Rafael Aviña
La figura del periodista como personaje del cine mexicano resulta más bien exigua y poco afortunada. En ese sentido destacan un par de filmes menores en apariencia y prácticamente desconocidos, que no sólo tienen como protagonistas (o casi) a un par de reporteros, sino que en ambos casos, se trata de periodistas que cubren la fuente policial mejor conocida como de “nota roja”, arrumbada durante mucho tiempo a las páginas finales.
Cuatro ladrones cometen un atraco, huyen en un automóvil y se detienen en el cabaretucho El Ratón, a ese lugar llegan: Gabriel Lozano (Joaquín Cordero), joven estudiante de periodismo y Noreña (Miguel Manzano), periodista sin escrúpulos y corrupto, bien conocido en los ambientes policiales y padre de Julieta (Tere Velázquez), novia de Gabriel quien estudia en la UNAM.
El encargado del cabaret le da un sobre con dinero a Noreña con el fin de que dejen de publicar notas sobre esos cinturones de vicio, donde contratan a jovencitas menores de edad y abundan los criminales y las riñas.
Noreña le da a aquel, el soplo de que la policía llegará en breve para que saque a las menores de edad y los criminales se oculten, no obstante, el comandante Núñez (Arturo Correa) y sus hombres arrestan a los ladrones luego de un tiroteo. Gabriel y Noreña llegan a la casa de éste donde lo espera una madre afligida a cuya hija el periódico ha calumniado. A su vez, Noreña, le entrega a su hija Julieta el sobre de dinero para que termine de pagar su auto. Al día siguiente, Noreña se entera del suicido de la joven calumniada y no le da importancia: “Gajes del oficio”, comenta. Por su parte, Julieta es testigo del atropellamiento de un muchacho en bicicleta. Lo auxilia y éste le pide que lo lleve a su casa en “La Candelaria”.
Un albañil que ha observado todo (Manuel Dondé), recoge un portafolio con dinero de una cobranza que el muchacho llevaba. Julieta pasa por Gabriel y ambos buscan la dirección del muchacho pero al llegar, éste ha muerto y la madre y los habitantes del poblado quieren lincharlos y los acusan de la muerte del joven.
Gabriel y Julieta consiguen escapar con el cadáver que sigue en el auto y terminan ocultándose en un motel. Ella se quita el vestido que lleva para lavar la sangre y él se va al periódico El Día para buscar a Noreña, quien a su vez busca angustiado con la ayuda del periódico y la televisión a su hija. Gabriel se percata de lo que ha escrito Noreña e intenta localizar al albañil para que se retracte de sus declaraciones falsas.
La policía descubre el auto con el cadáver del muchacho y capturan y fotografían a Julieta en ropa interior. En la madrugada Noreña no puede parar las prensas con la fotografía de su hija en primera plana con el título de: ¡Asesina! Se reencuentran Noreña con Gabriel quien ha aclarado todo y su hija, en las instalaciones del Semefo. Noreña piensa que los muchachos son culpables y los golpea brutalmente y se va. El comandante Núñez lo detiene y le explica lo ocurrido y la inocencia de los jóvenes. Noreña les ofrece una disculpa y los tres se alejan sonrientes.
El título de En carne propia película dirigida en 1959 por Juan J. Ortega, escrita por éste y Ramón Rubín, era una suerte de moraleja que el comandante Núñez le dice al final al periodista corrupto Noreña, dedicado no sólo a prejuzgar, sino a enlodar a toda clase de personas sin culpa alguna y a ocultar situaciones ilegales en su columna periodística, a partir de una mochada, una mordida o un cochupo.
La delirante trama más inverosímil que interesante y creíble, no cuestionaba tanto la corrupción, sino las situaciones azarosas que podía vivir cualquier capitalino. A su vez, trataba de mostrar la relativa eficacia de la policía capitalina bajo el gobierno de la ciudad a cargo del Regente de Hierro, Ernesto P. Uruchurtu, quien por aquella época había emprendido una campaña de moralización y de aniquilamiento del vicio y el crimen cerrando o recortando los horarios de cabaretuchos como El Molino Rojo, La Burbuja o El Ratón.
Incluso, al final de créditos aparece un agradecimiento al Regente Uruchurtu, a la Jefatura de Policía y al Departamento de Radio-Patrullas. Por cierto, también en créditos iniciales se leía: “El automóvil que usa Tere Velázquez y Joaquín Cordero es marca Studebaker Lark cortesía de Reforma Automotriz S.A.”. Destaca además, por la presencia de las dos mujeres extras del cine nacional con mayor número de películas: Leonor Gómez y la anciana Enedina Díaz de León, quien exige que los jóvenes protagonistas sean linchados, se habla del “pueblo de Iztacalco” ubicado en una zona totalmente despoblada como lo muestra el filme. Asimismo, se aprecia la zona de La Candelaria en el sur de la ciudad, imágenes de Ciudad Universitaria, Televicentro y la fachada y las rotativas del periódico Novedades en la calle de Balderas, recién fundado en 1955.
Lo insólito es que pese a que en varios momentos se lee de manera perfecta el nombre de Novedades siempre se menciona al periódico como El Día. Ello no quita que En carne propia funcione como un melodrama de corte policiaco que explora sin querer una buena parte de la historia del viejo periodismo (que no ha cambiado mucho por supuesto): sus transas y corruptelas, y su forma de vender la noticia a través del morbo y la degradación de la realidad como lo muestran los cínicos reporteros que llegan al motel acosando a Tere Velázquez, entre ellos, el ex niño actor el jovencito José Luis Moreno y Armando El Gordo Acosta.
