#YoNoSoyLoret: periodistas, informadores y profesionales de los medios
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#YoNoSoyLoret: periodistas, informadores y profesionales de los medios

Claudia Benassini*

Desde hace ya varias semanas, audiencias mediáticas y usuarios de redes socio-digitales hemos sido testigos –silenciosos, algunos, participativos, otros más- de un encuentro entre el presidente de la República y Carlos Loret de Mola, identificado por su participación en diversos medios como El Universal, Radio Fórmula, Televisa y, más recientemente Latinus. Una organización mediática comandada por mexicanos con sede en Estados Unidos, cuyas cabezas periodísticas visibles son el payaso Brozo y el propio Loret.

El motivo: la presentación de un reportaje profuso en imágenes fijas tomadas desde un dron, que muestra la casa que habitó en Houston, José Ramón López Beltran –hijo del Presidente- con su familia. El asunto continúa formando parte de las agendas de diversos medios, portales digitales, así como en Facebook y Twitter.

Sin duda, entre todas las narrativas el hilo conductor más importante ha sido el jaloneo sostenido entre Loret y el presidente López Obrador, quien hace un par de semanas presentó durante su conferencia mañanera una relación de los ingresos del primero. El asunto ha sido tipificado como una agresión más de las muchas que durante estos años ha sufrido el gremio periodístico: censura, despido injustificado, múltiples asesinatos sin esclarecer y, durante las últimas semanas, las descalificaciones presidenciales a medios y profesionales de los medios que discrepan de su posición.

En este contexto, los diferentes actores participantes en el debate se refieren genéricamente a los periodistas, como si el gremio fuese homogéneo y todos se desempeñaran bajo condiciones laborales similares. El resto de este trabajo se destina a destacar la importancia de distinguir entre periodista, informador y profesional de los medios, tanto por respeto al gremio como por la importancia de establecer límites entre conceptos. Las opiniones de los estudiosos de la ética de los medios serán clave para cumplir estos objetivos.

El periodista

Los autores consultados para este artículo coinciden en la importancia de que un periodista se prepare, que tenga estudios que le permitan acercarse a la realidad desde la imparcialidad para comprender las historias narradas por los otros: los que dan sus opiniones y contribuyen a interpretar el mundo que los periodistas intentan comprender y describir. El producto de este trabajo busca generar información que el ciudadano pueda traducir en conocimientos útiles para analizar e interpretar la realidad. De aquí que una de las principales responsabilidades es ser éticamente correcto, adentrarse en la verdad usando criterios axiológicos adecuados (Kapuscinski, 2006; Camps, 2004; Gozálvez, 2004). Se trata, en suma, de un primer acercamiento a la distinción entre buen y mal periodismo:

…en el buen periodismo, además de la descripción de un acontecimiento, tenemos también la explicación de por qué ha sucedido; en el mal periodismo encontramos solo la descripción, sin ninguna conexión o referencia al contexto histórico. Encontramos el relato del mero hecho, pero no conocemos las causas ni los precedentes (Kapuscinski, 2006, p 43).

Los autores citados aluden al deber ser del periodista. A la forma como debe proceder contrastando distintas opiniones para ofrecer una versión más completa del acontecimiento. A poner en contexto la noticia de forma que resulte comprensible para las audiencias, aportando elementos para que puedan formarse una opinión sobre el tema. Y muy importante, no mezclar la información con la opinión (Cortina, 2004).

El informador

De acuerdo con Ryszard Kapuscinski (2006, p. 26) durante la segunda mitad del siglo XX la verdad en la información deja de ser importante: lo que cuenta en la información es el espectáculo. Una vez creada la información espectáculo puede venderse en cualquier parte. Ignacio Ramonet (2014) añade que hay una confusión entre información –a la que nos hemos referido en el párrafo previo- y comunicación. La primera es una profesión, la segunda un oficio que busca difundir mensajes complacientes en favor de las empresas que las encargan. Aunque cada vez es más difícil distinguir una y otra, añade Ramonet, el periodista informa y el comunicador elogia:

Forman, en complicidad con los responsables políticos, una especie de corte frívola y mundana, donde se pasan la pelota unos a los otros con conmovedora atención en la esperanza de obtener a cambio algún favor. Se invitan entre ellos, frecuentan los mismos restaurantes de moda, los mismos lugares de veraneo y cuando tienen que “debatir” en público se libran al ritual de una ceremonia inofensiva y previsible (Ramonet, 2014, p. 46).

