El asesinato del mar muerto y el crimen de las naranjas jaffa
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El asesinato del mar muerto y el crimen de las naranjas jaffa

Cómo se roba Israel el agua de los palestinos1

Oscar Camacho Guzmán

Lo primero que me llamó la atención al llegar a Tel Aviv fue descubrir la ausencia de tinacos en las azoteas de las blancas casas israelitas que se apilan a lo largo de la autopista que conduce de la capital judía a Ramallah, el oasis palestino. Detalle insignificante si ese país no estuviera asentado en una de las zonas más áridas del mundo, donde sólo tienen fuertes lluvias 20 días al año. 

O bien si supiera que Israel contara con tantos ríos o lagunas que le hicieran innecesario colocar tinacos para enfrentar momentos de escasez o sequías. Pero resulta que el territorio que le regalaron a Israel en 1948, para fundar su Estado, es parte de toda una región desértica donde los cactus, los olivos y la roca calcárea son el paisaje de la vida cotidiana desde que Dios creó al mundo y puso al sol encima de esta tierra. 

Así que intenté una primera respuesta con lo primero que tuve a la mano: el taxista judío que nos trasladó de Tel Aviv a Ramallah. Pero el hombre, un portento de obesidad con unas piernas en forma de herradura, simplemente lo ignoraba. Y mientras la camioneta se adentraba por tierras palestinas, hasta toparnos con el primer checpoint —retén militar israelí— que conocí en mi vida, recordé haber leído en algún Reader Digest una bellísima historia sobre las naranjas israelitas. 

Una historia de amor de dos judíos que cultivaban las famosas, grandes y jugosas naranjas Jaffa, que al final de la historia le daban a la pareja judía días eternos de felicidad económica, cuando llegaba a ellos el agua requerida para regar sus tierras y la fórmula para exportar sus cítricos alrededor del mundo. 

Y, entonces, mis dudas crecieron aún más al pensar en esa historia de naranjas. ¿Cómo diablos le hacen los israelitas para vivir sin tinacos en este desierto? ¿Y cómo cultivan el millón de toneladas de naranja que exportan a todo el mundo cada año, si para eso se necesitan miles y miles y miles de litros de agua con que regar todos los días un cítrico como ese y hacerlo que salga grande y jugoso? Tinacos y naranjas Jaffa. Nunca pensé que los unos y las otras, estuvieran vinculados a un crimen. 

Un crimen que busca desaparecer a todo un pueblo de la faz de la tierra, y que está a punto de matar al mismísimo Mar Muerto. A los pocos días conocí al Ministro del Agua en Palestina, Shadad Atili. Un hombre que todas las mañanas llega a su oficina con la esperanza de que en algún momento le acepten su renuncia al cargo en el que lo puso el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Abub Mazen. Y no se crea que a Shadad Atili no le gusta estar ahí. Nada de eso. Sus razones son otras. 

-“Ya lo sé, no es frecuente que un ministro quiera renunciar voluntariamente a su cargo. Pero cuando llego a mi oficina cada mañana me pregunto: ¿qué carajos hago aquí?: si Palestina no es dueño de una sola gota de agua en su territorio. Si no puedo hacer mayor cosa para que los palestinos dejen de morir de sed cada día. Si Israel no nos deja disponer del agua que nos pertenece. Sí encabezo un Ministerio del Agua en un país al que Israel le tiene quitado el derecho a disponer de su propia agua”.

 -“Pero mientras no cambie esto, y mientras no me acepten mi renuncia, cada mañana me digo en broma: No hay de otra Shadad Atili, habrá que seguir siendo el ministro de la No Agua, el Ministro virtual del Agua en Palestina”. Ella se llama Beatriz y se apellida Saade Yunes. Nació en México, vivió en California, se trasladó a Coahuila y de ahí dio el salto a Palestina. 

Es una chica moderna que le gusta la ropa de marca, disfrutar de la disco, tomar tequila del patrón y conducir autos a gran velocidad. Y si es un BMW mejor. Pero lo suyo, lo suyo, son las competencias de acrobacias automovilísticas. Y es tan buena que con su Golf GTI todo rojo, todo deportivo, ha ganado ya varios campeonatos en Palestina. Es una mexicanapalestina que vive en Belén, que odia los checkpoint y que sabe que algún día su tierra dejará de tener soldados israelitas por todos lados. Su padre es un próspero empresario que en México hizo fortuna y que ahora la hace en su tierra. 

