Gerardo Israel Montes
Al final no hubo ni atentado contra la democracia; México no se encamina a la instalación de una autocracia; ni se enfila a una dictadura; ni se perdieron mayorías absolutas en la Cámara de Diputados; ni hubo necesidad de pedir la nulidad de todo el proceso electoral, como arengaron los partidos políticos de oposición y el consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova, durante una entrevista radiofónica a mediados de mayo.
Todas estas falacias que formaron parte de la estrategia narrativa difundida de manera sincronizada por partidos, consejeros electorales como Córdova y Murayama, y no pocos conductores de medios de comunicación locales y extranjeros, terminaron topándose con la realidad democrática que existe en el país, reflejada en las preferencias electorales de la ciudadanía que votó el 6 de junio: 49 millones 151 mil 320 votos, el 52.66 por ciento de los 93 millones 328 mil 777 ciudadanas y ciudadanos registrados en la Lista Nominal.
En el ámbito de la elección para conformar la Cámara de Diputados, la coalición “Juntos Hacemos Historia”, integrada por Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Partido del Trabajo (PT) y Partido Verde Ecologista de México (PVEM), obtuvo 186 distritos electorales federales, contra 107 logrados por los partidos de la alianza “Va por México”: Acción Nacional (PAN), Revolucionario Institucional (PRI) y de la Revolución Democrática (PRD). En lo individual, Morena ganó 64 distritos contra 33 del PAN; el PRI obtuvo 11; el PVEM 1; Movimiento Ciudadano (MC) 7; mientras que el PRD y el PT no ganaron ningún distrito.
En el caso de los congresos locales, Morena también se consolidó. En 2020 Morena tenía mayoría en 18 congresos, el PAN en 4, PRI en 1, MC en 1, y había 8 congresos divididos. A partir de la próxima legislatura Morena conservará la mayoría en igual número de poderes legislativos locales, 18; el PAN en 7; el PRI en 1; MC en 1; y habrá 5 congresos divididos.
Acerca de las elecciones para gobernador, de 15 en disputa, Morena triunfó en 11; el PAN en 2; el PVEM en una y MC en otra más. Es de destacar la reconfiguración que se dio en los gobiernos locales: mientras en 2020 el PRI tenía 12 gobiernos estatales, el PAN 10, Morena 7, MC 1, el PRD 1 y el PES 1, con los resultados del pasado 6 de junio el mapa de gobiernos estatales quedó, en el mismo orden, de la siguiente manera: el PRI 4, PAN 8, Morena 17, MC 2 y el PVEM 1.
En la Ciudad de México, los partidos de oposición tuvieron un gran avance al obtener nueve alcaldías contra siete conseguidas por Morena. El avance opositor también se vio reflejado en la integración que tendrá el Congreso de la CDMX. Mientras en la I Legislatura, de las 66 diputaciones locales, Morena tenía una amplia mayoría con 34, contra 11 del PAN, 3 del PT, 1 del PVEM, 5 del PRD, 4 del PRI,2 del PES y 6 legisladores sin grupo parlamentario, para la II Legislatura la conformación quedará (por mayoría relativa) para Morena-PT 18 legisladores; PT-PVEM 1; PAN 5; PAN-PRI-PRD 7; y el PRI-PRD 2. En cuanto a la repartición de plurinominales, Morena tendrá 14; el PAN 9; el PRI 5; el PRD 2; PVEM 1 y MC 1. En tanto, la diputación migrante la ganó el PAN.
En total, la alianza Morena-PT-PVEM tendrá 34 legisladores, contra 31 del bloque conformado por el PAN-PRI y PRD, y 1 de MC.
Para Morena, los resultados electorales demuestran un avance relevante en todo el territorio nacional de norte a sur: gubernaturas y congresos locales. Pero también una significativa disminución en diputados federales; severo retroceso en la capital del país. Mientras que el PAN, con algunos altibajos, logró mantenerse como la segunda fuerza política a nivel nacional. El PRI fue el que más retrocesos registró, sobre todo por la pérdida de gubernaturas. MC resultó fortalecido al ganar un nuevo gobierno estatal: Nuevo León. El PVEM, que acostumbra aliarse con quien ostente el poder presidencial, consiguió la gubernatura de San Luis Potosí, con un personaje impresentable: Ricardo Gallardo. El PRD se mantiene en la constante de ser una opción política marginal. Además, perdió Michoacán, el único estado que gobernaba.