Desde esta perspectiva, es fácil imaginar a un reportero cómodamente sentado en un estudio de televisión –o desde su casa, ¿por qué no?, leyendo en teleprompter lo que debe decir mientras las imágenes desfilan frente a las pantallas de televisores, computadoras y equipos móviles. La espectacularización informativa puede repetirse ad nauseam, aunque rompan los cánones del deber ser periodístico. A estos cánones cabe añadir la independencia con la que el periodista debe realizar su trabajo, sin presiones que, a decir de Vicente Gozálvez (2004, p. 55) “perturben la adecuada realización de los fines propios de la profesión”.

El profesional de los medios

Según Adela Cortina (2004, p. 19) los medios de comunicación son una expresión de la actividad humana: la actividad mediática. Periodistas, empresarios de la comunicación y trabajadores –continúa- desarrollan una actividad social que comparten con otros profesionales y con los ciudadanos que resultan afectados de esta actividad.

Cortina coincide con los autores previamente citados en que una de las actividades prioritarias de los medios es ampliar a los ciudadanos el ámbito de las informaciones. Informaciones que deben ser contrastadas, las opiniones racionalmente fundadas, las interpretaciones y las interpretaciones plausibles, dejando lo más claro posible si se trata de información, opinión o interpretación (Cortina, 2004, p. 20).

Esta reflexión debe contextualizarse en el incremento exponencial de medios en línea como producto de la revolución digital. A los medios tradicionales que paulatinamente poblaron Internet en busca de lectores como apoyo para paliar la crisis económica, se suma la presencia continua de periódicos, blogs y revistas con objetivos similares: construir un público leal a través de una oferta de contenidos que se traduzca en opciones para atraer anunciantes. En esta explosión de medios escritos y audiovisuales, Victoria Camps (2004) cuestiona la ausencia de una pluralidad de puntos de vista.

Personalmente, encontré la respuesta en el caso de México. Como seguramente ha constatado el lector radio, televisión, prensa y ahora medios digitales están colonizados por los mismos de siempre. Las mismas opiniones –incluso textos idénticos- en todos los espacios posibles, obstruyendo la pluralidad de ideas y dificultando la presencia de nuevos argumentos sobre los asuntos de agenda. Este escenario es parte de la estrategia económica de los dueños de los medios, decididos a no arriesgar las ganancias con nuevas plumas y apostándole a los de siempre. No importa desde dónde construyan su trabajo, lo importante es que atraen audiencias y las audiencias atraen anunciantes. Esta figura, que comenzó a construirse desde los inicios del siglo XXI, es la del profesional de los medios, a la que pertenece Loret de Mola.

De lo anterior se desprende que la figura del periodista corresponde a un perfil profesional, que es deseable no evolucione hacia cualquiera de los otros dos, o hacia ambos. El informador y el profesional de los medios son compatibles; incluso, pueden convivir simultáneamente en detrimento de la pluralidad. Con el agravante, volviendo a Camps (2004, p. 40) de que “los intereses económicos constriñen la libertad de expresión”. A menos que se trate, completa Adela Cortina (2004, p. 21), de la libre expresión de los profesionales de los medios de comunicación, que reducen la “libre expresión” a la “libertad de su expresión”.

Reflexiones finales

En el marco de la sobrecarga informativa a la que estamos sujetos cotidianamente, resulta fundamental la distinción entre periodista, informador y profesional de los medios. El asunto cobra relevancia no sólo relacionado con el tema que nos ocupa, sino también con el error deliberado cometido por productores de medios impresos, electrónicos y digitales de llamar periodista a cualquiera que tome un micrófono, una pluma o emita una opinión aduladora. Seudo periodistas y productores de contenido contribuyen por igual a “homogeneizar la oferta comunicativa de acuerdo con el principio de la redundancia o de la uniformidad informativo-comunicativa” (Gozálvez y Lozano, 2004, p. 62).

#YoNoSoyLoret como muchos ciudadanos mexicanos que se resisten a confundir con reportaje la lectura de una nota salpicada de sobresaltos y descalificaciones. Porque defiendo la libertad de expresión de todos, no solamente la que legitima los intereses de quienes defienden las mismas ideas de siempre en detrimento de la pluralidad, mezclando arbitrariamente información y opinión para confundir a las audiencias. No obstante, quedan pendientes la exhibición pública de los ingresos, el tipo de escrutinio al que estarían expuestas las figuras públicas y la responsabilidad ética de la ciudadanía digital en la construcción de una ciudadanía digital.

*Profesora Investigadora, Facultad Mexicana de Arquitectura, Diseño y Comunicación, Universidad La Salle Ciudad de México.

5 de agosto de 2025