Periodistas y asesinos en serie
Cine, Colaboradores, Principales

Periodistas y asesinos en serie

Rafael Aviña

Lado A. La visión tabloide 

El concepto de prensa amarillista apareció por vez primera a partir de las feroces disputas entre el diario New York World de Joseph Pulitzer y el New York Journal de William Randolph Hearst entre 1895 y 1898. Sus titulares alarmistas y escandalosos a ocho columnas con temáticas morbosas que consignaban adulterios, homicidios, tragedias y más, así como el impacto de la caricatura The Yellow Kid/El chico amarillo en ambos periódicos, dio pie a aquella expresión. 

Por supuesto, esa tradición encontró un caldo de cultivo en una sociedad alimentada por el miedo y el morbo creada por la cultura de la nota roja y el periodismo tabloide que tuvo en nuestro país a su mayor representante con la revista ¡Alarma!, creada por el periodista Carlos Samoaya Lizárraga hacia 1963 y que resaltaba en color amarillo sus encabezados… 

Por su parte, el término serial killer o “asesino en serie” fue moldeado en la década de los setenta por un agente del FBI llamado Robert Ressler para describir a una persona cuya conducta criminal era repetitiva. Es decir, como si se tratáse de un serial televisivo: los hechos, personajes y situaciones resultaban variaciones de un mismo tema que llevaban al homicida a repetir (e incluso a perfeccionar) un método con extremo sadismo y perversión. 

La tipificación de un nuevo tipo de asesino que empezaba a proliferar de manera vertiginosa y que asesinaba una y otra vez de manera simultánea. El siglo veinte con todos sus avances tecnológicos trajo como consecuencia la masificación del crimen. Sin embargo, hubo que esperar varias décadas para que el asesinato se convirtiera en objeto de culto: el asesino como estrella de los medios y el asesinato considerado como una de las bellas artes, un insólito deporte, o un nuevo rito religioso. 

De igual modo, el cine estadounidense mitificó la figura del criminal sicópata que de a poco ha ido sustituyendo a los añejos “monstruos” de la pantalla. Sin embargo y pese a ejemplos notables de obras cinematográficas que parecen extraer lo mejor del thriller, el horror, el porno, el suspenso policiaco y el drama sicológico, el subgénero de criminales sociópatas sólo es tomado en serio cuando se estrena El silencio de los inocentes (Jonathan Demme, 1991) inspirada en la novela homónima de Thomas Harris que trastocó a sus homicidas seriales en una presencia constante del cine de los noventa a la fecha y que hoy en día es el tópico principal de las series dramáticas de las grandes plataformas de streaming y los ejemplos abundan tanto en la pantalla grande como en las actuales series de Netflix o Prime; ya sea como temática, personajes u objeto de estudio según lo demuestran filmes como: Mamá es una asesina, Henry, retrato de un asesino en serie, Asesinos por naturaleza, Kalifornia, Copycat, Bilbao, No tengo sueño, Juegos divertidos, El silencio de Hielo o los episodios dedicados a celebridades del horror como: los hermanos Menéndez, Jeffrey Dahmer, Ted Bundy, Henry Lee Lucas o Ed Kemper y más… 

Hacia 1986, Michel Mann, entonces realizador de exitoso programas de televisión como Miami Vice o Historia del crimen llevó a la pantalla otra novela del citado Thomas Harris: Dragón Rojo (1981), bajo el título de Sabueso/ Cacería humana/ Manhunter. En ella, aparecía un fascinante personaje llamado Aníbal Lecter, interpretado por el actor escocés Brian Cox futura estrella de la exitosa serie contemporánea: Succession (2018- 2023). 

Lecter, siquiatra forense y homicida caníbal, orientaba desde su celda al detective retirado del FBI, William Graham, a aclarar las pistas alrededor de un brutal asesino de familias que practicaba extraños rituales de una sexualidad enfermiza rompiendo espejos en noches de luna llena. El director y adaptador Michael Mann, el cinefotógrafo Dante Spinotti y los actores William Petersen y Tom Noonan, en los papeles respectivos de Graham y Francis Dolarhyde o “El hada de los dientes”; debido a la inequívoca impresión dental que el homicida sicópata deja en las escenas de los crímenes, realizaron un trabajo espléndido, sin embargo, nadie reparó en esa pequeña joya hasta que apareció El silencio de los inocentes de Jonathan Demme, con un soberbio Anthony Hopkins en el papel de Lecter y Jodie Foster como la agente novata Clarice Sterling. 

En Sabueso de Mann, aparece el personaje de Freddy Lounds (Stephen Lang), cínico reportero de un diario sensacionalista que humilla y hace enfurecer a Dolarhyde a través de sus reportajes cargados de ironía y estulticia por lo que termina atado en una silla de oficina y ardiendo como pira humana a partir del “castigo” que el asesino en serie le impone… Otro reportero “amarillista” conductor de un programa “tabloide” televisivo, W a y n e Gale, encarnado de manera excepcional por Robert Downey Jr., con su peculiar estilo, encumbra y glorifica la carrera criminal y sanguinolenta de Mickey y Mallory Knox (Woody Harrelson y Juliette Lewis), pareja de serial killers en Asesinos por naturaleza/ Natural Born Killers (1994) de Oliver Stone, a partir de un argumento de Quentin Tarantino que terminó renegando luego del resultado final. 

Sea lo que fuere, la película describe esa emoción por el peligro que derrama adrenalina y otras secreciones, la violencia como un orgasmo, la sensación de velocidad y la carretera como paisaje mítico. Un filme extremo, barroco, provocador en el límite de la sátira y la parodia brutal, a partir del itinerario de una pareja furiosamente romántica que deja atrás un reguero de cadáveres mientras se trastocan por ello en celebridades de los medios. 