En su mirada está encontrar a un hombre que “no sea macho”, pero sabe que eso “ni en México, ni en Palestina, ni en ninguna parte del mundo es fácil de hallar”. Y si la quieres conocer sólo entra al face de Bety Saade fans. Sabrás entonces por qué las mujeres palestinas son famosas por sus profundos, enormes y multicolores ojos. Oscar Camacho Y de la mano del Ministro de la no agua, muy pronto sabría por qué Tel Aviv no tiene tinacos. “Pues simplemente porque nos los necesita”, fue la elemental respuesta que me dio Shadad Atili. 

Y viendo mi cara de asombro me preguntó: ¿Y sabes por qué?… —¿….?—. “Pues porque Israel no solo le está robando el agua a los Palestinos en su territorio. Israel se está apropiando también de las cavernas hidrológicas, de los ríos, de las lagunas y hasta del agua de lluvia en toda esta región”. * * * Y en pocas palabras me dio rápidamente su versión del problema:

-“Mira, desde 1967, cuando Israel ocupó los territorios de Gaza y Cisjordania, declaró que todos los recursos hídricos eran propiedad del Estado Israelí. Y en consecuencia, puso bajo el control de la Comisión Israelí del Agua, todo el control de los recursos hídricos de Palestina. Pero además, dijo que si los palestinos queríamos consumir nuestra agua teníamos que pagarles a los judíos por ella, o si queríamos hacer algún pozo o algún canal de riego, tendríamos que solicitar una licencia especial al Ejército israelí”. 

“Más absurdo es el precio que los palestinos pagamos a Israel por nuestra propia agua: siete veces superior al precio que paga cualquier israelí. Por ejemplo, si un litro de agua cuesta 10 monedas a un judío, a un palestino le cuesta 70, siendo su propia agua. Pero además cada palestino tiene una cuota determinada de agua al año establecida por Israel. Y cuando te la acabas ya no hay más”. 

“Ahora bien, Israel y Palestina tienen dos fuentes de alimentación de agua: el río Jordán y las cavernas subterráneas, sin contar la lluvia”. “Pues desde 1964, Israel entubó prácticamente todas las aguas del Río Jordán que se encuentra al norte de Palestina, para llevarla por un gran acueducto de 6 mil 500 kilómetros de longitud hacia la parte oc- cidental de Israel y hacia el sur hasta el desierto del Negev”. 

“Los judíos le llaman su “autopista del agua” y cuenta con tuberías subterráneas, represas, canales abier- tos, embalses y túneles que transportan cada año mil 700 millones de metros cúbicos para regar su tierra y abastecer las necesidades de sus ciudades”. 

“Están tan orgullosos que en sus propios folletos, como éste, mira, la describen así: Considerado como uno de los más desarrollados y versátiles del mundo, el sistema distribuye en una hora la misma cantidad de agua proporcionada en todo 1937, y en un día la cantidad total distribuida en 1948. Sus 6.500 kilómetros de tuberías llegan a todos los rincones del país y suplen todas las necesidades”. 

-“Mucha de esa agua bajaba por la margen oriental de Palestina y era ocupada por los palestinos para regar sus tierras. Y el resto llegaba al Mar Muerto. Pero desde que Israel entubó el agua del Río Jordán, los palestinos hemos perdido el agua para darle vida a nuestras tierras. Y al dejar de recibir el agua que le llegaba, el Mar Muerto comenzó a bajar de nivel. Tanto que desde hace dos años desciende a un promedio de un metro por año. Los israelíes lo están matando”. 

-“Por otro lado, Israel se ha apropiado de toda el agua que existe en las cavernas subterráneas de Gaza y Cisjordania, y de toda esa agua consume cada año el 89 por ciento del total, dejando a los palestinos sólo el 11 por ciento para su consumo doméstico, industrial y agrícola”. 

-“Pero además, entre los mismos israelitas hay diferencias en el uso del agua, pues mientras un judío que vive en Israel consume cuatro veces más agua que un palestino, en los territorio ocupados, un colono judío consume nueve veces más agua que un palestino”. 

-“Agrégale a todo eso que la construcción del muro que Israel levanta en Palestina le quita a muchos pueblos el acceso a sus pozos, en tanto que los asentamientos de colonos están ubicados en las lomas de los cerros que en su parte subterránea son cavernas hidrológicas. Todo lo tiene planeado”. 

