Víctor Hugo Romo de Vivar Guerra
La inteligencia artificial (IA) ya no es un concepto futurista, sino una herramienta que impacta nuestra vida cotidiana y hasta nuestra realidad. Su evolución ha revolucionado todos los sectores: salud, educación, transporte, medio ambiente, comunicación, industria y muchos otros. Facilita procesos, ahorra tiempo y optimiza la eficiencia en múltiples ámbitos. Sin embargo, su desarrollo acelerado también conlleva altos riesgos que deben ser regulados para evitar consecuencias adversas.
El poder de la IA es innegable. Tecnologías avanzadas como el reconocimiento de voz, la visión por computadora, la animación, el cine y el procesamiento del lenguaje natural han superado la imaginación. En la salud, por ejemplo, mejora diagnósticos y tratamientos; en la educación, personaliza el aprendizaje; en el sector automotriz, refuerza la seguridad vial, y en el medio ambiente, predice desastres naturales. No obstante, para que sus beneficios sean seguros y equitativos es fundamental establecer un marco normativo adecuado. Uno de sus mayores riesgos es la invasión a la privacidad.
La recopilación masiva de datos sin controles adecuados puede vulnerar los derechos individuales, como la clonación de la voz que se utiliza para extorsionar a la gente. Además, la automatización impulsada por la IA amenaza con desplazar empleos, aumentando la desigualdad y la precarización laboral. Más preocupante aún, es el sesgo en los datos que la alimentan, lo que puede generar discriminación en áreas como el mercado laboral y el sistema judicial.
La IA mal programada o utilizada de manera irresponsable tiene el potencial de tomar decisiones perjudiciales para la humanidad. En la ciencia ficción, hemos visto escenarios apocalípticos con la IA fuera de control en películas como Terminator o Matrix. Aunque estos casos parecen extremos, el desarrollo de robots autónomos y armas inteligentes plantea preocupaciones legítimas sobre su poder para tomar decisiones de vida o muerte sin intervención humana.
Otro aspecto crítico es su uso en infraestructuras esenciales como redes eléctricas, plantas de agua y sistemas de transporte. Un fallo en estos sectores podría desencadenar apagones, contaminación y graves daños sociales. Aún más alarmante sería una falla en una planta de energía nuclear gestionada por IA, con consecuencias potencialmente catastróficas.
El sector financiero tampoco está exento de riesgos. La toma de decisiones automatizada podría desencadenar crisis económicas internacionales si no se implementan regulaciones cuidadosas. Asimismo, la generación de contenido mediante IA puede ser utilizada para la difusión de noticias falsas, manipulando elecciones, incitando al odio y desestabilizando sociedades enteras. Si la IA cae en manos de élites destructivas, existe el peligro de que se utilice para refozar desigualdades y limitar libertades. Por eso, para disminuir los riesgos de escenarios distópicos, es fundamental que la regulación de la IA se base en principios de equidad, justicia, transparencia y responsabilidad.
Se deben establecer mecanismos de auditoría, pruebas de seguridad y normativas claras para prevenir abusos. Casos como la clonación de voz utilizada para extorsiones evidencian la urgencia de sancionar el uso indebido de la IA. Es necesario garantizar que los sistemas sean comprensibles y que sus decisiones puedan ser supervisadas e intervenidas cuando sea necesario. La regulación no sólo protegería la sociedad, sino que también fomentaría el desarrollo de una IA más segura y ética. Un paso clave en esta dirección es la iniciativa de ley presentada recientemente ante el Congreso de la Ciudad de México.
Es un proyecto basado en una investigación del comisionado del INFOCDMX, Julio César Bonilla, y representa un avance significativo hacia la primera regulación de la IA en el país.
La colaboración entre desarrolladores de esta tecnología, legisladores y la sociedad será clave para establecer un marco normativo que garantice su aplicación ética, segura y sin discriminación. Regular la IA no significa frenar la innovación, sino asegurar su uso responsable en beneficio de la humanidad. Una herramienta tan avanzada en manos malignas puede ser letal para todos.
Es momento de actuar para que la IA trabaje a nuestro favor y no en nuestra contra.
*Presidente de la Comisión de Trasparencia, Protección de Datos Personales y Combate a la Corrupción. @vromog