Pequeñas diferencias hacen de los colores un dégradé casi infinito: el azul, por ejemplo, da matices marítimos y al celaje, mientras que el añil confiere posibilidades inagotables a artistas y curiosos que se preguntan sobre el origen de las cosas.
Pequeñas diferencias hacen de los colores un dégradé casi infinito: el azul, por ejemplo, da matices marítimos y al celaje, mientras que el añil confiere posibilidades inagotables a artistas y curiosos que se preguntan sobre el origen de las cosas.