Mikis Theodorakis en Managua; mis recuerdos
Libertad de Prensa

Mikis Theodorakis en Managua; mis recuerdos

Andrea Fernández

En un momento de gran esplendor de la Revolución Popular Sandinista se avivaba día con día el internacionalismo, la solidaridad del mundo, en diversos planos: salud, educación, el campo y la cultura. Así, dos noches de agosto de 1981, provenientes de La Habana llegaron a Nicaragua los integrantes del coro, los solistas y más de veinte músicos dirigidos por el legendario músico y compositor Mikis Theodorakis para presentar dos conciertos del Canto General del poeta chileno Pablo Neruda.

“Este largo poemario fue escrito en la persecución, cantando bajo las alas clandestinas de mi patria”, dice el poeta hacia 1949.

         Musicalizarlo con coros, solistas y orquesta fue una obra mayor del también autor de varias canciones de protesta prohibidas durante años, otro perseguido, pero sobre todo muy conocido por haber rescatado la danza y la música de un personaje popular de su país Grecia, llamado entre el pueblo “Zorba”, “Zorba el griego”.

         Theodorakis es autor de la música de dos imperdibles películas: Zeta (1969) y Estado de Sitio (1972), ambas marcadas por el horror de los gobiernos de derecha en Grecia y de los tiempos de las dictaduras del cono sur en América Latina.

         En aquellas dos noches en Managua, el teatro Rubén Darío  se enalteció con esta obra coral y con el gran ensamble de voces cubanas, en su mayoría, bien educadas y precisas y con la potente expresión del canto de María Farantoúri, otra artista de renombre internacional, de origen griego y de voz privilegiada, alta y sonora como lo exigía la partitura. 

         Cientos de talentos motivados por el profundo poemario de Pablo Neruda, alzaron su voz para cumplir la promesa que le hiciera el músico al gran poeta: musicalizar este complejo e histórico canto de raíz latinoamericana. Canto que retoma nuestra historia de opresión y dictadura pero también de rebeldía y lucha.

Este contraste dialéctico entre revolución y militarismo lo plasma Neruda en  su poema y Theodorakis lo convierte, con la selección de fragmentos fundamentales como “Amor América”, “Los Libertadores”, la “United Fruit” y “América Insurrecta”, en música rebelde y en canto profundo que nos va contando con fuerza los trazos de nuestra memoria herida, de nuestra espléndida y rica naturaleza que marca contundente nuestros entornos y la capacidad de seres hermanos, en la creación musical colectiva y en la solidaridad entre pueblos.

         En la parte inicial del concierto, con flautas de carrizo al fondo surge en la oscurana la voz peculiar, gangosa y chilena de Neruda con una selección de “Amor América” (1400), al principio del poemario en “La lámpara en la tierra”. Cuando concluye entran violentas las percusiones, las guitarras, los pianos y las decenas de voces del coro, sólo sobre pasadas por la potencia vocal de María, sencilla y crecida en el escenario, ahora luminoso.

         Theodorakis, con melena larga, china y grisácea se mueve con pasión y certeza indicando a todos la importancia de la obra: flautas, timbales, triángulos, sonajas y el tambor combativo marcando ritmos y cadencias ofrecen la creación moderna, sonora, americana y universal. Brazos y manos largas dirigendo la batuta y meciendo el enorme cuerpo, que sobre la tarima parece más grande.

El fin llega a ser apoteósico con “América Insurrecta” donde hay una presencia auditiva impresionante voces, flautas y fuertes percusiones que llevan al auditorio a un muy emotivo crescendo y rotundo finale en la cúspide.

         Días después de los apasionados conciertos entrevistamos al gran maestro con traductora de por medio. Muy alto y fuerte, con tantos proyectos y sueños, viajes y giras, pensé entonces, que viviría 100 años (vivió 96). Mikis me comentó de sus años en prisión y de la continua persecución y censura a sus canciones. Y precisaba el gusto de estar en los primeros tiempos del sandinismo llevando su obra -aún poco conocida-, grabada apenas un año antes en Berlín, donde registraba nuestros soles y nuestras largas noches de violencia y tortura, la  historia del mundo y de  nuestra América.  

         Escuchamos a ese artista en la plenitud de la creación, emocionado por acercarse a ese nuevo amanecer que se levantaba en Nicaragua, con el empuje revolucionario de esos jóvenes guerrilleros y soñadores, y de poetas combativos que se asombraban y aplaudían ante la pieza de arte supremo dirigido por Mikis Theodorakis, el grande, que hoy se marcha y enlutece nuestros recuerdos y a la música del mundo, ahora que ese ser se apaga. 

6 de septiembre de 2021