Diego Saturno García*
El Canal del Congreso de la Unión recién cumplió 25 años dentro de los 106 de vida que suma de manera formal el Poder Legislativo emanado de la Constitución de 1917. Es cierto, ha pasado mucha agua por el río, pero al pensar en la historia de esta televisora pública y legislativa –herramienta clave para la ciudadanía y la democracia directa en estos tiempos de vértigo– podría evocarse en cierto grado y de alguna manera el cuento célebre y breve de Tito Monterroso: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”.
En un hecho histórico, el inicio formal del primer canal de televisión en nuestro país sobrevino en 1950 en el recinto legislativo de las calles de Allende y Donceles, hoy sede del Congreso de la Ciudad de México, con la transmisión del cuarto informe presidencial de Miguel Alemán Valdés.
Pero por increíble que parezca, pasaron casi 50 años, durante los cuales la televisión transmitió varios mundiales de futbol, juegos olímpicos y millones de contenidos en vivo de todo tipo, antes de que el Congreso de la Unión decretara en 1998 la creación de un canal propio.
Con el nacimiento del Canal se dio un paso clave para que los muros y los techos del Congreso federal se convirtieran de manera paulatina en un escaparate de cristal.
Trasuntó al mismo tiempo de la determinación de aminorar la opacidad de las decisiones legislativas, de avanzar en el derrumbe de los cotos de un poder privilegiado que accedía libremente al salón de sesiones, y que en ese entonces todavía estaba sujeto a la secrecía.
De esta forma germinaba un genuino medio de servicio público e interés general para la población. Marcando un antes y un después en el papel que hasta entonces se reservaba en exclusiva a cronistas y reporteros de medios comerciales, con frecuencia sesgados, motivados por diversos intereses y, naturalmente, con una disponibilidad tardía.
Sin embargo, y aun cuando quedó abierta a la ciudadanía esta ventana del poder, sólo una parte reducida de la audiencia nacional estaba en condiciones de atestiguar todo aquello que tenía lugar en San Lázaro y/o en la Casona de Xicoténcatl, debido al pago de tarifas altas a cambio del servicio de la televisión por cable.
Hace sólo ocho años –algo que otra vez suena increíble– que los debates de las Cámaras se ofrecen de manera gratuita, pueden conocerse en tiempo real, y sin mediación alguna. Esto gracias al espectro radioeléctrico, la llamada televisión abierta. Se añaden, con un costo exiguo y segmentado con el contenido de las sesiones en breves clips, las redes sociales y el internet.
Hoy, cuando el acceso a todo tipo de información, incluidos acontecimientos y decisiones de Estado, se ha tornado en un hecho prácticamente instantáneo, total y en el formato de preguntas y respuestas públicas. Datos duros de números de audiencia y hechos notorios como las manifestaciones cívicas en las calles revelan un interés creciente, que consolida una ciudadanía cada vez más politizada y participativa, lo que redunda en una democracia directa y con un foco hiperlocal.
En este sentido, a poco más de dos años de liderar Congreso TV, el Canal de Televisión del Congreso de la Ciudad de México, desde el mismo sitio donde nació la televisión mexicana, he comprobado de manera cotidiana que la televisión legislativa, con un enfoque local, está más viva que nunca y goza de salud cabal.
Basta decir aquí y por ahora que, en los dos últimos años, Congreso TV tuvo un crecimiento al pasar de 100 mil a más de 600 mil televidentes por mes y la actividad legislativa figuró entre los contenidos más vistos con más de 10.2 millones de televidentes en los últimos meses de 2022, según cifras de la calificadora HR Ratings.
Es así que se vislumbra una nueva etapa en el desarrollo de la televisión parlamentaria local, los poderes legislativos en entidades como Estado de México, Guerrero, Sonora y Puebla han levantado la mano para crear sus propios canales de televisión abierta; en tanto que Jalisco opera una señal de este tipo desde 2019.
Todo indica, sin embargo, que se requieren renovados esfuerzos para ensanchar los horizontes de la TV pública parlamentaria con estos retos: apertura de sesiones de las Juntas de Coordinación Política –como ya ocurre en Congreso TV–; anunciar oportunamente los debates previstos; simplificar el lenguaje parlamentario; indagar y relatar mejores historias para garantizar que los ciudadanos conozcan las leyes y sus derechos; así como instrumentar el etiquetado de presupuestos, al menos suficientes, para la operación cotidiana de estos medios de servicio público.
Si en estos primeros cinco lustros del Canal del Congreso de la Unión se han dado, sin duda, y como queda visto, pasos importantes y precisos en favor de las audiencias y el empoderamiento ciudadano del país, se vislumbra que en los próximos 25 veremos la construcción de cada vez más televisiones parlamentarias sólidas en cada uno de los estados. Como una parte clave de la consolidación de un sistema político y ciudadano genuinamente democrático, activo, hiperlocal, que sin duda repercutirá en la fuga del dinosaurio.
*Titular del Canal de Televisión del Congreso de la Ciudad de México, Congreso TV