Natalia Flores Delgadillo
¿Qué necesita México para ser potencia?
Probablemente muchos de las y los mexicanos se han hecho esta pregunta por lo menos una vez en su vida. Con ciertos referentes de países “primermundistas”, gran parte de la población ha cuestionado en algún momento de su vida los planes de gobierno para llegar a este objetivo. ¿Qué falta para que nuestra nación sea competitiva, vanguardista, con políticas públicas de primer mundo? Que signifique un país seguro para invertir y seguro para vivir.
Para que México se convierta en una potencia, sin duda se requiere de un análisis y quehacer gubernamental multidimensional. Se necesita de la intervención permanente a corto y largo plazo de aquellos quienes dirigen la administración pública y por supuesto, la comunidad que está dispuesta a involucrarse.
No obstante, dentro del campo de la Comunicación Política, encontramos una fascinante área de conocimiento que sirve como una aliada singular para crear lazos de hermandad y proyectar todo lo mejor de nuestro país en el extranjero: la Diplomacia Pública.
En el marco de la política exterior, la Diplomacia Pública ha recorrido un largo andamiaje histórico para servir como un instrumento de política exterior que acerca puentes y gana amistades de cooperación, partiendo desde la visión de poder “blando” del Joseph Nye, quien lo atribuía a la capacidad de persuasión de un Estado a otros países, sin hacer uso de la fuerza.
Bajo esa lógica, el autor y académico Paul Sharp, también ha señalado a la Diplomacia Pública como aquel proceso mediante el cual se extienden los valores de quienes se representan. Por ejemplo, el gobierno emplea recursos educativos y culturales para generar entendimiento con otros países y proyectar referentes emblemáticos.
En ese orden de ideas, es importante revisar el capital simbólico que México exporta hacia el extranjero, mediante su cultura, las políticas de su gobierno y quien lo encabeza, así como usos y costumbres de su población. Una herramienta crucial para lograr la comprensión de los estímulos que transmite nuestro país en el entorno internacional, son los medios de comunicación internacionales, pues tienen la capacidad de multiplicar narrativas que transmiten la cosmovisión del país de origen.
Al efectuar una revisión aleatoria de medios oficiales en el extranjero, la mayoría de sus hallazgos se traducen en violencia. La agenda mediática que México pareciera exportar es la de una voragine de delincuencia, así como episodios latentes de corrupción.
Sin importar la tendencia ideológica, diarios como El País, El Clarín, Le Figaro, The Times, La Gaceta, El Comercio o canales de televisión como Fox News, proyectan la convivencia de la vida cotidiana de la población mexicana con la criminalidad desatada por los carteles del narcotráfico. Se trata de una rutina donde los protagonistas, se arman de justicia para defender su vida y la de los suyos.
También es recurrente leer encabezados por declaraciones del Primer Mandatario en contra de actos de corrupción, principalmente de la administración federal pasada, mientras va perfilando a ciertas figuras públicas hacia la carrera presidencial, o bien, es común leer la crisis sanitaria que los medios de comunicación revelan a partir de una gestión cuestionada por la opinión pública internacional.
Este tipo de percepciones pueden ser minimizadas con el apoyo de estrategias de advocacy o promoción, que sirven para posicionar temas de interés social en la agenda internacional. The Creative Future Company es un ejemplo claro de la correcta metodología para implementar con asertividad, estrategias de marca país, a través de un trabajo de Diplomacia Cultural, del cual proponen consideraciones elementales para la elaboración de campañas de marca país.
De acuerdo con Gustavo Koniszczer, director de la marca Creative Future en Hispanoamérica, se deben establecer dos grandes campos estratégicos para la construcción de una marca país: el de la proyección y el de la acción. En el primer rubro, es importante realizar un diagnóstico cultural, económico, político y social de la localidad, para transitar hacia el momento creativo de desarrollo del que surja la idea, con miras a generar productos de alto impacto para su difusión.
Mientras la proyección contempla un sentido de planeación y visualización del concepto que inspira y motiva la campaña, en la acción se establece el registro oficial de la marca, su socialización, así como el lanzamiento interno y externo para captar sus ideas y concluir con un autodiagnóstico que permita hacer los ajustes necesarios de forma oportuna.
A través de su cinematografía, gastronomía, centros culturales o expresiones artísticas, México puede replantear su comunicación política internacional, que abra paso a más y mejores fuentes de financiación, por encima de cualquier estereotipo negativo que se difunda de manera genuina.
Como cualquier marca, la marca país buscará posicionarse en la mente de los turistas, inversionistas y/o habitantes. Para ello, las Secretarías de Relaciones Exteriores, de Comunicaciones y Transportes y de Turismo, como aquellas entidades con la facultad de ejercer esta competencia, podrían sumar sinergias en la proyección cultural global.
Lo que exporta México en los medios de comunicación internacional nos arroja cada vez más la necesidad de explorar en las estrategias de Diplomacia Pública Cultural, que le permita construir realmente una ventaja competitiva en su región, con base en una visión innovadora, valores asertivos y con mayores posiblidades de atraer inversión, vinculados a mejorar la imagen exterior de nuestro país.
Si nos hacemos nuevamente la pregunta ¿qué necesita México para ser potencia?, en esta segunda respuesta se podría sugerir como pensamiento fundamental, el empezar a creer que sí somos esa súper potencia. Con la estrategia correcta, aplicando los principios de imagen de forma óptima e incorporando la cultura para apoyar la diplomacia política y económica de un país, podría ser un buen inicio para resolverla.