La historia de Mickey y Mallory se divide en tres momentos: el relato de sus crímenes a lo largo de las carreteras de Arizona mientras se convierten en ídolos de la prensa, radio y televisión, su reclusión en una prisión de Chicago que finaliza en una grotesca y violenta huida, luego de ser exhibidos como freaks de la nueva cultura criminal por Wayne Gail, el conductor de un reality show titulado American Maniacs y por último, ese estado emocional entre la realidad y el sueño en el que transitan sus mentes y que ocupa todo éste delirante ego-trip de Stone que finaliza con un collage de imágenes sobre el impacto del crimen en los medios de comunicación amarillistas, prácticamente como se percibe hoy en día… 

Lado B. La investigación sensata

Luego del fallido intento de llevar a la pantalla La Dalia Negra (2006), que terminaría dirigiendo Brian De Palma, el realizador David Fincher se sumergió en otro mítico caso criminal jamás resuelto, que sigue manteniendo en vilo a los Estados Unidos y que consiguió causar una aterradora sensación de histeria colectiva entre 1968 y 1978, década en la que un misterioso asesino de varias parejas jóvenes que se hizo llamar Zodiaco, cometió una serie de homicidios en condados cercanos y en la propia ciudad de San Francisco, California, al tiempo que realizó llamadas, envió cartas y mensajes cifrados.

Fincher, construye un ambiente tenso y paranoide, en un filme cerebral y en ocasiones muy violento, como el ataque a la pareja del lago -en la que el asesino utilizó un cuchillo de caza-, repleto de inteligentes referencias a la época, como las citas a películas como Bullit (Peter Yates, 1968) –el protagonista Steve McQueen, llevaba la pistolera al hombro al estilo del verdadero detective Dave Toschi- y en particular a Harry, el sucio (Don Siegel, 1971), en la que el detective Harry Callahan encarnado por Clint Eastwood, enfrentaba a un sádico serial killer llamado Scorpio, inspirado en un caso que seguía vigente en ese momento y en cuyo estreno en una sala de cine, coinciden Toschi (Mark Ruffalo) y el dibujante de prensa metido a investigador, Robert Graysmith ( Jake Gyllenhaal) como lo muestra Zodiaco (2007). 

A diferencia de los universos de pesadilla y las siniestras e impactantes imágenes de Seven, siete pecados capitales (1995) del propio Fincher, sobre la caza a un inteligente asesino en serie, el guión de James Vanderbilt (En la oscuridad de la noche, 2003) para Zodiaco, se centra en el rompecabezas emocional de un caso que terminó con profesiones y matrimonios y enlutó familias, pero sobre todo, en las contradicciones, pistas falsas, pesquisas y errores de un pequeño grupo que se obsesionó de tiempo completo con la enigmática y repulsiva personalidad del asesino, a partir de un ritmo que jamás decae, pese a sus 158 minutos de duración.

Así, Zodiaco centra su atención en el periodista alcohólico Paul Avery (otra vez Robert Downey Jr.), el detective Dave Toschi y principalmente, en el caricaturista del San Francisco Chronicle, Robert Graysmith, que se involucró al grado de convertirse en investigador-periodista y aportar intrigantes pruebas y hechos que la policía no relacionó y que le llevó a escribir los libros: Zodiac y Zodiac Unmasked, en los que se inspira la película de Fincher, sobre un huidizo asesino, cuyo principal sospechoso, Arthur Leigh Alleen, un pedófilo que llevaba un reloj con el signo y el nombre de Zodiaco y cuya relación con los crímenes eran evidentes, logró eludir las modernas pruebas de ADN practicadas en este nuevo siglo. 

Más allá de su notable construcción narrativa cinematográfica alejada del morbo y el amarillismo, Zodiaco de David Fincher propone la figura del periodista/ reportero/caricaturista de un diario de gran circulación nacional en aquel momento, como él y/ o los hombres atormentados y obsesionados por las brutales masacres de un homicida psicópata al tiempo que entienden la responsabilidad moral de su profesión por encima de todo, incluyendo su salud y sus familias. 

Avery (1934-2000), el personaje que encarna con gran habilidad Downey Jr., enfrentó los fantasmas de los asesinatos y su propia y viciada relación con la policía, lo que le llevó a terminar viviendo en una embarcación y consumiendo drogas y alcohol para paliar su frustración y sus despidos. Por su parte, Graysmith nacido en 1942 interpretado por el siempre eficaz Gyllenhaal, pasó de caricaturista a investigador a partir de sus constantes idas a la biblioteca para consultar libros de claves y simbologías y rastreando en las notas de los homicidios y misivas de “Zodiaco” que empezó a coleccionar, hasta percatarse que existía ahí una información detallada y que la policía había dejado escapar testimonios y pequeñas pistas. 

Graysmith al igual que el detective Toschi (1931-2018), estaban convencidos de que Arthur Leigh Alleen era el asesino o al menos uno de los homicidas en el caso que hubiera existido “otro Zodiaco” imitando los asesinatos, como lo muestra la inquietante escena final en la que Graysmith a fínales de los ochenta, se presenta en el negocio donde labora Leigh, simplemente para convencerse de que era éste el verdadero homicida…

Crítico y cronista de cine, video y criminalidad. Ha sido investigador de la Cineteca Nacional, Filmoteca de la UNAM y dirigió el Cineclub del INBA

22 de noviembre de 2024