Centenario de Mario Kaplún; necesario rescatar su obra
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Centenario de Mario Kaplún; necesario rescatar su obra

Tanius Karam

En 1923 nació Mario Kaplún que tiene un estatuto de interés ya que en algunos listados de padres fundadores del pensamiento comunicacional y académico latinoamericano no suele aparecer, sin embargo, no resulta difícil concederle dicha paternidad. Es más, su obra y trabajo refleja lo que representó el ejercicio comunicativo que en su caso no solamente es pensamiento, sino también un tipo de práctica.

En lo personal tuve la suerte de escucharlo en 1992 durante un encuentro de comunicadores populares que se organizó en la organización jesuita Centro de Comunicación “Javier”. Muchos llegamos a considerar este movimiento o tradición como uno de los más importantes en la historia de la comunicación latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX.

Esta tradición —también asociada con la comunicación comunitaria, comunicación ciudadana y otros nombres que se suman a su carácter y espíritu— ha sintetizado el compromiso social al que aspiraba cualquier profesional de la comunicación, el imaginario humanista por un mundo más justo y la dimensión estratégica y aplicada de la comunicación en un mundo con los problemas que hay en la región. La tradición de comunicación popular también reivindicó usos de los “micro” y “meso” medios asociados como herramientas para la construcción de comunidad y redes en una época de cerrazón de los medios comerciales, privados y de autoritarismo estatal. La idea de comunicación de Kaplún se resume en una de sus muchas frases: “Comunicación es una calle ancha y abierta que amo transitar. Se cruza con compromiso y hace esquina con comunidad».

El primer libro que leí de él fue El comunicador popular, que no era fácil de conseguir antes del mundo del internet. Me llamó la atención que el libro era algo más que un manual, y de alguna manera compilaba muchas cosas y tenía usos diversos: reflexión básica de la comunicación, pistas para el trabajo operativo, conducción de actividades grupales y manual para promover una comunicación más horizontal y participativa en barrios, comunidades, sindicatos e iglesias.

Como parte de su estatuto clásico, El comunicador popular tiene una presencia tardía, pues se publica en 1985 durante la estancia del autor en Venezuela, pero su contribución a todas luces es fundamental no solo en su intertextualidad —a medio camino entre manual psicología social, teoría de comunicación, dinámica de grupos, y acción ciudadana—, sino por su carácter multi-usos, además de ser un texto parcialmente distinto a otros libros “clásicos” del tipo Comunicación y cultura de masas (Pasquali, 1964); La educación como práctica de la libertad (Freire, 1967); Para leer al Pato Donald (Mattelart y Dorfman, 1973); Comunicación dominada: Estados Unidos en los medios de América Latina (L.R. Beltrán, 1980), por señalar algunos.

Haces biográficos

Kaplun nació en agosto de 1923, en Argentina. Sus padres rusos eran judíos. Luego Mario se exiliaría a Uruguay a partir de 1952 donde se convirtió al catolicismo, mostró fuertes convicciones dentro de la corriente de la Teología para la Liberación y se entregó a la educación y la comunicación como expresión de sus creencias de transformación de la realidad latinoamericana.

Al parecer su primera experiencia con la comunicación social fue en 1940, cuando elaboró un programa donde convocaba a otros jóvenes a participar en un club de debate que organizaba. El propio Kaplún mencionó la importancia que tuvo la radio en su formación y que es parte de la generación, cuando la televisión no estaba plenamente desarrollada y que siempre sería mucho más cerrada que la radio, por lo que no daba mucha alternativa a jóvenes que querían incursionar en ese nuevo terreno.

A los 19 años, emitió su primer programa de radio educativo, llamado «Escuela de Aire» y después “Radio Escuela Argentina” que tomó como modelo a la BBC de Londres. Eran programas educativos, pero con formato de radioteatro es decir dramatizados y secuenciados. De esta manea hizo un ciclo sobre historia de Argentina. Desde entonces Kaplún participó y produjo centenas de programas radiales de debate periodístico y educativos, en donde frecuentemente incorporaba a amigos y familiares a hacer algunos papeles dentro de estas series.

A pesar de lo interesante de este trabajo era difícil vivir enteramente de él, por lo que el joven Kaplún encontró un trabajo “formal”, para su suerte y sus seguidores, como empleado en un estudio de grabaciones donde se grababan discos o se hacían grabaciones de uso publicitario que le introdujo a esta actividad. Su hijo, el prestigioso académico Gabriel Kaplún (ver Chasqui N° 64) nos resume esos primeros años de radio:  

“[…] El estudio [de grabación] sobrevivió con dificultades, hasta que una agencia decide concentrar allí la transmisión de los tres o cuatro radioteatros que, con el auspicio de una marca de jabón, emitía cada tarde en distintas emisoras. No para grabarlos, lo cual era imposible, sino simplemente para evitar las corridas de todo el equipo de actores, directores y guionistas de una emisora a otra. […]

“El 1 de septiembre de 1942, al día siguiente de cumplir sus 19 años […] emiten su primer guion: un programa de un ciclo sobre historia argentina […] Para aquella pionera experiencia de radio educativa este maestro sin aula había sido un hallazgo valioso, porque los guionistas comerciales no tenían interés o no se adaptaban y los educadores no conocían el oficio radial. El maestro no volvió a las aulas hasta mucho después, pero la comunicación educativa lo había ganado para siempre”.