La realidad de estos resultados dista mucho de los presagios vociferados al unísono durante todo el proceso electoral por los consejeros Córdova y Murayama, los partidos de oposición y aquellos medios de comunicación beneficiados por el antiguo régimen, quienes a consecuencia de haber perdido espacios de poder y control político, después de las elecciones de 2018, se ejercitan en el arte de la adivinación y la manipulación, advirtiendo de presagios inverosímiles como que México se encamina a una dictadura “como en Venezuela”, o hacia un sistema de gobierno autocrático.
Injerencia de medios extranjeros
Esta propaganda de miedo y falsedades tuvo un impulso importante al final del proceso electoral, previo al 6 de junio, cuando en medios extranjeros, se publicó información tergiversada que fue retomada por medios y columnistas locales, apartándose del deber de mantener independencia en beneficio de sus lectores y audiencias.
Por su línea editorial, manipulación o intereses político- empresariales o de grupo, estos medios difundieron la falaz versión acerca del supuesto riesgo a la democracia mexicana con el gobierno federal. Utilizaron ideas y frases que por años han repetido los grupos opositores al ahora presidente, Andrés Manuel López Obrador, aderezadas con versiones de la derecha mexicana, como que el país se dirige a una autocracia y que AMLO atenta contra órganos autónomos, sin reconocer o recordar que sus consejeros son cuotas partidistas, que responden a intereses políticos muy definidos.
A cuatro días del 6 de junio, la revista británica The Economist publicó un editorial plagado de injurias en contra de López Obrador, cuya cabeza mezcló la frase inventada por Enrique Krauze, en contra de López Obrador, al llamarlo despectivamente: “El Mesías Tropical”. A ello, se agregó la perorata de Córdova Vianello sobre el riesgo que corre la democracia mexicana y la autonomía del INE, además de la petulancia de Javier Lozano y Alfredo Lecona, y la torpeza de Fernando Belauzarán, todos opositores.
Con el título: “Falso Mesías de México”, la publicación británica (29 mayo- 4 junio), se hizo eco de frases construidas por los líderes de la alianza conservadora “Va Por México” de que AMLO es un “peligro” para la democracia; acusó al Presidente de dividir a los mexicanos entre quienes lo apoyan: “el pueblo” y la “élite” que lo cuestiona.
Generalizó la supuesta incertidumbre que vive todo el sector empresarial mexicano ante las políticas aplicadas por el Ejecutivo Federal y criticó la posibilidad de eliminar a todos los organismos autónomos, poniendo énfasis en el INE.
En un papel más de agencia de publicidad política que de medio de comunicación profesional, de forma injerencista The Economist subrayó que los votantes mexicanos tenían “la oportunidad de controlar a su presidente rechazando a su partido” en los comicios del 6 de junio, porque si Morena lograba mantener la mayoría en el Congreso, aunque fuera con la ayuda de sus partidos aliados, López Obrador podría seguir con sus planes para México (sic).
Ese texto recibió críticas, como la del historiador Lorenzo Meyer, quien publicó en El Universal: “La prensa (extranjera) como un dios” (13 de junio), donde recordó que ese medio nació del “empeño de un banquero que buscaba no pagar impuestos de importación de granos y que evolucionó hasta ser un líder del pensamiento del liberalismo económico y social y del centrismo político escorado hacia la derecha”.
Meyer también recuperó una historia (2003) acerca del semanario británico titulada: “Cómo es trabajar en The Economist durante 47 años” escrito por la periodista Bárbara Smith, quien llegó a esa publicación en 1956. En dicho texto se exhibe el perfil conservador de ese medio al recordar que: “cuando en 1973, al saberse del golpe militar que acabó con la vida y el proyecto de Salvador Allende, un miembro del staff deambuló por sus corredores proclamando feliz: “mi enemigo está muerto”. Para Meyer, “esa felicidad en la sede de la revista ante el trágico fin de un intento pacífico y democrático por ensayar desde la izquierda un modelo ajeno al neoliberal, explica al menos en parte, el grado de animosidad que The Economist puede albergar al evaluar ciertos fenómenos en América Latina”.
Paralelamente, el diario francés Le Monde publicó un reportaje firmado por su corresponsal en México, Frédéric Saliba, quien destacó en su texto, los cuestionamientos presidenciales a los órganos autónomos, el supuesto ataque a la democracia, la intervención presidencial en las elecciones del 6 de junio e hizo referencia al desplegado publicado a finales de mayo por un grupo de 430 personajes, donde llamaron a no votar por Morena.
