Mario A. Medina
La nota principal de La Jornada del pasado jueves destacaba que se “destinan 7 mdp a la semana para atacar en redes a AMLO”. El texto está redactado a partir de un Twitter de Morena en la Ciudad de México. De igual manera, se sustancia con más información de Manuel Padrón, egresado de la UNAM y especialista en análisis de datos por el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).
Este explicó que “fueron analizados 161 mil 418 tuits en los que se identificaron seis cuentas, entre ellas la del medio de comunicación Latinus, del periodista Carlos Loret de Mola y de Mexicanos contra la Corrupción –cuyo dueño es Claudio X. González–, que promueven conversaciones negativas y éstas son reproducidas por bots o cuentas de reciente creación u otras que no cuentan con seguidores, cuyo fin es propagar de manera masiva los mensajes”; además “son promovidas por las diversas cuentas vinculadas con personajes que apoyan y halagan al ex presidente Felipe Calderón Hinojosa, al panismo y a la derecha en general”.
Efectivamente, en las últimas semanas hemos podido asistir a un escenario muy especial donde la derecha de este país y un sector muy particular, arriba mencionados, y muchos más están preparando, en términos taurinos, “la puntilla” al Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.
El tema de la llamada “Casa Gris” o “Casa de Houston” es sin lugar a dudas la principal arma que el periodista Carlos Loret de Mola (Latinus) y María Amparo Casar (Mexicanos contra la Corrupción) prepararon -así lo presumen- para contratacar a López Obrador, precisamente para generar una narrativa: “el país está en llamas”, y, por lo tanto, los mexicanos estamos presenciando “el final del sexenio” tan sólo poco después de haber transitado más de medio camino para el cual fue elegido el tabasqueño.
Varios han sido los señalamientos de analistas cercanos al presidente, simpatizantes de su proyecto, de haber abierto frentes innecesarios, buscado pleitos gratuitos y mostrar posiciones lamentables que “bien se aprovechan” para descalificarlo y acusarlo de intolerante.
El Presidente tiene argumentos también muy válidos para defenderse cuando desde que inició su gobierno ha enfrentado una guerra sin cuartel en contra de su proyecto de la Cuarta Transformación de parte de una derecha, diría Octavio Paz, de “gente preocupada haciendo dinero”, “una clase que hace negocios pero que no tiene un proyecto nacional. El país, para ellos, no es el teatro de su acción histórica sino un campo de operaciones lucrativas”, comentó alguna vez el autor de Posdata.
Diría yo, la guerra, como sea, al precio que sea para volver a los viejos privilegios, apoyados, parafraseando a Gabriel Zaid, con “los ladridos y los aullidos de tantos perros y chacales que merodean por las afueras de la literatura”.
Ese grupo particular que en sexenios anteriores fueron privilegiados de muchas maneras, han formado un potente frente para llevar a cabo el ataque final bajo el argumento de que, si la “Casa Blanca” de Peña fue la debacle de su gobierno, la de Houston, la Gris” del hijo del Presidente debe ser aprovechada, aunque haya mucha diferencia en las circunstancias de una y otra.
Lo importante es generar una narrativa -verdades a medias, mentiras completas- y actuar en particular en las “emociones” de la población que si bien votó por López Obrador, no es “chaira”, es clase media, es aspiracionista; es a éstos a quienes buscan llegar y venderles su “verdad” de que el país es un “desastre”, que “el Presidente tiene perdida la batalla” por la Cuarta Transformación y para ello es claro que todos los esfuerzos de un grupo de empresarios y “literatos-periodistas», están dirigidos para repetirnos en estos días que Andrés Manuel tiene un “boquete”, que es grande, y no están perdiendo la oportunidad de querer “hacerlo más grande”, con sus textos “eruditos” que acusan intolerancia, pero practican la misma.
