Mario A. Medina
Prácticamente, desde el antecedente del PRI, las organizaciones y sindicatos del sector obrero, campesino y popular, estuvieron al servicio del partido en el poder.
Sus líderes “tejieron redes de votos que canjearon por cargos públicos y dinero”, además de mucho poder político que al final llevó al partido a su descomposición y a ser un triste recuerdo, además, despreciado por la población.
El “tsunami” que significó el triunfo en 2018 de Andrés Manuel López Obrador, se llevó en la ola su movimiento de regeneración nacional, no sólo a las estructuras sindicales, sino también a muchos de sus líderes, quienes quedaron seriamente debilitados. Pero, muchos de ellos, gracias a su capacidad camaleónica, supieron ser un mal necesario para el nuevo partido.
“Siguen usando a los trabajadores de México como moneda de cambio” para ofrecer sus servicios al nuevo mandatario. Una oteada a los archivos históricos de las concentraciones en el siglo pasado en el Zócalo nos permite ver cómo funcionaba el corporativo vergonzoso que obliga a la clase trabajadora, pero también a los campesinos y a los del sector popular a afiliarse al partido en el gobierno, dígase PNR, PRM o PRI. El secretario general del SNTE y senador de Morena, Alfonso Cepeda, recién afilió al partido a 1.5 millones de maestros en el país de un total de 2.5 millones de agremiados. Cepeda hace cuentas alegres, como lo hicieron muchos de sus dirigentes, como la profesora Elba Esther Gordillo o Juan Díaz. Promete muchos más, calcula 5.5 millones de personas que pasarían a las filas del morenismo, pues incluye también a los familiares.
El dirigente del magistrado pasa por alto lo que señala el artículo 41 de la Constitución que juró respetar, donde se prohíbe expresamente la afiliación corporativa. Del mismo modo lo hizo por décadas el PRI a través de la CTM, de la CNC, del SNTE, de los ferrocarrileros, de los electricistas, de los petroleros.
El capítulo segundo “Garantías y responsabilidades de los protagonistas del cambio verdadero”, en su artículo 4°, se señala que “Podrán afiliarse a morena mexicanas y mexicanos mayores de quince años dispuestos a luchar por un cambio verdadero”. Se resalta que “la afiliación será individual, personal, libre, pacífica y voluntaria”.
Cosa parecida ocurría en el PRI, que prohibía situaciones similares pero que las consentía. Poco les importaban los señalamientos, las críticas de que la “fuerza del partido” estuviera formada por millones de personas que fueron afiliadas, cuando menos, sin su consentimiento; o que los cuadros del tricolor fueran personajes impresentables, desde secretarios de Estado, gobernadores, senadores, diputados, o hasta presidentes municipales.
Por fortuna, cosa que no ocurría en el PRI, emergen y se permiten serios desencuentros por este tipo de prácticas, como el que lleguen personajes como Miguel Ángel Yunes Márquez o Alejandro Murat y se presenten como serios opositores a esas pericias. Así lo ha sido el ahora senador Gerardo Fernández Noroña.
Posiblemente habrá quien diga: “perdón sí, olvido no”; seguramente la gobernadora de Veracruz, Rocío Nahle, ni ha perdonado ni va a olvidar todo lo que le hicieron los Yunes.
Veo en los diarios dos fotos del senador Pedro Haces, el de la “cola chiquita y cinismo grandote”, en ambas con el Papa Francisco. La que publicó en sus redes, solito, frente al prelado y en la que borró a la diputada del PRI, Marcela Guerra, a la morenista Maribel Solache y a Cristal Pacheco. ¿Cuántas fotos no hay así de priístas que presumían su poder “cerca de Dios”?
Se pueden entender las “alianzas impuras (con el Diablo) para derrotar al sistema político” (y lograr el Plan B), que le permitiera a Morena tener mayoría absoluta en las dos cámaras tras haberlo intentado por ´las buenas´ en 2006 y 2012, como escribió Jorge Zepeda Patterson el martes pasado en Milenio Diario.
Sería interesante que el morenismo releyera aquel discurso de Cuauhtémoc Cárdenas en la conmemoración del 25 aniversario del Partido de la Revolución Democrática (PRD): “Nos encontramos más lejos que cerca de lo que nos propusimos y nos comprometimos a construir hace 25 años”. Una década después el PRD desapareció.
“Es triste, da coraje y preocupa”, me han dicho amigos militantes de Morena, incluso quienes no lo son, que el movimiento, “una esperanza para el verdadero cambio”, esté sufriendo una metamorfosis que “espanta y preocupa”, porque cada día, muchas y muchos morenistas, pretenden, buscan, sueñan, anhelan que Morena se parezca al PRI.
Que no le cuenten…
La agraviada, Rocío Nahle, dijo a “Los Periodistas” de Sin Embargo: “Hay que fortalecer al Movimiento”; entiéndase, a no debilitarlo, no llevarlo a la perdición. Que no emule al tricolor.