Ángela Morante
Más interesante y realista resulta, Ángela Morante ¿Crimen o suicidio? Retrato de una intimidad, dirigida en 1978 por José El Perro Estrada, escrita por él mismo y Mauricio Mondolfi. Roberto Lobo (Enrique Lizalde), periodista del diario La Voz, es enviado a indagar sobre la muerte de la estrella de cine Ángela Morante (Blanca Baldó), sin hacer caso del dictamen de suicidio accidental. Para ello, reconstruye la vida de la actriz con testimonios de quienes la conocieron, sus amantes: el joven Julio Alcántara (Miguel Ángel Ferriz), a quien ayudó a escapar del halconazo en San Cosme o el maduro y acaudalo empresario don Rodrigo (Rafael Baledón), así como su mejor amiga, Rosa Solórzano (Ana Martin), ex prostituta como ella ysu antigua patrona: la Madame (Ariadne Welter).
Su infancia en un orfanatorio de monjas, prostitución, carrera cinematográfica, un aborto, sus entrevistas televisivas en programas de cine, su fama, amores, alcohol, drogas, soledad, muerte que pudiera haber sido un suicidio o un feminicidio porpart de un amante al que Ángela estorbaba. Su mayor amor fue Julio, el mismo joven al que protegió de la represión a la manifestación del 10 de junio de 1971, quien, ya casado, la visita y acepta un puesto que le ofrece don Rodrigo en una de sus instituciones bancarias.
Ángela se decepciona de ello, se alcoholiza y pone en ridículo a su maduro amante y esa noche fallece. El periodista escribe su historia y en su reportaje evita hablar de don Rodrigo, quien compra su silencio con un sobre de dinero. Su jefe en el diario lo reprime por callar todo aquello que resulta sensacionalista. Roberto Lobo escribe un libro sobre el caso: Ángela Morante ¿Crimen o suicidio?, y el libro obtiene gran éxito.
El muy sensible y poco valorado cineasta José Estrada (padre de Luis Estrada, el mismo de La ley de Herodes), consigue un intenso acercamiento a los mecanismos de corrupción, degradación y crisis de la industria cinematográfica mexicana de los años setenta en un filme que se ambienta hacia 1971. De ahí la referencia directa al fatídico Jueves de Corpus el 10 de junio de ese año. En el Cine Cosmos en la zona de San Cosme se proyecta la nueva película de la estrella Ángela Morante; ella avanza en su coche justo en la refriega donde varios de los llamados halcones golpean y reprimen a estudiantes de la Escuela Normal Superior de Maestros; algunos de ellos, herederos de los siniestros miembros del Batallón Olimpia la tarde del 2 de octubre de 1968; otro grupo paramilitar entrenado al parecer por Guardias Presidenciales y por el Increíble Profesor Zovek.
El joven Julio Alcántara huye despavorido y logra meterse al auto de Ángela quien asustada accede a llevárselo de ahí y lo mantiene varios días en su mansión que comparte con su amiga Rosa. Julio se convierte en su amante. El filme es una suerte de reciclaje de El ciudadano Kane (Orson Welles, 1941); como en ésta, se rememora la vida pública y secreta de la protagonista y por supuesto abundan las referencias cinematográficas como la filmación del western o película de caballitos mexicana a la que llegan Ángela y Rosa como extras.
Asimismo, entrevistas a tramoyistas, maquillistas, delegados de actores. Más curioso aún: al programa de Canal 11 Tiempo de cine con los verdaderos críticos de cine de ese momento, Tomás Pérez Turrent, Fernando Gou, Jorge Cantú y Pancho Sánchez, o la escena donde Julio dice: “Nosotros no vemos cine mexicano, maestrita”.
El notable buen ojo del Perro Estrada se aprecia en detalles como el de los reporteros gráficos de nota roja, presentes en la mansión de Ángela ya muerta; uno de ellos decide pisar la sábana que la cubre para arrastrarla hacia abajo y así, puedan todos, observar sus senos desnudos.
Otra referencia muy inteligente al 2 de octubre de 1968 proviene de la secuencia en la que Lobo acude a entrevistar a Julio en su departamento en Tlatelolco en el Edificio Chihuahua donde vive con su mujer y el pequeño niño de ella: desde la ventana se observa parte de la Plaza de las Tres Culturas. Ahí el niño juega con unos soldados de plástico e imita el ruido de unas ametralladoras tal y como si disparará contra la gente en el exterior en la plaza, cual metáfora de los sucesos del 2 de octubre.
No sólo ello, antes de esta secuencia, Lobo y Julio caminan por las vías cercanas a Buenavista y se observa la Torre de Banobras donde trabaja Julio, empresa que llevaba la cuenta bancaria de las casas, departamentos y dúplex de la Unidad Narciso Mendoza en Villa Coapa que albergó a varios de los invitados a las Olimpiadas Culturales y a algunos de los atletas de ese año de 1968.
Asimismo, en la secuencia en el prostíbulo de lujo, la Madame se asoma a una de las habitaciones donde un hombre maduro de anteojos se besa con una de las jóvenes prostitutas y la matrona comenta: “Lo atienden bien don Gustavo”… “Irma; dale lo que se merece. No se te olvide quien fue don Gustavo”.
Ángela Morante resulta además de un recorrido por la industria cinematográfica de aquel instante, un retrato verista del reportero de nota roja de esa época y del periodismo de entonces amparado por el morbo, la pudrición moral y la represión. En ese sentido, es indudable que el cine mexicano exento de prestigio suele proponer historias más cercanas a la realidad de sus contextos y que nuestro cine sigue siendo por ello, una veta por descubrir…
Crítico y cronista de cine, video y criminalidad. Ha sido investigador de la Cineteca Nacional, Filmoteca de la UNAM y dirigió el Cineclub del INBA