Cumplí con mi deber de ser un buen caricaturista y estoy contento por eso: Rius
Hemeroteca, Libertad de Expresión

Cumplí con mi deber de ser un buen caricaturista y estoy contento por eso: Rius

Días antes de su sensible fallecimiento, el maestro Rius nos permitió entrevistarlo vía telefónica, entrevista que con motivo del cuarto año de su partida aquí reproducimos para recordar al gran educador y maestro de la caricatura crítica mexicana. (Texto publicado en agosto de 2017).

Para varias generaciones de mexicanos y de periodistas, Eduardo del Río, Rius, es el Quijote de la crítica política, nuestro escudero ante la prepotencia y la soberbia del presidencialismo, la Iglesia católica y la derecha. Nuestro primer tutor para adquirir conciencia social y política y un guerrero con muchas batallas ganadas con su trazo sencillo y certero. Este constructor de mundos, historietas y personajes tiene una vasta obra con poco más de un centenar de títulos, historietas y suplementos investigados, redactados, dibujados, ilustrados,y críticos, aderezados con un fino sentido del humor. A sus 83 años (20 de junio de 1934, Zamora, Michoacán) no pierde la compostura, el sentido del humor, ni la autocrítica, no deja de creer que este país pueda ser mejor algún día.

Generoso, como lo ha sido toda la vida –a pesar de su delicado estado de salud–, acepta conversar vía telefónica con Zócalo acerca de la gesta cultural que emprendió en el México de 1955, cuando abandonó su trabajo de telefonista en la funeraria Gayosso para aventurarse en el mundo de la caricatura, en un ambiente periodístico oficialista, conservador y de censura.

Carlos Padilla Ríos

A lo largo de 62 años has publicado poco más de cien libros en forma de historieta crítica, desde Cuba para principiantes, en (1966), hasta el más reciente Los presidentes dan pena, en mayo de 2017. Creaste revistas emblemáticas, publicaciones de humor, suplementos para niños. Toda esa vasta producción cultural e intelectual la hiciste sin apoyo de empresas o grupos de trabajo. Rius ¿de dónde sacas tanta energía para hacer que conozcamos tu obra?

–Bueno, no lo sé, si lo supiera ya le habría vendido la fórmula a mis colegas, creo que hay mucho de masoquismo. Tratar de aprovechar el tiempo para decir todo lo que saliera de mi ronco pecho. Todo tipo de cosas, el país sobre todo, y ahí poco a poco fueron saliendo las cosas. Si hubiera propuesto voy hacer cien libros, ni hubiera empezado.

Pero conforme fueron saliendo, conforme trabajaba y vivía, pues no lo sentí, pero ahora me doy cuenta de que trabajé como una bestia. Era lo que necesitaba para más o menos vivir cómodamente. No estoy arrepentido. Considero que lo único que hago es cumplir con mi deber, lo que me establecí como meta: ser un buen caricaturista y decir todo lo que las circunstancias, leyes y libertad de prensa me permiten.

–Te dedicaste a ser un misionero, un predicador, un divulgador del conocimiento y de la realidad política, social e histórica de México, pero con humor. Tus mensajes, libros, historietas van dirigidos contra los dogmas.

–Mira, mi historia académica es muy pobre, yo obviamente tengo papeles para demostrar el quinto año de primaria, ni a secundaria llegué. A cambio de eso adquirí una forma medio cristiana de ayudar al prójimo a que se “redimiera”, si se puede decir la palabra. Sobre todo, en cosas tan importantes como vivir, comer, la manera de pensar, de llevar a cabo las contiendas políticas de la vida y que la gente adquiera cierta conciencia de cómo podemos hacer para convivir en un país tan difícil como este. Me he dedicado a eso, a tratar de ayudar al prójimo, creo que, por más de tres generaciones, que se han maleducado con mi trabajo.

–¿Cómo describes a la generación de caricaturistas con los que creciste, como RAM, Huici, Alberto Isaac, Abel Quezada?

