Cine documental mexicano y movimientos sociales
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Cine documental mexicano y movimientos sociales

Rafael Aviña*

El 22 de julio de 1968, tuvo lugar una batalla campal entre las Vocacionales 2 y 5 del Politécnico y la preparatoria incorporada a la UNAM, Isaac Ochoterena en la Plaza de la Ciudadela. Pandillas de porros de Las Arañas y Los Ciudadelos arremetieron contra la prepa. El gobierno del entonces Distrito Federal envió a más de 200 granaderos que la emprendieron con violencia destruyendo parte de las instalaciones. A partir de ese momento, la lucha ya no sería entre facciones de diversas escuelas, sino entre el sector estudiantil (apoyado por obreros y burócratas) y el gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz, cuyo violento clímax tendría lugar en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, la tarde del 2 de octubre de ese mismo año. Era el fin de la inocencia. El sueño había terminado y a partir de entonces nada sería igual como lo mostró El grito (1968), intenso y emotivo documental producido por el CUEC dirigido por Leobardo López Arretche –quien se suicidaría en 1970-, filmado justo entre julio y octubre de ese 1968, que incluyó textos del Consejo Nacional de Huelga, de la periodista italiana Oriana Fallaci y las voces de Magda Vizcaíno y Rolando de Castro, donde participaron prácticamente todos los alumnos y profesores del legendario Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC hoy ENAC). 

Documental El Grito (1968).

Se trataba del primer y el más impactante documento fílmico de un instante clave en la vida política y social del país: una cruda emocional y generacional de la que aún siguen surgiendo relatos de ficción y documentales aportando imágenes, ideas, teorías y nuevas pistas para comprender lo incomprensible. De ahí, la importancia y la trascendencia de documentar el devenir cotidiano. Alumnos y profesores del CUEC no se conformaron con ser testigos presenciales de los hechos que les conciernen, sino que llevaron a la práctica sus lecciones documentales para trastocar así en reporteros cámara en mano, filmando en formato 16 milímetros, los acontecimientos sin imaginar siquiera los funestos alcances de éstos. El cine ganaba las calles y con El grito, las cámaras del CUEC penetraban en recintos y avenidas: se manifestaban.

El placer por el cine se convertía en memoria colectiva y testimonio de sucesos que aún permanecen en la oscuridad. Las primeras imágenes de El grito, capturan a jóvenes estudiantes despreocupados en las afueras de alguna Facultad, quizá en el estacionamiento de Filosofía y Letras. Su ropa sencilla, sus miradas limpias, sus sonrisas francas: es julio. En agosto, se aprecia una toma solemne de Rectoría y la bandera a media asta. Las islas, la explanada de Rectoría, la Biblioteca Central: centenas de universitarios rodean al Rector Javier Barros Sierra para acompañarlo en la marcha que partirá de CU a Félix Cuevas por la Avenida Insurgentes. En escenas posteriores se observa el Estadio Olímpico y la Biblioteca Central. Un estudiante da cifras de muertos. Óscar Chávez interpreta algunos temas de protesta. Las imágenes de septiembre resultan devastadoras: el ejército toma Ciudad Universitaria. Camiones militares frente a la Rectoría.

Escenas filmadas desde la Biblioteca Central tal vez. Pueden verse estudiantes y personas del pueblo frente al Estadio de CU, destacan los cascos, los uniformes y las bayonetas de la represión y el miedo a su alrededor. Arrojados camarógrafos del CUEC filmaron ocultos, quizá desde un auto o una camioneta a los soldados y las tanquetas en CU e Insurgentes. Después puede verse un letrero premonitorio: “No claudicaremos aunque nos asesinen”, y observamos un cubículo o un aula revuelto y destrozado. Finalmente en octubre el filme muestra a mujeres que lloran la pérdida de sus hijos universitarios y politécnicos.

El grito captura en el desenlace las imágenes sombrías de un Estadio Olímpico que parece estar de luto a pesar de la fiesta y del lleno absoluto y unos aros olímpicos entrelazados se elevan hacia el cielo como una última plegaria por los muertos, como recordatorio para las nuevas generaciones de universitarios, de mexicanos y mexicanas como ese adolescente casi niño de grandes y tristes ojos negros que enarbola con cierta timidez o con un orgullo muy particular, la V de la Victoria… Junto a El grito, destaca también el trabajo del documentalista Óscar Menéndez: Únete pueblo, 2 de octubre. Aquí México y 1968: en memoria de José Revueltas, con imágenes captadas en aquellos momentos. Instantes de euforia colectiva que a su vez arrojaron visiones de júbilo como las de Mural efímero de Raúl Kamffer, filmado en las “islas” de CU con la presencia de intelectuales del momento como José Luís Cuevas o Juan José Gurrola, levantando con andamios ese mural “efímero” al que se hace alusión desde los créditos… 2/ 1986-1999 Aunque breve y mal documentado en imágenes, el llamado movimiento del Consejo Estudiantil Universitario (CEU) que arrancó en octubre de 1986 surgió como un muro de contención para resistir la acometida de la denominada “Ley Carpizo” contra la educación superior pública en nuestro país.

