La inocultable tragedia y aberración del genocidio israelí en Gaza
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La inocultable tragedia y aberración del genocidio israelí en Gaza

Naief Yehya*

Nueva York.- A 690 días de la brutal intensificación del genocidio llevado a cabo por el Estado de apartheid israelí en contra de la población de Gaza queda claro que un crimen de esta magnitud no puede seguir siendo ocultado, ni siquiera cuando se cuenta con la complicidad de los principales medios informativos del mundo, ni siquiera cuando las principales potencias occidentales se dedican a blanquear diariamente los crímenes y a reprimir a sus propias poblaciones cuando se manifiestan en contra de la carnicería.

La persecución de manifestantes antigenocidio en Alemania, Gran Bretaña (en un solo evento 474 manifestantes fueron detenidos en Londres por apoyar a la red de acción directa Palestine Action) y Francia, entre otros, acusándolos de terrorismo es absolutamente apabullante.

Ante la criminalidad, impunidad y descaro del ejército israelí, los principales líderes de Europa han lanzado ambiguos lamentos y súplicas que saben que serán ignorados por Estados Unidos y el régimen de Benjamín Netanyahu. Estos mensajes y slogans son emitidos de manera calculada para mostrar un mínimo de compasión y así tratar de complacer a la parte de su población desconsolada y furiosa, así como agobiada por la desesperación, la fatiga, la culpa y la saturación de desinformación de la propaganda progenocidio israelí.

Resulta difícil creer que la hasbará israelí aún espera ser tomada en serio cuando defienden las atrocidades inverosímiles que comete el ejército israelí (con el apoyo mayoritario de la población, en marzo de 2025, de acuerdo con el diario Haaretz y Geocartography para la Universidad Estatal de Pensilvania: 82% apoya la expulsión forzada de los palestinos de la Franja de Gaza, 47% cree en la idea de que el ejército israelí debe actuar como los israelitas de las conquistas bíblicas y por tanto matar a todos los enemigos, y 56% apoya la expulsión forzada de los ciudadanos árabes de Israel), cuando justifican los incesantes ataques por parte de colonos y el ejército en contra de poblaciones en Cisjordania, cuando niegan la hambruna masiva (así como siguen negando que están cometiendo un genocidio) que han provocado en Gaza y el nivel demencial de destrucción llevado a cabo en la Franja.

El argumento sigue siendo que están eliminando terroristas de Hamás, ya sea al destruir cientos de olivos (porque los utilizan para ocultarse cuando atacan a los colonos), al bombardear hospitales y al volver a destruir las ruinas de las viviendas que han venido bombardeando durante casi dos años, así como las tiendas de campaña donde se refugian los supervivientes o donde descansan los periodistas. Entre las justificaciones más repugnantes están aquellos que acusan a los medios de mostrar niños demacrados por la hambruna diciendo que tienen parálisis cerebral, raquitismo o padecían de otras condiciones. Como si fuera legítimo o inevitable matar de hambre a niños enfermos.

Sin el menor pudor, la maquinaria de la desinformación sigue insistiendo que Hamás está bloqueando y robando la comida destinada al pueblo, que de por sí es usado como escudo humano y que al no querer entregar a los rehenes están prolongando el conflicto. Asimismo, han culpado a la ONU de no querer distribuir la comida cuando es el ejército y gobierno israelí que han negado el acceso de los camiones con alimento al territorio. A estas falsedades hacen eco numerosos políticos, comentaristas y figuras públicas, a pesar de que el propio ejército israelí reconoció no haber encontrado prueba alguna de esas acusaciones, como reportaron incluso los medios que han repetido la línea oficial israelita.

Natan Odenheimer escribió el 26 de julio de 2025 en The New York Times que dos altos funcionarios militares israelíes y otros dos israelíes involucrados en el asunto (que hablaron a condición de anonimato) han asegurado que sus propios informes confirman un reporte interno del gobierno estadunidense de que no se ha encontrado en estos 22 meses prueba de robo sistemático por Hamás o cualquier otra organización de suministros humanitarios. Mientras tanto, miembros del gobierno israelí repiten argumentos genocidas sin el menor temor de poner en evidencia las políticas de exterminio de su gobierno.

Cuando comenzó la masacre, el gobierno de Israel negaba haber bombardeado hospitales o matado periodistas. Ahora no hay forma de ocultar, justificar o disfrazar el haber bombardeado y destruido prácticamente todos los hospitales, clínicas y servicios de salud de la Franja y haber asesinado alrededor de 240 (cifra del sindicato de periodistas palestinos) periodistas y trabajadores de los medios de comunicación (acusándolos a todos de ser militantes de Hamás), lo cual es un número récord para cualquier conflicto armado.

