El 6 de agosto de 1945, a las 8:15 horas, el bombardero B-29 Enola Gay lanzó la primera bomba atómica, bautizada como Little Boy, sobre Hiroshima. Tres días después, el 9 de agosto de 1945 a las 11:02 horas, el bombardero Bockscar repitió el ataque en Nagasaki con la bomba Fat Man.
Ambas armas utilizaban material radiactivo altamente fisionable: uranio 235 y plutonio 239. Al detonar, desencadenaron una reacción en cadena conocida como fisión nuclear, en la que los núcleos atómicos se fragmentaron, liberando inmensas cantidades de energía.
Las bombas generaron bolas de fuego que alcanzaron temperaturas de hasta 4,000 °C en un radio de 2 kilómetros, calcinando todo a su paso. La onda expansiva, que viajó a cientos de metros por segundo, destruyó infraestructuras y arrasó con viviendas, escuelas y hospitales.
Según estimaciones conservadoras, las bombas mataron a más de 110 mil personas en diciembre de 1945. Sin embargo, otras investigaciones sitúan la cifra en más de 210 mil, considerando tanto las muertes inmediatas como las causadas por la exposición a la radiación en los meses posteriores.
Además de la destrucción inicial, la radiación ionizante emitida afectó a miles de personas, causando enfermedades como cáncer y leucemia en los sobrevivientes.
En palabras de Yasuaki Yamashita, sobreviviente del bombardeo atómico, recuerda que el paisaje era “un infierno”, un entorno lleno de destrucción total y un cielo completamente negro. Yamashita tenía apenas seis años cuando la bomba atómica devastó su ciudad natal, Nagasaki. A lo largo de su vida, ha transformado su experiencia en un poderoso mensaje contra las armas nucleares, convirtiéndose en activista y llevando su testimonio a todo el mundo, el cuál busca concientizar a nuevas generaciones sobre los horrores de la guerra y la necesidad de un desarme nuclear global.
En 1968, Yamashita se mudó a México buscando alejarse de los recuerdos traumáticos de Nagasaki. Aquí inició una nueva vida, pero los estragos de la radiación en su cuerpo continuaron apareciendo, incluyendo episodios de vómitos y pérdida de sangre.
Ahora, Yasuaki decidió compartir su historia como forma de sanar y generar conciencia. En octubre de 2024, el activista junto al antropólogo Sergio Hernández Galindo ofrecieron una plática en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP) sobre este tema. En ella Yamashita comentó: “Los demás sobrevivientes no queremos que nadie sufra lo que nos pasó. Hoy, 80 años después, todavía hay secuelas físicas y mentales”.
Sarah Reyes