En ese desplegado, titulado Manifiesto por la República, la democracia y las libertades, firmado por opositores resentidos con AMLO como Claudio X. González (tutor de la alianza “Va por México”) y los escritores Enrique Krauze y Héctor Aguilar Kamín, se llamó a vencer en las urnas a la coalición oficialista para “rectificar el rumbo” y construir una alternativa viable frente al retroceso “populista y autoritario”, para lo cual se requiere del concurso de múltiples actores que incidan en el proceso con sus causas y agendas, en contraste con la “obediencia ciega” (frase por demás despreciativa, racista y llena de superioridad, que menoscaba a los partidarios de AMLO como personas que no son capaces de pensar por sí solos), que se somete a los designios de una sola y “mesiánica” voz.
En el mismo texto, los “abajo firmantes” insistieron en su llamado a unir fuerzas para detener la instauración de una “autocracia”, y respetar el pluralismo político.
Por su parte, la periodista alemana Von Hildegard Stausber escribió en Die Welt (2 de junio), que el ejercicio de votación que se daría el domingo 6, “es una especie de referéndum sobre el presidente Andrés Manuel López Obrador, que gobierna cada vez de manera más autocrática”.
Stausber aseguró que México no está avanzando a través de procesos electorales democráticos, sino a través de la movilización social permanente. “Este mesianismo es incompatible con la democracia” (sic); igualmente afirmó que López Obrador ha usado a Morena “en una locura casi mesiánica para transformar a México hacia una ‘Cuarta Transformación’. La autora del texto celebró la alianza, “inconcebible”, entre el PAN y el PRI.
El amague de Córdova para anular las elecciones
A pesar de todos los embustes que propagó el bloque opositor y sus aliados mediáticos, cuya intención era inducir a la duda y el miedo de las y los votantes, los resultados electorales demuestran que el sistema democrático en México goza de cabal salud y no está en riesgo, como falsamente sostuvo durante meses, apegándose al guion del bloque opositor, el consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova quien, además, instalado en su postura de ignorar el principio de neutralidad a la que está obligado como funcionario, llegó a plantear la nulidad del proceso electoral derivado de la intervención presidencial durante el desarrollo de las campañas.
En entrevista radiofónica (17 de mayo) en la primera emisión de Imagen Informativa, conducida por Pascal Beltrán de Río, al referirse a la supuesta intervención presidencial, Córdova Vianello dijo: “Déjame decirlo de esta manera: el principio de imparcialidad, cuando se viola, anticipa sin lugar a dudas que quien pierda y se sienta agraviado por la intromisión indebida de un funcionario público pues va a impugnar”.
Ante este planteamiento, la diputada de Morena, Ángeles Huerta, presentó a finales de mayo en la Comisión Permanente un punto de acuerdo solicitando la comparecencia de Lorenzo Córdova para que explicara su afirmación sobre la posibilidad de anular las elecciones de este proceso electoral. La legisladora hizo ver la parcialidad del funcionario para “sesgar a la opinión pública” de la autoridad electoral.
Al mencionar que no hubo violación a la normatividad electoral de la autoridad federal, la diputada Huerta cuestionó a Córdova por “olvidar” el uso de recursos públicos realizados por gobernadores priistas y panistas durante el proceso electoral. En el Estado de México, el gobernador Alfredo del Mazo repartió la “Tarjeta Rosa” (mil quinientos millones de pesos); Enrique Alfaro, en Jalisco, promovió el programa “Jalisco, Revive Tu Hogar” (reparto de tinacos); o el caso de los “Vales Grandeza”, en Guanajuato, o los vales “Puro Sinaloa” del gobernador Quirino Ordaz.
“A pesar de que éstas sí son violaciones graves a la Constitución y que representan delitos electorales, el Consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova, ni siquiera se refiere a ellas: en su percepción no existen porque son cometidos por el bloque al que decidió apoyar”, espetó la diputada Huerta.
Después del 6 de junio, las falacias continuaron
Tras la jornada del 6 de junio, cuando los integrantes del bloque opositor, se toparon con la realidad de las preferencias electorales que tiene la mayoría de la población mexicana, y ante el hecho de que su estrategia para disminuir la presencia política de Morena no había dado los resultados esperados, continuaron con su estrategia de mentir y distorsionar los hechos, ahora bajo la mentira de que el partido en el gobierno había tenido una gran derrota “al quitarle la mayoría calificada”.
