Los verdaderos responsables de la masacre en Gaza
Derechos Humanos, Principales

Los verdaderos responsables de la masacre en Gaza

Naief Yehya

La recolonización

Nueva York-En septiembre se cumplen once meses de que inició el genocidio israelí de la población de Gaza y que se intensificaron las matanzas, destrucción y robo de viviendas en Cisjordania por colonos mesiánicos, militantes, especuladores y el propio ejército. Y, sin embargo, como han dicho muchos y hemos repetido aquí innumerables veces: “Esto no empezó el 7 de octubre de 2023”.

El argumento empleado por los sionistas y los defensores de esta masacre es esencialmente: Nada puede justificar los actos de violencia cometidos por Hamás y otros grupos en contra de Israel, mientras que el asesinato de más de cuarenta mil palestinos, la destrucción de más del 80% de la infraestructura y las construcciones que permiten la vida en Gaza es perfectamente justificable. A medida en que avanza la carnicería y que cualquier explicación parece cada día más delirante y absurda, los portavoces del régimen de ocupación pasan de negar la depravación y brutalidad de su ataque a usar sus dos herramientas favoritas: las acusaciones de antisemitismo indiscriminadas y el embuste de que Hamás usa a la población como escudos humanos.

Se ha demostrado en incontables ocasiones que este último argumento es una falacia, dado que Gaza no tiene un ejército ni una policía ni una guardia civil, Hamás es una organización política y militar de resistencia a la ocupación y el despojo, que con todas sus fallas y corrupción es la única alternativa de defensa que tiene el pueblo ante los atropellos del ejército.

Lo que se vive hoy en Gaza es simplemente inimaginable, una tragedia de proporciones dantescas en la que nadie en el terreno está a salvo. Y mientras tanto los responsables se desgarran las vestiduras cada vez que alguien se atreve a criticarlos. Los mecanismos de censura y represión contra cualquier osado que critica al régimen de Tel Aviv a continuar con este crimen (si bien han sido puestos en evidencia como nunca) siguen operando, destruyendo carreras, sancionando y poniendo toda clase de obstáculos profesionales, económicos y sociales.

No hay que tener demasiada imaginación para saber que en un futuro esta masacre será vista con horror y la mayoría de aquellos que han sido cómplices con su apoyo o silencio intentarán evadir el juicio de la historia, se aferrarán a sostener falacias, a desmentir la magnitud de la tragedia, a minimizar el número de civiles y niños muertos o bien a justificar sus muertes como un paso indispensable para eliminar a Hamás. Si bien el régimen de Biden y sus aliados occidentales hablan de la urgencia de un cese al fuego, siempre dando principal relevancia a recuperar a los rehenes israelíes y en segundo plano prometiendo alguna ayuda humanitaria para mitigar las consecuencias del ataque, la realidad es que el gobierno de Netanyahu tiene claro que su objetivo de ocupar Gaza nuevamente está al alcance de la mano, por lo que no aceptarán ningún cese al fuego ni menos una retirada. De entrada se han aferrado a controlar el corredor filadelfia (Philadelphi) que recorre la frontera de la franja de Gaza con Egipto y el corredor Netzarim de 4 kilómetros de ancho que parte la franja entre sur y norte. La división del terreno con esas líneas estratégicas tiene la función de aislar a alrededor de 300,000 palestinos que siguen en el norte, sobreviviendo con gravísimas carencias entre las ruinas, y dejar corredores para comenzar la colonización.

Netanyahu ha declarado que van a crear un “control de seguridad” que eventualmente se traducirá en colonias en la franja. Uno de los estrategas e ideólogos de esta campaña genocida es el Mayor Giora Eiland, quien ha dicho que toda la población de Gaza es nazi y propone matar de hambre o desplazar a los palestinos que se refugian en el norte, de preferencia a Egipto. De aceptar cualquier plan de paz, Israel tendría que renunciar a esa conquista y eso no sucederá voluntariamente.

