La clase media y su comportamiento electoral
Comunicación Política

La clase media y su comportamiento electoral

Axel Velázquez Yáñez

A lo largo de los últimos dos años y medio, en estas pá­ginas se ha caracterizado el modelo original de co­municación política del Presidente Andrés Manuel López Obrador. En buena medida basado en el mensaje, se trata de la exposición diaria de un relato convincente que, cuando se encuentra con actores y problemáti­cas que rebasan su diagnóstico y pro­puesta, suele tropezar. Dependiendo del enfoque de su interpretación, las mediciones de opinión dieron cuenta de si había un efecto significativo –o no– como consecuencia de la manera en que se han abordado temas como la violencia de género, la pandemia o la falta de medicinas.

Por ejemplo, de acuerdo con la encuestadora Consulta Mitofsky, entre abril y mayo de este año, la aprobación del manejo de la crisis por Coronavirus del Presidente se redujo semana a semana. Pese a lo contundente de la afirmación, los números reflejaban una reducción de 5.3% que mantenía la aprobación arriba del 50% (del 59.7 al 54.4). Pero no había mejor medición posible que la elección federal intermedia que ocurrió dos semanas después, el 6 de junio.

A partir de los resultados de la elección, podemos concluir que el error es pensar a la ciudadanía como un ente unificado, cuando lo más prudente es dividirla por sectores para el análisis de lo que se deno­mina opinión pública. En estricto sentido, a la mayor parte del país aún le hace sentido la versión del Presidente. Como prueba de ello, Morena ganó la gubernatura en 11 de los 15 estados en disputa, con datos interesantes como el que habrá cinco nuevas gobernadoras que llegaron al poder bajo las siglas de ese partido.

Por otro lado, está la pérdida de seis alcaldías en la Ciudad de Mé­xico. Una derrota significativa pues la Ciudad fue interpretada durante mucho tiempo como la cuna del lopezobradorismo, la plataforma desde la cual se lanzó el movimiento a nivel nacional hasta conquistar el poder. Diversos factores pudieron determinar ese resultado, desde juegos al interior de Morena que inhibieron la movilización del voto hasta la imposibilidad de recrear en el Zócalo capitalino muestras masivas de unidad y apoyo.

No obstante, el factor determi­nante parece ser el de la clase so­cial. Si bien la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Econó­micos (OCDE) considera que, para colocar a una familia en ese estrato, debe haber un ingreso mínimo de 20 mil pesos mensuales por familia (de máximo cuatro integrantes), el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) centra su atención en el acceso a servicios, el nivel edu­cativo y la disposición a gastar en alimentos y bebidas fuera del hogar para determinar esa pertenencia.

Esa última consideración resulta mucho más interesante, pues re­vela que individuos con ingresos que podrían no rebasar los 10 mil pesos mensuales están colocados dentro de la clase media, no sólo en términos estadísticos, sino en su interpretación de la realidad; en lo ideológico. Eso explica la votación contraria a Morena en la Ciudad de México, pero también en las ciuda­des en el interior de la república.

Explicaría incluso el triunfo de un perfil como del de Samuel García en Nuevo León.

Es una conquista cultural de Es­tablishment el hecho de que la clase media se identifique más con los in­tereses de la clase alta que con los de sus vecinos o familiares. En realidad, la clase media es una categorización, mas no refleja un punto medio en­tre ricos y pobres. De hecho, desde otra perspectiva, está simplemente colocada a la par de los explotados, alejada de quienes poseen el capital.

En el México de hoy, esa per­tenencia meramente simbólica se refleja en el rechazo que des­piertan los apoyos económicos a grupos vulnerables entre las clases medias urbanas. Asimismo, más que una comprensión integral de la realidad política que derive del acceso a ciertos niveles educativos, podemos estar seguros que es a la clase media a la que afectan con mayor peso las noticias y el tra­tamiento que de ellas se hace. El manejo de la agenda como potes­tad mediática se ve reflejado en lo que trasciende a la con­versación cotidiana.

El poder llegar a un análisis de ese tipo, no implica asumir la crítica al aspiracionismo que, desde esas mañane­ras, el Presidente ha realizado cuando habla de las clases medias. Podría ser válida o no, más, en el modelo político que tenemos, la clase media pesa, porque es la que más participa en redes, en mani­festaciones y, durante las crisis, en las votaciones. Se trata del sector de indecisos que, dependiendo de la agenda mediática y el ánimo social, define su voto.

Un sector informado y no militan­te que no confía ciegamente en la figura presidencial, que no justifica los dislates discursivos. El receptor al que los adversarios del Presidente le han puesto atención y a quienes dedican la agenda mediática. No son la mayoría según la última elección, pero sumidos en una crisis como la que hoy le toca vivir al mundo ente­ro, podrían convertirse en el sector que vire del todo hacia la derecha y defina el porvenir del país en un sentido indeseable. Si se requiere un ejemplo de lo sostenido, debemos voltear a ver a Brasil.

*Analista y académico

16 de agosto de 2021