Gerardo Israel Montes
El juicio en contra de Genaro García Luna desarrollado en Nueva York exhibió a periodistas famosos quienes, desde hace años, mantienen constante presencia en los medios de comunicación, protegiendo la imagen y trayectoria de quien fuera el “superpolicía” durante los gobiernos panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón (2000-2012), periodo en que este funcionario acumuló denuncias de corrupción, vínculos con el narcotráfico y tortura para después -durante la administración de Enrique Peña Nieto- emigrar a Miami, y volverse próspero empresario de compañías dedicadas al espionaje, recibiendo millonarios contratos del gobierno peñanietista.
Sin importar los antecedentes criminales de García Luna, expuestos en reportajes y libros, aquellos periodistas famosos forman parte del círculo perverso que integra grupos políticos (miembros del espionaje mexicano y policías corruptos); matizaron la cobertura informativa del juicio en contra de su amigo policía panista, difundiendo esos delitos a los que obligadamente tenían que hacer referencia para desestimarlos de forma inmediata.
Así lo hicieron con las acusaciones de los testigos en torno a los millones de dólares entregados como sobornos al exdirector de la Agencia Federal de Investigación (AFI) y exsecretario de Seguridad Pública, con el fin de que brindara protección al cártel de Sinaloa. Esos señalamientos fueron minimizados con el argumento de que provenían de delincuentes confesos, quienes solamente buscaban vengarse del exfuncionario que los metió a la cárcel y así obtener reducciones en sus respectivas condenas.
Especial énfasis dieron estos periodistas al afirmar que el presidente Andrés Manuel López O b r a d o r (AMLO) utilizaría este juicio como cortina de humo ante sus “fracasos” gubernamentales y como una forma de venganza en contra de Felipe Calderón por haberle “ganado” la Presidencia en 2006.
La defensa que hicieron los periodistas amigos de García Luna, y aquellos grupos de policías y políticos corruptos que encumbraron al “superpolicía”, estuvo acompañada de una forma de amenaza velada dirigida a López Obrador y a sus funcionarios cercanos, al mencionar que en el futuro el actual mandatario podría afrontar un juicio similar. Así lo hicieron casi de forma simultánea dos columnistas de El Universal: Carlos Loret de Mola y Salvador García Soto.
El primero de ellos –un gran amigo de García Luna con quien acordó transmitir el 9 de diciembre de 2005 el montaje de la captura de los supuestos secuestradores de la banda del “Zodiaco”, Florence Cassez e Israel Vallarta, con todo y la tortura que en vivo le infligió a Vallarta Luis Cárdenas Palomino– publicó el 25 de enero pasado: “AMLO se cura en salud con García Luna”, en donde, fiel a su estilo de mentir, Loret buscó acomodar lo dicho un día antes por López Obrador durante su conferencia matutina, a fin de hacer notar la supuesta contradicción en la que habría incurrido el primer mandatario respecto a lo que declaró el 28 de septiembre de 2019 en el sentido de que: “El presidente de México se entera de todo”.
De forma sesgada, Loret escribió que el pasado 24 de enero AMLO titubeó al señalar que había la posibilidad de que Fox y Calderón no supieran del actuar ilegal de García Luna, “o que supieran o no le dieran importancia, sospecharan, pero no le dieran importancia. Y lo otro es que sí (esa es la tercera hipótesis), de que actuaba así porque tenía cuando menos la licencia del presidente o los presidentes”. A pesar de que AMLO mantuvo su afirmación de septiembre de 2019, Loret asumió que había dado un “giro súbito”, sin explicar a sus lectores que las hipótesis planteadas por AMLO estaban dentro del contexto de lo que decidiera el jurado en Nueva York.
La mala fe de Loret para desinformar quedó más evidenciada cuando afirmó que: “A pesar de ser un crítico acérrimo de García Luna”, López Obrador había matizado sus señalamientos en contra del exsecretario de Seguridad federal, al opinar que las acusaciones en la corte estadounidense son sólo los dichos de un delincuente confeso: “Hasta ahora no ha habido pruebas fehacientes”. Pero lo dicho por AMLO fue en referencia a los argumentos esgrimidos por los abogados del “superpolicía” de los gobiernos panistas, como consta en la versión estenográfica de la “Mañanera” del 24 de enero: “Entonces, sus abogados sostienen que es inocente, que quienes lo acusan no cuentan con pruebas y que se están valiendo de testigos protegidos que tienen también antecedentes penales, que fueron deportados a Estados Unidos y que eso es lo que están utilizando de prueba. Hasta ahora, no ha habido pruebas así, vamos a decir, fehacientes”.
