Judith del Rocío*
El año pasado tres de mis familiares murieron por Covid. Desde entonces el hogar, antes lleno de sonidos alegres, está callado. La soledad que reina sólo es interrumpida por el ladrido de los perros, que ellos dejaron atrás y que yo cuido con esmero. Fue un año difícil, vivir el duelo y encontrar nuevas razones para seguir existiendo. No miento al decir que la experiencia me dejó al filo de la desesperación, pero aun con todo, no estoy enojada con el gobierno, al contrario le guardo enorme agradecimiento, mis razones tengo, esta es mi historia.
A finales de septiembre del 2020, el primero de mis familiares se contagió de Covid-19, aunque el pánico fue tremendo y las ideas de peligro de muerte casi me paralizaron, yo sabía, gracias a los informes diarios de los gobiernos federal y de la Ciudad de México, lo que tenía que hacer. Lo primero enviar un mensaje de texto al 51515, donde después de contestar pacientemente las preguntas que me hicieron, me confirmaron que era un caso sospechoso de Covid-19 y que pronto mi familiar enfermo recibiría el llamado de un médico para valorar su estado de salud y decidir si requería de atención médica urgente. Como afortunadamente ese no fue el caso, sólo nos dio indicaciones para el cuidado en casa y la importante instrucción de guardar la cuarentena; en ese tiempo era difícil acceder a una prueba Covid-19 por lo que nos dieron cita para el Centro de Salud más cercano, en lapso de diez días. Como nos urgía saber el estado de salud, la prueba se realizó en un laboratorio particular ¡a un precio bastante elevado! pero días después tuvimos la grata sorpresa de recibir una despensa muy bien surtida por parte de la delegación Iztapalapa, lo que ayudó para no salir a la calle durante el tiempo de la cuarentena.
Salimos bien librados de ese primer incidente y por un tiempo respiramos tranquilos.
Desafortunadamente, en marzo del 2021 el Covid-19 regresó al hogar. Esta vez afectando a mis familiares más vulnerables, en total fueron tres personas las que se enfermaron de gravedad. La decisión se dejó a un médico particular, pero cuando él pensó que era tiempo de llamar al 911 la situación era terrible, dos de ellos ya tenían una saturación muy baja y estaban prácticamente inconscientes. Fui yo la que llamó a emergencias, la atención fue muy buena y profesional. De inmediato se comunicaron con la persona que atendía a mi gente y enviaron una ambulancia para valorar la situación, ésta llegó en aproximadamente 20 minutos, la ambulancia se veía enorme e impecable, bien equipada para los casos Covid, los paramédicos entrenados, atentos y con su equipo profesional completo para evitar contagios.
Después de revisar a los miembros de la familia, llamaron a otras dos ambulancias para trasladarlos al hospital, cuando estas llegaron pude apreciar lo mismo que con la primera: se veían nuevas, modernas, equipadas con su cápsula para el traslado de enfermos Covid-19. En ese momento los mismos paramédicos a través de un eficiente sistema de radio buscaron espacio para los enfermos en los hospitales disponibles, al llegar al hospital ya los esperaban los médicos de guardia para ingresarlos de inmediato. Soy consciente de que toda esta atención en otros países hubiera sido impagable por el alto costo, pero a mí no me cobraron un solo centavo, todo fue gratuito.
Durante los días que siguieron, llenos de incertidumbre y angustia recibíamos los informes médicos diariamente, vía telefónica, en dos ocasiones nos tocó tratar con doctores cubanos, estos eran especialmente cuidadosos en exponer la situación y preguntar si habíamos comprendido todo, su acento hacia que algunas frases no se comprendieran con claridad, pero a pesar de esto podíamos sentir su interés y dedicación a su trabajo, sin embargo mis familiares tuvieron que ser intubados y finalmente fallecieron.
Lo que sigue después es una cascada de terror, dolor y soledad, correr para reconocer los cuerpos y que la funeraria los llevara a su destino final, se necesitaban documentos para realizar los trámites pero la casa había quedado cerrada y temíamos entrar por el contagio, lo que hice fue llamar a Locatel para preguntar qué podíamos hacer y así me enteré que el gobierno de la ciudad tenía un servicio de sanitización de las casas, con casos de fallecidos por Covid. Así que lo solicité y ese mismo día llegaron a fumigar sin costo alguno, sin pedirnos nada.
Los gastos funerarios de tres personas fallecidas con días de diferencia fueron bastante elevados, aunque tuvimos la fortuna de recibir el apoyo de otros miembros de la familia. La situación económica se tornó difícil; yo sabía al seguir las conferencias del doctor Hugo López-Gatell y las conferencias “Mañaneras” del Presidente López Obrador que había apoyos económicos para deudos Covid-19. Consultamos la convocatoria e hicimos los trámites, un par de meses después recibimos el recurso económico que fue para nosotros un enorme consuelo.
Tiempo después llegaron las vacunas y toda la familia sobreviviente procedió a vacunarse en la edad y tiempo que le correspondía. Mi madre fue apoyada por un Servidor de la Nación que la llevó en silla de ruedas durante todo el recorrido hacia los puestos de vacunación.
Pero todavía no era el final de la historia, porque ese mismo año en septiembre, mi madre enfermó de Covid-19 a sus 81 años. Conociendo el caminito de la atención, de inmediato llamé a emergencias para su valoración, la operadora que me atendió le llamó a su casa pero ella no contestaba, me asusté mucho, pero se quedó conmigo a través de mi celular mientras me atravesaba la calle para llegar a su casa. El corazón me latía muy fuerte cuando abrí la puerta, la llamé y me contestó débilmente, estaba realmente mal sin poder moverse ni valerse por sí misma, habló con la señorita que le hizo preguntas sobre su salud, cuando llegó la ambulancia lo primero que le preguntaron fue si estaba vacunada, sí, tenía el esquema completo, como su saturación no era demasiado baja no la trasladaron en la ambulancia, pero yo la llevé por mi cuenta al hospital en donde habían estado mis otros familiares, y por su edad y porque dio positivo a Covid-19 la internaron de inmediato.
Gracias a las vacunas que se había aplicado, la enfermedad no fue tan fuerte, su saturación no bajó de 90 y se alivió rápidamente. Estuvo internada una semana y a decir de ella recibiendo “una atención muy buena, como si fuera una persona muy importante”. Cuando salió del hospital estaba como nueva.
Quisiera decir con toda seguridad que este es el fin de la historia pero no lo sé con certeza, nadie lo sabe, pero confió en que un día podamos mirar al futuro nuevamente con confianza y tranquilidad, por ahora lo que podemos hacer es seguir cuidándonos, vacunarnos y motivar a vacunarse a quienes conocemos.
Me siento muy agradecida con el gobierno por estar a nuestro lado durante toda esta terrible experiencia, a través de la información brindada desde las conferencias de salud del Gobierno Federal y de la Ciudad de México siempre supe cómo actuar, qué decisiones tomar y que apoyos podía solicitar, nunca me sentí sola, al contrario. Los funcionarios dieron la cara todos los días para brindarnos tranquilidad y así sucedió. Muchas gracias de verdad.
*Psicóloga