Estado-prensa, las raíces de la subordinación
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Estado-prensa, las raíces de la subordinación

José Luis Camacho López

(Primera de dos partes)

Fin del viejo modelo autoritario de la relación con los medios de comunicación.

El propósito de este ensayo en dos entregas es una aproximación al conocimiento de las relaciones creadas entre el Estado y la prensa escrita en México, tema poco investigado en sus transfondos más oscuros y venales por alianzas políticas y económicas caracterizadas por su opacidad y simulación.

Fueron relaciones de mutuos entendimientos y coincidencias de intereses entre el poder público y los medios impresos a partir del modelo de control establecido por el Porfiriato en el siglo XIX. Los medios electrónicos son otro caso, pero no el motivo de este ensayo. El modelo Estado-prensa porfirista sobrevivió después de la derrota de la dictadura y apoyó el golpe huertista. Alcanzó un desarrollo más acabado durante el régimen de los gobiernos de la Revolución Mexicana, entre 1917 y 1982 y llegó a máximo esplendor en el periodo neoliberal, entre 1983 y 2018. En 2018 inició *Presidente del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano. 1 Profesora Investigadora, Facultad Mexicana de Arquitectura, Diseño y Comunicación, Universidad La Salle Ciudad de México. su ruptura, resquebrajamiento y demolición con el nuevo régimen de la IV Transformación de la República.

Los cambios actuales en la relación del Estado con los medios de comunicación, el fin de la subordinación mediática, luego de una larga etapa histórica de sumisión y enmascaramiento de la función informativa y de opinión, planteada por el Presidente Andrés López Obrador, quien modifica gradualmente esa relación; fueron expresamente manifestados desde que era dirigente partidista cuando se refería a la dictadura de Porfirio Díaz, que controlaba a la prensa a través de “la subvención y la mordaza”. López Obrador estaba convencido desde entonces en ese mismo discurso de líder partidista, de la “necesidad del cambio” por “medios pacíficos y legales” y de una democracia que “produzca dignidad, concordia” y genere “equilibrios y contrapesos que ayuden a purificar la vida pública” que incluye, desde nuestro punto de vista, el papel y función mediática.

Primera parte

El siete de junio de 1968, el presidente Gustavo Díaz Ordaz, en ocasión del Día de la Libertad de Prensa comió con los principales directores de los periódicos editados en la Ciudad de México. Fue un encuentro feliz con el Jefe del Ejecutivo de mutuos y cordiales entendimientos, semanas antes del inicio del conflicto desatado por las violentas irrupciones de la policía y el ejército en planteles del Instituto Politécnico Nacional y en la Universidad Nacional Autónoma de México, persecución y detención de estudiantes, profesores y disidentes políticos; finalmente reprimido con un exceso de fuerza letal en la masacre del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas.

Díaz Ordaz, según una edición de la Productora e Importadora de Papel, S.A., de C.V. (PIPSA), pronunció un “conceptuoso discurso”, basándose en el pensamiento mismo de la prensa nacional, con el que definió el amplio sentido de la libertad de expresiónuna de las conquistas más valiosas del pueblo mexicano- así como el alcance de las responsabilidades de quienes ejercen el periodismo”.

PIPSA fue uno de los instrumentos físicos del modelo de control autoritario sobre la prensa, convenido entre las dos partes, gobierno y empresas, fundada en 1936 a petición de los propios editores al presidente Lázaro Cárdenas para tener acceso a papel barato y garantizar el suministro. En su Consejo de Administración coincidían como propietarios de la Serie A, desde el secretario de Gobernación y otros funcionarios públicos y los propios editores de los periódicos en la Serie B.

Esa misma edición de PIPSA, se destacaba que “las ideas del Señor Presidente Díaz Ordaz contribuyen, sin duda, a enriquecer la filosofía de la libertad de prensa, y están avaladas por la latitud con que se goza y ejercita este derecho en nuestro país, sin cortapisa de ninguna especie”.

Díaz Ordaz retomó en su discurso parte de los editoriales de los periódicos: Excélsior, El Heraldo de México, Ultimas Noticias, El Día, El Sol de México, Novedades, El Sol de México, Ovaciones, El Universal, de las revistas Siempre y Tiempo. Todos esos diarios y publicaciones semanales, en sus editoriales coincidían en el clima de libertad de prensa. Algunas de esas expresiones editoriales de El Sol México llegaban a la abyecta sumisión al censurar “otro tipo de publicación” que “atenta contra la paz pública mediante deformaciones y falsedades acerca de la vida y las realidades del país, inculcando desprecio hacia México, sus instituciones y sus leyes”.

