Virgilio Caballero
Con su muerte, escribió su última página trascendental. Y no me refiero a su columna del viernes 14 en el periódico Reforma, en la que se despide de sus lectores con la convicción de que ése será su último encuentro con ellos, lo que llevó hasta el extremo último de la existencia la serena lucidez con la que iluminó su vida.
Me refiero a la decisión de que su deceso no se convirtiera en pretexto de lucimiento para los personajes del poder, que todos sabemos que no tienen límite en sus afanes de despojo y prevaricación.
La voluntad de Miguel Ángel, cumplida amorosamente por su familia, de guardar en la intimidad familiar el cumplimiento de sus exequias es también una reflexión libertaria sobre el respeto a la dignidad personal aún después de la muerte. No hubo trasiego de su cuerpo de un recinto solemne a otro que diera lugar a la gesticulación de circunstancia de los políticos.
Ha sido como una última toma de distancia del periodista honesto frente al poder, es decir, Miguel Ángel Granados Chapa en su plenitud, pues fue ese el sino que él dio a su quehacer periodístico y a su vida, que son inseparables, incluso hasta sus últimos momentos.
Por eso me atrevo a creer que con ese gesto póstumo Miguel Ángel escribió la última página de su singular oficio de periodista, aunque no haya aparecido en la edición de la mañana, aunque sirva tal vez tan sólo para confirmar la belleza que surge del vivir con dignidad en las oscuras horas indignas que los personajes del poder han impuesto a nuestro país.
*Textos leídos el 20 de octubre, 2011, en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García y en el homenaje de la AMEDI a Miguel Ángel Granados Chapa.