–Esa fue una generación llena de inquietudes, por decir y hacer cosas. Tuvimos mucho por qué luchar. Como que los jóvenes de hoy no tienen, o no demuestran deseos de que las cosas cambien. Nosotros ingenuamente pensamos que con nuestro trabajo íbamos a lograr que el país llegara tranquilamente al socialismo. Con el transcurso de los años nos dimos cuenta de que luchábamos en franca desventaja, no sólo contra las instituciones oficiales sino con las que se coludían con el poder, me refiero a la televisión y el radio, que no están en manos de gente que quiera cambiar las cosas, sino que usan esos medios para seguir en el poder y no permitir que en México exista un estado de democracia.

–Acerca de tu estilo como caricaturista, obviamente evolucionó, ¿cómo puedes describirlo a través del tiempo?

–Uno de los mayores enemigos que tenemos en el humorismo gráfico es caer en la repetición, en el uso y abuso de una fórmula para hacer nuestro trabajo. Cuando un caricaturista se preocupa más por la firma que por una letra, le da más importancia a que aparezca su firma, sale cualquier porquería y la firma deja de tener valor. He tratado de salirme de esa fórmula, que aparentemente tiene mucho éxito comercialmente. Esa necesidad de hacer cosas que se salgan de lo común, creo que me salió como caricaturista, al establecer nuevas fórmulas, algunas que no existían y otras que vi por ahí, a caricaturistas extranjeros, y me di cuenta podían dar resultado en México. Busco que el trabajo sea completamente accesible a la gente, que no tiene la suerte de tener estudios académicos, como yo.

–En tu libro Rius para principiantes (1995) y luego en Mis confusiones (2014), reconoces el trabajo del gremio de tu generación. Hiciste comunidad con ellos.

–Bueno, creo que siendo tan poco el caldo para qué quitárselo a los frijoles, pero hay que tratar de pasar la vida en paz con todos los demás, llámese esposa, familia, compañeros de trabajo. No tengo por qué estar peleado con nadie. Nadie me ha hecho daño expresamente y yo tampoco le he hecho daño a nadie, me siento tranquilo también en ese sentido.

–Dices en Rius para principiantes que recorriste varios pueblos de Michoacán para crear tus personajes para la historieta que te solicitó el caricaturista Viadana para el empresario Colmenares ¿fue así?

-Sí, más o menos. Me di cuenta de que entre más realistas eran mis personajes, la gente los identificaba con su vida. Si veían un tipo como don “Perpetuo del Rosal” lo identificaban con el presidente municipal de su pueblo. Si veían a unos policías pegalones y sádicos, recordaban a los que había en su rancho, se identificaban con la historieta. “Doña Eme” era la beata que hay en todos lados, lo mismo con “Calzónzin” y “Chon Prieto”. Muchos de mis personajes eran de carne y hueso. Gente de mi familia, que yo conocía, lo mismo en Los Supermachos que en Los Agachados. Eso hace que la gente se identifique más y disfrute el humor. He tratado de que mi historieta sea bien mexicana y que mis personajes tengan su vivencia propia, no nada más en la historieta, sino en la vida real.

–Eduardo, después vendrían Los Agachados, donde Guillermo Mendizábal te dio más libertad, en un año fatídico, 1968.

–Sí, con todas las circunstancias que ya son ampliamente conocidas (el editor de Los Supermachos, Colmenares, le quitó los derechos), me vi obligado a hacer otra historieta que me puso a parir chayotes, pues en una semana tuve que crear otro microcosmos donde se desarrollaban las cosas igual que antes, y así salieron Los Agachados, con bastante más libertad que con Los Supermachos. Ahí sí ya intenté otro tipo de historieta, no era nada más la del tipo Los Supermachos, que fueron episodios de aventuras. En la nueva había una intención didáctica: aprovechar el humor para dar a conocer nociones de muchos temas que no aparecían en ningún otro medio de comunicación, obviamente más difícil de hacer al tener que documentarme para el argumento. Es la única historieta que ha tenido un, este, como se llama, ay mamá ¿cómo se llama? con el pinche cáncer se me van las palabras.

–Bibliografía.

–Eso, bibliografía, gracias me salvaste la vida. Además, adquiría conocimientos de materias o temas tabú, que no se encontraban en ninguna otra parte, entonces si quería algún conocimiento en ese aspecto pues ahí tenía alguna bibliografía de donde sacar datos. Eso me ayudó mucho y me convirtió, a nivel mundial, en un ejemplo a seguir.

–Todos los colegas reconocen que tú aportación fue la de incorporar otra manera de hacer la historieta, de comunicar, de presentar la realidad del país, lo asumes así.