En 1952 ante la dificultad del ambiente político y comunicativo de Argentina cruza el Rio de la Plata y se instala en Uruguay en una época donde este país asomaba su internacionalización tras haber obtenido sendos títulos de mundiales futboleros (1930 y 1950) y ser considerada como la Suiza de América.

Kaplún cuenta con un programa llamado “Buenas noticias” que le va bien en Radio Carve, pero no es suficiente el sueldo, así que usa de su experiencia lo que sabía de la publicidad para desarrollarla como un segundo oficio. No olvidemos que era una época donde no había escuelas de comunicación, y en el mejor de los casos esta profesión se consideraba una actividad técnica, muy inmediata y acotada a ciertas prácticas. Tampoco había reflexiones o acercamientos más allá de los requerimientos técnicos de estas actividades vistas como oficios. Gracias a su experiencia en publicidad, radio, estudios de grabación, Kaplún acumuló elementos para una crítica “desde adentro” de las empresas comunicativas comerciales, y si bien tuvo éxito en ellas, terminó por abandonarlas no sin cierto disgusto.

Uruguay es un país interesante en muchos procesos de comunicación política, que explican liderazgos tan emblemáticos como el del famoso ex presidente José Mujica, donde la distancia abismal entre gobernantes y gobernados como la hemos conocido en México durante décadas, no tiene esas características. El debate público históricamente ha sido intenso, así como la calidad de su escuela que facilitó la construcción de una opinión pública muy participativa. De manera adicional en este país pudo darse una temprana separación iglesia-estado y donde los Kaplún pudieron ejercer la transición del judaísmo heredado al cristianismo, y luego dar un paso más adelante a un catolicismo socialmente muy comprometido.     

Gabriel Kaplún nos ha contado como la casa de sus padres siempre fue un lugar por el que pasaba mucha gente, y era casi un reflejo privado de la plaza pública. Entre los muchos amigos que pasaban por su casa, Mario Kaplún tuvo relación con el teólogo Juan Luis Segundo, quien le presentó la experiencia de vida evangélica “El Arca”, ubicada a finales de los cincuenta en el sur de Francia y donde pudo estar un año en esta comunidad ecuménica, noviolenta con experiencia consagrada al trabajo a mano y a la vida interior; lugar de resistencia a la idolatría del bienestar y del provecho; laboratorio de sociedad no-violenta, inspirado por el Evangelio, aunque portador de valores universales y con pleno respeto hacia todas las religiones.

No se podía pedir más en la educación integral de este joven comunicador argentinouruguayo que desde su doble nacionalidad y sus migraciones por el subcontinente,  construyó una idea más amplia de comunicación, completamente aplicada sin abandonar la reflexión más teórica, analítica de algunos aspectos de una comunicación que no podía renunciar a su carácter educativo en nuestra región.

Como productor y guionista radiofónico en 1962 Mario Kaplún produjo el que sería su programa de radio más importante suma de compromiso social, sensibilidad, intención educativa: “Cristianos sin censura”. Seguirían otros clásicos de la producción radial: “El Padre Vicente, diario de un cura de barrio” (1969-73), “Jurado número 13” (1971-73); algunos de sus programas se tradujeron a lenguas indígenas (quéchua, aymara).

Antes de abandonar Uruguay producto de la censura y los efectos del terrorismo de estado durante la dictadura, que afectó a todo el subcontinente, Kapún pudo desarrollar el método Casete-Foro que luego se puliría durante su exilio en Venezuela. Era un método que se basada en el intercambio de materiales audio-gráficos entre grupos a través de mensajes que facilitaba un prototipo de diálogo a la distancia entre de organizaciones que podían compartir sus experiencias y aprendizajes. Este método ponía su acento en recuperar algo que le ha preocupado mucho a la comunicación latinoamericana: la dimensión dialógica de la práctica comunicativa y educativa, la idea de que nadie sabe nada solo y que todos los tenemos que aprender entre otros.

Pensando en las viejas caseteras, hoy verdaderas piezas de museos, pero en las que muchos aprendimos a grabar y hacer experimentos auditivos. Kaplún decía que se trataba de usar la tecla “record” (grabar) y no sólo “play” como metáfora para subrayar esa dimensión de habla y participación que eran fundamental en cualquiera práctica de esos grupos sociales que los grandes medios solamente veían como audiencias pasivas.