Ese discurso fue rápidamente posicionado en el ámbito nacional e internacional. El 7 de junio, con el título “México pone a revisión el poder de AMLO”, el editorial de The Wall Street Journal consideró como buenas noticias lo sucedido en las elecciones mexicanas, al afirmar que los votantes mexicanos decidieron poner un freno al presidente Andrés Manuel López Obrador y sus ambiciones de concretar una “cuarta transformación radical”.
La noticia fue retomada por El Universal y varios de sus columnistas siguieron la misma línea discursiva de exagerar los resultados adversos de Morena y resaltar el leve crecimiento que tuvo la oposición. El 7 de junio, con los resultados parciales que arrojaban el cómputo de los votos, Alejandro Hope, se apresuró a escribir en su texto “La disyuntiva que viene para el presidente”, que México estaba “partido casi a la mitad” entre Morena-PT-PVEM y por el PRI-PAN-PRD, e influenciado con el editorial de The Economist, aseguró: “Esto tiene una implicación que es ineludible: el presidente López Obrador ya no tiene un mandato para una transformación radical de la vida pública del país. Con algo de titubeos, la sociedad parece haber decidido meter el freno y no meterle el acelerador”.
Menos ecuánime, y a la par de externar su permanente fobia en contra de López Obrador, ese mismo día en el mismo periódico, Héctor de Mauleón tituló su texto: “Se fue la euforia”, en donde hizo una mala y forzada comparación entre el proceso electoral de 2021 y el de 2018, y quiso pasar el triunfo obtenido por la oposición en la ciudad de México, como si hubieran obtenido un triunfo a nivel nacional. “Al gobierno más poderoso que ha tenido la izquierda mexicana le tomó tan sólo 3 años apagar de un cubetazo de agua helada las esperanzas de cambio en que se fundó aquel júbilo mayoritario” en 2018. “Ahora, en las horas previas a la elección, un sector importante de los votantes, al que movió la necesidad de poner freno al proyecto autoritario, de decir No al país de un solo hombre, hizo que las encuestas se cerraran en varias alcaldías”.
Más allá de las falacias y engaños propagandísticos de la oposición y sus voceros mediáticos, Morena logró avances importantes a nivel nacional y un retroceso severo en la CDMX, resultado de diversos errores cometidos por las autoridades capitalinas y federales. La oposición tuvo un avance significativo, sobre todo en la capital del país. Sin embargo, sus triunfos no se debieron a que la ciudadanía los vea realmente como una opción real de cambio, menos conociendo los antecedentes de corrupción cometidos durante sus gobiernos, sino a los errores de Morena.
Emilio Lezama lo reflexiona acertadamente (“¡Ustedes no ganaron!” El Universal 20/06/2021) al escribir sobre la victoria obtenida por la alianza “Va por México” en la capital del país. “La CDMX no votó por ellos, sino en contra de Morena”. Al preguntarse de dónde sale tanta soberbia por parte de la oposición, que tras la derrota de 2018 nunca logró hacer un ejercicio autocrítico ni separarse de sus prejuicios, fobias y prácticas que la llevaron a esa debacle. “Pongamos como ejemplo al PAN. El partido fundado por Manuel Gómez Morín fue constituido para hacer frente al PRI y lo que éste representaba (…) el PAN decidió aliarse con el partido que nació para combatir, y con el PRD, el partido que al menos ‘oficialmente’ representa la postura ideológica contraria”.
“¿Qué logros políticos puede presumir la Alianza Va Por México en la capital del país? ¿Qué identificación ideológica tiene sus candidatos con la población?”, son otras de las preguntas que hace Lezama en su texto, para enfatizar que “es altamente probable que la razón de su alta votación tenga mucho que ver con el desdén presidencial a la agenda progresista de la capital”, como el “desaire de AMLO al movimiento feminista, sus constantes ataques a la laicidad, el caso omiso a la agenda progresista de las minorías y la legalización de las drogas”, son asuntos que propiciaron el voto de castigo hacia Morena. No obstante, apunta Lezama: “Irónicamente, muchos de los que se han beneficiado de este voto de castigo, se oponen abiertamente a estas exigencias sociales”.