Complejidad política en Estados Unidos y México
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Complejidad política en Estados Unidos y México

Ivonne Acuña Murillo

Dos países, Estados Unidos y México, dos presidentes, Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y un conjunto de fenómenos compartidos: pandemia por COVID-19, elecciones en puerta, crisis económica y tensión política permiten sostener la complejidad que supone hacer política.

La pandemia provocada por el coronavirus y sus consecuencias es un fenómeno compartido por la gran mayoría de países en el mundo. Sin embargo, eso no evitará que se haga una dura evaluación del desempeño de quienes se encuentran al frente de cada nación.

Por supuesto, Trump y López Obrador no son la excepción. Muy pronto podrá medirse el impacto de sus decisiones si se tienen en cuenta los dos procesos electorales en puerta: la posible reelección del primero para un segundo periodo de cuatro años y las elecciones intermedias de 2021, a partir de las cuales el segundo podría mantener o perder la mayoría en el Congreso de la Unión, y su partido, Morena, podría ganar o no un buen número de gubernaturas.

Trump enfrenta una urgencia mayor por la inminencia de los comicios, el 3 de noviembre próximo por lo que insiste en incidir en las percepciones de sus votantes, con la parafernalia de una profusa comunicación política, que lo lleva a decir, en días recientes, que bien podría reelegirse no sólo para un periodo de cuatro sino de ocho años.

Mientras que López Obrador cuenta con mucho mayor tiempo, del 7 de septiembre de 2020 al 6 de junio de 2021, para convencer a sus gobernados del buen desempeño de su administración.

La estrategia seguida en términos sanitarios será con seguridad un elemento a considerar al momento de refrendar o no a ambos presidentes en su mandato, ya que los dos han sido cuestionados por sus estrategias de orden técnico, pero también en función de intereses políticos contrarios a sus proyectos de gobierno o manera de ejercer el poder.

En el caso de Trump, su enfrentamiento con Anthony Fauci, el epidemiólogo más prestigioso de Estados Unidos, así como sus declaraciones en torno al consumo de medicamentos para curar o prevenir la enfermedad de COVID-19; las sugerencias de exponer a los pacientes a ciertos tipos de luz o la utilización de métodos como inyecciones desinfectantes; sus afirmaciones de que los niños no se contagian de la enfermedad por lo que podrían volver a la escuela, llevó a la comunidad médica a acusarlo de “actuar peligrosamente” en plena pandemia.

Se suma la lentitud con que desde febrero afrontó la emergencia motivado por su propia creencia en torno a que el nuevo virus sólo provocaría una “gripe” que desaparecería como por “milagro”. La evidencia de una mala estrategia, lo llevaron a buscar una salida apropiada y un culpable creíble, y qué mejor que un organismo internacional como la Organización Mundial de la Salud (OMS).

A mediados de abril Trump retiró el apoyo económico que su país aportaba a la organización, después de meses de acusarla de no haber advertido a tiempo de la peligrosidad del virus y de actuar como marioneta al servicio de China.

Contrario a Trump, López Obrador dejó la estrategia en manos de los científicos y nombró a uno de ellos, al subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell Ramírez, su vocero en relación con la pandemia, quien desde el 29 de febrero dicta una conferencia de prensa diaria sobre ese tema.

En un principio, la destacada comunicación de López-Gatell permitió mantener informada a la población sobre los avances de la estrategia sanitaria, cuya figura central ha sido la campaña de “La sana distancia” apoyada en el confinamiento voluntario.

Sin embargo, al desgaste natural que supone comunicar por meses, los siete días de la semana, los avatares de una estrategia y los avances negativos de una pandemia, se han agregado los laberintos en que se ha visto obligado a entrar el subsecretario para tratar de justificar algunas de las acciones más criticadas del presidente López Obrador, como no observar en sus eventos masivos, durante las primeras semanas, la campaña de la sana distancia, y en la resistencia a usar el cubrebocas y convertir ésta en una medida obligatoria para la población en su conjunto.

La notoriedad alcanzada por López-Gatell, que en algunos momentos ha superado en popularidad al mismo López Obrador, lo convirtió en el blanco perfecto para tratar de minar la base de legitimidad del presidente de la República.

Pero, no solamente la emergencia sanitaria y su manejo incidirán en la decisión de las y los votantes. Las decisiones económico-administrativas y las señales de recuperación, después de los largos meses de confinamiento, también pesarán al momento de votar.

didas conocidas inyectando billones de dólares a la economía, a pesar de lo cual, de acuerdo con cálculos reportados en los Informes de Perspectivas de la Economía Mundial, junio 2020, del FMI la caída económica será del 8%, con una recuperación estimada del 4.5% para 2021.

En tanto, López Obrador ha optado por una política económica de corte austero y por no aumentar la deuda externa. De acuerdo con las proyecciones, la actividad económica en México caerá hasta 10.2% en 2020 y la recuperación calculada para 2021 podría ser de un 3%, según la más reciente estimación de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Aunque, no se puede adjudicar a ninguno de los dos jefes de Estado y de gobierno la caída de sus respectivas economías, si se les juzgará por el resultado que sus estrategias den en el corto y mediano plazo. Aquí, contrario a lo afirmado en torno a las elecciones, el tiempo juega al revés y podría beneficiar a Trump en la medida en que no se le puede pedir que en un plazo tan corto y con la pandemia a todo lo que da ofrezca resultados positivos en materia económica. Por otro lado, la publicitada inyección de billones de dólares es un factor que operará a su favor.