Durante su estancia en Venezuela (1978-1985) Mario Kaplún fue coordinador del área de comunicación del Centro al Servicio de la Acción Popular (CESAP) donde comenzó a sistematizar su pensamiento y acción y del cual saldrían sus dos libros más famosos. Durante esa estancia dictó cursos sobre comunicación fotográfica, audiovisual y periodística, comunicación popular y sobre teatro. No hay que olvidar que su esposa Ana Hirsz estudió teatro y fue actriz, por lo que tuvo un papel, poco señalado en el trabajo de radio-artista que tuvo Mario y en las innumerables producciones.

Un libro y una recuperación

En 1985 como hemos señalado aparece la primera edición de un clásico en ese sentido El Comunicador Popular.

En este año regresó a Uruguay y participó en lo que sería la facultad de Comunicación de la Universidad de la República. Desde entonces Kaplún se convirtió en conferencista y cursillista en varias facultades de Comunicación de Brasil, Colombia y Venezuela, así como en el Centro Superior de Capacitación en Radio de CIESPAL/Radio Nederland de Quito. De regreso a su país adoptivo, Kaplún profundizó la sistematización de la edu-comunicación como “motivo de vida” en su trayectoria profesional investigativa.

El comunicador popular (1985) que ya hemos mencionado y Una pedagogía de la Comunicación (1998) son sus dos textos más conocidos, aunque su obra es mucho más extensa y poco estudiada. Recordar La comunicación de masas en América Latina (1973), Hacia nuevas estrategias de comunicación en la educación de adultos (1983), Comunicación entre grupos: El método del casete-foro (1984), Un taller de radiodrama: Su metodología, su proceso (1985), Hacia nuevas estrategias de comunicación en la educación de adultos (1986), La educación para los medios en la formación del comunicador social (1987), Los Mattelart, hoy: entre la continuidad y la ruptura (1988), Comunicación entre grupos (1990), Repensar la Educación a Distancia desde la Comunicación (1992), Producción de programas de radio (1999) entre otros.

En Una pedagogía de la Comunicación (1998) desarrolla la terminología básica para tener una concepción alternativa y comunitaria de la comunicación. En su idea de “modelo de comunicación” establece una diferencia entre un esquema “endógeno” que quiere responder a los “exógenos”. En este caso lo “endógeno” es una comunicación desde dentro, más participativa y siempre vinculado a la situación de vida de los participantes.

Insistió en el carácter altamente relacionado entre educación y comunicación, donde por momentos parece no haber diferencias y ser estas prácticas partes de un mismo proceso. La efectividad de la comunicación que no “eficientismo”; y la imbricación entre lo teórico y lo práctico. En todo caso, la comunicación tiene que ser “otra” comunicación, es decir, participativa, problematizadora, personalizante, interpelante. Toda elaboración teórica, es una relaboración y adaptación a la situación de los participantes.

Contribuyó mucho en el área conocida como Educación para los Medios, no solamente conocer los códigos de los medios audiovisuales o desarrollar una recepción crítica de sus contenidos, sino también buscar la formación de ciudadanos libres, solidarios, y tolerantes. Kaplún cree en la utopía de construir nuevas vías de acceso a la comunicación, a la medida de las personas, de su desarrollo cultural, comunicativo y educativo. Hay también un deseo de mirada profética —como corresponde a su conversión religiosa— y pensamiento holístico; comunicar no es solo intercambiar datos, sino favorecer el entramado de relaciones, las historias de vida y desarrollo que asegura una mejor calidad de vida para todos.

Kaplún murió en 1998, el internet se asomaba al ecosistema comunicativo. A la distancia y en nuestro siglo XXI atolondrado, agitado y por momentos extraviado, la vida y obra de Kaplún nos invita a recuperar lo fundamental y lo básico: el rescate del encuentro comunicativo, lo profundo de la persona y la reivindicación de lo auténtico por encima de los excesos y superficialidades de la tecnología.

Además, desarrolló una sensibilidad estratégica por ese communis, entre grupos organizaciones, ciudadanos y personas de buena voluntad, ello desde una perspectiva integral de la comunicación que abarcaba la dimensión interpersonal, grupal, institucional y mass-mediática.

En ese sentido su contribución no es únicamente la reflexión, sino también la parte operativa y metodológica de esa comunicación educativa más participativa. Kaplún nos muestra el ideal de ese comunicador-comunicólogo, fermento de un mundo mejor donde las tecnologías y la imaginación son parte de la solución para hacer de este mundo más humano y habitable donde todos aprendemos entre todos gracias a la visión integrada de los medios y las dinámicas grupales.

Catedrático investigador de la UACM y analista @taniuskaram

13 de noviembre de 2023