El doble asesinato

Con diferencia de horas Israel asesinó el 30 de julio a Fuad Shukr, un líder histórico de Hezbolá en Beirut y el 31 de julio a Ismail Haniya, líder político de Hamás en Teherán. De esa manera daban un golpe mortal a las negociaciones de paz (Haniya era la voz más moderada de Hamás), desafiaban a sus enemigos en el Líbano y provocaban a Irán con la intención de que responda y Estados Unidos por fin se vea obligado a involucrarse en la guerra que Netanyahu lleva décadas tratando de provocar en contra de Teherán.

No hubo la menor reacción de sorpresa o indignación por parte de los gobiernos occidentales, más allá de una carta firmada por varios de ellos amenazando a Irán de no tomar medidas de represalia ni autodefensa. Esta acción desafiante de la ley internacional y lo que queda de la estabilidad política en la región, sumado a las 56 ovaciones de pie que recibió Netanyahu en el Congreso estadounidense, han redimido al líder israelí, por lo menos por ahora.

Mientras a principios de este verano las encuestas mostraban que 72% de los israelíes querían que renunciara, ahora la mayoría piensa que él es mejor que cualquiera de sus rivales para seguir siendo primer ministro. Esto sucede a pesar de que cada una de sus acciones pone en evidencia que el rescate de los rehenes nunca fue una prioridad para él ni para su gobierno y que su guerra es una estrategia para evitar encarar las consecuencias legales de su corrupción y abusos de poder.

En estos once meses el clima de impunidad en Israel no ha hecho más que aumentar. Los medios, las autoridades y gran parte de la opinión pública están dispuestos a justificar prácticamente cualquier cosa, desde el genocidio (uno de los argumentos más repetidos es que si Israel quisiera no habría 40,000 muertos —aunque tampoco creen en esas “cifras de Hamás”— sino cientos de miles o millones) hasta el abuso, tortura y asesinato de presos pasando por la creciente oleada de ataques en Cisjordania a palestinos.

La deshumanización y la violencia extrema se han normalizado. El argumento de que Israel es la única democracia en el Medio Oriente y que los ciudadanos árabes israelíes tienen más derechos que en ningún país vecino se sigue usando como escudo moral, a pesar de que todo mundo sabe que la incorporación selectiva no puede ocultar la segregación racial, las continuas humillaciones y el apartheid que han impuesto en los territorios ocupados, incluyendo Gaza, que a pesar de que no hay una ocupación formal ni colonos, es una prisión al aire libre en donde hasta el comienzo de este ataque Israel controlaba el acceso al océano, las ondas electromagnéticas, la entrada de agua, comida, suministros médicos y cualquier tipo de productos y bienes. Ahora no hay mucho que controlar ya que los israelíes han destruido todo y planean dejar la franja inhabitable hasta que los colonos regresen con el apoyo, subsidios y protección que financiarán Estados Unidos y Europa.

Nueva candidata mismas reglas

La renuncia de Biden a la presidencia y la candidatura de Kamala Harris dio a algunos ilusos la oportunidad de imaginar que ella daría un giro a la política estadounidense y especialmente a exigir un cese al fuego, con la mejor y más poderosa herramienta que tiene Washington: suspender el envió de armas y recursos militares, por lo menos los de naturaleza ofensiva. El Movimiento Nacional No Comprometido, que actualmente cuenta con 30 delegados en el Comité Nacional Demócrata (que representan 700,000 votos potenciales) esperaba que se diera la oportunidad a un palestino estadounidense de hablar en la convención de Chicago, a la cual se invitó a los familiares de uno de los rehenes israelíes a hablar.