Subcomandante Marcos. Imagen del
documental Chiapas, la otra guerra (1994)

En el momento en que se habló de privatizar las preparatorias, el CCH y la UNAM en su conjunto, se alzaron las voces de estudiantes y de algunos maestros exigiendo la revocación de aquellas reformas orientadas a elevar las cuotas, a eliminar el pase automático de la educación media superior a la licenciatura y a su vez, la propuesta de establecer exámenes departamentales con el fin de enfrentar la libertad de cátedra. Ese nuevo Consejo Estudiantil Universitario tomó conciencia de que se avecinaba la imposición de una universidad más excluyente y elitista donde la gran mayoría de los jóvenes en nuestro país no tendrían cabida. De inmediato apareció la discusión, la organización democrática a través de las asambleas y surgió incluso el apoyo de una buena parte de la ciudadanía.  Dentro de ese movimiento se encontraban además futuras personalidades de la actual vida pública de la nación como la doctora Claudia Sheinbaum que estudiaba entonces la licenciatura en Física en la Facultad de Ciencias (1984-1989), aunque antes en su paso por el CCH Sur se había involucrado en las movilizaciones por los derechos de aspirantes rechazados en su ingreso a la UNAM y en breve participaría activamente dentro del CEU, al igual que Martí Batres, líder estudiantil en Escuela Nacional Preparatoria No. 7 y activista de dicho consejo. Otras figuras importantes del movimiento serían: Imanol Ordorika, Carlos Imaz, Hugo López-Gatell, Guadalupe La Pita Carrasco y más.

Un mediometraje documental como Días de huelga. CEU (1988) de Eduardo Salazar Pérez estudiante del CUEC con edición suya y fotografía en 16 mm a cargo de Lucía Holguín y Alberto Nulman, integraba a varios equipos de estudiantes del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, para plantear los efectos de las luchas y estrategias del Consejo Estudiantil Universitario a través de testimonios y entrevistas, reconstruyendo los hechos y posiciones que llevaron a la huelga a la UNAM y a la necesidad de crear más oportunidades educativas para los miles de jóvenes rechazados de educación media superior y superior en México, huelga que detuvo las propuestas del Rector Jorge Carpizo como el aumento de cuotas o la erogación del pase automático. El CEU aún siguió existiendo hasta 1999, año en que se realiza el corto documental independiente en video de 20 minutos de duración, Un día en la huelga de Emiliano Meléndez Pedrero y Alejandro Mendoza, con guion, fotografía y edición del primero y la colaboración de Antonio Ortega co-editor que incide en las discusiones de asamblea en el Auditorio Che Guevara, la organización cotidiana de alimentación durante los días de huelga y los testimonios en torno a las diversas facciones dentro del propio consejo: ultras y moderados…”El proyecto de nación que queremos debe abordar a toda la gente. Es un problema nacional que repercute en todo el país…”, comenta un estudiante de posgrado que lleva la voz cantante dentro de un corto que a su vez registra la gráfica y las pintas en los pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM… 3/ 1994 El 1 de enero de 1994, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) tomó por sorpresa los Municipios de Chanal, Ocosingo, Las Margaritas, San Cristóbal de las Casas y Altamirano en Chiapas y bajo la consigna de: “Justicia y dignidad”, declaró la guerra al Ejército Mexicano y al entonces presidente Carlos Salinas de Gortari y su gobierno, responsable del olvido y represión a las culturas indígenas de la selva chiapaneca y de todo el país.  Los primeros enfrentamientos armados entre el EZLN y el ejército federal en territorio “zapatista”, los estériles diálogos de paz que siguieron al suceso y las presencias protagónicas del llamado “Subcomandante Marcos”, otros comandantes del EZLN y el obispo de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz, pusieron a girar a los medios y a varios intelectuales y el cine documental surgió como el canal más adecuado para transitar por esos parajes de olvido, regocijo, alzamiento, solidaridad y desaforado protagonismo.

Valiéndose de formatos de cine pero principalmente el video, llegaron a nuestro país decenas de realizadores e improvisados videoastas de países europeos principalmente, para dar testimonio en imágenes de ese nuevo mito equiparable a otros tantos íconos de la cultura popular nacional. A su vez, colectivos fílmicos y productores como Carlos Mendoza y su Canal 6 de Julio o Epigmenio Ibarra, se lanzaron a documentar una realidad que rebasaba el asombro y se convertía poco a poco en celebrada y a su vez preocupante cotidianidad. Así, surgieron video-documentales como Caravana de caravanas (1994) del Colectivo Perfil Humano, crónica de aquel convoy que transportaba medicamentos, comida y ropa para las comunidades zapatistas o Los más pequeños y Bienvenidos a bordo también del 94 realizados por el mismo colectivo. La primera, se centra en los niños chiapanecos, los más vulnerables del conflicto y su vida cotidiana y la segunda, una suerte de crónica sobre las mesas de trabajo y discusión de diálogos de paz en San Cristóbal.

De mayor fuerza resultaron los documentales noticiosos: La guerra en Chiapas y La otra guerra –1994- del Canal 6 de julio que incluía las primeras declaraciones del EZLN, de Manuel Camacho Solís como negociante de paz o las desmedidas palabras de Salinas de Gortari: “Los vamos a perdonar” y la contra-respuesta de un Marcos en vías de trastocar en estampa milagrosa. Finalmente, Epigmenio Ibarra fue el encargado de crear  La historia a fondo: Chiapas  (1994), bien documentado trabajo video-periodístico sobre el abandono del estado y la lucha armada y la guerrilla en México muy en deuda con la clásica cinta militante salvadoreña La decisión de vencer y Gloria Ribé con guión suyo y de José Manuel Pintado realizaría El efecto tequila (1995) intrigante video-ensayo en el que se da fe –entre otros-, de un icono como “Marcos”. Y es que el documental seguirá siendo un arma de la historia. Sin esos testimonios fílmicos o en video, no tendríamos hoy en día imágenes para las generaciones del futuro que capturaron en su momento los movimientos universitarios y sociales en nuestro país, sea el 68, el CEU, el Zapatismo y más…

*Crítico y cronista de cine, video y criminalidad. Ha sido investigador de la Cineteca Nacional, Filmoteca de la UNAM y dirigió el Cineclub del INBA

9 de mayo de 2024