Aleida Alavez Ruiz
“La mujer debe votar”. Este mensaje de un cartel francés de finales de los años 20 del siglo XIX, pareció inspirar a las sufragistas mexicanas que durante décadas lucharon por sus derechos como ciudadanas; por su derecho a votar y ser votadas.
Ignoro si ellas conocieron este mensaje; lo que sí sé es que poseían un espíritu inquebrantable que se tradujo en una resistencia civil pacífica que culminó el 17 de octubre de 1953 con la publicación del decreto que reformaba los artículos 34 y 115 constitucionales que otorgaban los derechos políticos a las mujeres.
Se dicen fácil 70 años de que alcanzamos el derecho a votar y ser votadas; pero no así los años precedentes y posteriores a esta fecha emblemática, en los que enfrentamos resistencias de todo tipo, incluso de algunas mujeres, para seguir peleando por nuestros derechos.
Las sufragistas mexicanas vencieron la resistencia de una sociedad pasmada en un patriarcado que nos negaba todos nuestros derechos; una sociedad machista que nos veía como personas de segunda por quienes los hombres debían tomar todas nuestras decisiones. Hagamos un poco de historia.
La memoria nos remonta al movimiento de las sufragistas inglesas de la segunda mitad del Siglo XIX, al que ahora consideramos como uno de los más representativos de la lucha feminista mundial. Esas mujeres fueron discriminadas, acosadas, burladas y hasta encarceladas, pero siguieron en la lucha hasta lograr su objetivo.
¿Pero qué sabemos de las sufragistas mexicanas? Fue un movimiento que supo encabezar la presión social al sistema político del siglo pasado hasta lograr el voto femenino.
Una lucha por el respeto a nuestros derechos, contra un sistema patriarcal de exclusión, ignorante, que nos consideró, como personas de segunda clase. No ha sido una tarea fácil, si consideramos la magnitud del movimiento que nos heredó un gran legado que sostiene la lucha actual por la igualdad sustantiva.
La historia nos dice que en nuestro país todos los congresos estuvieron integrados por hombres, hasta que en 1923 cuatro mujeres irrumpieron en el Congreso de Yucatán como diputadas locales y una regidora.
En este hecho histórico, reconocido tanto a nivel estatal como municipal, se erigen las figuras de Elvia Carrillo Puerto, Raquel Dzib y Beatriz Peniche de Ponce; además de Rosa Torre, como regidora del Ayuntamiento de Mérida.
Y la lucha continuó. En 1937 el presidente Lázaro Cárdenas presentó una iniciativa de reforma que fue aprobada por las Cámaras de Diputados y Senadores y algunas legislaturas estatales, pero fue detenida por el PNR, argumentando que las mujeres podrían estar bajo la influencia de la Iglesia católica al momento de emitir sus votos.
Hubo otros avances, pero fue hasta el 17 de octubre de 1953, cuando el Diario Oficial de la Federación publicó el decreto que otorgaba a las mujeres el derecho a votar y ser votadas en puestos de elección popular.
Y fue hasta las elecciones federales del 3 de julio de 1955, que las mexicanas votaron por primera vez. Las sufragistas mexicanas habían triunfado.
Pero la lucha no terminó ahí, porque los partidos políticos no incluían entre sus candidatas a muchas mujeres, sólo intentaban cubrir las apariencias. Hasta que llegó la reforma constitucional de diciembre de 2013, que incorporó en el artículo 41 la obligación de los partidos de garantizar la paridad de género en las candidaturas al Poder Legislativo federal y local.
Estos derechos se los debemos a la lucha de miles, millones de mujeres convencidas de que con nuestra participación en la toma de decisiones en igualdad de condiciones nos hará una sociedad más justa.
Una última reflexión: el voto femenino en México es sin duda una de nuestras victorias más grandes como género y en honor a esas sufragistas reiteramos nuestro compromiso por atender los todavía muchos pendientes y ejercer el derecho a votar con toda libertad. *Diputada federal y vicecoordinadora del Grupo Parlamentario de Morena en la Cámara de Diputados.