Después de meses de negociaciones, que iban desde posiciones muy ambiciosas como que el partido se inclinara por un embargo de armas a Israel, trataron conformarse con que permitieran hablar a un palestino estadounidense en el podio por dos minutos. De última hora el partido rechazó esa posibilidad, poniendo en evidencia que para ellos las vidas árabes no tienen valor alguno. Para los demócratas el genocidio palestino es una inconveniencia, algo que deben ocultar y negar para no perder el valioso voto judío y a los pocos evangélicos que podrían rechazar a Trump. Incluso Alexandra Ocasio Cortez, quien se ha vuelto la representante de la facción progresiva del partido mintió cuando en su discurso dijo que Harris: “trabaja incansablemente para asegurar un alto al fuego en Gaza”. La única explicación que Harris ha dado es: cállense si no quieren que gane Trump.

En su discurso de aceptación de la nominación Harris no sólo habló del derecho de Israel a defenderse y de estar absolutamente comprometida con ese estado, sino que dijo la mil veces repetida propaganda de los crímenes sexuales sistemáticos de Hamás en el 7 de octubre. Por supuesto que no le pareció importante mencionar los crímenes de guerra ni la naturaleza genocida del ataque ni los abusos sexuales a los presos y población palestina. Esto es un perfecto anticipo de lo que sería su presidencia. Y podemos pensar que con Trump las cosas serán peores para los palestinos y seguramente lo serán, pero la diferencia es que un voto por Harris es una validación del genocidio que está teniendo lugar y no un rechazo del hipotético genocidio que podría suceder.

El genocidio

Una de las principales autoridades en el tema del holocausto y estudios sobre genocidio, el académico e historiador israelí estadounidense Omer Bartov, había escrito en The New York Times (10/11/2023) que si bien en su campaña militar Israel había muy probablemente cometido crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, no pensaba que esta campaña era un genocidio. Reconocía que varios líderes israelíes habían hecho declaraciones que ponían en evidencia sus intenciones genocidas y que podría dar lugar a acciones genocidas. Consideraba que el lenguaje alarmante y deshumanizador de varios políticos y personalidades de la sociedad Israelí al referirse a los palestinos como animales humanos o menos que animales o descendientes de Amalek no debía haber sido ignorado.

Sin embargo, las potencias optaron por fingir que no escucharon. Bartov reconoció que estábamos presenciando una limpieza étnica que como en otros momentos y lugares ha derivado en genocidio. Pero el 13 de agosto de 2024 el autor del libro Anatomía de un genocidio: la vida y muerte de un pueblo llamado Buczacz (2018), escribió en The Guardian un largo ensayo en el que mostraba un cambio de opinión. Primero define a la sociedad israelí con dos sentimientos: el primero una combinación de odio y miedo de quienes quieren seguridad a fuerza de la destrucción militar del enemigo y que desconfían de soluciones políticas, negociaciones y reconciliación.

Bartov cita a Carl von Clausewitz, quien como se ha repetido hasta el cansancio creía que la guerra era la continuación de la política por otros medios, pero que también advirtió que sin un objetivo político definido, la guerra se transforma en un fin en sí misma y conduce a la destrucción sin límite. “Esta es una visión que tan sólo puede conducir finalmente a la auto aniquilación”, escribe; el segundo sentimiento es una ausencia de emociones, la incapacidad del pueblo israelí para tener empatía alguna por los palestinos, por lo que rechazan informarse. La muerte de civiles es mostrada en los medios como parte de la propaganda del enemigo y de las campañas de los países que quieren presionar a Israel. Incluso los “izquierdistas”, dice Bartov, piensan que en la batalla entre la justicia y la existencia, esta última debe imponerse, como puede ser el caso del historiador Benny Morris, quien a pesar de haber documentado el despojo, expulsión y masacre que cometieron los israelíes en la Nakba en 1948, está ahora a favor de la masacre de Gaza (que sostiene que no es un genocidio porque no son suficientes muertos, contradiciendo la definición misma del término).

En su último viaje a Israel, Bartov debía dar una conferencia, sin embargo se encontró que el local estaba sitiado por manifestantes que no querían permitir que hablara. Los organizadores decidieron convertir el evento en una especie de diálogo con jóvenes soldados sionistas, que defienden el ataque y niegan la brutalidad de sus acciones. La plática lo dejó desalentado al reconocer en ellos la incapacidad de entender la magnitud del desastre ni su propia deshumanización.