Repiten hasta el cansancio el fracaso de las obras de infraestructura, el Aeropuerto Felipe Ángeles, el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas, la pandemia como culpabilidad. Sí, seguramente han sido muchos los errores del gobierno, muchas sus responsabilidades, se subraya, por decir lo menos, pero que antes callaban, escondían, censuraban.
Recuerdo aquella manta que desplegó Gerardo Fernández Noroña y que aludía al presunto alcoholismo del Presidente Felipe Calderón. En la tela preguntaba: “¿Tu dejarías que un borracho manejara tu auto? ¿Verdad que no? ¿Por qué dejas que maneje tu país”? La instrucción de muchos medios a sus reporteros de la Cámara de Diputados fue que se hablara sí, pero que el petista le había faltado respeto al Presidente, sin mencionar el texto desde luego. Esto lo publiqué en el portal de la Revista Zócalo en aquel momento.
“La guerra a lo que tope” parece ser la consigna mediante parodias “palillescas”, para parecer incólumes; el teatro, la carpa moderna, vía internet; “¡Órale!”. Verdades a medias, mesas de debate cargadas para un lado, “mentiras sinvergüenzas”, convocatorias tramposas advirtiéndonos por millonésima vez: “la opción histórica consiste en elegir entre la democracia y la dictadura”, claro, a propósito de la Consulta de Revocación de Mandato.
Sí, lo que sea necesario para incapacitarlo. El miércoles pasado circuló en redes una versión de que el Presidente había sufrido un infarto, que un helicóptero lo había trasladado de Palacio Nacional al hospital militar. La fuente era, presuntamente, la misma Presidencia de la República. Una fake news más.
En una charla entre Julio Scherer García y Octavio Paz, éste último señalaba que “democracia sin libertad de critica no es democracia”. Insisto, en lo que he sostenido en otras entregas, en México la crítica es plena, basta con abrir muchos diarios, escuchar y ver noticieros, leer múltiples artículos y columnas. El presidente responde, ejerce su derecho a la réplica, aunque difiero de las formas, pero de que hay libertad de prensa, la hay.
“La casa de Houston”, la ven la derecha y muchos comunicadores como el punto de inflexión, como el momento para perfilarse al “triunfo”, a la “batalla final” y para ello cuentan con apoyos millonarios como los de José Antonio (El Diablo) Fernández, dueño de la concesionaria de Coca-Cola, México, de los Oxxos y muchos más que están dispuestos a aportar lo necesarios para que se vaya AMLO antes, y otros santurrones, que rezan, que piden que vuelva el pasado: la exención de impuestos y otras linduras.
Por lo pronto, ya se empezaron a ver los “buenos oficios” de la derecha mexicana que no le apuesta a un golpe de Estado, porque al final perderían; le juegan sí, a un “golpe blando”, a una “guerra híbrida”, diría El Fisgón y, por fortuna, ya dio la cara uno de los principales promotores de golpes blandos en América Latina, el senador Republicano, el ultraderechista Ted Cruz, financiado por la derecha cubana, la de Miami, allá desde donde se asienta Latinus.
El legislador ha pedido a Biden, “tomar medidas” en México apoyado, como la historia siempre nos recuerda, por los conservadores, por “una clase acomodada y oportunista” diría Octavio Paz, un grupo que aúlla, que atiza la guerra.
Que no le cuenten…
El pasado 15 de febrero el periodista Ciro Gómez Leyva escribió un Tuit: “Ha sido un orgullo dirigir, conducir #ImagenNoticias por más de 5 años”. La reacción en cascada se vino de inmediato: “Vamos corriendo a una dictadura”, respondió #Euniceoalbarran. Otros muchos hablaban de que “el gobierno de la 4T sí censura”. Ciro no condujo el noticiero de la noche. Creció la “indignación” entre los seguidores del periodista. Al día siguiente, pues fíjense que Ciro siguió al frente de Imagen Noticias. Un hecho fue cierto, la rumología encontró tierra fértil. Se dejó correr por varias horas la versión: “López Obrador mandó callar a Ciro”. Parte de la “guerra blanda” se ha comentado también.