-“Todo esto provoca que un palestino tenga para su consumo diario menos de 60  litros por familia al día. Una cantidad que está por debajo del umbral de escasez establecido por la ONU. Mientras que cada judío no baja de los 300 litros diarios”. 

-“Ahora sabes por qué en Tel Aviv no necesitan tinacos. ¿Para qué los quieren?, si las tuberías israelitas están a reventar de agua todas las horas, de todos los días, de todos los meses del año. Y mientras, los palestinos nos morimos de sed”.

-Azorado, me parecía increíble lo que escuchaba y confundiendo mi cara de sorpresa con algún rasgo escéptico, Shadad Atili remató: -“Sí, es natural pensar que esto es tan sólo una historia de fantasía o de simple y mera ficción. Porque, efectivamente, ¿quién diablos puede vivir sin agua en este mundo? ¿A quién se le podría prohibir que tomara el agua que le manda el cielo? ¿Quién podría sobrevivir en el desierto con apenas unas cuantas raciones de agua al día, al año? ¿Qué pueblo podría vivir con una sed permanente, sin suficiente agua para sus siembras, y con la más elemental ración para su vida cotidiana?”.

 -“Pues en Palestina esto no es ficción ni fantasía. Los judíos nos han robado toda el agua, no nos dejan almacenarla de ninguna manera, no nos dejan construir presas, tuberías, pozos, ni cisternas porque piensan que los palestinos las podemos usar como trincheras bélicas, imagínate”. 

Al terminar, el Ministro se me quedó viendo y con una pequeña y amarga sonrisa me dijo: “Tienes la boca seca, ¿quieres un poco de agua…? El pozo de Al-Nazaria está destruido. Como si le hubiera caído un proyectil está explotado y hay fierros regados por todos lados. Y junto a cada fierro un palestino de Al-Nazaria con el rostro en las mismas condiciones que el pozo. 

Al-Nazaria es una comunidad de la ciudad de Nablus con cerca de 700 habitantes. Hasta hoy, todos dependían del agua de este pozo para regar sus tierras y tener agua para su consumo doméstico. -“Pero llegaron los soldados judíos y acabaron con el”, cuenta Mazahad Blié, un palestino que llegó a Al-Nazaria hace 17 años, cuando lo expulsaron de su tierra, Natania, en Belén, los israelitas. 

El era un semibeduino que ganaban bien con sus cabras y con las cosechas de cebolla que vendía en los mercados de Belén. Hasta que los israelitas decidieron que sus tierras las querían para ellos y lo echaron a patadas. Y llegó de refugiado a Al-Nazaria. 

Un año después, Mazahad y toda la gente de AlNazaria supo que se venían años difíciles, como no los habían conocido hasta entonces. Por el camino que lleva a Ramallah empezaron a pasar día y noche camiones de volteo con materiales de construcción. Y de la noche a la mañana, en lo alto del cerro que domina el valle de AlNazaria, un asentamiento judío más nacía en Palestina. 

-“Los palestinos no podemos hacer nada, cuando ellos deciden meterse se meten a la fuerza. Pero luego vino lo peor, porque del canal que nos surte de agua a la comunidad poco a poco fue bajando la cantidad de agua, hasta casi desaparecer. Y luego un día había agua y otro no. Todos sabíamos por qué era eso: el gobierno judío nos estaba quitando el agua del manantial que teníamos para dársela a los judíos del nuevo asentamiento”. 

-“Y pues como acá, sin agua se acaba el campo, le enviamos al gobierno judío una solicitud para que nos diera permiso para abrir un pozo. Pero pasó un año y luego dos y tres y nada. Y mientras pues jalábamos agua de dónde pudiéramos. Luego de ocho años autorizaron finalmente que hiciéramos el pozo. Y lo hicimos. Y nuestras tierras volvieron a tener vida y la gente medio estábamos levantando todo, cuando otra vez volvemos a lo mismo. 

-“Ayer vinieron los soldados judíos y destruyeron el pozo. Dijeron que le estaba quitando el agua a la colonia del cerro y que por razones de seguridad para la vida de su gente debían cerrarlo. La gente quiso oponerse pero ¿qué se puede hacer contra sus ametralladoras y sus tanques? Y pues mire, ya nos quedamos sin pozo…”. 

