionales casamenteras, se dedican a unir personas con perfiles afines y que buscan relaciones estables y duraderas 

Existen aplicaciones que permiten encontrar compañía para eventos concretos como fiestas y citas de negocios; para establecer relaciones de amistad y acercarse a personas para compartir actividades diversas como ir al cine o a un concier- to; o, en el otro extremo, para conocer personas que busquen sexo ocasional.

Además, aplicaciones gratuitas para dispositivos móviles como Tinder, que de manera sencilla ofrecen a sus usuarios y usuarias los perfiles de personas con quienes podrían concertar una cita. Otros sitios disponibles del tipo Tinder son: be2, Solteros50, Se travieso, New Honey, C.Dating, Mee- tic, Lovoo, Haoon, Grindr, Match.com, OkCupid, Badoo, entre otras. Igual existen aplicaciones que invitan a formar parte de un trío, como Swinger- senMexico.com.

Existen otros sitios, como eHarmony que ofrecen citas a dos niveles, tanto para relaciones casuales como para relaciones profundas. Otros portales ofrecen búsquedas más específicas como Elite- Singles, que une a solteros, profesionistas que pretenden relaciones serias y estables.

Al contrario de lo que podría pensarse en torno a que sólo las personas jóvenes acuden a las redes, los sitios o aplicaciones para conseguir pareja, un estudio realizado por eHarmony en 2010 en. contró que Internet es el medio más popular para que las personas mayores de 50 años se conozcan y se casen. Así, es posible encontrar sitios exclusivos para solteros mayores de 50 años que buscan relaciones duraderas con otros solteros mayores, como OurTime; 50plus-Club para relaciones casuales o duraderas; Stitch, para personas adultas y maduras que buscan amistad, romance o compañía; y para personas mayores de 60 años como el sitio 65ymás.com. Como se ha visto, las actuales tecnologías

permiten que la búsqueda de una cita se vuelva más sencilla y barata, ya que puede gestionarse a través de una aplicación desde el mismo dispositivo móvil. En este caso, la construcción de perfiles y la especificación de los criterios reduce el universo de las y los posibles candidatos, permitiendo no sólo disminuir el tiempo de la exploración sino trascender la timidez y algunos problemas de relación al momento de hacer una cita. Los sitios y aplicaciones para citas no necesariamente operan en función de la segregación de sus usuarios por cuestiones de edad, nivel socioeconómico, preparación, sino a partir de aquello que se busca en una relación a largo plazo o casual.

Cabe comentar que las » nuevas casamenteras» tienen un gran éxito en sociedades donde la tendencia a vivir solo o sola se acrecienta. Actualmente, se calcula que un tercio de las personas en el mundo viven solas o están en camino de hacerlo.

Observar y ser visto

Como se ejemplificó arriba, ni el amor a distancia ni las mediaciones para conseguir pareja son algo nuevo en la historia de la humanidad. No lo son tampoco ciertos valores, costumbres, patrones de comportamiento y modelos románticos, que como se dijo al inicio de este escrito, se desplazan de la relación cara a cara a la llamada «realidad virtual».

Lo que sí es nuevo, como revela la investigación de Tania Rodríguez Salazar y Zeyda Rodríguez Morales, «El amor y las nuevas tecnologías: experiencias de comunicación y conflicto» (Nueva Época, núm. 25, enero-junio, 2016), es la combinación de situaciones offline y situaciones online que afectan las relaciones de pareja entre jóvenes de contextos determinados, en este caso de Gua- dalajara, y que inciden en las relaciones de pareja y sus correlatos como el cortejo, el ligue casual, la afectividad, la búsqueda de reconocimiento público y la socialidad romántica y sexual.

En otro estudio, realizado por Francesc Núñez, Natális Cantó-Milá y Swen Seebach, «Confianza, mentira y traición. El papel de la confianza y sus sombras en las relaciones de pareja» (Sociológica, año 30, número 84, enero-abril de 2015), se demuestra que las manifestaciones del amor romántico y elementos como la confianza, la fidelidad, la mentira y la traición están presentes en las relaciones vía redes sociales.

Además de suponer que las relaciones amorosas mediadas por las actuales tecnologías reproducen modelos previos o están siendo profundamente afectadas, interesa aquí destacar dos factores que bien pueden sumarse al debate y estudio de tales relaciones.

El primero, se relaciona con el control y con lo que Michel Foucault llamó la «sociedad de la vigilancia». En este punto, las redes sociales como Facebook, Twitter, YouTube e Instagram, así como un conjunto de aplicaciones operan como «panópticos» que permiten observar y vigilar en todo momento a los sujetos, paradójica- mente a partir de la información que ellos mismos suben a la Red: números telefónicos, domicilios, rutinas, fotos, eventos, ocupación, aficiones, gustos, relaciones, parentescos, pensamientos.

Como en el panóptico de Jeremy Bentham, las personas saben que son observadas, sin poder controlar y aun conocer el momento y al sujeto que efectúa dicha observación. De hecho, es aquí donde entra el segundo factor, la necesidad de ser vistos. La forma cuasi compulsiva con la que gente, joven y no tan joven, se muestra en sus diversas redes sociales, permite inferir la necesidad de ser reconocidos en su individualidad por ciertos núcleos sociales, a partir de la conformación de una identidad pública.