Díaz Ordaz les reiteró, de su parte, que “pública y solemnemente, que la libre manifestación de las ideas, en general y la libertad de prensa y el acceso a las fuentes de información, en particular son conquistas de una larga lucha” y les expresaba “su mayor respeto y entusiasmo”, al mismo tiempo que les reafirmó su creencia de que “sea en dentro del propio periodismo en donde deben buscarse y encontrarse los medios para evitar que el ejercicio de esta noble profesión degenere o afecte los intereses o los de la Patria entera”. En esa comida, Díaz Ordaz mostró su complacencia porque la Directiva del Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa le había informado personalmente de formular un proyecto de Código de Etica Profesional; y elogiaba que el gremio de la radio y la televisión se empeñe “en paralela labor”, al tiempo de exhortar a los editores a que “en lo interno de cada una de las publicaciones se aplique, en formas sistemática, un exigente sentido de autocrítica” y que también se realice “la crítica que un periódico haga de otro”.

Los acontecimientos del conflicto estudiantil de julio a octubre de 1968, en la víspera de los Juegos Olímpicos colocaron a todos los editores del país en el dilema ético y autocrítico de informar sobre las represiones, lesiones, desapariciones, detenciones arbitrarias de estudiantes, profesores y disidentes políticos a los que el gobierno de Díaz Ordaz les aplicó el delito de disolución social del Código Penal, así como la ocupación militar de las instalaciones del Politécnico y de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Entre julio y octubre de 1968 el viejo modelo de control de la prensa, iniciado en el régimen de Porfirio Díaz con El Imparcial en 1896 y otros periódicos, que distinguía las mutuas relaciones de entendimiento no escritas, inspirados en el dicho popular de que “al buen entendedor pocas palabras”, entró en conflicto, y se crisparon por la matanza del 2 de octubre, ocultada por la gran mayoría de los medios impresos y las cadenas de radio y de televisión.

En algunas redacciones de los periódicos de la capital hubo rebeliones de periodistas. La autocensura vestida de autocrítica entró de lleno en las ediciones y los editores complacientes, en la comida del Día de la Libertad de Prensa semanas atrás. Mostraron en su mayoría su lealtad abyecta al régimen al que servían de manera imperturbable en el mismo tono autoritario del viejo régimen.

Un político del antiguo régimen, quien ocupó varios cargos en el periodo neoliberal de 1968 a 2018, se ufanaba de que las relaciones del Estado mexicano y sus poderes con la prensa, representaban las correas de transmisión del sistema político mexicano, reafirmadas cada campaña electoral y en cada cambio de gobierno.

El Imparcial, el origen del modelo

Esa oscura relación entre el Estado y la prensa mexicana se inició en la dictadura de Porfirio Díaz al institucionalizarse una serie de arreglos para el control político de las empresas periodísticas y de los periodistas, que empezaron con subsidios y alcanzaron su auge en diversas concesiones, dotaciones papel, licencias para la operación de la radio y la televisión, favores fiscales, negocios paralelos, pagos en dación para cubrir adeudos; un auténtico régimen de amparo sobra las empresas mediáticas que han empezado a ser descubiertas y entrar en crisis en el actual gobierno de la IV Transformación de la República.

El Imparcial, fundado el ocho de noviembre de 1896, fue el modelo iniciador de esas ambiguas y oscuras relaciones entre los medios de comunicación y los gobiernos del país hasta su gestación de ruptura en diciembre de 2018. Los testimonios sobre esa histórica relación abundan sobre un medio periodístico subvencionado por las arcas públicas. Uno de esos testimonios es el de Miguel Ángel Castro titulado “Rafael Reyes Spíndola y la traza urbana de El Imparcial”

Ángel Castro narra el nacimiento de ese periódico creado por el apoyo el gobierno de Porfirio Díaz, para lo cual “se otorgó una subvención de cien mil pesos iniciales y 4 mil pesos mensuales a El Imparcial, diario ilustrativo de la mañana, que apareció en cuatro páginas, formato tabloide, a cinco columnas”.

El Imparcial era un periódico al que se acredita iniciar la modernización de la prensa mexicana por su impresión innovadora para la época, y nuevos estilos periodísticos en sus contenidos. Un periódico del que supuestamente se imprimían 125 mil ejemplares diarios, que se vendían por un centavo, en un país con población mayoritariamente analfabeta.

Castro refiere que El Imparcial rompió con los esquemas de lo que era un periódico. En sus páginas, la noticia adquirió más importancia que los artículos políticos y de opinión, su línea general fue el sensacionalismo y la superficialidad en los asuntos de gobierno”.

