Diego Ríos
Luego de que la semana pasada un grupo de firmantes criticó en un desplegado al presidente Andrés Manuel López Obrador por el uso de la conferencia mañanera para “demeritar a sus opositores”, el primer mandatario refrendó su derecho a comunicarse por esa vía y señaló: “Cuando luchábamos por la transformación nos querían quitar hasta el derecho a la esperanza, y no pudieron, mucho menos ahora me van a quitar el derecho a la palabra”.
López Obrador recordó que tiempo atrás cuando los “abajo firmantes” tenían algún tipo de influencia “decían que era importante el debate” y cuestionó ¿por qué cambiaron de parecer?, “es importantísimo debatir, yo no odio, yo práctico el amor al prójimo, si yo odiara no podría encabezar un movimiento de transformación y gobernar”, indicó.
“Enrique Krauze y Aguilar Camín fueron los jefes de la intelectualidad durante todo el periodo neoliberal, además de sus empresas editoriales, tenían mucha influencia en el gobierno y acomodaban a sus cercanos en universidades y centros de investigación. Eran padrinos en el mundo intelectual”.
El Presidente señaló que tiempo atrás existió control y monopolio de la discusión pública, y ahora “es muy evidente de que estos intelectuales se manifiestan y aparece su manifiesto en todos los medios, y dicen que no hay libertad”.
El sábado pasado circuló una carta donde la ciudadanía les contestó a los 650 firmantes, para ese día iban 28 mil firmas. Ante esto el Presidente mencionó que nadie hizo eco en los medios de comunicación, razón por la cual pidió dar lectura a la carta de “los intelectuales orgánicos” y después a la carta de la ciudadanía titulada “Por la libertad, contra los privatizadores de la palabra”.
Cuestionó si en el periódico Reforma se publicó la carta de la ciudadanía, a lo que los reporteros le respondieron que no.
En éste se indica que “la supuesta ‘defensa de la libertad de expresión’ alegada por los firmantes del documento es en realidad un intento por sacar del debate la voz presidencial, expresión legítima de la mayoría absoluta de los ciudadanos; sus quejas apuntan en realidad, a acotar en forma ilegal e incluso golpista las facultades y atribuciones legales del gobierno de México; sus quejas buscan recuperar los privilegios que han perdido y sus advertencias revelan el temor que tienen a perder la impunidad absoluta con la que varios de ellos hicieron grandes negocios al amparo del poder”.
López Obrador señaló que su intención de hacer público este documento era para que hubiera un equilibrio, pues el desplegado de los 650 firmantes tuvo un amplio espacio en los medios de comunicación.
Otra parte del desplegado en contra de los 650 establece que “ante quienes operaron como privatizadores de la palabra, celebramos y defendemos con toda convicción la irrestricta libertad de expresión y el estado de derecho que el Ejecutivo federal impulsa en el país. Tras décadas de criminalidad gubernamental, éstos que eran anhelos empiezan a convertirse en realidad. Que los firmantes del texto comentado hablen con plena libertad y que no pretendan callar a nadie. Su abusivo monopolio de la opinión pública ya terminó y no volverá nunca”.
El presidente López Obrador dijo que ya no existe el círculo rojo, y sugirió tanto a Enrique Krauze como a Héctor Aguilar Camín dedicarse a dar clases y vivir con austeridad con el dinero obtenido por décadas:
“Ya que Aguilar Camín se dedique a dar clase en el Colegio de México, con ese sueldo y con lo que recibe de una columna periodística, pues con eso puede vivir, y que lo demás se sienta satisfecho que es para becas para estudiantes pobres y lo mismo Krauze, todos ellos, y los grandotes. Imagínense cuánto obtuvieron durante el periodo neoliberal”, recordó el Presidente de México.