Reveles, una vida dedicada a la prensa, la investigación y los derechos humanos
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Reveles, una vida dedicada a la prensa, la investigación y los derechos humanos

Tanius Karam

Celebramos en este año el 80 aniversario en la vida del periodista José Reveles (Ciudad de México, 1944). Su obra es la de un periodista heterodoxo y original que fue pionero en lo que podríamos llamar prensa de investigación y prensa derechos humanos. 

Ciertamente, la investigación periodística sobre cómo el Estado conculca las libertades individuales, le llevaría a otros asuntos: tráfico de drogas, violencia, inseguridad, militarismo; abusos y corrupción oficiales. No es casual que algunos de sus reconocimientos en el “Premio Nacional de Periodismo” hayan sido en la categoría “Reportaje” (2001) y como Trayectoria (2017). 

Hoy día la investigación periodística, se ha convertido en una rareza. En la radio ha dejado de aparecer las indagatorias periodísticas. En parte de la prensa del siglo pasado, la sección de reportajes era posible encontrar. En la televisión generalmente, la investigación es susceptible de la espectacularidad y se prescinde de elementos contextuales, diversos puntos de vista, y sobre todo temáticas y asuntos de interés público que ayuden a madurar la opinión pública. 

Una parte de la investigación se realiza ahora con documentales y en algunos casos tenemos que esperar su aparición en empresas de Streaming para conocer el contenido. 

Reconocemos en Reveles no sólo al periodista íntegro, también a quien ha reivindicado con su labor y obra, el valor cívico y democratizante del reportaje y la investigación periodística, sobre todo cuando esta labor se destina a temas, justamente los más incómodos para el régimen. 

Sin duda, como pocas trayectorias en la historia de la prensa mexicana moderna, Reveles hace recordar una de las máximas más acuciosas de la prensa (atribuida al escritor y periodista inglés George Orwell, aun cuando al parecer su verdadero autor fue Eric Arthur Blair, 1903-1950): Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás es relaciones públicas. 

Reveles se inició como reportero en el “Centro Nacional de Comunicación Social” (CENCOS), cuando esta institución, de orientación católica progresista, era conducida por el gran Pepe Álvarez Icaza. En la famosa escuela de periodismo Carlos Septién García conoció a Alejandro Avilés y tuvo contacto con Miguel Ángel Granados Chapa, Vicente Leñero, Dolores Cordero, Javier Peñaloza y Francisco José Paoli Bolio. Reveles se graduó de la Septién en 1967, cuando ya tenía experiencia como reportero. 

Entre los hitos que lo marcaron, está el haber reporteado los hechos del movimiento estudiantil de 1968, lo que marcaría una sensibilidad particular respecto al papel social del periodista a favor de los grupos sociales más vulnerables. 

Este importante hecho en la historia política moderna mexicana le permitió establecer una distancia con el poder, por ello fue de los primeros en comprometerse con la búsqueda de desaparecidos políticos, como Jesús, el hijo de la activista Rosario Ibarra de Piedra. 

Reveles fue reportero en la connotada revista Proceso, a donde llegó a ser jefe de información. Antes, había sido parte del grupo de periodistas expulsados en 1976 con Scherer. Sus textos han sido publicados a través del tiempo -además del semanario donde trabajó ocho años-, en La Prensa, Novedades, El Financiero, W Radio, Contralínea, Capital México, Revista Mexicana de la Comunicación, Variopinto, y para fortuna en este medio, Zócalo

Reveles no sólo trabajó para distintos medios sino que fue creador de revistas especializadas, espacios pioneros que hicieron una contribución notable a la historia de la prensa de derechos humanos en el país. En abril 1991 encabezó a un grupo de periodistas que fundaron la revista Filo Rojo, un intento por crear periodismo de investigación especializado en materia de derechos humanos. 

Luego dirigió Filo Rojo donde se documentó, “el filo, la delicada línea que separaba lo legal de lo ilícito y abusivo, lo político de lo policiaco”. El concepto “Filo Rojo” no se encontraba ceñido solo a asuntos de comisaría (como solía hacerlo la “nota roja”), sino a asuntos de interés social: salud, educación, salario, alimentación, vivienda. 

El objetivo del medio era generar un periodismo especializado, que permitiera con lupa analizar los asuntos con una perspectiva de derechos humanos. En su primer número la revista publicó una relación de periodistas muertos con violencia entre 1971 y 1991. Su periodicidad fue quincenal, y su tiraje fue de 2,000 ejemplares. 

