En México, la pandemia por el coronavirus SAR-CoV-2 ha revelado las enormes desigualdades en los niveles económico, social, ambiental y sanitario, así como la complejidad que ha significado para la población el distanciamiento social preventivo y la taxativa sugerencia de las autoridades a quedarse en casa, aseveró la doctora Paula Soto Villagrán, profesora del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
La contingencia sanitaria afecta a todo el planeta, con virulencia especial en ciertas zonas geográficas, expuso la académica de la Unidad Iztapalapa, quien junto con colegas de la Licenciatura en Geografía Humana realiza la indagación Habitar, moverse, cuidar y trabajar en tiempos del COVID-19. Un estudio sobre prácticas socioespaciales urbanas, aprobado en la convocatoria 2020-1 para proyectos científicos y de desarrollo tecnológico e innovación en salud del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.
La crisis de salud ha evidenciado la fragilidad de las sociedades en cuanto a la infraestructura en el ramo y, sobre todo, por las contradicciones en los sistemas social, económico y político de los países, frente a lo cual, “la orden de quedarse en casa” hace necesario tratar de responder: ¿en qué tipo de casa me he de quedar?, ¿cómo es el barrio y la ciudad donde he de permanecer y vivimos?
En la Alcaldía Iztapalapa –sitio del análisis– los especialistas ahondan en la comprensión de las prácticas socioespaciales de habitar, cuidar, moverse y laborar –tanto individual como colectivamente– para adaptarse ante la enfermedad; además buscan identificar las dimensiones territoriales, culturales, afectivas, económicas e institucionales que inciden en su configuración.
La elección de esa demarcación se dio por razones de proximidad, pero también porque en su momento –29 de abril de 2020– registraba el número más alto de casos confirmados en la Ciudad de México –667– de los cuales 47.78 por ciento estaba hospitalizado; 52.22 por ciento se recuperaba de manera ambulatoria y hubo 43 defunciones.
El área es la más habitada de la capital, con 1,827,868 personas, es decir, 20.5 por ciento del total, en una superficie de apenas 7.6 por ciento, equivalente a 11,667 hectáreas, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía de 2015. Un aspecto que la convirtió en un punto de gran riesgo a padecer los estragos del virus es la pobreza, ya que la mitad de los vecinos percibe menos de dos salarios mínimos.
De sus 186 unidades territoriales, casi 60 por ciento está clasificado por la Secretaría de Desarrollo Social como de alta y muy alta marginalidad; 7.6 por ciento de la gente no puede adquirir los productos de la canasta básica. Más de la cuarta parte de la Población Económicamente Activa trabajaba por cuenta propia: 57 por ciento en el comercio y 27 por ciento en servicios, mientras que la mayor parte de los hogares es nuclear y menos de la cuarta parte es de jefatura femenina.
Este contexto permite entender lo que está representando la pandemia en Iztapalapa –caracterizada por un alto grado de movilidad– y lo que supone asumir la recomendación: “quédate en casa” para mitigar los contagios, así como las normas de distanciamiento social emitidas por las autoridades sanitarias federales.
Los autores consideran imprescindible revisar el equipamiento y la infraestructura de que dispone la Alcaldía en los sectores de salud, educación, transporte y seguridad; abordar la densidad poblacional, los servicios básicos, la economía formal e informal; la relación con las necesidades de alimentación e higiene, y lo que la exposición al espacio público significa en el curso de las actividades cotidianas, en cuanto al riesgo de infección, para al menos un miembro de cada familia.
También determinarán cómo el padecimiento ha impactado de manera diferente a los grupos socioeconómicos más pobres y a las mujeres que se desempeñan en el teletrabajo y el cuidado, por lo que es decisivo observar “a quiénes llevan a cabo estas tareas y cómo esta reproducción social se está cuestionando”.
La idea del confinamiento debe repensarse, porque para algunos puede ser un privilegio, pero otros deben sostener la vida afuera, por ejemplo, médicos, enfermeras, repartidores de comida, personal de supermercados y distribuidores de comida y, por lo tanto, esta investigación convoca a revisar cómo han cambiado las prácticas sociales.
Una vez que las autoridades educativas determinaron que los niños continuarán su enseñanza a través de la televisión habrá que preguntarse cómo harán las familias cuando deban atender las clases y los padres trabajar fuera, lo que muestra que el cuidado en el espacio privado es un tema sustantivo.
El desarrollo de este proyecto en la demarcación es importante porque “muchos de nuestros alumnos viven ahí y queremos entender el contexto en el que se encuentra la Universidad y cuál ha sido la afectación por el SARS-CoV-2”, considerando que las condiciones económicas y sociales que serán indagadas incluyen la marginalidad, la actividad informal y la insuficiencia de ingresos, todo lo cual muestra la fragilidad del lugar que la emergencia sanitaria vino a agudizar.
La investigación se llevará a cabo en un periodo corto de tiempo y los primeros resultados se prevén para el mes de noviembre; la metodología desplegada combina un procedimiento mixto –cuantitativo y cualitativo– consistente en la aplicación de encuestas sobre prácticas y cambios suscitados a partir de la pandemia en los ámbitos del trabajo, la movilidad, los cuidados al interior del hogar y las condiciones de habitabilidad de las viviendas.
La estrategia cualitativa consistirá en entrevistas para conocer cómo se ha vivido la crisis en cada aspecto, con el fin de recuperar y mostrar ciertos hábitos y saberes útiles para sobrevivir a la amenaza del COVID-19, en virtud de que “nuestra hipótesis es que no sólo lograron adaptarse, sino recrear ejercicios de participación, solidaridad y sobrevivencia”.
La idea es caracterizar las vivencias durante la contingencia para rescatar conocimientos y experiencias de apoyo comunitario, ya que estos ejercicios forman parte también del fenómeno epidemiológico que afecta a todos. En este sentido, la pandemia puede ser vista no tanto como crisis, sino como oportunidad de salir de una “anormal normalidad de injusticia e inequidad depredadora de los recursos del planeta y conducirla hacia un futuro más participativo y guardián, tanto de la sociedad como del orbe.
En la indagación participan además los doctores Armando García Chiang, Pedro Sunyer Martin y Raúl Romero Ruiz, docentes de la Licenciatura en Geografía Humana de la UAM.