En 1986, el adolescente Martí Batres Guadarrama estudiaba en la prepa 7, cuando irrumpió la inconformidad estudiantil en la UNAM. El entonces rector Jorge Carpizo intentó incrementar las cuotas y limitar la permanencia en esa casa de estudios, lo que lo llevó a ser representante de su escuela ante el naciente Consejo Estudiantil Universitario.
A la distancia y ahora desde la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, el ex senador, ex diputado federal y ex dirigente nacional de Morena, comenta el legado de aquella insurgencia juvenil que garantizó que el acceso a la universidad fuera gratuito.
Carlos Padilla Ríos
¿Cuál es el legado político-social de la generación del Consejo Estudiantil Universitario (CEU) que triunfó en la UNAM, en pleno neoliberalismo?
-El Consejo Estudiantil Universitario se desarrolló entre 1986 y 1996, cuyo ciclo continuó hasta 1999. Durante esos años se desarrolló un cambio cultural en el estudiantado; una identidad político-social universitaria, con un reconocimiento social y político que trascendió las aulas universitarias. La generación del CEU produjo una gran cantidad de cuadros políticos, tal vez como ningún otro movimiento social de esa época, solo superado por los movimientos propiamente políticos.
El movimiento estudiantil del CEU no fue simplemente una protesta contestataria con una respuesta autoritaria desde el poder, como sucedió en muchos casos. Fue un movimiento que generó alternativas, buscó salidas, articuló un discurso jurídico, histórico y político sobre el tema de la educación. Fue un movimiento que estudió la historia de la Universidad, que analizó las distintas visiones pedagógicas, que salió a las calles de forma creativa, que no se limitó a la confrontación directa con el gobierno, sino que también encontró formas innovadoras de comunicación con los estudiantes y otros actores universitarios, y luego con la sociedad misma.
Supo desarrollar argumentos, no solo cuestionando el aumento de las cuotas, sino defendiendo la idea de que la educación es un derecho, incluida la educación superior, y los beneficios de la masificación de la educación superior para la sociedad. Se discutió el gravamen a las clases pudientes en el terreno fiscal, pero también dentro de las aulas. Cada uno de los argumentos que se generaron fueron sólidos y convincentes.
El movimiento conquistó los diálogos públicos y logró sentar a las autoridades en una mesa, algo que no se logró en 1968. Los diálogos se transmitieron por Radio Universidad, donde mucha gente escuchaba a los universitarios. No sólo a estudiantes enojados, sino a estudiantes con argumentos que derrotaban a las autoridades universitarias en el debate durante los diálogos. Esto hizo que el movimiento creciera aún más.
El movimiento logró la suspensión de las reformas, pero fue capaz de negociar un tránsito hacia un momento de definición final, que fue el Congreso Universitario. Las reformas no se derogaron, se mantuvieron vigentes, se suspendieron y la arena de la decisión final se trasladó a un congreso donde tampoco se estableció el aumento a las cuotas. Es un movimiento triunfador porque logró, durante un lapso histórico, evitar que se aumentaran las cuotas y generó un precedente para la lucha de estudiantes de nuevas generaciones.
Durante este proceso hacia el Congreso, se construyeron seminarios de diagnóstico, foros locales, una comisión organizadora del Congreso, conferencias temáticas y nuevamente foros. Algunas escuelas decidieron que sus foros fueran resolutivos. Este contexto vio el cambio en la forma de elección de los consejeros estudiantiles, pasando del voto indirecto al voto directo.
Se llevó a cabo un ejercicio electoral múltiple para elegir la Comisión Organizadora del Congreso y después a los delegados que asistirían al Congreso Universitario. Todo este proceso fue una gran escuela de democracia, de aprendizaje para argumentar. Una gran escuela de oratoria en el sentido más profundo. Ahí aprendimos a debatir y ganar debates, a ganar elecciones, a movilizarnos y a negociar, pero a negociar con la movilización. Este fue un fenómeno político complejo que proporcionó un gran aprendizaje a sus cuadros.
En los últimos tiempos, muchos cuadros han venido madurando y adquirido responsabilidades, especialmente en la Ciudad de México, y más tarde incluso en el gobierno de la República. Ahora, con la transformación que se da, es evidente el caso de Claudia Sheinbaum, que fue jefa de Gobierno, pero también tenemos al actual vocero en la Presidencia, Jesús Ramírez Cuevas; Hugo López-Gatell, vocero en la campaña contra la pandemia del COVID-19. La directora durante varios años de las Clínicas Condesa, Andrea González, estuvo en los diálogos públicos y también fue fundadora del CEU.
Lore Manrique, quien ha dirigido los Estudios Churubusco; Fabricio Mejía, escritor connotado en esta época de transformación.