Nahim Salahat es un hombre de la tercera edad. Toda su vida la ha pasado aquí, y hoy lo único que ha hecho es pasarse la mano sobre la cabeza mientras mira una y otra vez el estado en que han dejado el pozo los israelitas. 

“Yo no entiendo. De verdad no entiendo. Antes del 48 aquí había judíos, pocos pero había. Ya luego se fueron y no supimos nada de ellos. Pero antes de que se fueran, mientras vivieron aquí, siempre convivimos bien y cuando había algún problema, los judíos iban con la autoridad palestina y se les trataba igual que a nosotros. Y si ellos tenían razón, la autoridad le daba la razón a ellos y si no, pues no. Pero convivíamos todos”. 

-“Ahora no entiendo, ¿por qué nos quitan el agua?, si a final de cuentas alcanza para todos”, dice Nahim, mientras su mano derecha vuelve a encontrarse con el poco y blanco cabello que le queda. A su lado, Najed Zaid parece ser el más enojado y rabioso de todos los que rodean los restos del pozo. 

“Yo tengo 14 hijos y a todos los mantengo de lo que me da el campo. ¿Usted sabe lo que va a pasar si nos quedamos sin agua…?, no verdad, porque usted no tiene 14 hijos. Pero yo sí y les doy de comer con lo que vendo en Nablus: pepino, papa, jitomate. Todos comemos de esta tierra. ¿Por qué los judíos vienen y hacen esto? Nos van a obligar a meter mangueras por todas sus tuberías, y entonces cuando se den cuenta va a haber más problemas. Pero entonces ¿qué quieren? ¿Que nos quedemos con los brazos cruzados?”. 

A dos metros de distancia, Mazahad Blié le contesta y dice para todos: -“Claro que no. Los palestinos no nos vamos a dejar. Si ellos nos destruyen un pozo, nosotros abrimos otro; si ellos cortan un árbol nosotros sembraremos dos; si ellos nos matan a un niño, nosotros haremos diez. Y vamos a ver quien se cansa primero. Y aunque ellos no lo quieran, ¡vamos a hacer otro pozo! Ellos tienen armas y con sus armas nos pueden quitar todo, pero lo que no nos pueden quitar es el alma. Y con esta alma nos vamos a mantener aquí”. 

Caso típico palestino el de este Mazahad Blié: como refugiado que es, quiere a esta tierra de Al-Nazaria como suya, pero no se resigna a quedarse a vivir aquí para siempre. -“Dice la leyenda que los Dioses regresan sobre sus pasos y vuelven a sus destinos de origen cada cuarenta años. Pues si eso es cierto, yo espero también regresar a mi tierra, Natania, algún día. Y si no soy yo, será alguno de mis hijos. De eso estoy seguro. Pero mientras tanto esta es mi tierra y esta es, también, mi agua. Y no vamos a dejar que nadie nos la quite”. 

Esa noche tuve acceso a dos recientes informes sobre el agua en Palestina: uno del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD); el otro de Amnistía Internacional. Dos organismos internacionales de ese tamaño y prestigio confirmaban cada una de las palabras y datos del Ministro del No Agua Palestino, Shadad Atili. Y confirmaban todo lo que le ocurre a la gente de Nazaria, a la gente de Palestina. 

Realizados de manera independiente, ambos informes llegan a las mismas conclusiones. Informe número uno: Amnistía Internacional “Pasando por encima de toda norma y derecho internacional, Israel se ha apropiado de todos los recursos hídricos comunes con Palestina y niega a la población palestina el derecho al agua, al ejercer un control total de los recursos hídricos comunes y al aplicar políticas discriminatorias”. 

“Israel consume más del 80 por ciento del agua del acuífero de la montaña, principal fuente de agua subterránea de Israel y de los Territorios Palestinos Ocupados, a la vez que restringe a sólo el 20 por ciento el acceso palestino a él”. “Mientras que el consumo diario de agua en Palestina apenas alcanza los 70 litros por familia, el israelí es de más de 300 litros al día, más del cuádruple”. “Pero en algunas comunidades rurales, los palestinos sobreviven con apenas 20 litros de agua al día, el volumen mínimo recomendado para uso doméstico en las situaciones de emergencia”. 