–Sí, tengo que reconocerlo. He tratado de ser diferente, no mejor ni peor, sino diferente. La fuerza que llegó a tener mi trabajo en mis historietas, en las revistas, fue encontrar otra manera de tener humor. Así como dice el dicho que la historia te absolverá, a mí la historieta me absolverá.

–Tú le tomaste unas fotos al Che Guevara en uno de tus viajes a Cuba.

–Sí, es una de mis grandes satisfacciones, haber convivido brevemente con el Che, haberle hecho fotos, preguntado cosas. Fue una pequeña convivencia con un personaje de la historia que por chiripada me tocó conocer, pero no traté de acercarme al poder porque corrompe y una de las cosas que evito es no corromperme. El poder sólo me ha pegado, pero no pagado.

–Después vino La Garrapata, el azote de los bueyes. Luego viene el nacimiento de Proceso. En ese contexto, ¿cómo das el salto de la historieta al libro?

–Sentí la necesidad de ampliar el número de páginas. En una historieta, por ejemplo, de 32 páginas no me alcanzaba la historia, entonces me fui a los libros. El primero que hice fue Cuba para principiantes. En su elaboración descubrí una nueva forma de trabajo. Le encontré más ventajas que a la historieta: se conserva más tiempo y lo pueden hallar en bibliotecas. Uno no tiene la presión del tiempo, en la historieta no puedes dejar de trabajar aunque estés enfermo. Tienes que cumplir con ella, porque es más pesado el género. El libro puede traducirse a otros idiomas y leerse en todo el mundo. Sin embargo, tiene la desventaja de que te lo pueden robar con mucha facilidad, lo copian, lo fotocopian y ahí ya no puedes hacer nada para que no te lo roben.

–Dos etapas de tu vida profesional, la historieta y los libros. Cómo defines los libros, que son: crítica humorística, libro didáctico, libro ilustrado, historieta-libro.

–Yo no he tenido la necesidad de definirlo, yo lo hago y después lo bautizan como quieran. En Europa lo llamaron libro-comic. Tiene las herramientas para ser un trabajo más fácil de leer, más didáctico, y eso finalmente mejora tu trabajo al hacerlo con más tiempo, con más calma, pensando más en el lector del futuro y en el del momento.

–Eres de izquierda, no te has apartado del pensamiento crítico, de la participación política, de invitar a la gente a cambiar su situación cultural, política, social. Has sido un optimista difundiendo el conocimiento.

–Pues sí, pero en estos tiempos ya no sé qué es ser de izquierda, no me queda claro. Vivimos diferente, al grado de que los de derecha nos tienen envidia, quieren vivir como nosotros, pero no saben hacerlo, no están educados para eso. Nosotros disfrutamos la música, los autos clásicos, viajamos más que la derecha, hasta comemos mejor que ella, pero si hay algún momento en que la crisis de la izquierda es tan dura, tan difícil de llevar, que ya no soy optimista sino todo lo contrario. Veo que está muy difícil que en México tengamos un gobierno de izquierda. A eso contribuye muchísimo la vecindad con Mr. Trump y compañía, va a estar difícil, por lo menos en las próximas elecciones, que tengamos un hombre de izquierda convencido en el poder, no un político. A pesar de que México está jodido y se encuentra en una situación muy difícil, yo aún soy de izquierda.

–En tu más reciente libro, Los Presidentes me dan pena, vuelves al tema del presidencialismo, desde el siglo XIX hasta Peña Nieto, cuestionándolo.

–El libro se desprende de un tema coyuntural, por la cercanía de las próximas elecciones. Siempre quise hacer un pequeño librito, un resumen de los gobernantes que hemos tenido, para que la gente sepa cuál es la triste realidad. Que sepa la clase de presidentes que hemos tenido, que nos han impuesto, que ni siquiera los hemos elegido nosotros. El libro lo pensé un poco para que la gente no vote en el 2018 por el PRI, pero ¿tú lo crees posible? Yo no. Es el último libro que me han publicado y, como van las cosas, dado mi estado de salud, no creo que alcance a hacer otro. Estoy muy cansado, prefiero dedicarme, el poco tiempo que me queda, a leer, leer y leer.

9 de agosto de 2021