Que no le digan…
Mario A. Medina
Este sábado se cumplen 85 años de la expropiación petrolera del presidente Lázaro Cárdenas. Un signo que no debemos de olvidar, fue su política de masas, política social que daba prioridad a una población marginada, olvidada y que vivía en pobreza extrema.
Sus acciones de gobierno estuvieron guiadas por el bien común. “Su gobierno llevó a cabo una política obrera y agraria que respondía efectivamente a las necesidades y demandas de las masas trabajadoras y campesinas”. Los obreros obtuvieron incrementos salariales y contratos colectivos favorables mientras que los campesinos recibieron tierras, asistencia técnica y créditos como nunca antes.
La derecha de nuestro país, particularmente los sectores “acomodados”, los grupos conservadores, religiosos, se pronunciaban contra la política social del presidente, salían a defender preceptos como la familia, la bandera y afirmaban que México estaba siendo “invadido de ideas comunistas”.
La industria petrolera fue nacionalizada por el Estado con el argumento en beneficio del país y de los mexicanos. Uno de los objetivos de don Lázaro era “emprender una independencia económica y política”, pero en consecuencia, él y su gobierno enfrentaron una agresiva campaña de la derecha mexicana que se alió a las empresas extranjeras que pronosticaban un fracaso de la recién industria petrolera nacionalizada.
La estrategia política de la oposición “fue propagar una imagen del régimen cardenista de autoritarismo y tintes comunistas. La política de expropiación de compañías propició una confrontación entre el Estado mexicano y los gobiernos internacionales”.
“En el país se vivieron tiempos de confrontación política, social y económica entre el Estado y los sectores de oposición impregnando en la sociedad un ambiente de controversia”, de confrontación.
Lázaro Cárdenas tuvo listo el fuego; “después de la expropiación, no descartó una intervención armada de EU”, por lo que se preparó para “sacrificar el petróleo, pero no la dignidad, dinamitando refinerías y tanques de almacenamiento”.
La revista Panamericana de Comunicación publicó en 2021 un análisis que tituló: “Estampas de la guerra de propaganda entre México y Estados Unidos en 1938”, donde se resaltaba “la campaña desatada tanto en la prensa mexicana como en la de otros países (que) nunca había sido igualada en su distorsión de los hechos”. Información mentirosa, pues.
“Diarios como The New York Times, el Washington Post, el Wall Street Journal, el New York Daily News y el Times Herald se encargaron de derrochar un cúmulo de información antimexicana”. Afirmaban que el gobierno cardenista impulsaba acciones antiyanquis que “embonaban perfectamente con los intereses del Tercer Reich”.
Pero no sólo los diarios extranjeros falseaban su información para descalificar al gobierno mexicano como fue el caso de The New York Times; también lo hicieron algunos medios de aquí que hablaban de su “preocupación” por el avance de la “amenaza roja” y del “totalitarismo mexicano”.
Además de la prensa escrita, la radio se encargó también de propagar rumores no sólo contra la nacionalización, también lo hacían para descalificar la política social, nacionalista del cardenismo. Se distribuían folletos en iglesias, universidades, clubes y organizaciones sociales.
El Partido Acción Nacional (PAN) nació como respuesta al proyecto nacionalista del general Cárdenas, pero también salieron a reclamar otros grupos que les incomodaba la política social del gobierno, como la Confederación de la Clase Media que tuvo como antecedente el Partido Fascista Mexicano, la Unión Nacional Sinarquista. La derecha salió a la calle y enseñó los dientes.
En el PAN se sumaron empresarios, banqueros, terratenientes e intelectuales de derecha; su modelo económico no debería de tocarse, reclamaban. Fueron claramente enemigos de los intereses populares y nacionales.
La historia nos recuerda cómo después de ser un revolucionario, de izquierda, el general Saturnino Cedillo se sumó a la derecha nacional. Su “rebelión” estuvo financiada por las compañías petroleras que habían sido afectadas con la nacionalización petrolera.
Muchos fueron los que olvidaron los principios que habían abrevado de la Revolución Mexicana. En la calle, en los medios, en desplegados, en las universidades, en mítines, tomados de las manos, exigían, no se tocara a la industria petrolera extranjera, defendían sus privilegios.
Aquel 18 de marzo de 1938, como hace 85 años, el pueblo llenó el Zócalo de la Ciudad de México; “mensajes radiofónicos, octavillas y carteles se esparcieron por todo el país” para demandar su respaldo al presidente, a don Lázaro Cárdenas; al gobierno más respetado y digno en la historia de nuestro país.
Cinco días después, miles de personas de todas las clases sociales se manifestaron en respaldo a la decisión histórica; un mes después de la promulgación expropiatoria, “en una manifestación femenina en el Palacio de Bellas Artes, entregaron sus joyas, objetos de valor para ayudar a cubrir el pago de la indemnización. Fueron poco más de 2 millones de pesos, un monto simbólico, pero fue mucho más lo que significó en los hechos la alianza del pueblo con su presidente.
Revisar la historia siempre va a ser aleccionador, encontrar el paralelismo en el tiempo siempre, también, es relevante, como hace 85 años.
Que no le cuenten…
En el libro Francisco J. Mújica, el presidente que no tuvimos, la autora –Anna Rivera Carbó– recuerda en algunos pasajes bibliográficos sobre la decisión del general Cárdenas de quien debería ser su sucesor: Consideró (Cárdenas) que para dar ese paso, “había que conocer primero el sentir de la opinión pública”. No fue así. Hay quienes aseguran que se equivocó, y que “el germen del PRIAN que se encuentra en la alianza de Gómez Morín y Ávila Camacho”, se consolidó en la concertacesión de Carlos Salinas y Diego Fernández de Cevallos.