Desde el inicio del genocidio, Israel ha prohibido el acceso a Gaza a la prensa internacional bajo el falaz pretexto de que es peligroso (cuando el principal peligro son las bombas y balas israelíes). La única manera para un periodista extranjero de entrar ha sido enquistado-encamado con las tropas israelíes (y por tanto sometido a la propaganda y limitaciones del ejército invasor y de ocupación), o bien con alguna organización humanitaria, lo cual no siempre es posible debido a las exigencias y paranoia del régimen de Tel Aviv. Por tanto, la única mirada interna de las brutales acciones en contra de los palestinos es la que ofrecen los periodistas locales.

El 10 de agosto, una bomba israelí destruyó una tienda de campaña afuera del hospital Al-Shifa, en la ciudad de Gaza, asesinando a cinco periodistas: el corresponsal de Al Jazeera Anas al-Sharif, el corresponsal Mohammed Qreiqeh, los camarógrafos Ibrahim Zaher y Mohammed Noufal, y el camarógrafo independiente Moamen Aliwa. La justificación fue que al-Sharif era un militante de Hamás. La evidencia era una selfie que se tomó con Yahya Sinwar (imaginemos que todos aque llos líderes del mundo que han posado con el criminal convicto de guerra Netanyahu fueran exterminados por culpa de una imagen) y los demás periodistas eran simple daño colateral.

El 25 de agosto el ejército israelí lanzó uno de sus ataques dobles (double tap) en contra del hospital Nasser, de Gaza. Este tipo de ataque consiste en disparar un misil y esperar a que lleguen los servicios de paramédicos o los samaritanos que tratan de ayudar para disparar un segundo misil y asesinar a los rescatistas también.

Ese día, las autoridades israelíes ordenaron al personal extranjero del hospital que debían ausentarse, de acuerdo con la doctora Mimi Syed. A las 10:00 AM, un obús (aparentemente de un tanque) dio en uno de los pisos superiores del hospital, donde se encuentran las salas de operación y las residencias de los médicos. Con ese impacto murieron por lo menos dos personas.

El segundo proyectil dio en la escalera externa mientras rescatistas y periodistas trataban de auxiliar y reportar. 18 personas murieron ahí y hubo más de 80 heridos. Este último ataque fue filmado por el canal Al Ghad y las imágenes han sido vistas millones de veces en redes sociales y en una variedad de sitios y noticieros.

Entre los periodistas asesinados se encontraban Mariam Abu Dagga, periodista y fotógrafa freelance de Associated Press y otros medios; Mohammed Salama, quien trabajaba para la emisora catarí Al Jazeera; Moaz Abu Taha, periodista freelance colaborador de Reuters y otras organizaciones noticiosas; y Ahmed Abu Aziz. El fotógrafo Hatem Khaled, también contratista de Reuters, resultó herido. La justificación que fue repetida por la mayoría de los medios corporativos, canales televisivos y agencias informativas occidentales fue que dispararon a una “cámara de Hamás”. Todo el mundo pudo ver que la estrategia criminal del ejército era causar un máximo de muertes, que las tropas genocidas no tenían nada que temer de una cámara, pero los medios fueron una vez más cómplices de los asesinos. Ese mismo lunes, soldados israelíes dispararon contra una tienda de campaña en las afueras del hospital Nasser, en el área de Masawi, de Khan Younis, donde asesinaron al periodista y editor Hassan Dohan e hirieron a otras personas. En total ese día asesinaron a más de 70 palestinos en Gaza.

Ori Nir, en el diario israelí Haaretz, escribió que Israel ha asesinado a 189 reporteros —cifra reconocida por el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ)—, y señaló que después de los últimos ataques contra la prensa, la unión de periodistas israelíes se manifestó “profundamente sorprendida”, pero apunta: “No hubo expresión de solidaridad ni de colegialidad con los periodistas palestinos, ninguna indignación, ninguna acción”.

En los medios israelíes dominó una vez más la versión de que los periodistas asesinados eran terroristas. Zvi Yehezkeli dijo en i24 News que se trataba de “terroristas Nukhba (élite) de Hamás en todos sentidos”. Este periodista televisivo, propagandista e incitador del genocidio que se hace pasar por experto en asuntos árabes, señaló que estos informadores han hecho enorme daño a Israel al mostrar imágenes de la destrucción y el hambre de los que son víctimas. Según él y algunos de sus colegas, estos periodistas “han dado forma a la percepción de la realidad… que en parte dio lugar a la guerra y más tarde dio legitimidad a Hamás”. Y apunta: “Si Israel ha decidido eliminar a los periodistas, más vale tarde que nunca. La punta de lanza del brazo militar de Hamás son esos periodistas de Nukhba; así que, en mi opinión, Israel hizo bien en matarlos, aunque demasiado tarde”.

Otros comunicadores, como Shirit Avitan-Cohen, defendieron el asesinato de periodistas (escribiendo esta palabra entre comillas y diciendo que no hay periodismo en Gaza debido al control de Hamás, algo que han negado docenas de reporteros que dependen de los reportajes de estos valerosos informadores que trabajan a pesar del miedo, el hambre y las enfermedades), y se enfurecieron cuando Netanyahu declaró que había sido un accidente trágico.

