Claudia Benassini F.*
Cuando el lector de Zócalo tenga en sus manos este ejemplar, seguramente ya habrá concluido la jornada electoral. Se tendrán los resultados de los conteos rápidos y la cuasi certeza sobre quién será la primera presidenta de México, una aproximación cercana a la composición del poder Legislativo y la información sobre quienes gobernarán los estados en disputa -incluida la Ciudad de México-, las alcaldías y las fuerzas locales.
Los resultados del 2 de junio marcarán el cierre de la contienda electoral más polarizada de la historia mexicana reciente, producto del enfrentamiento abierto y soterrado entre fuerzas políticas, medios de comunicación y redes sociales.
En las redes socio-digitales han sido la arena, donde se desencadenó la polarización ideológica, que ha impedido la deliberación entre actores con miras a la conciliación, al llamado a la cordura y a la construcción de consensos que contribuyan a la toma de decisiones de la ciudadanía. El resto de este ensayo proporciona un primer análisis al respecto, acompañado de una reflexión que pretende dar paso a colaboraciones posteriores.
De los medios tradicionales a las granjas de bots
La polarización electoral no es un asunto nuevo. Comenzó a gestarse en 2006, cuando el consultor español Antonio Solá acuño la frase “Un peligro para México” para contrarrestar al entonces candidato perredista Andrés Manuel López Obrador y favorecer el posicionamiento del panista Felipe Calderón. Crisis, devaluaciones, desempleo y deuda fueron las palabras cargadas de sentido negativo que coronaban la misma diatriba, aunque en diferentes spots. La amenaza soterrada se apoderó de la arena pública y dio origen a la entonces llamada guerra sucia, entonces librada en los medios de comunicación: prensa, radio y televisión.
En 2012 la guerra sucia se trasladó a las redes sociales, en especial a Twitter1, en donde fuimos testigos de las primeras batallas entre bots, pequeños ejércitos utilizados para descalificar al enemigo y poner temas en tendencia2. Eran tan rudimentarios que era muy sencillo percatarse de sus estrategias para intervenir en momentos culminantes del debate en Twitter.
Seis años después, en 2018, las granjas de bots debutaron en las campañas electorales. Se trata de un concepto mucho más sofisticado para programar a verdaderos ejércitos de pequeños soldados, muy difícilmente identificables y habilitados para simular una conversación con los usuarios de las redes. Este desarrollo permite que una sola persona administre varias cuentas y las ponga, textualmente, al servicio de cualquier cliente. Con un mayor nivel de perfeccionamiento, esta práctica continúa a la fecha y es empleada para diversas estrategias de comunicación, apoyada en el astroturfing, que revisamos en la edición de abril.
El contenido es lo que cuenta
Quizá la lección más importante que nos dejó la nefasta intervención de Antonio Solá en 2006 es la importancia del contenido: el entonces peligro para México. No la frívola campaña de Maynez, presidente Maynez que inunda las redes sociales y los eventos de proselitismo organizados por un partido político decadente y al servicio de una única causa: la suya. Me refiero, al contenido transmitido por trolls, bots y astroturfs al que se suma el interminable corifeo de voces que salen al ágora digital a gritar su verdad. Un contenido caracterizado por el odio, convertido ahora en el ingrediente principal de un espectáculo que caracteriza a la política contemporánea y a buena parte de sus prácticas digitales (Iwasaki, 2022).
La circulación del odio a través de las redes sociales no es ninguna novedad. Pero quizá haya que ponerlo en contexto. Se trata del incremento exponencial de usuarios de las redes sociales que cotidianamente publica varias actualizaciones de sus estados de ánimo. Este hecho da lugar a cifras estratosféricas de piezas escritas, visuales y audiovisuales imposibles de procesar y con implicaciones en los ecosistemas de las redes y en la deliberación política.