Con la distorsión de lo declarado por AMLO, Loret llegó a la conclusión de que López Obrador se estaba curando en salud: “¿Por qué? ¿A qué le teme? ¿A que con el tiempo surjan testimonios de grandes capos hablando de cómo se aliaron con el gobierno de AMLO, de cómo operaron electoralmente a favor de Morena, de cómo financiaron campañas?”, inquirió el periodista amigo del narcotraficante García Luna.
Evidentemente, la falta de ética de Loret y su enorme cretinismo no le permitieron citar los demás comentarios que AMLO expresó durante su conferencia, entre ellos su convicción sobre la importancia de que la ciudadanía conociera lo que acontecía en el juicio celebrado en Nueva York, ante lo “vergonzoso” que resultaba el hecho de que se tratara “de una autoridad del más alto nivel que estaba a cargo de la seguridad pública durante el gobierno de Calderón y que tenía una doble función, según las acusaciones que está haciendo el gobierno de Estados Unidos: que al mismo tiempo que se encargaba de la seguridad pública, protegía a uno de los cárteles (…) y que recibía dinero por eso”.
Por su parte, García Soto lanzó la advertencia de que AMLO o alguno de sus funcionarios podrían seguir el mismo destino que García Luna, en su columna del 28 de enero: “Brooklyn 2033, o cuando el futuro los alcance”, en la cual, en busca de olvidar el presente sin darle su justa dimensión y desestimando el pasado de un personaje tan perverso como el exsecretario de Seguridad Pública, el columnista futurizó para insinuar que: “los que hoy están tan entusiasmados y exaltados por el juicio al exfuncionario calderonista (…) podrían sufrir una vuelta del revés y estar dentro de algunos años, en un futuro no muy lejano, también siendo acusados, investigados y quizás hasta juzgados por un tribunal estadounidense”.
Y tomó como ejemplo de una futurista visión, el caso de Sergio Carmona, empresario tamaulipeco asesinado en noviembre de 2021 en San Pedro Garza, Nuevo León, y quien, según lo publicó el mismo García Soto el año pasado (sin pruebas y en el contexto de la contienda por la gubernatura de Tamaulipas que perdió el PAN), se habría reunido por separado con agentes del FBI y de la DEA, en donde habló del “negocio millonario de huachicol de combustibles que él manejaba por la Aduana de Reynosa, con el conocimiento y protección de un alto mando de la seguridad y la inteligencia federal mexicana”, por lo que estaría negociando ser un “testigo protegido” o “testigo de interés” para la justicia estadounidense, a partir de la información que había ofrecido a los agentes del vecino país sobre un presunto financiamiento millonario que él entregó a la dirigencia nacional de Morena y a las campañas de al menos tres candidatos a gobernador por ese partido en 2021.
Si resulta cierta esa información, llegado el momento cada quien deberá asumir sus responsabilidades. Por lo pronto son rumores de un emisario periodístico del anterior régimen, que pretende desviar la atención de lo que representa un personaje como García Luna y lo valioso que significa que se esté comprobando lo publicado en trabajos de investigación periodística, que dan cuenta del talante criminal del exsecretario de Seguridad Pública, aprovechado y explotado por Vicente Fox y Felipe Calderón para fraguar pactos y negociaciones económicas con el narcotráfico que realiza el cártel de Sinaloa, y así fraguar y concretar una guerra contra las bandas rivales que se extiende hasta nuestros días, dejando su estela de muerte y terror y el control social en el país.
Pero a los “periodistas” como García Soto, que por algún tipo de pago acatan las narrativas que les imponen los grupos de poder a los que sirven, lo que les interesa es defender a los funcionarios del pasado. Por más que en algunas de sus columnas los hayan criticado alguna vez para aparentar independencia e imparcialidad, ahora se evidencia su gran simulación.
