Gabriel Sosa Plata*
La buena noticia pasó casi de puntitas.
El 2 de diciembre, el Congreso de la Ciudad de México aprobó -por unanimidad- la creación del Día de las Audiencias, que se celebrará cada 17 de julio.
Es una decisión de gran calado, pero que recibió muy poca atención mediática.
Ironías de la vida: un día dedicado a quienes sostienen a los medios… sin cobertura suficiente de los propios medios.
¿Por qué ese desdén? ¿no son las audiencias el centro de nuestro trabajo? ¿no repetimos, una y otra vez, que “nos debemos a ellas”? ¿no llenamos programas, discursos y foros con la consigna de que sin audiencias no somos nada?
Los medios lo ignoraron, pero no nuestras y nuestros representantes en la capital y ahora ¡las audiencias tienen su día!
La iniciativa fue presentada por la diputada Valentina Batres, pero nació de una propuesta colectiva. Surgió del trabajo de Mercedes Olivares Tresgallo, exdefensora de audiencias de la radio y la televisión de la Universidad Autónoma de Querétaro y hoy comisionada de la Comisión Reguladora de Telecomunicaciones (CRT); y también de quien esto escribe, en mi carácter de defensor de las audiencias de Radio UdeG y Canal 44, y entonces, además, del Sistema Mexiquense de Medios Públicos. Una iniciativa construida desde la trinchera de las defensorías de las audiencias.

Y fue aprobada por todos los partidos políticos. Sin excepciones. Unanimidad total. Algo poco común en estos tiempos de enormes tensiones políticas.
El dictamen que se presentó no tiene desperdicio. Parte de una premisa que pocas veces se asume con tal contundencia: los derechos de las audiencias son derechos humanos. No un accesorio, no un añadido, no un gesto de buena voluntad, sino parte del núcleo duro del derecho a la información.
El documento también subraya que declarar un día para las audiencias es, en sí mismo, un acto de justicia comunicativa, una forma de equilibrar las enormes asimetrías de poder entre quienes controlan los medios y quienes reciben los contenidos.
El dictamen añade que una efeméride de este tipo contribuye a fortalecer la memoria democrática, porque coloca a las audiencias en el papel que les corresponde: el de protagonistas activos, no simples espectadores. La ciudadanía se vuelve visible, toma voz, se reconoce en el mapa de la comunicación pública y reclama el lugar que siempre debió tener.
Otro acierto del documento es vincular la declaratoria con la Agenda 2030, específicamente con el Objetivos de Desarrollo Sostenible, en la meta 4.7, que impulsa la alfabetización mediática, los derechos humanos y la participación ciudadana. Esto no solo actualiza la discusión, también sitúa a la Ciudad de México en una conversación global sobre el papel de las audiencias en sociedades cada vez más mediadas por plataformas digitales.
Además, el dictamen sostiene que esta fecha ayuda a reforzar los principios de transparencia, parlamento abierto y cultura cívica, adoptados por la capital como guía de su vida pública. Así que reconocer a las audiencias implica también reconocer la obligación de los poderes públicos de rendir cuentas y de construir relaciones más horizontales con la ciudadanía.
Y quizá uno de los argumentos más oportunos se basa en que vivimos en un ecosistema saturado de información, marcado por la desinformación, la polarización, los discursos tóxicos y ahora los contenidos generados por inteligencia artificial, por lo que promover la educación mediática es urgente.
¿Y por qué el 17 de julio?
Porque ese día entró en vigor la nueva Ley en Materia de Telecomunicaciones y Radiodifusión, que finalmente recuperó los derechos de las audiencias, derechos que la industria y un Congreso federal dócil desmantelaron en la contrarreforma de 2017. La fecha, pues, no fue casual, tiene un enorme simbolismo democrático.
Los transitorios del decreto establecen una obligación para los poderes públicos, alcaldías, organismos autónomos y medios públicos de la Ciudad de México de realizar actividades conmemorativas, pedagógicas y participativas que promuevan los derechos de las audiencias y la alfabetización mediática e informacional. Muy bien ¿no le parece?
Es decir: el 17 de julio será un día activo, vivo, educativo. Un día para explicar, discutir, cuestionar y aprender. Un día para poner sobre la mesa temas torales en tiempos de algoritmos opacos, desinformación, discursos de odio y contenidos generados por inteligencia artificial sin control.
Las audiencias, en síntesis, tendrán un día para recordar lo que siempre debió ser evidente: tienen derechos, deben ejercerlos y los medios deben respetarlos.
Ojalá esta iniciativa se replique a nivel nacional. México lo necesita. Las audiencias lo merecen. Y hoy, la Ciudad de México se coloca como punta de lanza en el país y, por lo visto, incluso en el mundo.
Un día para las audiencias. Ya era hora.
Netflix y Paramount: ¿y si mejor se reparten a WBD?
El analista Martin Peers, en su newsletter The Briefing, lanzó una idea que suena polémica, pero también a sentido común: ¿y si Netflix y Paramount se reparten Warner Bros. Discovery?
Su planteamiento podría atemperar los cuestionamientos en torno del fenómeno de concentración de plataformas y producción.
Netflix, dice el analista, no necesita HBO Max: ya domina el streaming con más de 300 millones de suscriptores a finales de 2024, muy por encima de los 128 millones de WBD. Lo que realmente le serviría es el estudio Warner, un catálogo cinematográfico robusto que le daría un nivel de prestigio y variedad.
Paramount, en cambio, sí necesita músculo en streaming. Paramount+ tiene apenas 79 millones de suscriptores. Si sumara HBO Max -y descontando la superposición entre ambos servicios- podría llegar a 200 millones, según el propio CEO David Ellison. Eso la pondría hombro con hombro con Disney.
Además, incorporar los canales de cable de WBD le permitiría reducir costos, fusionar operaciones y mejorar programación. Y de paso, complacería (aunque no debería importar) al presidente Donald Trump, interesado en que CNN cambie de manos.
La ventaja adicional del reparto sería financiera: cada empresa asumiría menos deuda, porque la porción de WBD que recibirían sería menor que si una sola absorbiera todo. Un acuerdo así beneficiaría a todos: menos riesgos, más coherencia estratégica y un panorama competitivo más equilibrado.
Nuevo freno a “suscripciones fantasmas”: regulación de cobros automáticos
Otro tema destacado para las audiencias en los últimos díasfue la publicación en el Diario Oficial de la Federación de las nuevas medidas para regular los cobros automáticos de plataformas de streaming y otros servicios digitales.
En términos concretos, las empresas que ofrecen suscripciones deberán notificar con al menos cinco días naturales de anticipación antes de renovar automáticamente una suscripción y, sobre todo, permitir la cancelación inmediata y sencilla del servicio.
No se trata de una decisión regulatoria intrascendente. Muchos estamos hartos de “suscripciones fantasma”, renovaciones que se activan sin aviso claro y procesos de cancelación confusos o laberínticos. Esto terminará. La regulación, además, llega justo cuando los servicios de streaming siguen creciendo y buscan retener clientes. Desde la perspectiva de los derechos, es importante la reforma porque significa más transparencia, mayor control y menos sorpresas en el recibo. Las audiencias ganan claridad sobre qué, cómo y por qué se les cobra.





