Alfredo Tenoch/El regreso de Trump y el mito en la gestión comunicativa de sus redes
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Alfredo Tenoch/El regreso de Trump y el mito en la gestión comunicativa de sus redes

La herencia de la cultura del self-made man

Uno de los mitos mejor resguardados en la cultura estadounidense es el self-made man, es decir el hombre que se hace a sí mismo. Constituye la base de la organización social ética de una sociedad basada en la oportunidad para el recién llegado en una nación con gran tradición receptora de migrantes. Como estructura responde a oposiciones y se construye como antítesis a los sistemas europeos de familias nobles y clases sociales privilegiadas. Es la opción del desposeído migrante, casi siempre pobre, recién llegado.

En tanto mito, conserva una parte de verdad, y otra de realidad verificable, aunque no necesaria-mente verificada, pues se basa en la condición de “posibilidad”. Su aparición como mito es previo a la fundación de Estados Unidos y explica figuras de su historia como Benjamín Franklin, Henry Ford, Al Capone y un amplio abanico de personajes. Su valor reside en ser modelo de vida, una especie de biografía escrita previamente donde se detallan las fases por cumplir e incluso las tareas.

De ese modo, es mito ansiado de sueños y anhelos que llevan a miles de personas a cruzar océanos, caminar por selvas, arriesgar su vida. Su eficacia es indiscutible y como mito posee una serie de características descritas por Roland Barthes en su Mitologías (Siglo XXI 1970).

El mito del sel-made man existe de una manera distintiva en política también y en ese país hay claros ejemplos en los expresidentes James Carter y Richard Nixon, valorados de distinta manera, pero basados en una estructura mítica similar.

Para funcionar requieren de visibilidad, es decir de una forma susceptible a ser adecuada a las necesidades de los medios: una fotografía, un cintillo publicitario o un flash de pocos segundos de duración. Requiere además de ser vehículo de significados relacionados a los mitos fundantes de su cultura o transmisor de sus valores: Make America Great Again, MAGA.

Una vez convertido en mito puede ser signo de un personaje donde la trayectoria del propio esfuerzo funciona como pegamento y facilita la difusión por las tecnologías de la palabra. El mito no requiere de ser verificado porque su función principal consiste en ser vehículo y fuerza comunicativa fortalecida justamente en su estructura mítica.

Un mito no se prueba, sólo se cree. El mito del self-made man salvador  de América Donald John Trump se erige como figura pública al ser empresario exitoso, personalidad televisiva controvertida y líder político del pensamiento conservador estadounidense. Su primera campaña política resultó menos compleja pues las bases del mito lo precedían, lo definían e incluso lo describían.

Su pasado muestra un crecimiento y una forma individual de gestionar sus acciones en un estilo

propio que va de la administración de concursos de belleza, de negocios inmobiliarios y de reallity shows de televisión donde la vida privada de los individuos es de dominio público.

El hecho de construir grandes obras arquitectónicas marca su presencia en el espacio, los concursos de bellezas legitiman su derecho a decidir cómo calificar individuos y programas como The Apprentice (NBC 2004 a 2015), lo dotan de competencias aceptadas públicamente para evaluar. Un self-made man seguramente ha alcanzado triunfos y está convencido de su forma de actuar, los hechos lo respaldan, ha debido “saltar cercas”, sobrepasar límites y adquirido ventajas particulares, las considera un derecho y se siente inmune por la fuerza de sus logros.

Aaron James en su Trump.

Ensayo de la imbecilidad (Malpaso 2016) considera esos rasgos como formas de imbecilidad, pero sus seguidores no. No obstante, la estructura de las acciones de Trump en el poder político muestra un hombre rico potencialmente capaz de solucionar los problemas de su país.

La figura de esa potencialidad existía ya como recurso político en Silvio Berlusconi en Italia y de ahí la cadena no se interrumpe: Sebastián Piñera en Chile, Mauricio Macri en Argentina, Guillermo Lasso en Ecuador, por citar casos recientes en América Latina. La doble estructura del self-made man y del hombre político económicamente bien posicionado lleva a un nuevo mito donde una base sirve de forma a la otra y ambas complementan el significado.

Y tales características se refrendan con llamados a las formas míticas anteriores para comprobar su verificación en la nueva propuesta. Así, las campañas de posicionamiento y políticas después encontraron el camino allanado.

Save America se convierte en el logos, es decir en la eficacia de la palabra montada sobre una probable y victoriosa estructura mítica. Sin embargo, una buena gestión empresarial difícilmente se extiende a la tarea de gobernar un país y para un hombre rico puede significar la exención de impuestos.

Problemas en la gestión de respuestas en la imagen política. La imagen de un político sin importar su origen supone la puesta en marcha de un mecanismo axiológico de opuestos al presentar su ideario y se valoriza a través de sus acciones aún matizado por sus discursos. La oposición entre izquierda y derecha, por ejemplo, así se valoriza y es buena o mala, según la posición de quien observa.