 Florence Toussaint, por su parte, destaca que El Imparcial no era “propiamente un negocio editorial por sí mismo, puesto que recibe un fuerte subsidio del gobierno de Porfirio Díaz, al cual sirve de vocero…” Otra versión sobre los apoyos financieros a ese periódico como “órgano semioficial del gobierno porfirista y por tener mayor tiraje, lo que le permitía influir de manera determinante en la opinión pública” fue la que relata Luis Cabrera, quien señalaba que “Rafael Reyes Espíndola,, editor de El Imparcial, recibía del gobierno un subsidio de 50.000 pesos” y que “otros 100.000 pesos se asignaba para el soborno de otros periódicos”. La sumisión de El Imparcial al gobierno de Porfirio Díaz no solamente era de sus ediciones. La lealtad de Espíndola era también personal. Lo demostró hasta “el momento en que lo siguió al exilio a Europa”. Blanca Aguilar Plata, otra estudiosa de la prensa mexicana, menciona que Espíndola “era fiel a Díaz” ya que contaba “con todo el apoyo del gobierno, al grado de suprimir a muchos periódicos para concentrase en uno solo

Aguilar Plata cita además que Porfirio Díaz, a través de su secretaria de Gobernación “era el conducto normal por donde se transmitían las consignas del gobierno relativas a la prensa, aun cuando en caso necesario el presidente Díaz podía usar cualquier otro conducto” y que “fue en esas condiciones como empezó su tarea el licenciado Reyes Spíndola para hacer del periódico el de mayor circulación y prestigio”

El periódico de Reyes Spíndola, dice Aguilar Plata, “gozó de privilegios como ningún otro periódico por prestigioso que haya sido”, además de que “tanto él como sus redactores gozaban de fuero, pues eran representantes ante el Congreso de la Nación”. Aguilar Plata menciona el nombre de José Yves Limantour, que también cita Miguel Ángel Castro, como uno de los artífices de la creación de El Imparcial, por ser el conducto de los 100,000 pesos “de aportación para la compra de la rotativa”.

Otro caso, el de La Libertad

Otro de esos periódicos era La Libertad, citado por Toussaint, como las publicaciones que aceptaron ser subsidiadas por el gobierno porfirista, que “se tradujo a la larga en sometimiento de la prensa a sus patrocinadores. La Libertad era editado por Telésforo García. Toussaint dice que la publicación El Tiempo llegó a evidenciar que este subsidio que recibía La Libertad “fácilmente podía verse a contraluz” ya que “estaba impreso en el mismo papel del Diario Oficial”.

Los antecedentes incipientes de la viciosa relación entre el Estado y la prensa mexicana tienen su origen en el régimen de Antonio López de Santa Anna y de su gobierno. Gerald L. McGowan, un historiador canadiense, llega a la conclusión de que la “prensa oficial, cómplice del régimen y vilmente aduladora, había dado a Santa Anna y de su gobierno, una imagen que no correspondía a la realidad, sino a criterios subjetivos, dictados por los intereses superiores del poder. Se había transformado en una máquina de propaganda, con el expreso fin de mantener en el poder a Santa Anna”.

Este historiador canadiense reprocha a la prensa de 1854 a 1857 haber prostituido su misión informativa, “acalló su conciencia e ignoró sus deberes para con el pueblo, renegó de su compromiso con la verdad y se transformó en un instrumento de motivación para que la fe fuera el motor esencial del sistema de relaciones entre Santa Anna, la prensa y el pueblo”.

El caso de El Imparcial y La Libertad, acreditan lo que adelantó McGowan en su historia sobre Prensa y Poder, 1854-1857, en la parte de su investigación sobre los periódicos gobiernistas de la era del dictador Santa Anna a la mitad del siglo XIX.

Otro caso fue el de El Monitor Republicano, dirigido por Vicente García Torres, que originalmente llevó el nombre de El Monitor Constitucional en su primera etapa y fue el órgano de los “liberales puros”. Su primer número circuló el 21 de diciembre de 1844 y terminó como “vocero del gobierno de Porfirio Díaz”.

La caída de la dictadura de Porfirio Díaz dejó huérfanos a periódicos como El Imparcial. Spíndola lo vendió en 1912 después de acompañar al dictador a Europa. Sucumbió “de muerte natural” como “los diarios subvencionados sin lectores” en el gobierno de Francisco I. Madero. Con el derrocamiento del gobierno de Porfirio Díaz y la llegada de Madero a Palacio Nacional, “el dinero dejó de fluir desde el gobierno hacia las arcas de los periódicos”. Bernardo Masini comenta que el “nuevo orden político inauguró una libertad de prensa sin precedentes en la historia del país” y “sin los históricos mecanismos de control cada diario configuró libremente su línea editorial”.

Este historiador comenta que al dejar de recibir subsidios en el gobierno de Madero, los periódicos, en manos de “empresarios” y “familias” , propició como ahora, en una situación semejante al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, que “criticar a mansalva al presidente se volvió una práctica común en el periodismo conservador” de esa época. Madero padeció “una práctica muy socorrida por los diarios en esos años” de “publicar noticias falsas o no confirmadas, que llenaban la superficie de las páginas con tipografías muy grandes”.

10 de marzo de 2021