Durante su conferencia del 24 de enero, AMLO vislumbró la puesta en marcha de una nueva “escenificación ajena a la realidad” (como el montaje en el rancho las Chinitas, diciembre 2005, que avaló y promovió Loret de Mola por órdenes de García Luna), por lo que anunció que se estaría informando sobre el juicio en contra del exsuperpolicía panista. López Obrador dijo: “no queremos que pase de noche o que la gente no se entere, porque sinceramente no le tenemos confianza a los medios convencionales en el país, porque guardaron silencio durante mucho tiempo, incluso avalaron acciones vinculadas con los gobiernos anteriores, sobre todo en el tema de corrupción”.
La posición de desconfianza hacia la prensa asumida por AMLO fue correcta, considerando los vínculos que García Luna tejió a través de los años con medios de comunicación y comunicadores. En su libro: García Luna, El señor de la muerte, el periodista Francisco Cruz, en el capítulo Los Arreglos con el narco, se refiere a la serie El equipo (estrenada en Televisa el 9 de mayo de 2011, en horario estelar a las 22 horas) y por la cual la empresa se embolsó 118 millones 116 mil 880 pesos, donde participó Alejandra Sota Mirafuentes, coordinadora de Comunicación Social de la Presidencia en tiempos de Felipe Calderón, serie que tuvo como objetivo “elogiar el valor, la honestidad y el trabajo de la SSP y de su titular, Genaro García Luna, y buscar posicionar a éste para obtener la candidatura presidencial de 2012”, con el fin de “llenar los bolsillos a varios personajes, principalmente a los pertenecientes a medios de comunicación”.
Para sus propósitos electorales, asegura Cruz, García Luna buscó aliados “o más bien empleados” en aquellos comunicadores “ilustrados”, entre los que estaban Ciro Gómez Leyva, Joaquín López Dóriga, Óscar Mario Beteta, Ricardo Alemán y Pablo Hiriart Le Bert, “quienes históricamente se habían decantado por el PRI y luego apoyado a las dos administraciones del PAN”, algo similar a García Luna, quien se formó en las cloacas de la inteligencia política priista y supo chantajear a Fox y a Calderón, para convertirse así en un neopanista. En esta lista de comunicadores al servicio del “superpolicía”, Cruz incluye también a Jorge Fernández Menéndez, Carlos Marín, Adela Micha, Pedro Ferriz de Con, Leonardo Curzio, este último, “se comentaba, laboraba en el Cisen y daba clases en la Escuela de Inteligencia”, así como Raymundo Riva Palacio, “considerado supuestamente internamente la voz periodística no oficial de García Luna, al utilizar la información que le enviaba a través de algunos agentes de élite designados para que la publicara como exclusiva”.
El autor del libro advierte además que como parte de su estrategia mediática-electoral, García Luna consideraba llegar a acuerdos publicitarios con El Universal o Reforma, e incluso con La Jornada “un diario al que equivocadamente percibían como maleable por necesidad de recursos”.
Uno de esos pactos publicitarios se dio con El Universal, como quedó evidenciado dentro del juicio a García Luna, con el testimonio de Héctor Villarreal Hernández, exsecretario de Finanzas de Coahuila durante el gobierno de Humberto Moreira. Este testigo reveló que para contrarrestar rumores sobre los vínculos del entonces secretario de Seguridad Pública con integrantes del cártel de Sinaloa, acordó pagar 25 millones de pesos mensuales a Juan Francisco Ealy Ortiz, dueño del autonombrado “El Gran Diario de México” y compadre de Moreira.
Evidentemente, los directivos del diario se sintieron ofendidos y rechazaron el señalamiento. En su editorial del 7 de febrero adujeron que eran acusaciones sin sustento y, haciendo gala de un histrionismo desmedido, afirmaron que no se dejarían intimidar. Destacaron también que el periódico fue crítico del actuar de García Luna y la dependencia que encabezaba, recordando que en 2011 dio cuenta del millonario gasto que la SSP hizo para realizar la serie El equipo. Si bien son atendibles los argumentos de defensa esgrimidos por el rotativo, quien conoce la simulación que se practica en el periodismo mexicano, sabe que las notas críticas suelen ser chantajes para que un funcionario canalice dinero público a algún medio de comunicación.