Para AMLO, sin embargo, un plazo más largo podría suponer un golpe ante el lógico deterioro económico y los estragos en los niveles de vida de amplios sectores de la población. En este punto, será interesante constatar si las políticas públicas de corte social por él implementadas previo a la pandemia como las becas a niños, niñas y jóvenes y las pensiones a personas adultas mayores, así como las obras de infraestructura inciden de manera positiva en la ansiada recuperación, sirviendo de modelo, como él mismo anticipa, a otros países.

De no ser así, las decisiones sobre no contratar deuda externa en una situación límite y su resistencia a inyectar más dinero a la economía podrían jugar en contra suya y de su partido durante las elecciones intermedias, la revocación de mandato en 2022 y en 2024 cuando se elija a quien encabezará un nuevo sexenio.

En materia electoral, el panorama para ambos presidentes es complicado, aunque diferenciado. De momento, los números parecen contrarios a Trump. Algunas encuestas advierten que podría perder la presidencia en favor de Joe Biden. De acuerdo con una encuesta de la BBC, publicada el 14 de septiembre, Biden ganaría con un 51% de los votos, contra un 43% de Trump.

A diferencia de Trump, AMLO, a través de Morena, podría ver ratificado su mandato con el triunfo en 11 de las 15 entidades que cambiarán de gobernador, de acuerdo con datos de Demoscopia Digital, en encuesta presentada el 15 de agosto. En otras encuestas, se contempla que Morena ganaría un mínimo de 7 gubernaturas y un máximo de 14, dependiendo de si se confirma o no una coalición entre el PAN y el PRI, según se sostiene en el texto “Morena 14, PAN 1. Así arranca la carrera por las gubernaturas de 2021”, de la redacción de EMEEQUIS.

Pero, no solamente la crisis sanitaria y sus consecuencias económicas podrían modificar los proyectos políticos de Trump y AMLO. Una serie de eventos convulsionan el momento histórico que les toca vivir.

Trump se enfrenta al descrédito que suponen sus declaraciones y amenazas en torno a frenar las protestas y los conflictos raciales desatados por el asesinato del ciudadano afroamericano George Floyd, el 25 de mayo de 2020, a los que tachó de vergonzosos, usando al Ejército en caso de que los gobernantes demócratas locales no aplicaran mano dura para contener las protestas.

No bien había pasado la indignación por el asesinato de Floyd, un ciudadano afroamericano más, Rayshard Brooks, es asesinado por policías de Atlanta el 12 de junio. En esta ocasión, Trump hizo una lectura distinta, pensando en su cercana reelección, prometiendo firmar una orden ejecutiva para responder a los reclamos ciudadanos en contra de las tácticas policiales.

Desde que Trump pretendía ser el candidato republicano a la presidencia de su país quedó identificado con el perfil de un individuo narcisista capaz de sacrificar el bienestar de los demás con tal de lograr sus ambiciones personales.

Parte de esa personalidad ha sido desnudada por su sobrina Mary Trump, hija de Fred Trump, su hermano mayor. En el libro de su autoría, Too Much and Never Enough. How my family Created the World’s most Dangerous Man, Mary sostiene que: “Una larga historia de décadas de oscuridad, disfunción y brutalidad convirtió a su tío en el peligroso líder que (…) ahora amenaza la salud, la seguridad económica y el tejido social del mundo”.

La convicción del peligro que Trump significa llevó a Mary, en una entrevista con ABC News, el 15 de julio, a pedirle a su tío que renuncie a su cargo a la par de sostener su abierto apoyo a Joe Biden.

Por si no bastara, su propia hermana Maryanne Trump le ha criticado diciendo que “Donald está a favor de Donald”, según se escucha en una grabación hecha por Mary como parte de la investigación para el libro citado y que fue obtenida por The Washington Post.

El contexto en que López Obrador debe gobernar y buscar la ratificación ciudadana es aún más complejo, de manera que la pandemia sólo vino a complicar algo que de suyo ya era difícil.

Las enormes presiones e intentos de boicot por parte de sus adversarios políticos, la exacerbación de los problemas dejados por las administraciones pasadas ante la imposibilidad real de resolverlos en tan poco tiempo, la afectación de intereses creados que supone un cambio de régimen, una utilización austera del presupuesto dirigido a rubros y montos diferentes a los acostumbrados buscando favorecer a los sectores más empobrecidos, la ineficacia de algunos sectores de la misma administración, y la falta de asesoría adecuada en temas que exceden la visión ideológica del presidente de la República, forman parte del complejo contexto en el que debe gobernar.

Mientras el presidente hace todo por resolver un problema, otros más brotan como por encanto, justificados o no, reales o ficticios, acompañados de la intención opositora por hacer un uso político de cada reclamo, de cada manifestación, de cada protesta.

Ante los retos mencionados, ambos presidentes, Trump y López Obrador, cuentan con su capacidad comunicativa para posicionar los temas que les interesan, cambiar la conversación, una y otra vez, y volver los reclamos de sus opositores en su contra. Si les alcanza o no para triunfar electoralmente, pronto se verá.

9 de marzo de 2021