Ambas actitudes, la de observar y la de dejarse ver se complementan y cierran el círculo sobre la búsqueda y mantenimiento de una pareja.

En un primer momento, la importancia de ser visto, tema desarrollado por el sociólogo John Thompson en su escrito «La nueva visibilidad» (Papers 78, 2005) se relaciona directamente con la posibilidad de conseguir pareja en un mundo virtual plagado de ofertas. Cabe aclarar que Thompson no hace esta relación, pero proporciona elementos que permiten aplicar su visión al tema aquí tratado como puede apreciarse en la cita siguiente «Con el desarrollo de los medios, la visibilidad de los individuos, sus acciones y acontecimientos, se ha separado del espacio común compartido. Ya no es necesario estar presente en el mismo escenario espacio-temporal con el fin de ver a los demás o ser testigo de un acto o suceso. La aparición de esta nueva forma de visibilidad mediada ha transformado las relaciones entre visibilidad y poder. (2005: 11).

Ciertamente, Thompson se refiere al poder político, pero es posible afirmar que la nueva forma de visibilidad mediada por las actuales plataformas digitales permite el ejercicio del poder que, según el mismo Foucault, está presente en toda relación social.

Cambia el medio no la conducta

Es el caso de las relaciones de pareja donde las agresiones online se suman a las que ya ocurrían de manera offline como demuestran Manuel.

Gámez-Guadix, Erika Borrajo y Esther Calvete, en su trabajo «Abuso, control y violencia en la pareja a través de Internet y los Smartphones: características, evaluación y prevención» (Papeles del Psicológo/Psychologist Papers, 2018, Vol. 39(3). Esto es, que las estrategias de control de un miembro de la pareja sobre el otro se han extendido al mundo virtual, a la intromisión en las redes sociales de la pareja para conocer sus contactos y amistades y sancionar el tipo de relación establecida con cada uno de ellos; la revisión de los mensajes enviados o recibidos vía correo electrónico, Facebook, Twitter, WhatsApp, el Smartphone; la proliferación de amenazas, humillaciones e insultos vía redes.

Lo anterior permite afirmar que cambió el medio, pero no la conducta de quien acostumbra a maltratar a su pareja; por el contrario, el uso de las tecnologías comentadas ha ampliado el espacio donde uno de los miembros de la pareja puede ser agredido por quien dice amarla o amarlo.

Otro fenómeno que trasciende el ámbito de las relaciones cara a cara para ubicarse también en el mundo virtual es el acoso «con intenciones románticas». Esto último, es otro fenómeno que puede observarse durante el proceso de búsqueda de una pareja directamente en redes sociales: ser acosado por extraños o extrañas que pretenden una relación que quien es acosado o acosada no desea.

La conformación de una identidad pública puede atraer situaciones de riesgo como el aumento en la intensidad y extensión de la violencia en la relación de pareja, o como en el caso del acoso con fines románticos. Pero no todo es malo, la posibilidad de estar en contacto con más frecuencia que antes puede sumarse como un factor positivo, no exento de riesgos, en una relación de pareja en la que se quisiera estar todo el tiempo con la persona amada. Igualmente, el saberse observado u observada unida a la necesidad de ser vistos está generando otro tipo de reacciones, hasta cierto punto positivas, encaminadas a mejorar el aspecto personal. Un estudio publicado en 2018 por la Sociedad Estadunidense de Cirujanos Plásticos (ASPS), indicó que cerca de 20 millones de personas nacidas después de la Segunda Guerra Mundial y hasta 1964, pertenecientes a la llamada Generación de los «Baby Boomers», utilizan al menos una plataforma digital para aumentar sus oportunidades románticas, al tiempo que muchos de ellos y ellas se someten a procedimientos quirúrgicos de carácter cosmético para mejorar su imagen, cerca de 50 mil tan sólo en el año del estudio.

La relación entre Internet y las uniones en pareja es un tema imposible de abordar en una sola colaboración, por lo que queda aquí este acercamiento Sólo resta decir que se considera como una falsa dicotomía la división que se establece entre el mundo real y el mundo virtual, haciendo pasar al segundo como “irreal”. Dicha división lleva a la conformación de esencialismos que niegan la existencia de vínculos personales y situaciones reales de enamoramiento, incluso de violencia, entre quienes hacen uso de las diversas plataformas digitales de Internet; a desconocer la posibilidad del amor platónico, donde el contacto físico pasa a segundo plano; o, por el contrario, a no reconocer la realidad de la autosatisfacción en una relación sexual virtual.

Tales esencialismos deberían entonces llevar a la negación de aquellas situaciones, aquí comen- tadas, que demuestran que cambió el medio, pero no los profundos patrones culturales de relación hetero patriarcal que por siglos han contenido y tratado de esquematizar las relaciones de pareja.

*Catedrática de la Universidad Iberoamericana

15 de febrero de 2024