Ivonne Acuña Murillo*
Por primera vez en la historia de México una mujer llegará a la presidencia de la República. “Es tiempo de mujeres” se afirma. Cabe preguntarse si al llegar una mujer llegará con ella un proyecto feminista o un proyecto político inclinado en favor de las mujeres. Se podría pensar que no hay mucha diferencia, pero la hay.
Una política puede entender las problemáticas específicas relacionadas con las mujeres y agregarlas a su agenda sin ser feminista. ¿Será este el caso de Claudia Sheinbaum Pardo y de Xóchitl Gálvez Ruiz, candidatas por las coaliciones “Sigamos Haciendo Historia” y “Fuerza y Corazón por México”, respectivamente?
Para responder esta pregunta bastaría con revisar las declaraciones públicas de ambas aspirantes respecto de uno de los temas más polémicos de la agenda feminista, a saber: ¿cuál es su postura en torno al aborto?
El 8 de marzo de 2019 se le pidió a Sheinbaum, jefa de gobierno de la Ciudad de México (CDMX), que fijara su postura en relación al aborto por lo que respondió: “Estoy a favor de la interrupción legal del embarazo, yo creo que nadie está a favor del aborto, el asunto es si las mujeres tienen que ir a la cárcel por haberlo realizado, yo no estoy a favor de eso”.
Esta respuesta sin un contexto previo parece confusa, ¿Claudia está o no a favor del aborto? En años previos a 2019 se instaló en el debate público la idea de que las feministas estaban en contra de la vida y tenían por costumbre la práctica del aborto, como si se tratara de un deporte y no de una necesidad. De tal manera proliferó esta idea que feministas reconocidas públicamente, como la antropóloga Marta Lamas, salieron a aclarar “que nadie estaba a favor del aborto” pero dado que ocurría, poniendo en riesgo la vida y salud de las mujeres más pobres que no tenían para pagar un aborto médico bien practicado, la legalización, despenalización y atención médica formaban parte de una cuestión de salud pública que debía ser atendida por el Estado.
Por su parte, la entonces senadora Gálvez, en un tuit del 26 de septiembre también de 2019, escribió en relación con la despenalización del aborto en Oaxaca que: “Para las mujeres, el derecho a decidir ya es constitucional y el Estado debe garantizar su libertad para ejercerlo. Lo de fondo es fomentar la prevención a través de educación sexual y reproductiva. Valoro que el PAN acepte que en ciertos temas, puedo disentir”. De nuevo el contexto importa, en este caso, aunque la política se cuidó mucho de no escribir la palabra “aborto” en su mensaje, es de conocimiento público que su intención fue fijar su postura a favor de la despenalización.
Como confirmación de lo dicho, en su conferencia de prensa “Sin miedo a la verdad”, del día 7 de marzo de 2024, Xóchitl se pronunció en contra de criminalizar a las mujeres que se practican un aborto: “Desde mi punto de vista no habrá paso atrás en ningún derecho obtenido por las mujeres. No estoy de acuerdo con criminalizar en absoluto a ninguna mujer que se practique un aborto, estoy totalmente en contra, y en ese sentido serán los partidos políticos los que definan esa agenda”.
En cuatro líneas se pronunció en favor del ejercicio de un derecho y, al mismo tiempo, lo trasladó a la esfera de acción de los partidos políticos, los cuales podrían incluirlo o no en su agenda. Para completar, sostuvo que: “… las mujeres que decidan tener a sus hijos no van a estar solas”.
Declaración muy propicia a los intereses de grupos conservadores que se oponen al derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo, al tiempo que hacía un guiño a las mujeres que anteponen los derechos femeninos a cualquier ideología. Ambigüedad muy conveniente en tiempos electorales.
Pero una cosa es declarar “lo políticamente correcto” y otra sostener una convicción profunda respecto de lo declarado. En este punto, conviene revisar lo que las candidatas han prometido a las mujeres de llegar a la silla presidencial.
De las dos, la que parece tener un proyecto más claramente estructurado es Sheinbaum, quien desde el primer día de campaña incluyó en su plan de gobierno lo que llama “La República de y para las Mujeres”, a partir de la cual se compromete a: Enviar una propuesta al Congreso para elevar a rango constitucional la igualdad sustantiva de las mujeres en todas sus formas y el derecho a una vida libre de violencias, así como reformas legales para garantizar gabinetes paritarios, erradicación de la brecha salarial, garantizar refugios pero sobre todo para que los agresores se salgan de casa y las mujeres permanezcan en el hogar con sus hijos; crear el programa SOS Mujeres, vinculado al número telefónico 911 y a los ministerios públicos.
Además, promover la creación de Fiscalías Especializadas en feminicidios; garantizar el acceso a la salud de las mujeres en todo su ciclo de vida; reconocer los derechos agrarios de más de 150 mil mujeres; crear centros públicos de educación inicial para la primera infancia, dando prioridad a las hijas y los hijos de jornaleros agrícolas y a trabajadoras de la maquila en el norte del país; y, a promover un sistema nacional de cuidados que apoye a las mujeres a compartir la carga y el tiempo que dedican a cuidar a los hijos.
Por su parte, Gálvez ha hecho propuestas a lo largo de la campaña, mismas que pueden resumirse como sigue: crear líneas telefónicas de ayuda y protección oportuna, con suficientes policías y fiscalías especializadas para atender casos de violencia de género; una reforma integral al sistema de justicia para prevenir la revictimización de las mujeres que han sufrido algún delito de género; acabar con la impunidad en los delitos de género; combatir la brecha salarial y fomentar el empleo digno para las mujeres con seguridad social.