En el año de fundación, en entrevista al director de la Revista Mexicana de Comunicación, Omar Raúl Martínez, Reveles detalla: “También tocamos asuntos policiacos, de narcotráfico, de tortura, aunque dando un enfoque sobre la defensa del derecho fundamental del hombre”. 

“Tratamos, sin que eso parezca presuntuoso, de dignificar la nota roja. Esta tiene un valor muy importante, incluso en algunos países se le ha dado la categoría de literatura, pero en México se aborda de manera bastante morbosa”, comentó. 

Muchos de sus reportajes se han convertido en libro. El sólo título de los mismos nos dan idea general de temáticas abordadas por él: Una cárcel mexicana en Buenos Aires (1980), La Quina, el lado oscuro del poder (1989), Las manos sucias del PAN (2006), Las historias más negras de narco, impunidad y corrupción (2009), Levantones, narco-fosas y falsos positivos (2010), El Cártel incómodo (2010), El Affaire Cassez (2013) El Chapo entrega y traición (2014), Échale la culpa a la heroína. De Iguala a Chicago (2017) que explora otras líneas de investigación omitidas por la “verdad histórica”, acerca de la desaparición de los 43 normalistas. 

A Reveles hay que señalarlo como un hito en la historia de la prensa de derechos humanos, por ello conviene tener un contexto que permita aquilatar la contribución de este periodista oriundo de la capital del país. 

En México, el tema de los derechos humanos fue marginal durante muchos años. El país llegó tarde a ese debate, y en los medios de comunicación, se tardaron en reconocer su importancia, tímidamente comenzaron a publicar al respecto avanzada la década de los noventa del siglo pasado. A nivel gubernamental , siempre se argumentó que las violaciones a los derechos humanos eran algo aislado y no había u n patrón recurrente. En aquellas décadas (desde los cuarenta hasta los setenta) los gobernantes insistían que todo lo vinculado a derechos humanos eran ideas exóticas, ajenas, y no faltó quien dijera que era un instrumento del intervencionismo yanqui. 

Los fuertes movimientos de electricistas y el magisterio fueron reprimidos por el gobierno amparándose en un artículo del Código Penal que sancionaba la protesta o agitación social. 

A partir de 1968, las masas populares comenzaron a cuestionar la legitimidad del régimen y sobrevino la represión oficial del 2 de octubre. Durante el periodo de Echeverría la capacidad represora del Estado se intensificó, fortaleció el aparato contrainsurgente, y con el mismo, desarticuló al movimiento de masas que se comenzaba a aglutinar en torno del Frente Nacional de Acción Popular (FNAP). 

Toda represión fue justificada bajo el discurso de “seguridad nacional”. Durante esta primera parte de los setenta la represión política distó de ser algo fortuito y aislado. De 1970-1976 habían desaparecido más de 360 ciudadanos. 

En agosto de 1977 surgió formalmente la primera organización defensora de derechos humanos en el país, el Comité Pro Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Políticos ¡Eureka!, compuesto por familiares de las víctimas que luchaba por la liberación de los presos políticos y los desaparecidos, encabezados por la connotada líder Rosario Ibarra de Piedra. 

A partir de entonces y con lentitud exasperante, el tema de los derechos humanos dejó de ser un asunto de juristas y filósofos para convertiste en un tema presente en las ciudades del país. Los derechos humanos comenzaron a ser un concepto y un campo de lucha cuyo control había que disputarle al gobierno. 

La información publicada de las violaciones a los derechos humanos o abusos a la autoridad era muy escasa y en el mejor de los casos circulaba en espacios marginales, desacreditando a la “nota roja”, género donde se describían relatos exagerados o morbosos. 

Sólo una parte de la prensa comercial, llegó a publicar denuncias y violaciones a los derechos humanos, como en Excélsior, en la época de Julio Scherer, y años después en los diarios unomásuno o La Jornada

Los derechos humanos siempre han estado presentes en la obra de Reveles. Cualquier historia sobre la prensa de derechos humanos estaría incompleta sin citarlo, razón de más, entre otras para festejarlo en este texto, como signo de un periodismo comprometido y ético (en lo profesional y en lo personal), lo que es más extraño en el siglo XXI. Un trabajo orientado hacia la justicia social y el bien común, donde éstos sean los garantes de la calidad democrática. 

Ahora, en el contexto social impera la desazón, la desconfianza en la razón, las fake news, la entronización de los poderes fácticos y el descrédito casi absoluto de la actividad política. Reveles enarbola a la prensa como vehículo democratizante y constructor de ciudadanía bajo los valores a los cuales nunca ha renunciado:independencia, justicia, compromiso social y humanismo integral.. 

*Catedrático investigador de la UACM y analista @taniuskaram

19 de marzo de 2024