Lo expuesto por Francisco Cruz en el libro citado, explica los motivos de la defensa en favor de García Luna que emprendieron varios periodistas. En el caso de Raymundo Riva Palacio, el 6 de febrero escribió en El Financiero: “Difamaciones por desesperación”, en donde el considerado vocero oficial del narcopolicía panista mencionó que AMLO utilizaba el juicio en contra de García Luna para “golpear” al expresidente Felipe Calderón, “que lo derrotó en la elección de 2006”; además, acentuó que en las primeras semanas del juicio las cosas no habían salido como esperaba López Obrador ya que los testigos de la Fiscalía no habían proporcionado “la bala de plata” contra García Luna, “acusándolo de oídas y sin pruebas, mientras su defensa los ha hecho contradecirse y reconocer que no tienen nada, salvo su palabra, contra él”.
La misma argumentación en favor del expolicía utilizó Pedro Ferriz de Con el 10 de febrero en su espacio de “Central FM”, al asegurar: “El saldo general es que la fiscalía simplemente no ha podido demostrar nada. Y prácticamente todos los que se han presentado ahí, salvo muy pocas excepciones, dos o tres, han sido (…) confesos delincuentes (…) confesos criminales, asesinos y narcotraficantes”.
A su vez, Pablo Hiriart, otro de los amigos (o empleados) de García Luna, en su colaboración del 9 de febrero para El Financiero: “Tal vez sea inocente”, aseguró que para “el observador mexicano” resultaba “ridícula” la acusación de que el expresidente Felipe Calderón hubiera dado instrucciones de proteger al cártel del Pacífico. Y utilizando una expresión colérica y sin pruebas, como las que piden en favor del narcopolicía, afirmó: “Si algún gobierno ha protegido al cártel del Pacífico, es decir al del Chapo Guzmán y socios, es el actual”. La forma en que Hiriart acogió la narrativa para desestimar a los testigos, fue citar el trabajo de las periodistas Alain Feuer y María Abi Habid, del periódico The New York Times, quienes señalaron que el testimonio de Édgar Veyta, exsecretario de Gobierno de Nayarit, “exhibió las debilidades de la fiscalía, construidas casi exclusivamente con testimonios de narcotraficantes, pero con escasas pruebas para sustentarlas”.
Habría que recordarle a todos los periodistas defensores de oficio de García Luna, que el “superpolicía” utilizó a testigos protegidos para sus venganzas personales, como la llevada a cabo en contra del general Tomás Ángeles Dauahare, quien en 2006 informó a Felipe Calderón sobre el involucramiento del exsecretario de Seguridad Pública con el cártel de Sinaloa. La venganza de García Luna llegó en abril 2012, cita en su libro Francisco Cruz, cuando Tomás Ángeles fue acusado de proteger al cártel de los Beltrán Leyva, tomando como base “una dudosa denuncia anónima y declaraciones de testigos protegidos por el mismo García Luna”, entre ellos “Mateo”, nombre clave que se le dio al narcotraficante Sergio Villarreal Barragán, alias “El Grande”.
Por cierto, 13 años después, en el tribunal federal de Nueva York, Sergio Villareal sería el primer testigo en testificar en contra de García Luna, recordando que acompañó en múltiples ocasiones a su jefe, Arturo Beltrán Leyva, a reuniones en las que se entregaba a García Luna cerca de un millón y medio de dólares cada mes.
Como diría el periodista Francisco Cruz en su libro García Luna, El señor de la muerte: “Irónicamente, y como si se tratara de una venganza de la vida, por aquello de que todo lo que uno da siempre se regresa, Estados Unidos recurriría en parte al uso de testigos protegidos o testigos colaboradores en el juicio del alicaído exfuncionario mexicano”.
En el último capítulo de este libro, denominado “La Hermandad”, se da cuenta del grupo de policías corruptos que formó García Luna, quienes someterían a 4 mil 500 agentes de la AFI y a más de 10 mil federales adscritos a la PGR, a través de “una mafia bien estructurada de jefes policiacos federales”, que, entre otras cosas, vendían las plazas de directores en la Policía Federal en 50 mil dólares, al tiempo de recabar información de inteligencia para sus proyectos personales y tener vínculos con miembros de la delincuencia organizada.
Para cuidar su imagen ante la sociedad, ese grupo de policías corruptos, con su jefe García Luna a la cabeza, requería del apoyo de medios de comunicación y periodistas deshonestos, como varios de los aquí mencionados que, al igual que los policías de la inteligencia mexicana, han creado una “hermandad” que se dedica a esparcir rumores y a distorsionar la realidad para sus fines privados, los cuales están alejados de la misión y principios de la actividad periodística.
Periodista y analista