La valorización parece simple si queda clara la posición del observador, sea votante, afiliado a un partido o en general un simple ciudadano. El mecanismo resulta sencillo a plena vista ya que depende de una base lógica donde “estás conmigo” o “en mi contra”. De tal manera que, si ese principio rige la valorización de los actos, éstos  pueden ser positivos o negativos según quien los mira, privilegio de las axiologías y gran preocupación para la ética social.

La concentración de significados simples en la imagen conceptual se refuerza en las representaciones visuales, búsqueda incesante para cualquier político novelo. Algunos mecanismos han intentado detener o contener los efectos sociales por parte de quienes dominan los nuevos medios comunicativos: controlar la emisión, aceptar códigos éticos de comportamiento mediante la veracidad, la verificación de la calidad de sus fuentes.

Sin embargo, la fuerza de la doble realidad, la cotidiana y la construida en los medios ha llevado a la posverdad o verdad vicaria, la cual se rige por el principio emotivo del mito: se cree, pero no se verifica. La verdad no es prerrogativa del hombre político pues su fuerza depende del apoyo en las redes o en la cantidad de seguidores.

La respuesta a la difusión por internet

La falta de control en la emisión en los circuitos comunicativos ha llevado a las redes sociales a implementar formas de censura de tipo diccionarial, es decir, a tratar de limitar el efecto de ciertas formas pasionales: odio, rechazo, ofensa, exclusión. La tarea al determinar el efecto en el receptor ofendido, rechazado, excluido, es paliativo pues al momento de girar el eje un excluido puede ser “exclusor” y un odiado puede responder con odio.

El control de la respuesta no debe basarse sólo en mecanismos básicos de comportamiento más similares a las buenas costumbres de origen burgués: no hablar de religión, política, futbol o de Trump. Esa idea no detiene una contienda sino niega su existencia ya que la esencia de un self-made man consiste en no respetar esas reglas por definición.

Al intentar silenciar una de las posiciones se refuerza un valor de víctima por negar su derecho a la palabra. La emocionalidad predomina en los seguidores, la consideran exclusión por parte del “enemigo”. La siguiente fuerza política se encuentra en los seguidores y en la capacidad de manifestar su fuerza, en ocasiones sin importar el número sino el impacto de su voz.

Una red basada en acallar una voz incómoda con la prohibición diccionarial difícilmente enfrenta las condiciones que la propician y solo se limita a las formas. Si la fuerza de un mito consiste en volver fácil la comprensión de un contenido complejo, la posición de Trump es también la fuerza del mito en sus seguidores en cuanto a número y capacidad de decisión: la masa asaltante del Capitolio, los más de cuatro millones de dólares reunidos en menos de 24 horas tras su imputación, los 16 mil solicitantes voluntarios para participar en su nueva campaña. Para ellos el mito es realidad.

El mito de Trump y el desafío de la política

La posición de Trump es resultado de su figura como hombre producto de su propio esfuerzo y en las destrezas demostradas para lograr sus objetivos. Como figura excepcional, aparatada de lo ordinario y fuera de los mecanismos de las reglas puede permitirse construir una sólida posición para observar los hechos. No está sujeto a la llamada corrección política y puede utilizar el lenguaje a su manera pues es parte de su estilo de ser un nombre propio y un innovador en las formas.

El mito de Trump rompe con convencionalismos, con visiones prestablecidas, con la corrección política y el buen comportamiento, puede elegir una vía paralela. Su imputación, la acusación de romper las reglas es solo un rasgo más de su comportamiento y es difícilmente reducible a una condición de imbecilidad. Hacerlo así, describirlo de ese modo solo refuerza la visión positiva en sus seguidores.

Al revisar la figura, la cual podemos definir ya como un mito clásico en la imagen política contemporánea, su acción de generar grandes cambios es mínimamente visible sobre todo en las formas y más difícilmente en los contenidos. No respetar los protocolos de la realeza británica, por ejemplo, no comporta ningún efecto trascendental, pero posiciona mejor la figura irruptora y desafiante.

Ahora, los desafíos de Trump consisten entonces en activar sus prerrogativas míticas sin importar los valores positivos o negativos adjudicados a ellas. Para sus adversarios es una difícil lucha para enfrentar una imagen más verosímil que real, más potencial que verdadera.

Umberto Eco solía recordar que en la cultura clásica “el mito solo es mito para quien así lo lee”, y podemos agregar, para quien lo quiere volver realidad. Es preocupante enfrentar sus dimensiones porque van más allá del plano de la lógica y supera cualquier otro plano argumentativo, científico, politológico, legal, justamente porque es mítico.

Por su parte, sus votantes verán al superhombre, héroe desafiante y triunfador.

Alfredo Tenoch Cid Jurado

*Cátedra Mexicana de Estudios Semióticos Umberto Eco, Universidad Akali

15 de mayo de 2023