El 21 de agosto, varios medios, incluyendo el periódico británico The Guardian, +972 Magazine y Local Call publicaron cifras de una base de datos del ejército israelí clasificada, fechada en mayo de 2025, que señala que ocho mil 900 de los 53 mil asesinados en la masacre de Gaza eran combatientes identificados (esta cifra tan sólo refleja las personas cuyos cuerpos fueron recogidos y no incluye a miles enterrados y despedazados bajo los escombros).

Pasarán décadas para que se pueda tener un conteo confiable de la muerte que ha dejado el genocidio israelí. Esta cifra de muertos civiles, que corresponde al 83%, implica que cinco de cada seis palestinos martirizados no eran combatientes. Esta tasa de civiles asesinados es muy alta, tan sólo inferior a las registradas en Ruanda, en 1994 (99.8%); Mariupol, Ucrania, en 2022 (95%); y Srebrenica (Bosnia y Herzegovina), entre 1992 y 1995 (92%). El ejército israelí no negó que hubiera obtenido estos números, pero aseguran que aún hay alrededor de 49 mil militantes de Hamás vivos que siguen en pie de lucha. De esa manera seguirán usando ese pretexto para asesinar sospechosos con nula protección a los civiles y muy amplia tolerancia para el daño colateral. No obstante, los soldados y mercenarios que cazan a la gente desesperada que busca obtener algún alimento y que caen en la trampa de ir a buscarlo a los sitios designados por la Gaza Humanitarian Foundation, no necesitan de pretextos ni justificaciones para matar y han cobrado por lo menos las vidas de mil palestinos hambrientos y desesperados al disparar contra las masas “como si fueran zombis en un juego de video”, como reportó Yuval Abram en +972 Magazine, el 10 de julio de 2024.

La masacre de Gaza, llevada a cabo con el pretexto de autodefensa (como han hecho todos los regímenes fascistas), sigue siendo impulsada por la retórica genocida de políticos extremistas y centristas. No hay diferencia entre la visión de Netanyahu y la de la oposición. El único objetivo del poder es el extermino de los palestinos o la limpieza étnica por expulsión a un tercer país, lo que suceda primero. No olvidemos que más de dos millones de palestinos habitantes de Gaza (una gran parte de ellos refugiados de otras zonas conquistadas previamente por colonos israelíes) han sido desplazados, muchos en numerosas ocasiones, a supuestas zonas seguras donde han seguido siendo bombardeados y asesinados por francotiradores que gustan de disparar a la cabeza y genitales. La aberración inocultable del genocidio será una vergüenza en la consciencia de la humanidad que ha sido cómplice, pero el pueblo israelí cargará con ese estigma.

No quedan ya más “líneas rojas”. Todos los extremos de la crueldad y brutalidad se han normalizado, todas las formas de humillación y ejecución se usan cotidianamente, de manera indiscriminada con soberbia, impunidad y crueldad. No es posible imaginar que esto pueda detenerse. Todos los llamados desesperados a un cese al fuego han sido y seguirán siendo ignorados. La situación en gran medida ha llegado a ser posible debido a que Joe Biden, un sionista militante, ocupaba la Casa Blanca, y dio rienda suelta a los deseos más brutales de genocidio. Ahora un narcisista ambicioso y cínico, Donald Trump, ha tomado su lugar y es incapaz de entender la magnitud de la catástrofe que está teniendo lugar. El genocidio de Gaza será una inmensa mancha en el ya de por sí repugnante y obsceno legado del presidente que aseguró que terminaría con todas las guerras.

No es posible imaginar una alianza de naciones dispuesta a intervenir, a imponer un embargo de armas e cese al fuego han sido y seguirán siendo ignorados. La situación en gran medida ha llegado a ser posible debido a que Joe Biden, un sionista militante, ocupaba la Casa Blanca, y dio rienda suelta a los deseos más brutales de genocidio. Ahora un narcisista ambicioso y cínico, Donald Trump, ha tomado su lugar y es incapaz de entender la magnitud de la catástrofe que está teniendo lugar. El genocidio de Gaza será una inmensa mancha en el ya de por sí repugnante y obsceno legado del presidente que aseguró que terminaría con todas las guerras. No es posible imaginar una alianza de naciones dispuesta a intervenir, a imponer un embargo de armas e incluso lanzar una acción militar. ¿Quién podría forzar el suministro básico de alimentos y medicinas a la población palestina? ¿Qué nación o naciones llevarían ante un jurado a los líderes, políticos y militares israelíes responsables en este genocidio? Nada de eso puede suceder en el mundo que vivimos. Aunque también parecía inimaginable desnazificar a Alemania en 1940.

Al ver Gaza arrasada, decenas de miles asesinados y muchos más que serán víctimas de la hambruna y violencia tan sólo podemos decir: es demasiado tarde y dejemos de soñar con la consolación de que la historia hará justicia.

*Analista internacional, ensayista y escritor. El Planeta de los Hongos, su más reciente libro.

30 de septiembre de 2025