Bartov encontró en sus amigos y familiares un total desinterés por lo que está sucediendo a unos cuantos kilómetros de ellos. Tras estas y otras revelaciones Bartov ha dejado de creer en lo que escribió en noviembre pasado: “Estoy convencido que por lo menos desde el ataque de Rafah el 6 de mayo, ya no es posible negar que Israel ha cometido de manera sistemática crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y actos genocidas.

Todo estándar humanitario ha sido despedazado por los bombardeos y los continuos desplazamientos a “zonas seguras” que poco después han sido bombardeadas. Con lo que se demuestra el intento de destruir en su totalidad o en parte a la población palestina, que es la definición de la Convención para la prevención y sanción del delito de genocidio, de 1948.

Bartov se muestra preocupado por los cambios en la población y esto se escribió antes de que estallara el más reciente escándalo del caso del video de la violación masiva de un prisionero palestino a manos de guardias israelíes en la prisión de Sde Teiman, que apareció a finales de julio y circuló ampliamente en redes sociales. La evidencia de este acto tan sólo venía a confirmar reportes de abuso sexual, ampliamente documentados (entre muchas pruebas está en reciente reporte titulado Bienvenido al infierno, de la organización de derechos humanos B’tselem que incluye entrevistas con 55 palestinos que en su mayoría fueron objeto de tortura, abuso sexual y maltrato).

Esta práctica que data de hace décadas tan sólo se ha endurecido con la negación de alimento, medicinas y provocar amputaciones a los presos palestinos. La difusión de esta noticia dio lugar a manifestaciones de fanáticos que defendían el derecho de los soldados a violar palestinos como estrategia de autodefensa. Para algunos el crimen había sido grabar en video y difundirlo. Algunos guardias fueron detenidos para ser interrogados y masas de gente trataron de liberarlos por la fuerza.

Numerosos políticos de derecha, como el ministro de finanzas Bezalel Smotrich y el ministro de seguridad nacional Itamar Ben Gvir salieron a la defensa de los violadores: “Es vergonzoso arrestar a nuestros mejores héroes”. El canal 14 de la televisión invitó a uno de los violadores a defender sus acciones de brutalidad sexual y a pedir el apoyo del público.

La ironía es increíble viniendo de la sociedad que lanzó una brutal campaña para denunciar los supuestos actos sistemáticos de tortura sexual y violación que dicen que Hamás cometió y que con el tiempo se ha revelado que las supuestas evidencias son falsas o por lo menos dudosas y que se trató de propaganda o Hasbará para inflamar al público. Así los civiles, especial pero no exclusivamente los colonos, han participado en acciones para defender el derecho de matar de hambre (numerosas veces han detenido convoyes con comida, destruyendo la carga), torturar, violar y asesinar palestinos.

El texto de Bartov es interesante e importante pero también debe servir para señalar que entre las voces que se manifiestan contra el genocidio apenas hay unos cuantos palestinos, no porque no puedan o no quieran articular ideas sino porque miles de pensadores, autores, académicos de Gaza y Cisjordania han sido asesinado por las bombas y armas israelíes, han sido encerrados sin cargos, han perdido a sus familias, hogares y bienes o se encuentran perseguidos de refugio en refugio, convertidos en blancos fáciles para las bombas estadounidenses y europeas que Israel lanza sin la menor preocupación moral.

La catástrofe humanitaria que Israel ha causado no es únicamente responsabilidad de sus políticos ultraderechistas ni de los colonos ni de los sionistas extremistas ni siquiera del Ejército de ocupación israelí, sino de la sociedad que ha tolerado, permitido y apoyado con entusiasmo esta masacre sin precedente.

Escritor, analista y periodista

20 de septiembre de 2024