En el caso del actual gobierno de la Ciudad de México, está Ernesto Alvarado (Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas); Inti Muñoz (Secretario de Desarrollo Urbano); Ricardo Bautista, (Coordinador de Cultura Comunitaria en la Secretaría de Cultura); Juan Gerardo López (secretario de Bienestar Social), Ingrid Gómez (Secretaría de Mujeres); Manuel Oropeza (Autoridad del Centro Histórico); Óscar Moreno (en el Instituto de Planeación); Patricia González (Secretaría de Administración y Finanzas); Víctor Montalvo (director de Juzgados Cívicos); mi hermana, Lenia Batres, ahora ministra de la Suprema Corte, también fue activista del CEU, en la Prepa 6 y después en la Facultad de Derecho. Fue una generación muy amplia que dotó a la Ciudad de México de muchos cuadros.
Cuando se cumplieron los 30 años del CEU, escribí un libro, que publicó la Brigada para Leer en Libertad, titulado CEU: Crónica de una Victoria. Es un relato personal de mi experiencia y ahí menciono muchos nombres de compañeros que siguen activos en la vida cultural, social, política, académica, y que han aportado mucho a la Ciudad de México.
-¿En cuál escuela estuviste?
– Estuve en la Preparatoria 7, donde fui representante ante la plenaria del Consejo Estudiantil Universitario, desde que comenzó el movimiento en 1986. Luego en la Facultad de Derecho fui miembro de la comisión organizadora del Congreso Universitario. Si bien sería una reducción decir “el CEU al poder”, lo que sí podemos decir es que hay cuadros del CEU que, de hecho, tienen ahora responsabilidades de primer nivel y con toda su experiencia han ayudado mucho al proceso de transformación y cambio que se está viviendo en el país. No quisiera dejar de señalar que hay muchos cuadros nuevos también que se han generado con este movimiento llamado ahora Morena, surgidos todos estos años en todo el país.
-¿Qué dejó el Congreso Universitario realizado en 1990? Algunos dicen que se avanzó, otros que se congeló todo. Imanol Ordorika participó en el proceso de elección del rector y lo cuestionó. El doctor Jaime Cárdenas participó recientemente para la dirección de la Facultad de Derecho y nos dijo que a pesar de sus cartas como investigador, académico autor de libros sobre constitucionalismo, no figuró siquiera entre los 10 finalistas y sí apareció un maestro del actual rector Lomelí. Dijo que esa selección fue política.
-No me meto en los asuntos internos de la UNAM por razones obvias. Teniendo responsabilidades públicas, debo ser cuidadoso al respecto. He sido universitario, soy profesor de la UNAM, estudiante de maestría y doctorado, pero no participo en los procesos internos de la Universidad Nacional.
–¿Cuáles fueron los logros del Congreso Universitario?
-Lo más importante del Congreso es que dejó una reforma académica muy amplia y respetó la gratuidad de la educación. Si haces una reforma, pero no respetas la gratuidad de la educación, los beneficios de esta reforma académica serán para muy pocos. El Congreso fue muy importante por eso, porque respetó la gratuidad de la educación y porque echó a andar un conjunto de reformas, es decir, se mantuvo el Congreso Universitario ymantuvo y consolidó el pacto social de los universitarios de educación pública gratuita y de calidad. Ya pasaron muchos años, pero de memoria te podría decir que se logró la diversificación de la titulación. En la Escuela Nacional de Trabajo Social, donde doy clases, existen 16 formas distintas de titulación: tesis, tesina, trabajo de investigación, práctica especializada, estudios de posgrado. Se obtuvo que centros de estudios se convirtieran en escuelas nacionales. Ahora existe la Facultad de Arte y Diseño, que antes era la Escuela Nacional de Artes Plásticas. Se acordó organizar las famosas áreas de conocimiento matemáticas, ingenierías, biomédicas, sociales, en fin, grandes áreas de conocimiento. Cambiaron formas de enseñanza-aprendizaje; se integró a los investigadores al Consejo Universitario; reformas a los planes de estudio; construcción de bibliotecas.
-¿Es la generación del CEU al poder?
-La conquista del poder político en estos años ha sido irrumpida por el pueblo de México. Es un fenómeno muy importante; los cuadros que se formaron con el CEU van en ese torrente, pero ese torrente es mucho más grande. Sin embargo, sí estamos orgullos del aporte de los cuadros del CEU que ahora en esta nueva etapa pasan o podrían pasar a responsabilidades de primerísimo nivel a nivel nacional. Ya en otro momento podemos hablar más de todo esto con mayor libertad. Por supuesto que estoy orgulloso de formar parte de esa generación de universitarios que impactó la vida política de la ciudad y que conllevó a transformaciones muy importantes en el país.