Aborda el oficio lapidario entre los nahuas, las rocas y los minerales empleados, y estudios recientes en la materia
Otros aspectos tratados son las técnicas e instrumentos de trabajo, los talleres y evidencias de producción, y las escuelas artesanales en Tenochtitlan
La Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y del Museo del Templo Mayor (MTM), ha organizado la exposición temporal Tlateccáyotl: los artistas de las piedras preciosas, dedicada a este antiguo arte, sus técnicas y conocimientos que eran revelados por “posesión divina”, un recorrido que va de las ofrendas extraídas del recinto sagrado mexica a los laboratorios especializados donde han sido sometidas a exhaustivos análisis.
La muestra, vigente del 25 de mayo al 18 de septiembre de 2022, da a conocer los estudios más recientes sobre la lapidaria del Templo Mayor, el oficio artesanal entre los nahuas, las rocas y los minerales empleados en estos bienes de prestigio y poder, y las cualidades y el papel que tenían los artesanos tolteca (maestros lapidarios).
Otros aspectos tratados son las técnicas e instrumentos de trabajo, los talleres y evidencias de producción, además de las distintas tradiciones y escuelas artesanales en Tenochtitlan.
La información que se presenta sobre este noble oficio se obtuvo de las referencias en documentos históricos como elCódice Florentino, y de los objetos mismos, excavados con sumo cuidado por el Proyecto Templo Mayor, desde hace más de cuatro décadas, aunque otros proceden de las exploraciones del Programa de Arqueología Urbana y de la Dirección de Salvamento Arqueológicos del INAH.
Desde hace cuatro años, el investigador del MTM y curador de la muestra, Emiliano Melgar Tísoc, coordina un equipo multidisciplinario e interinstitucional que estudia una selección de 10 mil piezas de la colección lapidaria del Templo Mayor. Para ello, el INAH y las universidades Nacional Autónoma de México y de Guanajuato han facilitado sus laboratorios especializados para, con el uso de técnicas avanzadas, revelar los orígenes, composición y confección de este corpus.
Resultado de esa colaboración, en la exposición se muestra la caracterización de los materiales constitutivos, la identificación de las técnicas de manufactura, el registro de secuencias de elaboración —a través de imágenes por transformación de reflectancia—, las preferencias culturales por determinadas materias primas y la medición de proporciones faciales para clasificar máscaras y figurillas.
Entre las novedades de las que se hace partícipe al público, está el descubrimiento de la primera reliquia procedente de una región inconquistable para los mexicas: la tarasca; y de otras más provenientes de la Huasteca. Se añade la certificación de otras piezas extraídas de sitios olmecas, zapotecas, mayas y de la urbe de Teotihuacan, ocupados en los periodos Preclásico y Clásico.
Los temas se ejemplifican con una cuidadosa selección de obra, 70% inédita para el público. Se exhibe el primer objeto identificado de la cultura mezcala, hecho en travertino; la figurilla de estilo xochicalca más completa hallada en Templo Mayor, un pendiente de jadeíta con un rostro maya, una pieza de azabache en forma de mano y un diminuto cincel elaborado en el llamado “jade azul olmeca”.
Los artesanos tolteca
Tlateccáyotl: los artistas de las piedras preciosas, señala Melgar Tísoc, ahonda en lo descrito por fray Bernardino de Sahagún y sus informantes en la Historia general de las cosas de Nueva España, respecto a este arte.
El tlateccáyotl (arte lapidario) requería diferentes grupos de especialistas como los tlatecque (cortadores de piedra en general), los chalchiuhtlatecque (gematistas) y los chalchiuhtlacuiloque (el que esculpe la piedra preciosa). De la gama de materiales pétreos empleados, se consideraba particularmente el color, el cual se vinculaba con la vida ritual, la cosmovisión y su simbolismo.
La dureza, el brillo, el lugar de origen, el tipo de uso y propiedades medicinales eran otras características a considerar para que pasaran por las manos de los artesanos tolteca, artífices consumados que tenían cualidades morales e intelectuales y, a través de su quehacer y sus obras, se convertían en mensajeros de los dioses.
Entre estos maestros lapidarios, los más estimados fueron los que laboraban en los talleres palaciegos, como el ubicado en el totocalli o “casa de las aves” del palacio de Moctezuma II, donde se reunían los artesanos que producían artículos de lujo, como pintores, orfebres, oficiales de pluma y lapidarios.
Melgar Tísoc señala que las fuentes escritas refieren más de una forma para acceder a este oficio. Se consideraban agraciados los nacidos en ciertas fechas, por ejemplo, 1 mono o 1 flor, o estar bajo el signo calendárico de Xochiquétzal. Esta gracia también podía verse favorecida si los padres obsequiaban al niño las insignias que caracterizaban a las divinidades benefactoras de estas artes.
“A estos ‘dotes’ por nacimiento, hay quien también podía dedicarse al tlateccáyotl por parentesco, como se observa en la foja 70r del Códice Mendocino, que es la portada de la exposición, donde aparece la transmisión del oficio, a través de la palabra y la práctica, de padres a hijos.
“Asimismo, nacer en un barrio lapidario era un factor importante. Y existía una quinta vía: que los maestros observaran estas habilidades en sus alumnos, ya fuera en el calmécac (escuela de nobles), el telpochcalli (escuela de barrio) o el cuicacalli (casa de canto)”, finaliza el investigador.