“Entre 180.000 y 200.000 personas que viven en comunidades palestinas rurales no tienen acceso al agua corriente, y el ejército israelí con frecuencia les impide incluso recoger el agua de lluvia”. “En cambio, los colonos israelíes, que viven en Palestina, pese a violar con ello el derecho internacional, tienen cultivos de riego intensivo, exuberantes jardines y piscinas. Los colonos judíos, cuyo número asciende a alrededor de 450.000, tienen tanta o más agua que los 2,3 millones de personas que forman la población palestina”. 

“Durante más de cuatro decenios de ocupación, las restricciones impuestas por Israel al acceso de los palestinos al agua han impedido el desarrollo de infraestructuras e instalaciones hídricas en los Territorios Palestinos Ocupados”. “Israel se ha apropiado de grandes extensiones de las tierras palestinas con abundante agua que ocupa y prohíbe a los palestinos el acceso a ellas”. 

“También ha impuesto un complejo sistema de permisos, que los palestinos deben solicitar al ejército y a otras autoridades israelíes para emprender cualquier proyecto hídrico en los Territorios Palestinos Ocupados. Es habitual que las solicitudes de tales permisos sean rechazadas o tarden años en atenderse”. 

“En las zonas rurales, los habitantes de los pueblos palestinos se esfuerzan continuamente por encontrar agua suficiente para sus necesidades básicas, pero el ejército israelí les destruye a menudo las cisternas de agua de lluvia y les confisca los tanques de agua”. “En cambio, en los cercanos asentamientos israelíes, los aspersores riegan los cultivos al sol del mediodía, cuando se desperdicia gran parte del agua, que se evapora antes de llegar al suelo”. 

“En algunos pueblos palestinos, como el acceso al agua está sujeto a tan rigurosas restricciones, los campesinos no pueden cultivar la tierra, ni siquiera para cosechar pequeñas cantidades de plantas para su consumo personal o para el forraje de los animales, y se han visto obligados a reducir el tamaño de sus rebaños”. 

“Israel debe poner fin a sus políticas discriminatorias, levantar de inmediato todas las restricciones que impone al acceso de los palestinos al agua y asumir la responsabilidad de ocuparse de los problemas que ha creado, permitiendo a los palestinos hacer uso de la parte de los recursos hídricos comunes que les corresponde”. 

Informe número dos: Programa para el Desarrollo Mundial, ONU “La población palestina es la mitad de la de Israel, sin embargo, en comparación, consume apenas entre un 10% y un 15% del agua. En Cisjordania, los colonos israelíes consumen un promedio de 620 metros cúbicos por persona al año y los palestinos, menos de 100 metros cúbicos. 

Los palestinos sufren uno de los mayores niveles de escasez de agua en el mundo. Si se considera la cifra por persona, los palestinos tienen acceso a 320 metros cúbicos de agua por año, uno de los niveles de disponibilidad de agua más bajos del planeta, muy por debajo del umbral de escasez absoluta. La distribución desigual se refleja en discrepancias muy marcadas en la utilización del agua entre israelíes y palestinos”. 

La población israelí no alcanza a ser dos veces más grande que la palestina, pero su uso total de agua es siete y media veces más alto. En Cisjordania, los colonos israelíes utilizan mucha más agua por persona que los palestinos y más que los israelíes en Israel: consumen casi nueve veces más agua por persona que los palestinos. La construcción del controvertido muro de separación (sic) amenaza con exacerbar la inseguridad del agua. 

La construcción del muro ha tenido como consecuencia la pérdida de algunos pozos palestinos y el alejamiento de los agricultores de sus campos, en particular en zonas altamente productivas alrededor de las provincias de Belén, Jenin, Nablus, Qalqilya, Ramallah y Tulkarem. Esa noche tuve pesadillas. Y no húmedas, por cierto. Al cabo de 15 días regresamos sobre nuestros pasos. De Ramallah a Tel Aviv, con las maletas repletas de historias que presenciamos en pueblos y ciudades de Palestina. 

Sabía ya por qué las casas de los judíos en la capital de Israel no tienen tinacos. Sabía la causa que ha colocado en estado de coma al Mar Muerto. Tenía claro las razones por las que los palestinos mueren de sed. Y entonces dejó de parecerme “bellísima” la historia de la pareja judía que cultivaba naranjas jaffa con ríos de agua palestina. “Me quedo con las de Veracruz…”, me dije y partí. O ¿alguien quiere una naranja jaffa?

Periodista

1Texto publicado, ente otros relatos, en el libro Palestina, historias que Dios no hubiera
escrito.

13 de enero de 2025