La fiebre por ver y escuchar a Pepe Mujica (1935-2025)
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La fiebre por ver y escuchar a Pepe Mujica (1935-2025)

“Liderar es pensar, liderar es influir, liderar es no creerse que uno es dueño de todas las verdades. Liderar es tener la humildad de transmitir esperanza y conocimiento a otros. Liderar es saber que algún día nos iremos en un sobre de madera que no tiene bolsillos y que lo único que va a quedar es lo que hicimos a favor de nuestra propia gente, de los que trabajan con nosotros, de los que viven con nosotros, de los que sufren con nosotros, de los que sueñan con nosotros”.

Jaime Cháidez Bonilla

José Mujica, un hombre de 81 años, esta semana provocó una fiebre por verlo como pocas veces sucede con los artistas comerciales o los deportistas del momento. Miles de tijuanenses (y de otros municipios) quisieron escucharlo en el Estadio Gasmart y las instalaciones de la UABC, y otro millar selecto lo conoció en el teatro del Centro Cultural Tijuana.

En menos de 48 horas, Pepe dejó huella en la frontera, sirvió desayunos a los migrantes, escuchó a los mariachis en su honor, caminó por la esquina de Latinoamérica (saludó a la señora que atiende los baños), provocó risas y reflexión (“no vengo a buscar aplausos”, dijo) y, de vez en cuando, habló con cierta melancolía: “Ando por el mundo como despidiéndome”.

Alguien lo describió como un Quijote disfrazado de Sancho. Pepe Mujica lo dejó muy en claro al inicio de sus intervenciones: “Ando por el mundo sembrando, ni más ni menos. Lo que hay que buscar en el mundo es que la gente piense”.

En la UABC lo nombraron Honoris Causa y le regalaron una pequeña escultura en honor a los cimarrones que deambulan por La Rumorosa. Se refirió a ello: “Me regalaron una pequeña imagen, esa oveja silvestre cimarrón que les queda a ustedes por ahí, por la sierra, que no ha podido ser domesticada, que está condenada a desaparecer, si no la cuidan. Quién sabe el tesoro genético que tiene ese animalito en la cadena de la vida, quién sabe los caracteres que existen en un día de ingeniería genética que puede transplantar para esto o para lo otro”.

Cuando tuvo que hablar ante políticos, empresarios y líderes de opinión fue muy directo: “Liderar es pensar, liderar es influir, liderar es no creerse que uno es dueño de todas las verdades. Liderar es tener la humildad de transmitir esperanza y conocimiento a otros. Liderar es saber que algún día nos iremos en un sobre de madera que no tiene bolsillos y que lo único que va a quedar es lo que hicimos a favor de nuestra propia gente, de los que trabajan con nosotros, de los que viven con nosotros, de los que sufren con nosotros, de los que sueñan con nosotros.

“El mejor dirigente de cualquier cosa es aquel que cuando desaparece deja gente que lo supera con ventaja. La única manera que tenemos de enfrentar a la muerte, y eso cuenta para cualquier liderazgo, es transmitir que queden otros mejores que nosotros. Esta es una regla que me ha enseñado la vida porque el tiempo es un gentil hombre que tiende a destruirlo todo”.

Pepe Mujica toma la palabra y se posesiona del escenario. Es un viejo ateo que no se victimiza: “El hombre aprende más del dolor y del sufrimiento que de la abundancia, aprende mucho más de las dificultades que de los triunfos”.

 Entre los asistentes abundan los políticos, pero el señor Mujica no se inmuta y los describe de cuerpo completo:

“Si la política está desahuciada denle un aliento y provoquen una nueva política. Como decía Aristóteles: ‘El hombre es un animal político’ porque precisa sociedad y la sociedad tiene contradicciones, porque hay clases y hay intereses distintos y porque los seres humanos somos semejantes, no iguales, siempre tenemos un matiz, aun en el mismo lugar de la historia. En la política es un honor que te elijan para representar, uno tendría que pagar por semejante honor. No es para ganar plata. El político debería de aprender a vivir como vive la minoría de su pueblo y no como vive la minoría privilegiada”.

Y los políticos aplauden, se miran y se dicen sin hablar: “está hablando de otros políticos, no de nosotros”.

Pepe Mujica puede hablar sin parar, brincando de un tema a otro dependiendo del interlocutor. Es un orador nato que parece incómodo cuando está sentado en silencio. Pareciera que prefiere estar en su casa junto a su esposa (ella siempre discreta, al lado del uruguayo expresidente del país), junto a su perrita ciega de tres patas, junto a un buen mate, junto a la tranquilidad muy lejos de los aparatitos celulares.

Cuando llegan los aplausos generales, José Alberto Mujica Cordano agradece y desaparece. No recuerdo un acontecimiento tal que convocara a tantos miles de interesados en ver y escuchar a una figura que no tiene que ver con el espectáculo, los deportes o el morbo.

Un hombre de 81 años que pidió dormir en un hotel modesto, no cobrarle a los que quisieran conocerlo y, por favor, comida sin picante.

La fiebre que provocó Mujica.

*Crónica publicada originalmente el 16 de octubre de 2016, en el suplemento Identidad, del diario El Mexicano, de Tijuana, Baja California.

15 de mayo de 2025