Crear una “tarjeta mexicana” para dar 5 mil pesos a mujeres en situación de vulnerabilidad; otorgar una beca económica y educativa a las niñas y niños cuyas madres fueron víctimas de feminicidio hasta que concluyan sus estudios; acceso a financiamiento para emprendedoras y a la tierra para las mujeres que viven en zonas rurales; regresar el Seguro Popular y la atención médica gratuita por cáncer de mama; crear un sistema nacional de cuidados; crear mecanismos especiales para que las mujeres con discapacidad accedan a la justicia; respetar a las integrantes de la comunidad de la diversidad sexo genérica; apoyar las Casas de la Mujer Indígena (CAMIS) y la creación de una beca llamada “Libertad” para que niñas indígenas que vivan en zonas rurales puedan continuar con sus estudios.
Es importante notar que, aunque ambas candidatas reconocen la importancia de atender las diversas problemáticas por las que cursan las mujeres y que ignorarlas sería suicida, políticamente hablando, ninguna las ubica como “la prioridad” de su gobierno. En primer lugar, porque no gobernarían solo para ellas y, en segundo lugar, porque existen problemas también de atención urgente como la inseguridad y la violencia generalizada, y otros de orden ideológico como la lucha en contra de la desigualdad social que aqueja a grandes sectores de la población, temas ambos en los que las mujeres, las niñas y los niños son, sin duda, el sector más vulnerable, pero no el único. Así dicho, se observa que en el plan presentado al inicio de la campaña, Claudia coloca la “República de y para las mujeres” en séptimo lugar; mientras que Xóchitl ha ido haciendo promesas, una a una, sin un eje estructurador.
Por otro lado, pareciera que Claudia piensa en las mujeres como adultas sujetas de derechos y Xóchitl, por su lado, las ve como menores de edad a las que hay que proteger cuando afirma que “cuidará de las mujeres”, sin aclarar en qué punto o demanda específica.
Se puede sostener que ninguna de las dos candidatas es feminista ni está comprometida en su totalidad con la agenda de este movimiento. Como prueba dos hechos. Primero, al inicio de su administración al frente del gobierno de la CDMX Sheinbaum se enfrentó cara a cara con los movimientos feministas que en la calle y públicamente buscaban defender a mujeres que habían sufri do algún tipo de violencia de género asumiendo, en concordancia con el presidente Andrés Manuel López Obrador, que esas movilizaciones eran un tipo de provocación en su contra, mandadas dijo él por la oposición conservadora.
Ciertamente, con el tiempo reconsideró esta postura y dedicó buena parte de los esfuerzos de su gobierno a atender las demandas de las mujeres en materia de seguridad y otros rubros, pero quedó para la historia esta postura que informaba de su rechazo o desconocimiento de la lucha feminista.
Segundo, los reiterados ataques de corte machista y misógino que Xóchitl ha lanzado en contra de Claudia a lo largo de la campaña, recurriendo a los estereotipos que a lo largo de los últimos siglos han pintado a las mujeres como seres dependientes, pasivos, “fríos y sin corazón”, incapaces de gobernarse a sí mismas. De Claudia ha dicho que es “la marioneta” del primer mandatario, ha afirmado que necesita su permiso para hablar y que cuando lo hace sólo repite lo que él quiere.
Se ha mofado de su imagen física comparándola con el gusano de la película El cadáver de la novia, incluso se atrevió a decir que “Si los mexicanos quieren una persona perfecta, que no sonría, que sea fría, que parezca momia, pues ahí está la Sheinbaum. Yo soy otra cosa”. Por si alguna duda quedara, en el Segundo Debate Presidencial la increpó diciendo que: “A diferencia de la candidata de las mentiras, a mí ningún hombre me da instrucciones, yo decido por mí y los programas sociales se quedan”.
Valgan estos dos hechos para reiterar que, aunque ambas candidatas son conscientes de los retos que enfrentan hoy las mujeres, en especial las jóvenes que alimentan la llama “cuarta ola del feminismo”, en materia de inseguridad, violencia y feminicidios, ninguna de ellas es feminista, a pesar de lo cual son conscientes de la enorme deuda que en materia de igualdad y trato equitativo se tiene con las mujeres como ha quedado asentado a lo largo de esta campaña. Sin embargo, hay temas de la agenda feminista que me parece, a riesgo de equivocarme, que ninguna candidata ha tocado como la trata de personas y la explotación sexual a la que miles de mujeres y niñas son sometidas, ni del matrimonio al que son obligadas menores de edad en comunidades indígenas. Sólo hay declaraciones muy generales como la hecha por Gálvez al afirmar que, de ganar la elección el 2 de junio, la defensa de los derechos de las mujeres será una prioridad en su gobierno.
Ahora, se podría preguntar si es requisito ser feminista para representar los derechos de las mujeres y la respuesta es no. Tampoco se puede pedir a las candidatas que públicamente se declaren feministas y se comprometan de lleno con la agenda actual de este movimiento social, en especial, porque hacerlo durante una campaña presidencial podría ser contraproducente dada la vulgarización del discurso feminista, los malos entendidos y las falsas acusaciones en su contra respecto de ser el causante de la separación de las familias, la homosexualidad masculina y femenina, la equivocada ideología de género a partir de la cual grupos conservadores acusan la perversión sexual de niñas y niños y la incitación al cambio de sexo-género. Sería un contrasentido en términos políticos cuando para ganar necesitan no sólo de los votos de las mujeres, feministas o no, sino de los hombres, muchos de los cuales repelen el discurso y la lucha feministas.
Para concluir, se puede sostener que con Sheinbaum o Gálvez no llegará un proyecto feminista, sino uno inclinado en favor de las mujeres.
*Doctora en Sociología, politóloga, feminista y catedrática de la Universidad Iberoamericana