Cuando las personas de ideas afines simplemente siguen las creencias proporcionadas por los miembros del mismo grupo de deliberación y solo tienen incursione entre sí, entonces estas comunidades polarizadas se involucran en una “deliberación en enclave”, donde la desinformación, los rumores y el discurso de odio pueden ser amplificados por falta de pruebas en sentido contrario y por grupos de usuarios que viven en cámaras de eco. Esto da como resultado una mayor polarización ideológica, comportamientos extremistas y un profundo sesgo informativo (Pérez y Noguera, 2022, p. 25),
Con respecto a las cámaras de eco cabe recordar que a partir de 2011 Cass Sunstein inició el análisis de los procesos de construcción y circulación del rumor en los ambientes digitales, así como el papel de la polarización de grupos3 en su difusión. Estos ambientes se asocian con los filtros burbuja y las cámaras de eco ambientes en redes sociales donde estamos rodeados de opiniones que coinciden con la nuestra y que se refuerzan constantemente, al tiempo que las voces disidentes son convenientemente filtradas (Lubersse, 2023, p. 15).
Odio, polarización en campañas 2024
Desde comienzos del siglo XXI hemos atestiguado un considerable adelgazamiento del paisaje mediático. Prensa, radio y televisión anidan en el ciberespacio vía sus sitios web y sus aplicaciones móviles, a la vez que pierden presencia en los ambientes que los vieron nacer. Y todos adquieren carta de naturalización en las plataformas sociales. Todo está en las redes: el discurso conservador y ansioso de regresar a los viejos tiempos se amplifica a voluntad de los usuarios con las amenazas machaconas de siempre, con el odio a las diferencias y sembrando el pánico por el voto a las alternativas que pretenden imponer.
Ahí están los Krauze, Derbez y Alazaki diciendo cómo debemos votar e invitando a visitar sus canales para ver sus andanzas a tiempo completo. Ahí están los bots y los trolls dispuestos a amplificar los escenarios, descalificando e insultando a quienes no piensan como ellos: todo con tal de recuperar las prebendas.
Aprendamos de esta experiencia en la que el odio, la polarización y la falta de deliberación han abonado a un ambiente socio-digital enrarecido y poco propicio para el debate. Estos escenarios nos ponen frente a la necesidad de un análisis a profundidad sobre las diversas caras de la polarización y el odio en los procesos electorales, así como su vinculación con las cámaras de eco y los filtros burbuja. Es tan amplia la tarea que continuaré abordándola en colaboraciones posteriores.
*Profesora Investigadora, Facultad Mexicana de Arquitectura, Diseño y Comunicación, Universidad La Salle Ciudad de México
Bibliografía consultada
Iwasaki, Fernando (2022) Original preface in Spanish. Perez Escolar, Marta y Noquera Vivó, José Manuel (eds.) Hate speech and polarization in participatory society, Routledge.
Luberisse, Josh (2023) Who decides what’s true? Fortis Novum Mundum.
Pérez, Marta y Noguera, José (2022) Introduction to the dilemmas and struggles of participatory society. Perez Escolar, Marta y Noquera Vivó, José Manuel (eds.) Hate speech and polarization in participatory society, Routledge, p. 24-37).
Sunstein, Cass (2010) Rumorología, Random House.
Referencias
1 Desde siempre Facebook ha jugado un papel muy menor en los procesos electorales, a pesar de ser el sitio donde comenzaron a proliferar las fake news. En términos de arena para la disputa electoral Twitter ha llevado la delantera desde hace varios lustros.
2 Entre los temas tendencia durante las elecciones de 2012 cabe destacar #Elecciones2012, #AMLOPresidente, #JosefinaCompraVotos, #YoSoy132, etc.
3 Sunstein (2010, p. 28) entiende por polarización de grupo “cuando personas con ideas afines reflexionan, normalmente acaban adoptando una posición más extrema en la línea de lo que pensaban antes del debate. Se trata de un fenómeno omnipresente en la vida humana. Si un grupo de personas tienden a creer que el líder de una nación es un criminal, o que el ejecutivo de una empresa es un canalla o que uno de sus propios miembros los ha traicionado, su creencia sobre este hecho se reforzará después de que hablen entre ellos.